Douglas E.Knoll en “De-escalate.How to calm an angry person in 90 seconds or less”, ofrece claves para navegar
con éxito desde el problema familiar más nimio hasta el mayor conflicto
político y plantea que todo comienza con la inteligencia emocional y con el
arte de escuchar.
Al ir aprendiendo y
dominando las habilidades necesarias experimentaremos cinco transformaciones
importantes:
1.- La primera tendrá
lugar cuando seamos conscientes de que somos seres emocionales, no solo racionales. Cuando nos liberemos de la idea de
que los humanos somos seres racionales, las acciones y actitudes de los que nos
rodean comenzarán a tener sentido y seremos menos críticos y sentenciosos,
mientras, al tiempo, vamos siendo más compasivos y empáticos.
2.- La segunda
transformación ocurrirá cuando aprendamos sobre la invalidación emocional a la
que el autor considera el primer pecado mortal, ya que nos lleva a invalidar
las emociones de aquellos que nos rodean como forma de gestionar nuestra ansiedad.
Cuando somos conscientes de ella podremos dejar de hacerlo.
3.- La tercera
transformación tendrá lugar cuando comprendamos y empecemos a practicar el “etiquetado
emocional” o habilidad de escuchar a las emociones de los demás.
4.- La cuarta
transformación surgirá en algún momento después de que hayamos practicado el etiquetado
emocional de los demás. Entonces empezaremos a ver cómo etiquetamos nuestras
propias experiencias emocionales y cómo nos vamos serenando, centrando y mostrándonos menos reactivos, independientemente de la provocación.
5.- La quinta transformación
se producirá cuando experimentemos la disolución del ego mientras estamos
etiquetando las emociones de otra persona, con lo que seremos capaces de
experimentar nuestra esencia como verdaderamente es.
Lograr dominar y
practicar las habilidades de de-escalar conflictos nos va a permitir: minimizar
los argumentos, incrementar la comprensión y la empatía, transformar relaciones
importantes, permitir que las personas sean escuchadas de una forma profunda, crear un nuevo espacio para la cortesía y
amabilidad y facilitar un mecanismo para hablar sobre temas complicados con las
personas con creencias radicalmente distintas.
En la historia de la
filosofía, religiones y psicología occidentales las emociones con frecuencia
han sido desechadas y juzgadas como poco fiables , peligrosas y hasta malvadas
cuando se comparaban con el pensamiento racional. Concedemos mucha atención a
las palabras que las personas dicen y casi ninguna a sus experiencias
emocionales. Si alguien está experimentando un momento emocional puede ser
tachado de irracional o de algo peor. Platón difundió la idea de que las
emociones son irracionales y de que el intelecto o la razón debe tener
precedencia sobre las reacciones emocionales. Esta creencia ha permeado el
pensamiento occidental durante miles de años y , por tanto, se piensa que la
emoción interfiere en la razón, de forma poco positiva. La cultura nos enseña
desde tempranas edades que la emoción interfiere en el pensamiento claro,
lógico y basado en la realidad. Las emociones sin controlar distorsionan la
percepción y la memoria y pueden meternos en problemas si controlan nuestra
mente. Por tanto, deben ser controladas y moderadas. Al contrario que lo que
ocurre con la racionalidad deben ser tratadas como experiencias peligrosas que
deben ser evitadas siempre que sea posible.
La cultura occidental
con su énfasis excesivo en la razón y en la racionalidad nos ha privado de la
capacidad de gestionar nuestras emociones de forma competente y de desarrollar
nuestra inteligencia emocional. Asumimos que las habilidades emocionales las
iremos aprendiendo al ir creciendo , pero salvo el aprendizaje de habilidades
sociales básicas no existe una formación formal en competencias emocionales.
El coste de esta
incompetencia emocional se puede medir por la enfermedad y muerte, ya que si
vivimos una vida llena de argumentos, luchas y conflictos en los entornos
familiares y laborales nos estamos matando a nosotros mismos. Investigadores
daneses, liderados por Rikke Lund, han
encontrado que las personas que siempre están luchando y argumentando sufren
diez veces más procesos como cáncer, diabetes y enfermedades cardiacas y tienen
más posibilidades de morir jóvenes, que los que no lo hacen.
En contradicción directa
con las teorías de Platón, de los neoplatonistas, de la iglesia cristiana en
sus orígenes y de Descartes, entre otros, en el momento actual se ha encontrado que la
salud humana y la vitalidad dependen absolutamente de un entorno emocionalmente
saludable. Como el estudio danés ha mostrado los argumentos crónicos, los
conflictos y las disputas acortan la vida. Además hallazgos recientes de la
neurociencia establecen que el razonamiento y la racionalidad dependen de las
emociones. Por ejemplo en el marco de las funciones emocionales de Pfister y Böhms
las emociones juegan un papel central en la toma de decisiones racional:
a).- Ofreciendo
información a través del placer y la falta de él.
b).- Mejorando la
velocidad. Por ejemplo, el hambre, la ira y el miedo pueden inducir decisiones
rápidas.
c).- Evaluando la
relevancia. Por ejemplo, el lamento o la decepción pueden ayudar a la persona
que toma la decisión en su selecciones.
d).- Incrementando el
compromiso. Por ejemplo, las emociones morales como la vergüenza, culpa o amor
ayudan a los que toman las decisiones a comprometerse con decisiones que
afectan a otros en lugar de centrarse solo en su interés.
Sin emociones no
podemos razonar, sin emociones no podemos ser humanos.
