FELIZ NAVIDAD
Manfred F.R. Kets de Vries en “Storytelling for
leaders. Tales of sorrow and love” explora el importante
papel que juega el contar historias: “storytelling” para el desarrollo de las
habilidades de liderazgo.
Desde el momento en que
los humanos fueron capaces de utilizar el lenguaje contar historias se
convirtió en una forma fundamental de interactuar unos con otros. En nuestra
vida cotidiana cuando hablamos sobre eventos, personajes, acciones, temas,
sentimientos e ideas storytelling es una forma de comunicar nuestro mensaje. Y,
si tenemos una buena historia que contar, creará una emoción genuina y
respuestas en el comportamiento. De hecho, las historias que contamos van a
informar, influir, entretener y modelar nuestra vida y la de otras personas.
Todos vivimos rodeados de una red de historias ya que es la manera en la que
establecemos conexiones y de entender a los demás.
Los humanos siempre
hemos contado historias y la tradición oral es la forma humana más antigua de
comunicación. La habilidad para contar historias nos ha facilitado a nuestra
especie una ventaja evolutiva. A través de las historias nuestros antepasados
fueron capaces de codificar y comunicar información importante para nuestra
supervivencia. Las historias han sido la vía para transmitir valores
culturales, fortalecer el sentimiento de comunidad y crear esperanza en el
futuro. Las historias determinan cómo pensamos, nos ayudan a crear valores compartidos y
significado y, a través de ellas, aprendemos cómo funcionan las cosas, cómo
tomamos decisiones y las justificamos, cómo persuadir a los demás y cómo
entendemos nuestro lugar en el mundo.
Storytelling ha sido el
método de formación antes de que la educación fuese formalizada. Ha sido
siempre el nexo atemporal con las tradiciones antiguas, leyendas, arquetipos,
mitos y símbolos. Podemos pensar que comenzó con las pinturas prehistóricas,
continúo con los bardos griegos y romanos, con los trovadores de la Edad Media,
hasta llegar a las películas de Hollywood, en la actualidad, por ejemplo.
Las historias, también,
pueden ayudarnos a encontrar un cierto grado de orden y predictibilidad en un
mundo que es extremadamente impredecible, con frecuencia. Las historias, debido
a su estructura narrativa, pueden ayudarnos a imaginarnos que podemos tener
cierto control sobre nuestras vidas. Después de todo sabemos que en la
narrativa de una historia, la resolución sigue al conflicto y que,
eventualmente, puede existir una red de seguridad. Por tanto, dada la forma en
la que las historias están estructuradas pueden servirnos para encontrar
sentido en un mundo que con frecuencia desafía la lógica. A través de storytelling
podemos ver patrones específicos entre el caos y ver un significado donde
existe aleatoriedad. Esencialmente, a través de nuestra exposición a las
historias el mundo en el que vivimos puede llegar a ser más comprensible.
Cuando escuchamos una
historia absorbente nos puede parecer, a veces, que el que cuenta la historia
nos está hechizando. Hechizados, escuchando a lo que la persona nos dice
comenzamos a reconocernos nosotros en la historia y a transportarnos a otro
lugar o tiempo, convirtiendo la historia en algo más personal. Pronto la magia
de la historia estará trabajando y lo
que se está narrando hará que desarrollemos sentimientos, pensamientos,
opiniones e ideas que tenderán a alinearse con las de la persona que está
contando la historia. Y, al continuar sintiéndonos encantados por la historia
que está siendo contada, compartiremos las emociones que la historia evoca,
tales como felicidad, disgusto, ira, tristeza, ansiedad, miedo y sorpresa. De este
modo, sencillamente contando una historia, la persona que la narra, es capaz de
introducir ideas, pensamientos y emociones en nuestra mente, haciendo que
compartamos su dolor, alegría o
dificultades. Así, a través de escuchar y de contar historias aprendemos sobre
compasión, empatía, tolerancia y respeto, al tiempo que aprendemos, también, sobre el lado más
oscuro de la humanidad.
Esta dinámica emocional
puede cambiar la forma en que pensamos y hasta cómo actuamos, por lo que
contar historias ha sido la forma utilizada para crear conexiones interpersonales e
influir en el comportamiento de los grupos.
También, las historias
que escuchemos pueden ampliar nuestra imaginación, animándonos a que exploremos
formas distintas de pensar y si implican al lado derecho de nuestro cerebro,
despertarán nuestra imaginación y creatividad.
