domingo, 15 de julio de 2018

PENSAR COMO UN NIÑO III. TENACIDAD, HONESTIDAD ....


Paul Lindley, en su libro Little wins. The huge power of thinking like a toddler”, que estamos comentando,  propone que “crezcamos hacia abajo” para cambiar la forma en que pensamos para volvernos más abiertos, curiosos, creativos, ambiciosos, claros en nuestro lenguaje, juguetones y sociables y para ello recomienda seguir nueve pasos a través de nueve comportamientos. Los tres primeros, ya analizados en entradas anteriores son: TENER CONFIANZA, SER CREATIVOS e IMPLICARSE EN PROFUNDIDAD.

Continuando con el análisis de los siguientes tenemos:
IV.- NO RENDIRSE NUNCA

Es una parte importante del patrón mental que debemos tener si queremos tener éxito. No significa adoptar una actitud rígida sino tener la determinación para obtener lo que queremos de la vida, tal como hacíamos cuando teníamos 9 meses y estábamos intentando ver cómo pasar de gatear a caminar.

La determinación no consiste en golpear una y otra vez a una puerta que se niega a abrirse, sino intentarlo mientras sea razonable o ir superando los obstáculos que se presentan en el camino. También implica mantener nuestra idea aunque algunas personas nos digan que estamos equivocados o resistir cuando pretenden que hagamos algo que pensamos que no es correcto.

Como los bebés debemos encontrar la forma de continuar gateando, andando o moviéndonos hacia delante. Era la determinación de conseguirlo y la habilidad para vencer los fallos lo que nos definía cuando estábamos aprendiendo a caminar. Ésta se caracteriza por cuatro atributos principales:

1.-  Tenacidad. Independientemente de lo que intentemos hacer primero tenemos que luchar contra nosotros mismos y en ocasiones contra los demás y si la situación es complicada sólo tenemos nuestra determinación para apoyarnos: nuestro “yo” de bebé que lucha y grita para conseguir su propósito independientemente de los demás. Para progresar debemos tener el deseo de llamar a muchas puertas y aceptar que muchas van a permanecer cerradas, pero seguir intentándolo probando nuevas formas de destacar.

2.- Capacidad de continuar levantándonos. Es fundamental no sólo al comienzo de un proyecto sino cuando las cosas comiencen a ir mal y pensamos que abandonar puede ser la mejor opción.

3.- Capacidad de mantener nuestras ideas para evitar tomar malas decisiones. Como los niños pequeños aprendemos no sólo de lo que los demás nos dicen sobre cómo hacer las cosas, sino, también, de hacer las cosas mal y ver por qué no han funcionado. Los consejos que los demás nos dan son las experiencias que han tenido reflejadas en nuestra situación, que siempre hacia cierto punto va a ser distinta de las que ellos han vivido. Debemos escucharlos y en ocasiones atender a las recomendaciones  pero no tenemos que sentirnos obligados a tomar decisiones que pensamos que son erróneas sólo porque nos lo diga una persona que se supone que sabe más que nosotros. Si sentimos una intuición sobre algo debemos asegurarnos de que existe una muy buen razón para no seguirla.

4.- Capacidad de elegir bien el momento. Una de las habilidades más importantes y frecuentemente menos reconocidas es la de seleccionar el momento idóneo para hacer algo. Ninguna idea puede tener éxito si choca con el contexto. Los niños pequeños tienen la habilidad de interpretar el lenguaje corporal o determinadas señales y de seleccionar bien a quién dirigirse para sus peticiones. Si ven que no es el momento adecuado no se desaniman y vuelven a intentarlo más tarde.

Como recomendaciones generales Lindley propone:

a).- Tenemos que hacernos a la idea de que las personas nos pueden decir no a nuestra ideas, producto, servicio, curriculum, invitación,…Ante esta situación podemos ser persuasivos para intentar convencerles y que cambien de idea o flemáticos y buscar una audiencia mejor dispuesta en otra parte.

b).- Independientemente de lo bien que planifiquemos algo retos difíciles e inesperados van a aparecer y tenemos que ser flexibles, tenaces y fuertes para superarlos y no dejar que nos desborden  a nosotros  y a nuestros equipos.

c).- Es correcto negociar. Si no estamos dispuestos a pedir no conseguiremos las cosas.

d).- Una mala idea hoy puede ser buena mañana. Hay que saber elegir el momento.

