Paul Lindley, en su libro “Little wins. The huge power of thinking like a toddler”, que estamos comentando, propone que “crezcamos hacia abajo” para cambiar la forma en que pensamos para volvernos más abiertos, curiosos, creativos, ambiciosos, claros en nuestro lenguaje, juguetones y sociables y para ello recomienda seguir nueve pasos a través de nueve comportamientos. Los tres primeros, ya analizados en entradas anteriores son: TENER CONFIANZA, SER CREATIVOS e IMPLICARSE EN PROFUNDIDAD.
Continuando con el análisis de los siguientes tenemos:
IV.- NO
RENDIRSE NUNCA
Es una parte importante del patrón mental que debemos tener si queremos
tener éxito. No significa adoptar una actitud rígida sino tener la
determinación para obtener lo que queremos de la vida, tal como hacíamos cuando
teníamos 9 meses y estábamos intentando ver cómo pasar de gatear a caminar.
La determinación no consiste en golpear una y otra vez a una puerta que
se niega a abrirse, sino intentarlo mientras sea razonable o ir superando los
obstáculos que se presentan en el camino. También implica mantener nuestra idea
aunque algunas personas nos digan que estamos equivocados o resistir cuando
pretenden que hagamos algo que pensamos que no es correcto.
Como los bebés debemos encontrar la forma de continuar gateando, andando
o moviéndonos hacia delante. Era la determinación de conseguirlo y la habilidad
para vencer los fallos lo que nos definía cuando estábamos aprendiendo a
caminar. Ésta se caracteriza por cuatro atributos principales:
1.- Tenacidad. Independientemente de lo que intentemos hacer
primero tenemos que luchar contra nosotros mismos y en ocasiones contra los
demás y si la situación es complicada sólo tenemos nuestra determinación para
apoyarnos: nuestro “yo” de bebé que lucha y grita para conseguir su propósito
independientemente de los demás. Para progresar debemos tener el deseo de
llamar a muchas puertas y aceptar que muchas van a permanecer cerradas, pero
seguir intentándolo probando nuevas formas de destacar.
2.- Capacidad
de continuar levantándonos.
Es fundamental no sólo al comienzo de un proyecto sino cuando las cosas
comiencen a ir mal y pensamos que abandonar puede ser la mejor opción.
3.- Capacidad
de mantener nuestras ideas para evitar tomar malas decisiones. Como los niños pequeños aprendemos
no sólo de lo que los demás nos dicen sobre cómo hacer las cosas, sino,
también, de hacer las cosas mal y ver por qué no han funcionado. Los consejos
que los demás nos dan son las experiencias que han tenido reflejadas en nuestra
situación, que siempre hacia cierto punto va a ser distinta de las que ellos
han vivido. Debemos escucharlos y en ocasiones atender a las
recomendaciones pero no tenemos que
sentirnos obligados a tomar decisiones que pensamos que son erróneas sólo
porque nos lo diga una persona que se supone que sabe más que nosotros. Si
sentimos una intuición sobre algo debemos asegurarnos de que existe una muy
buen razón para no seguirla.
4.- Capacidad
de elegir bien el momento.
Una de las habilidades más importantes y frecuentemente menos reconocidas es la
de seleccionar el momento idóneo para hacer algo. Ninguna idea puede tener
éxito si choca con el contexto. Los niños pequeños tienen la habilidad de
interpretar el lenguaje corporal o determinadas señales y de seleccionar bien a
quién dirigirse para sus peticiones. Si ven que no es el momento adecuado no se
desaniman y vuelven a intentarlo más tarde.
Como recomendaciones generales Lindley propone:
a).- Tenemos que hacernos a la idea de que las personas nos pueden decir
no a nuestra ideas, producto, servicio, curriculum, invitación,…Ante esta
situación podemos ser persuasivos para intentar convencerles y que cambien de
idea o flemáticos y buscar una audiencia mejor dispuesta en otra parte.
b).- Independientemente de lo bien que planifiquemos algo retos difíciles
e inesperados van a aparecer y tenemos que ser flexibles, tenaces y fuertes
para superarlos y no dejar que nos desborden
a nosotros y a nuestros equipos.
c).- Es correcto negociar. Si no estamos dispuestos a pedir no
conseguiremos las cosas.
d).- Una mala idea hoy puede ser buena mañana. Hay que saber elegir el
momento.
VI.- LLAMAR
LA ATENCIÓN
La realidad de intentar hacernos notar en el mundo actual es que gritamos
muy alto pero nadie nos oye, hablamos a las personas y no nos escuchan y
mandamos mensajes que no serán leídos. En este contexto encontrar formas para
que nuestras ideas sean consideradas es uno de los mayores retos al que nos
enfrentamos. Para conseguirlo el autor recomienda:
1.- Escuchar
primero, hablar después.