El arte de contar
historias puede ayudar, también, a mejorar nuestra memoria. Las historias
pueden ser comparadas con otras ayudas para la memoria, manuales de instrucción
y a brújulas morales. Nos pueden ayudar a estructurar vastas cantidades de
información y nos servirán para recordar la información mejor que cuando nos hablan
sobre datos exclusivamente. Por tanto,
nuestro vocabulario, comprensión, habilidades de secuenciación, memoria y
creatividad crecerán cuando contamos y escuchamos historias.
Más aún, las historias
pueden moldear nuestro futuro. Si nos contamos a nosotros mismos una historia
en la que alcanzamos una meta deseada o dominamos una habilidad, la confianza
que se deriva de creer esta versión de la historia puede hacer que se convierta
en una profecía autocumplida. Influidos
por lo que hemos aprendido podemos ser capaces de adquirir las competencias
necesarias para lograr aquello que nos gustaría alcanzar. De hecho, las
historias pueden ser una buen forma de mirar el futuro o de planificar o predecirlo
y de tener éxito. Cada historia de éxito puede convertirse en una lección sobre
cómo podemos tener éxito. La historia correcta, contada en las condiciones
adecuadas, puede tener el poder de reformular los hechos de una forma más positiva
desde el punto de vista emocional, de una manera que ningún número de hechos
racionales va a poder hacer nunca.
Por tanto, escuchar
historias de luchas y desafíos que salieron bien puede transmitirnos esperanza
de que también podemos tener éxito en actividades similares. Historias sobre
vidas en las que podamos escuchar cómo se afrontan retos y se superan
adversidades pueden ser un ejemplo a seguir y hacernos conscientes de que si
queremos cambiar nuestras vidas, tenemos que cambiar nuestra historia.
Como en el caso de
todos los métodos de intervención se puede utilizar bien o mal. Los demagogos
siempre han estado familiarizados con la idea de que las historias pueden
influir en las personas y, por ejemplo, si cuentan historias de odio pueden
conseguir que sus seguidores se sientan abatidos y llegar a destruir sus vidas.
El reto estriba, pues, en
crear el tipo de historias que contribuyan a vidas más plenas. El propósito de
una historia no tiene que ser el decirnos cómo pensar, sino el ofrecernos
preguntas sobre las que pensar. Las historias tienen que ser los motores de
nuestra imaginación y a través de ellas podremos dar sentido a situaciones en
nuestra vida que, a menudo, parecen desafiar a toda lógica.
Por medio de las
historias, también, podemos descubrir que la vida es una colección de
experiencias presentadas en una sucesión de escenas. Nos permiten definirnos ya
que en ellas podemos hablar de nuestros deseos, esperanzas y planes futuros.
Si estamos preparados a
contar nuestra historia debemos prestar atención, sin embargo, a la forma en la
que esta actividad nos puede afectar, como, por ejemplo: qué sentimientos van a
aflorar al contar nuestra historia y cuáles vamos a experimentar después de
hacerlo. Ser completamente honestos sobre nosotros no es sencillo, ya que podemos
tener creencias sobre nosotros de las que nos avergonzamos y que consideremos abrumador
compartir. Pero, puede ser que , también, tengamos el fuerte deseo de compartir
cosas que mantenemos “embotelladas” dentro de nosotros y que consideramos que si
seguimos manteniéndolas dentro de nosotros cada vez vamos a estar más
estresados.
Debemos tener en cuenta
que, a la hora de decidir qué historia contar, tenemos que ser conscientes de que
tratar de mantener secretos tiene un precio. Muchas veces lo más dañino de un secreto no es el secreto en sí, sino la
compulsión que siente nuestra mente de recordarlo continuamente. En otras
palabras, el verdadero daño de los secretos no es que sintamos la necesidad de
esconderlos, sino que también debemos vivir con ellos.
Las historias operan en
múltiples niveles. En la superficie ofrecen hechos relacionados con un espacio
o tiempo determinado. Pero dentro de cada historia se encuentran muchos aspectos
ocultos relacionados con la naturaleza humana ( la nuestra) y con dilemas
humanos. Por tanto, en nuestro rol de contador de historias al describir
personajes, tramas y escenarios, ponemos en marcha un proceso mediante el cual
aspectos de nosotros mismos que han estado apartados en nuestro subconsciente saldrán
a la luz, con lo que podremos mejorar nuestro autoconocimiento.