VI.- LLAMAR LA ATENCIÓN

La realidad de intentar hacernos notar en el mundo actual es que gritamos muy alto pero nadie nos oye, hablamos a las personas y no nos escuchan y mandamos mensajes que no serán leídos. En este contexto encontrar formas para que nuestras ideas sean consideradas es uno de los mayores retos al que nos enfrentamos. Para conseguirlo el autor recomienda:

1.- Escuchar primero, hablar después. El error que muchas personas cometen en relación a la comunicación es pensar que todo gira alrededor de ellas, sea  el producto, servicio, marca, etc, que están vendiendo o las cosas que quieren de una relación o conversación. Si tenemos esta creencia hablaremos mucho pero escucharemos poco y ese es un enorme error, ya que ninguna relación puede construirse sin empatía, reconocimiento y comprensión.

Por tanto antes de intentar llamar la atención debemos conocer a las personas que pretendemos nos consideren. Podemos ser maravillosos pero no ser correctos para lo que desea esa persona en particular. Esta es la pregunta que debemos hacer primero para poder hablar, posteriormente, no sólo de lo que podemos hacer sino de lo que podemos hacer por ella.

Tenemos que mostrar que entendemos a la persona o a la organización a la que estamos tratando de captar la atención. Con frecuencia sólo es necesario hacer una pequeña investigación sobre lo que han escrito o dicho en foros públicos y comentarlo reconociendo los logros recientes.

2.- Utilizar los medios disponibles. Los niños pequeños son maestros a la hora de hacerse notar empleando las herramientas, con frecuencia disparatadas, que tienen a su alcance. Han aprendido a llamar la atención antes que a hablar a través de las acciones que pueden realizar sin pensar en un segundo en aquellas que no pueden abordar.
Como adultos, con frecuencia nos encontramos atrapados en el enfoque contrario. Por ejemplo nos decimos “como no soy un buen orador no puedo levantarme y presentar mis ideas en una reunión o ante una audiencia”. El problema puede ser real pero no tiene por qué ser la barrera insuperable que pensamos que es.

Debemos comenzar por conocer a nuestra audiencia, cómo hemos visto, buscando dónde se encuentra y los canales para llegar a ella. Una buena opción es contar una historia breve e ingeniosa.

3.- Hacerse oír de forma que destaque sobre los demás.  Para ello debemos ser persistentes y ofrecer un mensaje consistente sobre quiénes somos, qué estamos intentando hacer  y por qué es importante.

4.- Pedir ayuda. Como hacen los bebés debemos tener el mismo instinto pragmático para seleccionar a la persona idónea para que nos ayude a conseguir lo que queremos. Podemos utilizar  nuestras redes sociales para conseguir colaboración y para compartir nuestras ideas.

Llamar la atención muchas veces consiste en ser el primero de tener el valor para  hacer algo o marcar una tendencia antes de que exista alguien que nos siga.



6.- SER HONESTOS

En nuestra vida cotidiana contamos numerosas mentiras, la mayoría de ellas pequeñas, con frecuencia por educación. Mentimos porque suele ser más sencillo que decir la verdad, ya que ocasiona menos molestias y recriminaciones sobre todo en el caso de las mentiras “piadosas”. Éstas son el aceite que lubrica las relaciones diarias, a nivel tanto personal como profesional. Mentir es algo que aprendemos a hacer. Diversas investigaciones demuestran que los niños empiezan a hacerlo cuando tienen alrededor de dos años. Nuestra primera mentira implica que estamos aprendiendo a filtrar lo que decimos y a decir lo que pensamos que quieren que se diga en lugar de lo que es verdad.

Desde una temprana edad vamos abandonando la honestidad que define a los niños pequeños y avanzamos hacia la actitud calculadora que empleamos de adultos para decir lo que consideramos apropiado o razonable. Nos mostramos deshonestos por diversas razones que pueden ser, por ejemplo, no querer molestar a los demás o generar una discusión debido a falta de confianza en ser capaces de plantear una alternativa o hasta decir que estamos de acuerdo con algo que un amigo o compañero propone aunque pensemos que está mal. Decimos a los demás que tienen razón no porque creamos que la tienen sino porque deseamos su aprobación, tememos su respuesta o no queremos molestarnos en discutir. Con  frecuencia seguimos el camino de menor resistencia, guardando nuestros pensamientos y objeciones para evitar conflictos.

Aunque utilicemos las mentiras “piadosas” para facilitar nuestras vidas, la deshonestidad, sea pequeña o significativa puede llegar a ocasionar más problemas que los que previene. Evitar un argumento puede implicar que también estamos evitando el problema, dejando que crezca hasta que llegue a un punto en el que la solución sea más complicada y dolorosa que si se hubiese abordado con antelación.

