Allison Shapira en “Speak with impact. How to command the room and influence others”, que estamos comentando, plantea que cada charla es una oportunidad de influir en el
comportamiento de los demás, tanto en la forma en que piensan como en la que
sienten y actúan. Hablar en público es una herramienta que se puede utilizar
con objetivos buenos o malos como el caso de la manipulación. Debemos, pues,
reconocer el poder que tenemos cuando hablamos delante de una audiencia y
utilizarlo con fines positivos.
La segunda de las tres
preguntas que tenemos que hacernos al preparar una presentación como ya hemos
visto es “¿Cuál es mi objetivo”. Éste normalmente contempla algún tipo de
influencia. Hasta una presentación de índole informativa debe persuadir a a
nuestros oyentes de que somos una fuente que tiene credibilidad y que por tanto
la información que transmitimos es cierta y exacta.
Aristóteles en su “retórica”
describía tres modelos de persuasión, ya que consideraba que los oradores
persuadían a sus audiencias a través de la combinación de tres elementos:
1.-
Ethos. Cada vez que hablamos delante de una audiencia nuestra
autoridad y credibilidad hace mucho por nosotros. Si ésta nos considera
expertos y fiables estará más dispuesta a escucharnos. Nuestro “ethos”, pues,
no viene sólo de nuestro puesto jerárquico sino de nuestra experiencia.
Si nos sentimos nerviosos
antes de nuestra charla el recordar que tenemos “ethos” sirve para darnos
confianza, por ejemplo podemos decirnos que llevamos trabajando un tema
determinado más de 20 años y, por tanto, lo dominamos.
Una falta de “ethos”
puede llevarnos, también, a una falta de confianza en nosotros mismos (”me
acabo de graduar por lo que no creo que a nadie le interese lo que puedo decir”).
En este caso la tercera de las preguntas, que analizamos en la entrada
anterior, “¿Por qué yo?” puede ayudarnos a elevar nuestra confianza porque nos
va a recordar las razones y la pasión que podemos sentir por el tema.
2.-
Logos. Las palabras que utilizamos importan, así como el
lenguaje que empleemos y las argumentaciones. Logos se refiere a la capacidad
de diseñar un argumento lógico y de presentar hechos que refuercen nuestra
posición. Cuando nuestro discurso se extiende sin un final a la vista y
nuestros argumentos no tienen sentido nos falta “logos” y somos menos
persuasivos.
Para muchos “logos” es la
manifestación más obvia de los tres elementos de la persuasión, pero los hechos
rara vez son capaces de persuadir en solitario a una audiencia. De hecho, el
sesgo de la confirmación nos muestra que cuando nos enfrentamos a hechos que
contradicen nuestras creencias tendemos a rechazarlos y a aferrarnos más a
éstas.
3.-
Pathos. Si no creemos en lo que decimos no podemos persuadir a
los demás y si no nos interesa el tema a la audiencia le va a interesar todavía
menos.
“Pathos” apela a las
emociones de las personas y la emoción es un elemento de persuasión muy
importante. Contar una historia personal
es un ejemplo de “pathos” o pedir a la audiencia que imagine un escenario muy
real es otra. Por ejemplo después de utilizar estadísticas para ilustrar una
tendencia una sola historia relacionada puede hacer que estas estadísticas
cobren vida con un significado.
Una buena presentación
debe tener una combinación de los tres elementos y la distribución adecuada
entre ellos va a depender de las características de la audiencia y de nuestras
metas. Si, por ejemplo, si nuestros oyentes son escépticos y no nos conocen
debemos centrarnos en nuestra credibilidad (ethos). Si hablamos ante un grupo
de científicos debemos incluir un argumento sólido que defienda nuestra postura
(logos). Pero si nos dirigimos a un grupo de padres preocupados deberemos
realizar una referencia emocional a su
deseo de proteger a sus hijos (pathos). Se pueden sobreponer unos a otros porque
nuestros hechos pueden facilitar una llamada de atención de índole
emocional y nuestra credibilidad puede
proceder de una historia personal.