El error que muchas personas cometen en relación a la comunicación es pensar
que todo gira alrededor de ellas, sea el
producto, servicio, marca, etc, que están vendiendo o las cosas que quieren de
una relación o conversación. Si tenemos esta creencia hablaremos mucho pero
escucharemos poco y ese es un enorme error, ya que ninguna relación puede
construirse sin empatía, reconocimiento y comprensión.
Por tanto antes de intentar llamar la atención debemos conocer a las
personas que pretendemos nos consideren. Podemos ser maravillosos pero no ser
correctos para lo que desea esa persona en particular. Esta es la pregunta que
debemos hacer primero para poder hablar, posteriormente, no sólo de lo que
podemos hacer sino de lo que podemos hacer por ella.
Tenemos que mostrar que entendemos a la persona o a la organización a la
que estamos tratando de captar la atención. Con frecuencia sólo es necesario
hacer una pequeña investigación sobre lo que han escrito o dicho en foros
públicos y comentarlo reconociendo los logros recientes.
2.- Utilizar
los medios disponibles. Los
niños pequeños son maestros a la hora de hacerse notar empleando las
herramientas, con frecuencia disparatadas, que tienen a su alcance. Han
aprendido a llamar la atención antes que a hablar a través de las acciones que
pueden realizar sin pensar en un segundo en aquellas que no pueden abordar.
Como adultos, con frecuencia nos encontramos atrapados en el enfoque
contrario. Por ejemplo nos decimos “como no soy un buen orador no puedo
levantarme y presentar mis ideas en una reunión o ante una audiencia”. El
problema puede ser real pero no tiene por qué ser la barrera insuperable que
pensamos que es.
Debemos comenzar por conocer a nuestra audiencia, cómo hemos visto,
buscando dónde se encuentra y los canales para llegar a ella. Una buena opción
es contar una historia breve e ingeniosa.
3.- Hacerse
oír de forma que destaque sobre los demás. Para ello
debemos ser persistentes y ofrecer un mensaje consistente sobre quiénes somos,
qué estamos intentando hacer y por qué
es importante.
4.- Pedir
ayuda. Como hacen los bebés
debemos tener el mismo instinto pragmático para seleccionar a la persona idónea
para que nos ayude a conseguir lo que queremos. Podemos utilizar nuestras redes sociales para conseguir
colaboración y para compartir nuestras ideas.
Llamar la atención muchas veces consiste en ser el primero de tener el
valor para hacer algo o marcar una
tendencia antes de que exista alguien que nos siga.
6.- SER
HONESTOS
En nuestra vida cotidiana contamos numerosas mentiras, la mayoría de
ellas pequeñas, con frecuencia por educación. Mentimos porque suele ser más
sencillo que decir la verdad, ya que ocasiona menos molestias y recriminaciones
sobre todo en el caso de las mentiras “piadosas”. Éstas son el aceite que
lubrica las relaciones diarias, a nivel tanto personal como profesional. Mentir
es algo que aprendemos a hacer. Diversas investigaciones demuestran que los
niños empiezan a hacerlo cuando tienen alrededor de dos años. Nuestra primera
mentira implica que estamos aprendiendo a filtrar lo que decimos y a decir lo
que pensamos que quieren que se diga en lugar de lo que es verdad.
Desde una temprana edad vamos abandonando la honestidad que define a los
niños pequeños y avanzamos hacia la actitud calculadora que empleamos de
adultos para decir lo que consideramos apropiado o razonable. Nos mostramos
deshonestos por diversas razones que pueden ser, por ejemplo, no querer
molestar a los demás o generar una discusión debido a falta de confianza en ser
capaces de plantear una alternativa o hasta decir que estamos de acuerdo con
algo que un amigo o compañero propone aunque pensemos que está mal. Decimos a
los demás que tienen razón no porque creamos que la tienen sino porque deseamos
su aprobación, tememos su respuesta o no queremos molestarnos en discutir.
Con frecuencia seguimos el camino de
menor resistencia, guardando nuestros pensamientos y objeciones para evitar
conflictos.
Aunque utilicemos las mentiras “piadosas” para facilitar nuestras vidas,
la deshonestidad, sea pequeña o significativa puede llegar a ocasionar más
problemas que los que previene. Evitar un argumento puede implicar que también
estamos evitando el problema, dejando que crezca hasta que llegue a un punto en
el que la solución sea más complicada y dolorosa que si se hubiese abordado con
antelación.
