Paul Lindley, en su libro “Little wins. The huge power of thinking like a toddler”, que estamos comentando, propone que “crezcamos hacia abajo” para cambiar la forma en que pensamos para volvernos más abiertos, curiosos, creativos, ambiciosos, claros en nuestro lenguaje, juguetones y sociables y para ello recomienda seguir nueve pasos a través de nueve comportamientos. Los seis primeros, ya analizados en entradas anteriores son: TENER CONFIANZA, SER CREATIVOS, IMPLICARSE EN PROFUNDIDAD, NO RENDIRSE NUNCA, SER HONESTOS y LLAMAR LA ATENCIÓN
Los tres últimos pasos o
recomendaciones son:
VII.-
MOSTRAR LOS SENTIMIENTOS
Los niños pequeños no
hacen nada para ocultar sus sentimientos por lo que podemos observar cada
sentimiento por sus gestos o comportamientos. Esta conducta puede no ser la más
adecuada en el trabajo pero la situación
opuesta también puede ser igualmente problemática ya que se caracterizaría por
un ambiente en el que el silencio domina, los profesionales rara vez se
comunican con sus compañeros y están deseando finalizar su horario laboral para
poder marcharse.
El hecho es que no
dejamos de experimentar sentimientos fuertes porque vayamos envejeciendo, pero
nos enseñan y vamos aprendiendo a enmascararlos y ocultarlos ya que el
autocontrol es algo que necesitamos aprender y que es bueno siempre que se
utilice como un filtro y no como un corsé que nos limite.
Si queremos “crecer hacia
abajo” debemos aceptar que nuestras emociones no van a desaparecer y que existe
un coste al suprimirlas. En el trabajo éste se puede manifestar porque
preocupaciones razonables no se van a mostrar, los profesionales van a estar
poco dispuestos a compartir sus ideas y el descontento puede crecer. A nivel
personal si pretendemos negar lo que realmente queremos hacer o no buscamos lo
suficiente para encontrarlo nos arriesgamos a quedar atrapados en una vida en
la que no nos vamos a sentir realizados.
La mayor parte de las
personas deseamos tener un trabajo relacionado con algo que nos interese o
importe y la mayor parte de los directivos quieren que sus profesionales se
muestren apasionados con su trabajo y están llenos de ideas y entusiasmo. La
única forma de conciliar ambas necesidades consiste en crear un entorno en el
que las personas sientan que pueden decir lo que piensan y mostrar sus
sentimientos.
Nigel Risner en su libro
“It´s a zoo around here” plantea que el mundo es como un zoo de comunicación en
el que cada individuo trata de hablar con su propio estilo y lenguaje y
dependiendo de nuestro tipo de personalidad mostraremos los sentimientos de
forma distinta. Clasifica a las personas en cuatro grupos: leones (visionarios
y decididos), monos (extrovertidos y juguetones), elefantes (cuidadosos y
analíticos) y delfines (solícitos y serviciales). Los leones serían cautelosos
y directos, los monos cautelosos y directos, mientras que los elefantes mostrarían sus sentimientos de
forma cautelosa e indirecta y los delfines de manera abierta e indirecta. Según
Risner un buen “responsable de zoo” (líder) puede marcar la diferencia al
reconocer los distintos estilos de comunicación y aprovechar las posibilidades
que la diversidad ofrece.
Lo que el modelo de
Risner demuestra es que las personas estamos gobernadas por nuestras emociones
y que necesitamos diferentes tipos de estímulo para dar lo mejor de nosotros.
En lugar de intentar negar la importancia de los sentimientos y emociones
debemos encontrar la forma de entenderlos y aprovecharlas, las nuestras y las
delos demás. Los niños son especialmente buenos en esto. Un estudio de la
Universidad de Washington ha encontrado que los niños comienzan a adaptar su
comportamiento para responder a las emociones de los demás aproximadamente a
los 15 meses y tienen una sensibilidad especial para detectar cuando algo no va
bien y preguntar directamente cuál es la razón.
Como adultos con
frecuencia no queremos considerar los sentimientos de los demás igual que
hacemos con los nuestros, porque queremos evitar molestias, no sabemos que
hacer o preguntar o qué hacer si pensamos que existe un problema. En estos
momentos es recomendable recuperar a nuestro niño interior y optar por la ruta
directa diciendo que queremos ayudar o preguntando qué les preocupa.
Lindley recomienda que no
sólo trabajemos para mostrar nuestros sentimientos sino que tenemos que
hacerlo, también, para entender los sentimientos de los demás y actuar con
empatía.
VIII.-
DIVERTIRSE
Para los bebés y niños
pequeños todo tiene la potencialidad de convertirse en una aventura, sea una
visita al parque, conocer a una nueva persona o un nuevo juguete. Exploran el
mundo a través de la imaginación y el juego y tienen muy claro qué es lo que no
les interesa. Si no es divertido y no van a disfrutar no lo van a hacer.
Un estudio realizado por
The Chartered Institute of Professional Development encontró que de media
trabajamos menos horas que en la década de los 90 del siglo pasado pero que
nuestra percepción sobre la carga de trabajo y la intensidad del mismo se ha
incrementado. Existen numerosos estudios que muestran que el estrés, la
ansiedad y las enfermedades mentales están aumentando en los adultos y niños lo
que parece reforzar la idea de que
nuestras actuales vidas digitales y conectadas son más estresantes que las de
décadas pasadas.