La autora, basándose en
sus experiencias dedicadas a ayudar a sus clientes a diseñar mensajes persuasivos
ha encontrado que un argumento es persuasivo si responde a las siguientes cinco
preguntas que se hace normalmente la audiencia:
a).- ¿Por qué tú? El
orador tiene que mostrar que le interesa el asunto y que debe ser él el que lo
exponga.
b).- ¿Por qué yo? El
orador debe conseguir que el discurso sea relevante para la audiencia para que
ésta se interese por sus palabras.
c).- ¿Por qué ahora? El
orador debe razonar las causas por las que el argumento se debe presentar en
ese momento y convencer a la audiencia de la necesidad de actuar ya.
d).- ¿Por qué tengo que
preocuparme por ese tema? El orador debe convencer a la audiencia de que es
posible hacer cambios y que por tanto se tiene que preocupar por el asunto.
e).- De acuerdo ¿Y ahora
qué? El orador debe ofrecer a la audiencia distintas posibilidades de acción,
cuanto más sencillas mejor.
Chip y Dan Heath en su
libro “Made to stick” analizan las ideas que se fijan en las mentes de las
personas independientemente de su validez y han encontrado que contienen uno o
más de estos seis aspectos:
1.-
Simplicidad. Utilizar un mensaje claro y conciso en
lugar de perdernos en los detalles.
2.-
Sorpresa. Utilizar una cita o estadística inesperada para
captar la atención de las personas.
3.-
Concreción. Emplear descripciones vívidas que evoquen
una imagen en la mente de la audiencia.
4.-
Credibilidad. Basar nuestras palabras en fuentes serias
que la audiencia conozca y respete.
5.-
Emociones. Apelar a los corazones de las personas y no solo a
sus mentes, haciendo referencias a valores compartidos.
6.-
Historias. Contar historias que hagan que la audiencia sienta
que está dentro de las mismas con nosotros.
Al preparar una
presentación, pues, debemos seleccionar cuál o cuáles de estas herramientas de
persuasión pueden funcionar mejor.
La autora destaca que
contar una historia es una de las herramientas más poderosas para conectar con
una audiencia ya que nuestra mente reacciona de forma distinta ante las
historias que ante los hechos y datos. Cuando describimos olores, imágenes o sonidos
las mentes de nuestra audiencia se iluminan en esas áreas sensoriales y se
pueden llegar a sentir las emociones que describimos en la historia.
Paul Zak ha encontrado que
escuchar historias emocionales hace que liberemos oxitocina lo que incrementa
los sentimientos de empatía y confianza en las mentes de los oyentes. Si nos
estamos dirigiendo a una audiencia que se muestra escéptica ante nosotros si
contamos una historia que pueda conectar con los oyentes éstos pueden sentirlo
que sentimos nosotros ye ir identificándose con nosotros como personas
comenzando a confiar en nosotros.
Shapiro plantea que,
desde su experiencia, las historias más impactantes no son aquellas en las que
todo sale bien, sino las que muestran nuestras debilidades, fallos, esfuerzos y luchas en lugar de nuestras fortalezas.
Puede ser, por ejemplo, una historia divertida que muestra a la audiencia que
sabemos cómo reírnos de nosotros mismos o de fracaso que ponga de manifiesto
nuestra vulnerabilidad. A través de nuestros propios fallos la audiencia puede
contemplarnos como seres humanos y relacionarse con nosotros en un nivel más
profundo. Pero sin olvidar nunca que la historia no tiene por qué ser muy
personal ya que no tenemos que hacer que nuestros oyentes se sientan demasiado
incómodos.
Para preparar una
historia la autora destaca que debemos seguir los siguientes pasos:
1.-
Seleccionar una historia
Debemos comenzar por
considerar cuál va a ser su finalidad, qué valores queremos transmitir y cómo
queremos que se sienta la audiencia, por ejemplo y podemos luego pensar en una
anécdota de nuestra vida profesional o personal que ilustre nuestras
intenciones. Annette Simmons, en este sentido, en su libro “Whoever tells the best story wins” sugiere que podemos hacer referencia a un momento en que
hayamos brillado, otro en el que nos hayamos equivocado y fallado, a un mentor,
a una lectura, vídeo o hecho de la actualidad.
