Christine Porath y Mike Porath en hbr.org del pasado 4 de octubre plantean que, en la actualidad,
estamos rodeados de negatividad, tanto a través de las noticias, como de las
redes sociales o de las conversaciones que mantenemos. Estamos absorbiendo
estrés de nuestra familia, amigos y compañeros de trabajo, lo que está teniendo
su efecto en nosotros.
Los autores, utilizando una
plataforma comunitaria “The Mighty” ha encuestado a más de 70.000 miembros de la
misma y a lectores desde marzo para analizar sus experiencias y percepciones de
la crisis del coronavirus. En septiembre los participantes señalaron que las
tres emociones principales que estaban sintiendo eran: frustración,
preocupación e ira o enfado, habiendo sido esta última emoción la que más había
crecido de un 20% en marzo a un 45% en septiembre.
La negatividad puede tener
efectos tóxicos. Las investigaciones de la autora han mostrado que flaqueamos
cuando nos vemos expuestos a negatividad o a grosería. Contemplar la mala
educación interfiere en nuestro trabajo y disminuye nuestro desempeño. La mera
escucha de palabras groseras reduce nuestra capacidad de procesar y recordar
información. En estas situaciones tendemos a cerrarnos, dejamos de comunicarnos
y de ayudar a los demás, disparándose los pensamientos disfuncionales y
agresivos. Afortunadamente existe una forma productiva de contrarrestar estos
efectos: es el estado psicológico en el que las personas experimentan un
sentimiento de vitalidad y la necesidad de aprender (“ thriving”). Los
individuos que se encuentran en el mismo están creciendo, desarrollándose y
llenos de energía en lugar de sentirse vacíos o anquilosados.
Los estudios realizados por
los autores muestran que existen algunas tácticas para alcanzar este estado:
1.- Evitar la negatividad. Debemos
tener cuidado con la información que recibimos y que elegimos consumir:
noticias, redes sociales, personas, música que escuchamos, etc. La negatividad
se filtra dentro de nosotros a través de esas fuentes, por lo que debemos
seleccionar aquellas que sean más positivas.
2.- Cuidar lo que decimos.
El lenguaje negativo es muy insidioso y potente por lo que debemos tener cuidado
con lo que pensamos y manifestamos ya que tiene un peso y tenemos la capacidad
de controlarlo. Trevor Moawad, coach que trabaja fundamentalmente con atletas
de élite, mantiene que resulta 10 veces más dañino para nosotros verbalizar un
pensamiento que solo pensarlo.
Por tanto, debemos pensar
cómo estamos formulando y hablando de una situación y en lugar de decir: “Es lo
peor que he visto nunca” o “Es catastrófico” podemos buscar un lenguaje más
neutro, diciendo, por ejemplo: “ Esta situación supone un reto” reconociendo
así la oportunidad para crecer o aprender. Tenemos que reconocer y aceptar la
realidad mientras minimizamos su poder para hundirnos.
3.- Adoptar un patrón mental
neutral. Los pensamientos negativos y preocupaciones nos afectan y hacen que
tengamos que esforzarnos más para realizar las tareas básicas pudiendo llegar a
conducirnos a un declive cognitivo, al tiempo que perjudican a los que están
expuestos a nuestra negatividad. Es mejor que adoptemos un patrón mental
proactivo en el que nos centremos en aquello que podemos controlar y en lo que
podemos hacer.
Moawad sugiere utilizar el
pensamiento “neutral” que incluye vivir el momento, reaccionando en cada
momento a lo que ocurre y mantener el foco en cómo podemos influir en nuestra
próxima acción, sin atascarnos en analizar pasados errores o paralizados por
miedos futuros.
4.- Practicar la gratitud de
forma consistente. Ésta reduce nuestro estrés, nos hace más felices y nos ayuda
a alcanzar nuestras metas.
5.- Cuidarnos gestionando
nuestra energía. Podemos incrementar nuestra resiliencia ante la negatividad
haciendo ejercicio de forma rutinaria, alimentándonos correctamente y durmiendo
adecuadamente.
6.- Cultivar relaciones
positivas, dentro y fuera del trabajo. Debemos procurar rodearnos de las
personas que transmiten energía, que nos hacen sonreír y reír y que elevan
nuestro ánimo.
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