En el mundo laboral necesitamos mantener un alto nivel de honestidad ya
que las personas trabajamos mejor cuando saben lo que se espera de ellas y cómo
pueden contribuir con sus ideas y experiencia. Esto requiere honestidad por
parte del líder que debe marcar las barreras y expectativas y crear una cultura
de honestidad entre las personas que deben poder mostrar su desacuerdo y
determinar colectivamente el mejor camino a seguir.
Los niños pequeños piensan y se expresan con una falta de inhibición que
podía ser buena reproducir en ocasiones en la vida profesional. La educación,
la deferencia y la consideración evidentemente tienen su importancia pero no
pueden provocar que las personas teman tanto causar la más mínima ofensa que
les impida la sinceridad, con lo que se pierde la claridad y la confusión
resultante puede agravar los problemas en lugar de solucionarlos.
Esta honestidad es necesaria para:
1.- Mantener
conversaciones complicadas. Intentar enterrar una desavenencia es una elección que puede ser
bienintencionada pero que a menudo tiene resultados desastrosos. Los
desacuerdos ya sea directa o indirectamente tienen la habilidad que salir a la
superficie por mucho que procuremos suprimirlos y cuando lo hacen normalmente
el escenario es más desagradable que si hubiesen salido a la luz con
anterioridad en un entorno más controlado.
En los casos en que se abordan temas disciplinarios, por ejemplo, se debe
comenzar con total honestidad y claridad antes de tomar una decisión. Una
conversación más agradable y crítica se arriesga a que el mensaje importante
que queremos transmitir no llegue y los encuentros posteriores pueden ser mucho
más complicados.
2.- Decir la
verdad. En los negocios y en la
vida la confianza es fundamental y para generarla y mantenerla hay que decir la
verdad. Si las cosas salen mal es mejor admitir los errores y la situación que
intentar ocultarla o taparla. Como ocurre en el caso de una conversación
complicada que vamos retrasando lo que supuestamente hemos resuelto a través de
una mentira puede parecer una solución adecuada en su momento pero
frecuentemente posteriormente se volverá contra nosotros. Nuestra reputación y
la de nuestra organización se construyen lentamente pero se destruye con
rapidez en el entorno actual que demanda transparencia. Por ejemplo, no existe
margen de error cuando un consumidor insatisfecho puede desatar un infierno que
amenace la integridad y reputación de una marca u organización.
Todos cometemos errores y nos avergüenza tener que reconocerlo o enfrentarnos
a las consecuencias pero normalmente es mucho mejor compartir nuestros
problemas con otras personas que puedan ayudarnos a resolverlos que intentar
evadirnos y culpar a otros.
3.- Ser
transparentes. La honestidad en las
organizaciones debe ir más allá de cómo se gestionan las situaciones
complicadas o los problemas individuales. En las buenas compañías consistirá en
una ética que es compartida por todos. En la cúpula de la organización se
necesita contar con un liderazgo que sea honesto con su equipo sobre cómo van
las cosas, cuáles son los objetivos clave y cualquier otra cuestión que pueda
surgir que interfiera en su desempeño. Por otro lado se debe fomentar una
cultura donde los profesionales sean honestos con sus líderes y sean capaces de
decirles qué es lo que piensan que va mal o si creen que algo se puede hacer de
forma diferente para mejorar. Dentro de los equipos es necesario contar con
personas que estén dispuestas cuando sea necesario a intercambiar de forma
honesta sus puntos de vista y a airear sus diferencias de forma constructiva.
Este tipo de cultura no se puede imponer de forma unilateral pero el
líder debe ser un ejemplo de ella y mostrar transparencia en todas sus
actuaciones para ser un modelo a seguir. Ésta es necesaria si se quiere
conseguir el compromiso de los profesionales y un alto rendimiento ya que éstos
tienen que sentir que son parte del mismo equipo, que reciben la misma
información y que persiguen los mismos objetivos.
4.- Ser
confiados. La honestidad de los
niños pequeños se muestra no sólo en lo que dicen sino en cómo actúan. Aunque
nuestra habilidad para discernir en quién confiar es una parte importante del
proceso de madurar es conveniente que seamos capaces de mantener un enfoque más inocente ante las nuevas ideas
o personas. Si contemplamos todo desde un punto de vista distante y cínico
puede que no nos engañen pero probablemente perderemos muchas oportunidades. Si
queremos crecer en cualquier ámbito de nuestras vidas debemos confiar en las
personas y buscar mentores que nos puedan ayudar. Confiar en los
demás es algo complicado, como en el caso de un niño pequeño intentando decidir
con quién jugar nuestra primera impresión puede ser que no coincida con nuestra
decisión final.
La confianza requiere
honestidad en diversos aspectos:
a).- Primero para admitir
que no podemos hacer todo lo que queremos sin ayuda.
b).- Una vez que hemos
decidido quien nos va a ayudar confiar en la persona.
Gracias por compartir información útil.
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