Stuart Brown, psicólogo y
experto en juegos y fundador del Instituto Nacional del Juego estadounidense
cree que la deprivación del juego en la vida de los niños y adultos tiene
efectos importantes. En los adultos, por ejemplo, favorece actitudes rígidas,
inflexibles, carentes de humor y
cerradas a intentar cosas nuevas. Mientras que el juego favorece la capacidad
de innovar y adaptarse a las circunstancias.
Como adultos si no
estamos explorando nuevas áreas, aceptando nuevos retos y experimentando con la
forma en que hacemos las cosas, jugando con objetos e ideas lo que estamos
haciendo es inhibir nuestra capacidad para aprender y desarrollarnos.
El problema con que nos
encontramos es que la diversión se suele equiparar con frivolidad: tiempo
desperdiciado en lugar de aprovechado. Existe la sospecha generalizada de que
si un grupo de profesionales se están divirtiendo charlando en horas de trabajo
no están haciendo lo que deberían y están perdiendo el tiempo. Pero esas
personas van a sentirse más felices y menos estresadas porque han podido
disfrutar y expresarse libremente y como es sabido un grupo feliz es más
productivo.
Lindley recomienda:
1.- Disfrutar del camino.
Los resultados importan pero lo que aprendemos en el sendero para llegar a la
meta también es importante. Es aconsejable adoptar la “mente del principiante”
aprendiendo en el camino, abandonando nuestras concepciones previas de cómo se
deben hacer las cosas.
2.- Ser creativos y para
ello no dejar que nuestras prácticas o entorno de trabajo sea excesivamente
rígidos. Debemos reservar tiempo para otros proyectos, distracciones y
actividades fuera de las ordinarias que sean inspiradoras, así como crear un
entorno de trabajo relajado e informal.
3.- Tener sentido del
humor. Va a ser muy útil para diluir tensiones y para darnos ventajas en
conversaciones profesionales, como en el caso de que exista un bloqueo. Divertirse no tiene por qué ser una
frivolidad, puede ser una parte importante del proceso de tener éxito, por
ejemplo es una forma de unir a un grupo de individuos y convertirlos en un
equipo de alto desempeño.
IX.- RELACIONARSE E
INVOLUCRARSE CON LOS DEMÁS
Cuando éramos niños a veces nos mostrábamos sociables y otras egoístas,
estábamos centrados en nosotros mismos pero también deseábamos tener amigos. Diversos estudios han
mostrado que a partir de los dos años los niños están dispuestos a trabajar
juntos en lugar de individualmente para resolver problemas, motivados no sólo
por la meta final sino, también, por la oportunidad de cooperar.
En general los niños pequeños están más abiertos a las nuevas relaciones
que los adultos, cuando nuestros deseos de trabajar juntos se pueden ver
empañados por las sospechas de ser explotados o por no querer compartir los
créditos por la labor realizada.
Lindley sugiere que:
1.- Al tratar de hacer algo nuevo o difícil comencemos por pensar qué
tipo de ayuda podemos necesitar y quién nos la puede prestar, no temiendo
hacerlo. Existen muchas personas que seguramente ya han hecho lo que queremos
hacer y que tienen las respuestas correctas y los consejos adecuados.
2.- Entender a nuestros competidores y no considerarlos exclusivamente
como antagonistas. Pueden llegar a convertirse en colaboradores. Debemos
mantener una mente abierta y nos sorprenderemos de todos los aspectos comunes
que vamos a encontrar.
3.- Cuando hagamos tratos no sólo debemos mirar los hechos y datos, es
conveniente asegurarse de que existe un nivel de confianza y confort con la
otra parte antes de sellarlos.
4.- Mantener una mente abierta porque muchas de las relaciones más
importantes que vamos a mantener pueden proceder de los ámbitos más
inesperados. Debemos estar abiertos a nuevas experiencias, nuevas personas y
nuevas oportunidades.
El autor finaliza el libro resaltando lo mucho que podemos aprender de
nosotros mismos, mirando al pasado para redescubrir los atributos que nos
definían cuando éramos pequeños: el valor, la determinación, la creatividad, la
curiosidad, el sentido del humor y la sociabilidad que teníamos cuando
estábamos aprendiendo a andar, hablar y jugar. El mensaje que quiere transmitir
es muy sencillo: “Nuestra sociedad no está formada por números, tecnología o
información, sino por personas. Son las personas las que sueñan las ideas que
cambian la forma en que vivimos, son las que construyen las relaciones y las
redes para compartir dichas ideas y para aprender cómo desarrollarlas. Son las
personas las que deciden, utilizando la lógica, las emociones, los hechos y los
instintos, si correr riesgos para intentar cambiar algo haciendo que esas ideas
cobren vida. Hasta en un mundo en el que la tecnología y las máquinas juegan
cada vez un papel mayor son la humanidad y los instintos humanos los que más
importan en nuestras vidas.”
Podemos convertirnos en esclavos de la tecnología que se supone que debe
servir a nuestras necesidades o podemos parar y redescubrir lo que nos hace
humanos en primer lugar. Los comportamientos y atributos que nos permiten
adquirir nuevas habilidades, desarrollarnos y crecer. Los sentimientos de
sorpresa y admiración que experimentamos cuando vemos, probamos, tocamos o
escuchamos las cosas la primera vez.
La inocencia es quizás la mejor forma de describir la magia de la primera
infancia y es la idea que une todos los atributos que hemos comentado.
Inocencia implica honestidad y sencillez, habla de la capacidad de jugar y de
la ausencia de malicia y escepticismo en nuestras relaciones con otras personas
y con el mundo que nos rodea.