En el mundo laboral necesitamos mantener un alto nivel de honestidad ya que las personas trabajamos mejor cuando saben lo que se espera de ellas y cómo pueden contribuir con sus ideas y experiencia. Esto requiere honestidad por parte del líder que debe marcar las barreras y expectativas y crear una cultura de honestidad entre las personas que deben poder mostrar su desacuerdo y determinar colectivamente el mejor camino a seguir.

Los niños pequeños piensan y se expresan con una falta de inhibición que podía ser buena reproducir en ocasiones en la vida profesional. La educación, la deferencia y la consideración evidentemente tienen su importancia pero no pueden provocar que las personas teman tanto causar la más mínima ofensa que les impida la sinceridad, con lo que se pierde la claridad y la confusión resultante puede agravar los problemas en lugar de solucionarlos.

Esta honestidad es necesaria para:

1.- Mantener conversaciones complicadas. Intentar enterrar una desavenencia es una elección que puede ser bienintencionada pero que a menudo tiene resultados desastrosos. Los desacuerdos ya sea directa o indirectamente tienen la habilidad que salir a la superficie por mucho que procuremos suprimirlos y cuando lo hacen normalmente el escenario es más desagradable que si hubiesen salido a la luz con anterioridad en un entorno más controlado.

En los casos en que se abordan temas disciplinarios, por ejemplo, se debe comenzar con total honestidad y claridad antes de tomar una decisión. Una conversación más agradable y crítica se arriesga a que el mensaje importante que queremos transmitir no llegue y los encuentros posteriores pueden ser mucho más complicados.

2.- Decir la verdad. En los negocios y en la vida la confianza es fundamental y para generarla y mantenerla hay que decir la verdad. Si las cosas salen mal es mejor admitir los errores y la situación que intentar ocultarla o taparla. Como ocurre en el caso de una conversación complicada que vamos retrasando lo que supuestamente hemos resuelto a través de una mentira puede parecer una solución adecuada en su momento pero frecuentemente posteriormente se volverá contra nosotros. Nuestra reputación y la de nuestra organización se construyen lentamente pero se destruye con rapidez en el entorno actual que demanda transparencia. Por ejemplo, no existe margen de error cuando un consumidor insatisfecho puede desatar un infierno que amenace la integridad y reputación de una marca u organización.

Todos cometemos errores y nos avergüenza tener que reconocerlo o enfrentarnos a las consecuencias pero normalmente es mucho mejor compartir nuestros problemas con otras personas que puedan ayudarnos a resolverlos que intentar evadirnos y culpar a otros.

3.- Ser transparentes. La honestidad en las organizaciones debe ir más allá de cómo se gestionan las situaciones complicadas o los problemas individuales. En las buenas compañías consistirá en una ética que es compartida por todos. En la cúpula de la organización se necesita contar con un liderazgo que sea honesto con su equipo sobre cómo van las cosas, cuáles son los objetivos clave y cualquier otra cuestión que pueda surgir que interfiera en su desempeño. Por otro lado se debe fomentar una cultura donde los profesionales sean honestos con sus líderes y sean capaces de decirles qué es lo que piensan que va mal o si creen que algo se puede hacer de forma diferente para mejorar. Dentro de los equipos es necesario contar con personas que estén dispuestas cuando sea necesario a intercambiar de forma honesta sus puntos de vista y a airear sus diferencias de forma constructiva.

Este tipo de cultura no se puede imponer de forma unilateral pero el líder debe ser un ejemplo de ella y mostrar transparencia en todas sus actuaciones para ser un modelo a seguir. Ésta es necesaria si se quiere conseguir el compromiso de los profesionales y un alto rendimiento ya que éstos tienen que sentir que son parte del mismo equipo, que reciben la misma información y que persiguen los mismos objetivos.

4.- Ser confiados. La honestidad de los niños pequeños se muestra no sólo en lo que dicen sino en cómo actúan. Aunque nuestra habilidad para discernir en quién confiar es una parte importante del proceso de madurar es conveniente que seamos capaces de mantener  un enfoque más inocente ante las nuevas ideas o personas. Si contemplamos todo desde un punto de vista distante y cínico puede que no nos engañen pero probablemente perderemos muchas oportunidades. Si queremos crecer en cualquier ámbito de nuestras vidas debemos confiar en las personas y buscar mentores que nos puedan ayudar. Confiar en los demás es algo complicado, como en el caso de un niño pequeño intentando decidir con quién jugar nuestra primera impresión puede ser que no coincida con nuestra decisión final.

La confianza requiere honestidad en diversos aspectos:

a).- Primero para admitir que no podemos hacer todo lo que queremos sin ayuda.

b).- Una vez que hemos decidido quien nos va a ayudar confiar en la persona. 

1 comentario: