Adam Brandenburger y Barry Nalebuff en la edición de enero -
febrero de Harvard Business Review plantean que los rivales están trabajando
juntos cada vez más, por lo que hay que pensar en cuáles son los riesgos y
beneficios de esta cooperación.
La llegada del hombre a la
luna hace más de 50 años se recuerda como la culminación de una feroz
competición entre Estados Unidos y Rusia, pero de hecho la exploración del
espacio estuvo a punto de comenzar como cooperación entre los dos países. El
presidente Kennedy propuso una misión conjunta cuando se reunió con Krushchev
en 1961 y cuando habló en las Naciones Unidas en 1963. Nunca llegó a ocurrir
pero ambos rivales de la guerra fría empezaron a trabajar juntos en 1975 en el proyecto Apolo – Soyuz y en 1998 la estación internacional espacial
conjunta ha marcado el inicio de una era de colaboración. En la actualidad varias
naciones están intentando conseguir estar presentes en la luna y se está viendo la necesidad de la
colaboración entre ellas para alcanzar esta meta.
Existe un nombre para esta
mezcla de competición y cooperación: co – opetición. Actualmente es una
práctica común en un amplio abanico de industrias, habiendo sido adoptado por rivales
como Apple y Samsung, DHL y UPS, Ford y GM y Google y Yahoo.
Existen muchas razones para que los competidores cooperen. Al nivel
más básico puede ser una forma de ahorrar costes y evitar la duplicación de
esfuerzos. Si un proyecto es demasiado grande o arriesgado para una empresa la
colaboración puede ser la única opción. En otros casos una parte es mejor a la
hora de hacer A, mientras la otra es mejor al hacer B, por lo que lo razonable
es que combinen sus esfuerzos. Y, aunque una parte sea mejor en A y la otra no
pueda ofrecer un B mejor puede tener sentido que compartan A al precio
adecuado.
La co – opetición, sin
embargo, plantea dos preguntas estratégicas, fundamentalmente:
a).- ¿Cómo cambiarán las
dinámicas competitivas en la empresa si cooperamos y si no lo hacemos?
b).- ¿Tendremos la capacidad
de salvaguardar nuestros activos más
valiosos?
Se requiere, por tanto, un
análisis muy cuidadoso, que puede seguir los siguientes pasos:
1.- REFLEXIONAR SOBRE LO QUE PUEDE PASAR SI NO
COOPERAMOS
Si existe una oportunidad de
colaboración tenemos que comenzar por imaginar lo que cada parte va a hacer si
no se aprovecha y hacernos las siguientes preguntas:
a).- ¿Qué acuerdos
alternativos pueden hacer los otros?
b).- ¿Qué alternativas vamos
a tener nosotros?
c).- ¿Alguien ocupará
nuestro lugar si no aceptamos el acuerdo?
¿El estatus quo puede ser una opción?
2.- PENSAR SI LA COOPERACIÓN PUEDE PERJUDICAR NUESTRA
VENTAJA COMPETITIVA
Supongamos que hemos
analizado las alternativas a la colaboración y hemos decidido seguir adelante. El
hacerlo supone que tenemos que compartir aquello que nos distingue, con lo que
dejaría de serlo y eso puede ser un problema real. Para tener una idea de cuál
puede ser el riesgo potencial podemos ver en cuál de estas cuatro categorías se
puede encuadrar nuestro acuerdo:
a).- Ninguna de las partes
tiene algo especial en riesgo pero los ingredientes combinados de ambas pueden
crear valor. En este caso ninguna parte está cediendo nada. Un ejemplo reciente
es la decisión de Apple y Google de colaborar para crear tecnología de rastreo
de contactos para el Covid – 19.
b).- Ambas partes tienen
algo especial y al compartirlo pueden ponerse por delante de sus rivales
comunes. En ocasiones adelantar o no quedarse atrás en relación con otros
rivales vence a las consideraciones de una relativa ventaja. La tecnología para
la conducción autónoma es un ejemplo. La mayor parte de las empresas de
fabricación de automóviles reconocen que no van a ser capaces de desarrollar
vehículos autónomos con la suficiente rapidez o con el coste adecuado en
solitario. Esta es la razón por la que Ford invitó a Volkswagen para invertir
conjuntamente en Argo AI ( una start - up para la creación de un vehículo
autónomo). Ford tiene una mayor cuota de mercado en Estados Unidos y VW en
Europa por lo que ambos pensaron que el acuerdo no cambiaría el balance de
poder entre ambos y de esta forma pueden elevar sus posibilidades en relación
con sus muchos rivales.
c).- Una parte tiene una
fuerte ventaja competitiva y al compartir la incrementa, pero a pesar de ello
otras partes menos potentes están dispuestas a cooperar. Esto es lo que ocurre
con Amazon y las empresas que colaboran vendiendo sus artículos a través de su
plataforma.
d).- Una parte comparte su “ingrediente
secreto” para llegar a la cartera de clientes de otra, aunque el hacerlo suponga un
riesgo para ambas partes. Un ejemplo de esta dinámica se presentó cuando
Samsung compartió su pantalla con Apple.