Parece que existe una
relación entre contar historias y el bienestar, ya que parece que tiene propiedades
terapéuticas potentes: por ejemplo, el hecho de compartir historias personales
sobre cómo afrontar la adversidad puede ser beneficiosos para nuestra salud
mental y nuestro estado de ánimo.
Cuando estamos contando
una historia estamos transfiriendo ideas, pensamientos y emociones a las mentes
de las personas que escuchan. De hecho, los cerebros del que relata la historia
y de los que escuchan parece que se sincronizan. Debido al la atracción
emocional de la historia se establecen conexiones emocionales y, a través de
este proceso de sincronización se pueden compartir propósito y significado,
creando un terreno común que ayudará a
que los sentimientos y pensamientos tengan un sentido. Estas actividades
mentales nos van a permitir ponernos en el lugar del otro, para entrar en su
mundo y crear nuevas formas de ver las cosas.
Las historias parece
que tienen un efecto neurológico. A través de las historias se va a producir un
fenómeno transformador y, como hemos comentado, las mismas regiones del cerebro
se van a activar en el que cuenta la historia y en el que la escucha. Este proceso
se conoce como de acoplamiento neuronal y en él están comprometidas las corteza
motora, sensorial y frontal. Estas redes se nutren y se solidifican por los
sentimientos de anticipación sobre la resolución de la historia e implican la
participación de la dopamina que se libera en el cerebro y nos hace sentirnos
bien. A través de los neurotransmisores, que se ponen en macha con la ayuda de
las historias, tenemos la oportunidad de compartir la tristeza, alegría y
contratiempos de otras personas. Esta es la razón por la que , como resultado
de la liberación de dopamina, los hechos serán recordados con mayor facilidad
cuando experimentamos un evento o escuchamos una historia que esté repleta de
emociones.
A través del relato de historias se instiga un proceso
que se puede describir como de “transporte narrativo” o de interacción dinámica
y compleja entre el lenguaje, el texto y la imaginación, que crea un estado de
inmersión cognitiva y emocional que capta la atención de los oyentes
profundamente y les introduce en el mundo de la persona que narra la historia.
Por este efecto, también, una vez una historia ha atraído nuestra atención
durante un tiempo podemos comenzar a resonar emocionalmente con los personajes
de la historia y a tener unas intensas experiencias emocionales
paralelas.
Debido a este efecto de
transporte, cuando se produce el acoplamiento neuronal, tendemos a olvidarnos
de lo que nos rodea y nos encontramos inmersos en el relato. Dependiendo de la
historia puede que las palmas de nuestras manos comiencen a sudar, nuestro
corazón a latir con más fuerza y nuestra expresión facial puede cambiar,
señales de que estamos totalmente metidos en la historia. Este efecto se
convertirá en el germen de sentimientos de empatía, propiciados también porque
al conectar con los personajes de la historia nuestro cerebro libera oxitocina,
asociada también con la conexión y empatía.
Algunas narrativas, por
el contrario pueden contribuir a la liberación de cortisol (hormona del estrés)
en los que las escuchan, por lo que al escuchar las historias que nos cuentan
podemos experimentar emociones, tanto positivas como negativas y, como
resultado, podemos ser capaces de aprender sobre el miedo, el heroísmo, el
amor, el odio, la compasión, la pena , el dolor y la alegría, todo reunido en
una misma historia, haciendo que su escucha se convierta en una experiencia
tanto dulce como amarga.
Naphtali Hoff en
SmartBrief on Leadership del pasado 13 de diciembre plantea que en un mundo que
celebra las historias de éxito y los logros finales es fácil pasar por alto el
camino crucial que conduce a esas victorias. Pero hay que recordar que todo
ganador primero fue un principiante.
En algún momento se
encontraría en un punto de inicio, inseguro de sus habilidades y quizás, hasta luchando
con las dudas por sus capacidades. La diferencia entre los que tienen éxito y
los que no lo tienen no se encuentra en
el talento en bruto, sino en la creencia en la importancia del crecimiento y la perseverancia para desarrollar las habilidades
con el tiempo.
Esta idea es la base del
patrón mental de crecimiento, que nos dice que podemos cambiar y crecer y que seremos
mejores con la práctica, que es fundamental para desarrollar todo nuestro
potencial. Carol Dweck popularizó este término refiriéndolo a la creencia de
que todos podemos desarrollar nuestras habilidades a través de la dedicación y
el trabajo duro. Por el contrario el patrón mental fijo consiste en la creencia
de que las habilidades son estáticas y, por tanto, no pueden cambiar y
evolucionar: somos buenos en algo o no lo somos. Cuando adoptamos el patrón
mental de crecimiento vemos los retos como oportunidades para aprender y los
fallos como pasos previos, que nos pueden ayudar al éxito.
Es fácil sentirnos
descorazonados cuando las cosas no salen como las hemos planificado, pero es
esencial que recordemos que hasta los profesionales más expertos empezaron en
algún momento, siendo principiantes. Por ello debemos ante algo que no ha salido
todo lo bien que esperamos pensar que practicando podemos mejorar y en lugar de
sentirnos derrotados por una experiencia reconocemos que mejorar es posible. El
paso de la frustración a la determinación representa el patrón mental de crecimiento.
Entender que todo
ganador fue primero un principiante nos recuerda, también, que el aprendizaje
es un camino a seguir toda nuestra vida. Hasta los expertos continuamente
evolucionan y refinan sus habilidades. Si observamos a alguien que haya llegado
a lo más alto en su campo podremos ver innumerables horas de práctica,
persistencia a través de los fracasos y la disposición a aprender de los
errores.
Un atractivo del patrón
mental de crecimiento es que no importa desde dónde empecemos. Tanto si somos
un principiante como si ya hemos atravesado parte del camino, lo importante es
empezar hoy a expandir nuestra mente, a practicar nuestras habilidades y a
aceptar los retos que encontremos en el camino.
Nos sorprenderemos de
lo mucho que podemos conseguir cuando dejemos atrás nuestras limitaciones
autoimpuestas y reconocemos que el crecimiento siempre es posible. Con tiempo y
esfuerzo y creyendo en nuestro potencial no existen muchos límites a lo que
podemos alcanzar.
Barry Conchie y Sarah Dalton en “The five talents that really matter. How great leaders drive
extraordinary performance” analizan el liderazgo desmitificando el aura y la
complejidad que rodea a los líderes de alto desempeño.
Los
autores plantean que en cada organización existen líderes “naturales” cuya
brillantez pasa desapercibida y que descubrir este potencial oculto es un reto fundamental
cuyos resultados son muy valiosos. En su experiencia trabajando con distintas
organizaciones han podido observar como hallazgos clave que:
a).-
A los líderes inadecuados no les gusta contar con miembros con talento en sus
equipos, ya que se sienten amenazados profesionalmente por ellos. Temen que
sean reconocidos y seleccionados por encima de ellos cuando surjan
oportunidades de promociones. Por tanto son obstáculos para el desarrollo de
los profesionales y de las organizaciones en las que prestan sus servicios.
b).-
La falta de diversidad en el liderazgo de una organización es consecuencia
directa de malas prácticas de selección.
c).-
Sin un proceso de valoración de liderazgo creíble y objetivo, los líderes
senior están ciegos ante el talento y potencial en bruto que se esconde en las
profundidades de las organizaciones.
A
la hora de identificar a los líderes “especiales” es conveniente desaprender
una serie de ideas:
1.-
Los líderes que tienen éxito tienen un único rasgo característico. El liderazgo eficaz es
el producto de una serie de rasgos y características.
2.-
Los líderes que triunfan hacen todas estas cosas…..Esta afirmación tiene que
venir sustentada por investigaciones cuya calidad esté comprobada deben ser verificadas durante largos periodos
para remover la influencia de posibles modas. Deben ser probadas en
organizaciones diferentes y facilitar resultados medibles y predecibles.
3.-
El camino del éxito pasa por seguir lo que han hecho determinados líderes como
Jack Welch. Los líderes más famosos han alcanzado el éxito a través de
distintas formas y suelen ser muy diferentes unos de otros.
La
realidad es que los grandes líderes poseen una constelación de talentos,
considerando al talento como: “una característica medible e innata que una
persona muestra de forma consistente para alcanzar un alto desempeño”, no puede
ser aprendido o enseñado, no es un hábito. Es una característica natural con la
que nacemos, a diferencia de las habilidades y conocimientos que pueden ser
obtenidas a través del esfuerzo y la práctica. La constelación única de
talentos de una persona es imperecedera y ubicua. La influencia de los talentos
más fuertes de un individuo es visible en casi todo lo que hace y deja su firma
idiosincrática en todos su logros. Es muy raro que dos personas tengan las
mismas medidas de talento, lo que explica cómo dos estilos de liderazgo
totalmente dispares pueden alcanzar los mismos resultados extraordinarios.