Al desarrollar nuestra
inteligencia emocional aprendemos un importante secreto sobre cómo des-escalar
una situación o persona complicada en segundos. El secreto consiste en hacer
dos cosas:
I.-
Ignorar las palabras
II.-
Averiguar y reflejar las emociones
Antes de aprender cómo
hacerlo tenemos que considerar una serie de conceptos:
1.-
Etiquetado de las emociones
Consiste en el proceso
de escuchar las experiencias emocionales de otra persona y reflejarlas en
breves afirmaciones “tú”, como por ejemplo decir: “Tú estás enfadado”. A
diferencia de lo que hacemos en otras formas de escucha reflexiva cuando
queremos calmar a alguien debemos ignorar las palabras y prestar atención a las
emociones. Nos resulta complicado porque nos educan para prestar atención a lo
que se dice, escribe o leemos, pero no aprendemos a escuchar a las emociones. Podemos
reconocer cuando alguien está molesto o enfadado , pero no estamos escuchando
realmente a sus emociones y, el secreto para des - escalar a una persona
emocional en 90 segundos está en aprender a saber cómo ignorar las palabras y
prestar atención solo a las emociones.
2.-
Identificación de la parte física de las emociones
Una emoción es un
conjunto de atributos físicos, cognitivos y mentales que atribuimos a
determinadas experiencias. La parte física de la emoción está compuesta de dos
partes. Lo que está pasando en la mente y lo que está pasando en el cuerpo. Lo
que ocurre en la mente puede ser positivo o negativo o neutro. Silvan Tomkins
ofrecía un modelo de nueve efectos:
a).- Positivos:
interés-entusiasmo, disfrute –alegría.
b).- Neutrales:
sorpresa- sobresalto
c).- Negativos:
miedo-terror, angustia- aflicción, disgusto, vergüenza-humillación, ira-rabia y
percepciones olfativas desagradables.
El autor plantea
eliminar el efecto relacionado con los malos olores y añadir remordimiento –
pena- humillación y abandono- falta de cariño. Su experiencia le ha enseñado
que debajo de la ira y el miedo las persona con frecuencia están sufriendo
penas no resueltas. Muchas personas, también, se sienten poco queridas o
abandonadas, por lo que Noll añade estas emociones a la lista.
Cada uno de estos
efectos se asocia con sistemas en el cerebro que responden a señales ambientales
y memorias. Por ejemplo el miedo está profundamente asociado a la amígdala cerebral.
Algunos son bien conocidos y otros todavía no se comprenden todavía
completamente, pero lo importante es saber que estos sistemas cerebrales
reaccionan fuera de nuestra consciencia como respuesta a lo que se encuentra en
nuestro entorno inmediato.
El otro aspecto físico
de la emoción es lo que conocemos como sensibilidad. Por ejemplo cuando nos
frustramos, puede ser que nuestra cara se enrojezca.
3.-
Categorización de las emociones
Las emociones tienen ,
también, aspectos mentales o cognitivos. Para que para nosotros tenga sentido
lo que nos está pasando, tenemos que crear un sistema mental de categorías
emocionales, por el que, por ejemplo, podremos coger los efectos físicos y
mentales de la ira y categorizarlos en la emoción de ira. Esto requiere que
desarrollemos un proceso de valoración. Básicamente nuestra mente y cuerpo se
excitan ante algo, lo valoramos y encontramos una categoría y etiquetamos. La categorización
emocional se ha convertido en una parte importante del desarrollo humano. Se
aprende por experiencia y está muy influida por la cultura que nos rodea. Esta parte
de la emoción , por tanto, tiene una base social y al aprenderse se van
desarrollando las capacidades para la empatía y comunicación.
4.-
Granularidad emocional
Describe el detalle con
el que podemos etiquetar una experiencia emocional. Las personas difieren en el
nivel que alcanzan. Por ejemplo, si es bajo significa que José puede
experimentar el efecto de la ira, pero no sabe cómo comunicar su experiencia y
sentirá deseos de golpear algo porque no sabe cómo expresar a sí mismo o a los
demás lo que está ocurriendo dentro de él. Si su nivel fuese medio sería
capacidad de categorizar su ira y de comunicar de forma grosera que está
enfadado. Si es alto experimentaría el efecto de la ira, lo categorizaría como
una emoción de ira y posteriormente como una molestia muy intensa.
Las personas con
elevados niveles de granularidad emocional tienden a tener mayores niveles de
inteligencia emocional, mejor autocontrol y son capaces de realizar mejores
elecciones mientras están en los momentos más álgidos de las emociones, lo
contrario de lo que le ocurre a las personas con baja granularidad que tienen
menos inteligencia emocional, menor autocontrol y hacen elecciones peores cuando están molestos.
5.-
Alexitimia
Es la incapacidad de identificar, reconocer, nombrar o describir
las emociones o los sentimientos propios, con especial dificultad para hallar
palabras para describirlos. Las personas que la padecen no tienen granularidad
emocional y, por tanto, tienden a mostrarse reactivas cuando experimentan las
emociones y recurren a respuestas inconscientes y automáticas.
La
conclusión más importante es que categorizar un efecto central en una emoción
la convierte en una experiencia discreta,
que consigue que lo que está pasando en nuestra mente y nuestro cuerpo se torne
consciente y tenga un significado. Sin una categorización emocional no podemos
entender lo que estamos experimentando y no podemos comunicar nuestra
experiencia a los demás ni podemos actuar sobre ella y calmarnos, si es
necesario.
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