Si nos hacemos la primera
de las tres preguntas fundamentales: “¿Quién es mi audiencia?”, su respuesta nos va a facilitar la elección
del tipo de historia que preparar ya que, por ejemplo, nos va a decir si se va
a identificar más con relatos de perseverancia o de fracasos, si es más
analítica o emocional.
No debemos inventarnos
una historia ya que si el propósito de la misma es lograr establecer lazos de
confianza con nuestros oyentes si les
engañamos éstos se van a destruir. Podemos contar una parábola pero aclarando
que no es una historia real. Tampoco podemos usar una historia de otro como si
fuese nuestra, siempre tenemos que aclarar que no lo es y contar con el acuerdo
del autor.
2.-
Escribir la historia
Marshall Ganz explica que
las historias deben tener un protagonista, una trama y una moral. Al redactar
la historia la autora sugiere que nos vayamos haciendo las siguientes
preguntas:
a).- ¿Dónde estábamos
nosotros o el protagonista de la historia si no lo somos nosotros? Debemos
centrarnos en un determinado momento y describir la escena explicando dónde
estábamos y lo que estábamos haciendo, procurando ser lo más descriptivos
posible para que la audiencia sienta que está allí con nosotros.
b).- ¿Qué ocurrió y a qué
retos nos enfrentamos? Describir cómo nos sentíamos y lo que estaba en juego.
c).- ¿Cómo respondimos?
¿Qué elecciones hicimos? Nuestras acciones debieron tener un resultado.
d).- ¿Qué pasó? Describir
una imagen muy vívida de lo que ocurrió como resultado de nuestras acciones.
e).- ¿Cuál es la
enseñanza? Como resultado de la historia tiene que existir unas lecciones de
aprendizaje. Procurar encajar la moral a un punto que queramos resaltar en
nuestra historia.
La autora advierte de los
siguientes errores frecuentes que se cometen al escribir un relato:
A).- No contar una
historia sino hacer un listado de una serie de eventos. Una historia es algo
que sucedió en determinado momento.
B).- Olvidar incluir detalles
cruciales. Nosotros estábamos cuando ocurrieron los hechos pero la audiencia
necesita más detalles, para comprender la historia.
C).- Incluir demasiados
detalles superfluos. Es importante facilitar el contexto de la historia pero no
debemos dejarnos llevar, sin revelamos demasiados antecedentes podemos
distraernos de la historia.
D).- No hablar de cómo
nos sentimos. El poder de un relato viene de crear un sentimiento en los
corazones y las mentes de nuestra audiencia y si no compartimos con ella cómo
nos sentimos ésta no va a sentir nada, ni en relación con nosotros ni con
nuestra historia.
E).- No conectar la
historia con el mensaje. La historia y su moral deben ocupar un lugar relevante
en nuestro discurso.
3.-
Contar la historia
Una vez redactada debemos
ensayar su presentación y para eso es bueno probar contándola a otras personas para
ver sobre todo si nos sentimos cómodos al hacerlo.
Posteriormente es el
momento de ver dónde se va a incluir dentro de la presentación. Existen tres
formas muy efectivas para utilizar historias: en el comienzo, para cerrar la
intervención o para destacar un punto determinado. Si la presentación es de
carácter profesional se puede introducir una historia de índole profesional
para conseguir que el los oyentes no se centren exclusivamente en la lectura de
cada una de las imágenes y conecten con nosotros.
No debemos introducir la
historia debemos contarla, el impacto es mayor y no se debe leer y hacer una
pausa antes de comenzar a contarla y después de revelar la moral de la misma para que la audiencia pueda similar lo
escuchado. También debemos asegurarnos que nuestro lenguaje no verbal y la oz
se adapten a la emoción de la historia y si comentamos una tragedia personal
dejar que nuestro rostro y nuestro tono de voz lo refleje.