El
talento suele ser la razón por la que unas personas destacan en algo o gravitan
hacia unas tareas sobre otras. Ocultas en el subconsciente nuestras
predisposiciones nos guían para tomar decisiones que permiten que nuestros
talentos brillen. No es frecuente que decidamos intentar llegar a ser genios en
áreas que nos suponen un desafío muy grande. Las personas tendemos a sentir
aversión por las actividades que nos resulten muy complicadas y en las que por
mucho que
intentemos formarnos no vemos ninguna diferencia. Un ejemplo es hablar en
público. Solo pensar en tener que estar delante de un amplio grupo de personas
produce pánico a muchas personas, mientras que los grandes oradores están deseando
estar en un escenario.
La ansiedad y otras
emociones negativas en relación con una actividad son unos buenos indicadores
de que alguien no tiene talento en esa área determinada. Por el contrario
emociones positivas fuertes cuando pensamos en o desarrollamos una actividad
son una medida rudimentaria subyacente de posible talento. En “Flow: the psychology of optimal experience”, Mihaly Csikszentmihalyi planteaba que las personas son más
felices cuando están en un estado de “flow”, que se caracteriza por la completa
concentración en la actividad que estemos realizando. En este estado el ego
desaparece, el tiempo vuela y cada acción, momento y pensamiento es
consecuencia inevitablemente del anterior. Estamos totalmente involucrados en
la actividad y estamos utilizando nuestras habilidades lo mejor que podemos.
Una de las
observaciones clave de Csikszentmihalyi era que tiene que existir un balance equilibrado
entre los talentos de la persona y las demandas específicas de la situación. Si
no existe, el estado de “flow” no se produce. El talento y la expectativa deben
acoplarse en un nivel alto. Si la expectativa sobre la tarea encaja pero a un
nivel muy bajo el resultado es apatía .
Tareas que parecen
estar por encima de las capacidades de unas personas pueden realizarse por
otras con un mínimo esfuerzo. Éstos individuos exhiben niveles muy elevados de
concentración y aplicación y, en ocasiones, van a ser capaces de predecir cuándo
van a experimentar este estado simplemente al revisar la naturaleza de las
tareas que tienen por delante. Describen tal sensación de conexión con una
actividad que pueden llegar a no escuchar el sonido de la llamada de un
teléfono o ver a una persona que se acerca a visitarles. Cuando estos signos se
observan es importante encontrar qué actividad es la que la persona estaba
realizando porque puede ser útil para indicar
dónde se encuentran sus talentos naturales.
Igualmente observar lo
que una persona elige hacer cuando no está condicionada por otros
requerimientos puede indicar talento. Si tienen libertad las personas no
tienden a hacer las cosas que no les gustan, ni a realizar actividades en áreas
que les resultan dificultosas. Los mejores resultados se obtienen en
situaciones en las que la actividad asignada está alineada completamente con
las elecciones libres de la persona.
Otra forma de
identificar talento es detectar aquellas áreas o actividades en las que las
personas se adaptan rápidamente a nuevas habilidades o conocimientos.
Una persona con un
talento natural en un área específica tenderá a tener un desempeño en el más
alto nivel en relación con la población general. La excelencia, por definición,
solo la pueden alcanzar unos pocos. Si una persona de forma consistente tiene unos
resultados sobresalientes en una actividad, estará demostrando su talento
natural. Considerar la consistencia es importante porque un desempeño excelente
puede estar condicionado por múltiples factores externos.
En ocasiones la
excelencia no es medible y para detectarla tenemos que observar un destello de
algo que es especial, extraordinario, pero normalmente fugaz. Se puede
manifestar como el potencial que una persona puede estar mostrando, como
algo que capta nuestra atención y nos hace preguntarnos si hay algo más.
Para empezar a entender
cuáles pueden ser nuestros talentos podemos hacernos las siguientes preguntas:
a). ¿Hacia que tipo de
trabajo parece que gravito?
b).- ¿Qué es lo que
aprendo con más rapidez?
c).- ¿Qué es lo que estoy
haciendo cuando las horas parecen convertirse en minutos?
Una vez que tenemos una
idea de cuáles pueden ser nuestros talentos
podemos preguntarnos: ¿Qué puedo hacer con mis talentos?