No siempre es posible “alquilar
el ingrediente” sin dar la receta. Por ejemplo, ¿Pueden Estados Unidos y China
colaborar en una misión conjunta en Marte cuando podría suponer compartir
propiedad intelectual que puede tener implicaciones militares?
3.- ESTRUCTURAR UN ACUERDO
Las partes ya han llegado casi
a un acuerdo. Han identificado una oportunidad deseable y han encontrado una
forma de compartir sus “ingredientes especiales” sin mostrar la “receta”. Es el
momento de preparar el acuerdo. Existen dos factores que son especialmente importantes
cuando nuestro futuro “partner” es
también nuestro competidor:
a).- El ámbito del acuerdo
Primero las partes deberán
decidir hasta dónde van a extender su cooperación, quién va a estar a cargo y
cómo pueden anular el acuerdo si en algún momento deja de tener sentido.
Las formas más sencillas de
colaboración son limitadas y no presentan problemas de control. En algunos
casos una parte se convierte en un proveedor no esencial de la otra como cuando
CBS facilitó el show “Dead to me” a Netflix. En otras ocasiones las partes comparten
los costes pero no la propiedad del conocimiento. Como ejemplo tenemos que cadenas
de televisión rivales con frecuencia comparten sus cámaras o museos que ofrecen
pases conjuntos para visitarlos. Generalmente estos acuerdos son fáciles de
negociar y se pueden deshacer sin complicaciones.
Un aspecto importante a
considerar en los acuerdos son las leyes antimonopolio. Las partes deben
conocer qué tipos de cooperación están permitidos y cuáles no.
Es importante redactar un acuerdo
de forma que una parte no se convierta en dependiente de la otra, ya que puede
ser que se encuentre en una posición de debilidad si tiene que renegociar el
acuerdo o en un mal lugar cuando éste finalice.
b).- El
reparto de los costes y beneficios.
La cooperación supone una
ganancia para todas las partes pero repartir la misma es un juego de suma cero.
La solución es sencilla cuando el intercambio es equilibrado pero más complicada
si no lo es.
El desafío es aún mayor
cuando participan tres o más partes en el acuerdo. Como ejemplo tenemos a
Ionity un proyecto conjunto de BMW, Ford, Daimler, Kia, Hyunday Y WV para
construir estaciones de recarga eléctrica en toda Europa. La rapidez y el
ahorro en costes de trabajar en equipo son enormes, pero cada parte tenía unas
prioridades geográficas distintas lo que ha originado tensiones sobre la
localización de las estaciones.
Otro problema surgió
a la hora de repartir los grandes costes. No servía el intentar hacerlo de
forma que fuesen iguales para todos ya que cada parte tenía una cuota de mercado marcadamente distinta y
Kia, que es el que tiene una menor cuota, abandonaría el proyecto. Se planteó,
entonces, que los costes se dividirían según la cuota de mercado, pero se debía
llegar a un acuerdo sobre en que se iba a basar esa cuota, ya que cada parte
opinaba de forma diferente: unidades vendidas, ventas en dólares, beneficios,
etc.
Al final las seis
compañías se pusieron de acuerdo en que los costes se deberían dividir en
relación con las unidades vendidas.
4.- CAMBIAR LAS MENTES
La cooperación con
rivales plantea, también, un importante aspecto emocional. Algunas personas se
sienten cómodas con la idea de que debe haber múltiples ganadores y otras no.
Como consecuencia la co – opetición puede terminar siendo la última opción
estratégica hasta en los casos en los que debería ser la primera.
Apple, por ejemplo,
en agosto de 1997 estaba a punto del fracaso cuando Steven Jobs se vio forzado,
finalmente, a reconocer que Microsoft no era el enemigo y que debía aceptar que
Microsoft invirtiese en Apple.
Es posible trabajar
alrededor de los patrones mentales y para ello una solución puede ser la
compartimentalización. El acuerdo Samsung – Apple tuvo lugar durante una dura batalla legal
entre los dos gigantes de la tecnología en relación a problemas con las patentes,
pero se pude articular porque Samsung opera a través de tres compañías
distintas con diferentes cabezas. Apple pudo cooperar con una de las partes
autónomas de Apple mientras competía y demandaba a otra de ellas.
Por la misma razón
los autores creen que fue una decisión sabia el mantener a Argo AI como una
compañía independiente. De esta forma Ford consiguió que fuese más fácil para
VW invertir en una entidad fuera de Ford. La estructura externa asegura que
ambos sean socios iguales al tiempo que
facilita que entren futuros colaboradores.
5.- ELEGIR LOS COLABORADORES ADECUADOS
Finalmente para conseguir
el patrón mental correcto requiere seleccionar bien a las personas que van a
cooperar con nosotros.
Es necesario que
los equipos que van a colaborar entre sí estén formados por profesionales
abiertos al patrón mental de co – opetición. Esto es complicado porque las
personas tendemos a pensar en términos de competir o cooperar en lugar de
competir y cooperar. Hacer ambas cosas al tiempo implica tener una flexibilidad mental que no surge de forma
natural sino que necesita un entrenamiento, pero si se alcanza y se consideran
bien los riesgos y recompensas obtendremos una ventaja sobre aquellos que se
mantienen atascados en la competición.
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