Los mejores líderes no
están continuamente valorando sus deficiencias y tratando de corregirlas, se
centran primero en las actividades en las que sus talentos pueden brillar. En
lugar de centrar la mayor parte de su atención en sus deficiencias, buscan
construir asociaciones complementarias con personas con talento en áreas
opuestas, gestionando sus deficiencias en lugar de centrarse en ellas.
Barbara Fredrickson, en
su artículo: “The broaden-and.build theory of positive emotions”, plantea que
los sentimientos negativos limitan de forma medible el desempeño en una
variedad de áreas no relacionadas en las que el individuo era anteriormente
fuerte. Por el contrario, el refuerzo positivo conduce a unos logros más
elevados en una amplia gama de áreas de funcionamiento. Dedicar nuestro tiempo a
áreas que provocan sentimientos negativos limita nuestras capacidades y
entorpece nuestro desempeño general. Dedicar tiempo a áreas en las que nos
sentimos bien y que están alineadas con nuestros talentos, eleva nuestro
desempeño más allá del ámbito de dichas áreas.
La experiencia es un
aditivo para un líder con talento, y es irrelevante para un líder “del montón”
o débil. Esto no quiere decir que las experiencias no sean importantes, sino
que no son un medio para conseguir líderes de alto desempeño. Pueden ayudar a
que líderes con talento se desarrollen más allá de sus capacidades actuales,
pero no van a ayudar a líderes mediocres o con menos talento a convertirse en
excepcionales.
La experiencia tiene una
serie de puntos clave, que hay que considerar:
1.- La experiencia
alimenta el exceso de confianza. Esa excesiva seguridad puede llevarnos a
cometer errores.
2.- La experiencia en
una determinada situación no se transfiere a otras situaciones.
3.- La experiencia y
los altos niveles de logro que normalmente la acompañan puede hacer que nos
arriesguemos en exceso.
Existe una relación muy
cercana entre la experiencia y la autoconfianza. Esto se entiende porque al
contribuir la experiencia a nuestro éxito nos puede llevar a tomar más riesgos.
En lo más alto de la escala de la experiencia la línea que separa el peligro de
la seguridad es muy delgada, el margen de seguridad estrecho y puede llevarnos
a creer que somos buenos en áreas relacionadas y así cometer errores.
Sería deseable que la
experiencia fuese un predictor más eficaz
de éxitos de liderazgo futuros,
porque las experiencias son tangibles y fáciles de identificar y gestionar,
pero contribuyen poco a la predicción de los éxitos futuros de un líder.
Horacio Falcao en
INSEAD Knowledge del pasado 10 de diciembre plantea que la idea de unir la IA con
el proceso de negociación se podía considerar un sueño pero que el lanzamiento
de sistemas de IA más sofisticados puede posibilitar que deje de serlo.
La negociación,
tradicionalmente , se ha considerado como un arte o tarea intensamente humana
que requiere mezclar movimientos colaborativos y competitivos para superar la complejidad, la asimetría en
la información y la desconfianza para llegar a un resultado aceptable. Solo en
las últimas décadas ha evolucionado hacia una ciencia centrada en codificar un
enfoque sistemático de resolución de problemas para conseguir el éxito.
Existen tres formas
principales en las que la IA puede utilizarse para ofrecer apoyo para las
negociaciones:
1.- Asistencia.
Sistemas LLMs como ChatGPT, BERT y LaMDA pueden emplearse durante la fase de
preparación o actuar como asistentes para la negociación. Pueden facilitar
información relevante sobre los mercados, ofrecer consejos sobre mejores
prácticas o actuar como negociador oponente en escenarios de role playing, por
ejemplo.
Estas herramientas
han conseguido abaratar los costes de preparación para obtener información
relevante, aprendizaje y consejos básicos y para ensamblar una estrategia
fuerte, pudiendo ofrecer , por tanto, unos resultados de mejor calidad en menos
tiempo y con un menor coste. Pero, en el momento actual los consejos pueden ser
genéricos, la información puede ser errónea y las simulaciones dudosas, lo que
se espera que se corrija con los LLMs del futuro.
2 y 3.-
Semiatomatización ( el agente solo cierra la negociación después de una
consulta con un negociador humano) y automatización (el agente cierra la
negociación sin una consulta con un negociador humano).
La adopción
de sistemas de IA para apoyar a las negociaciones puede producir una ventaja
competitiva, ganancias a corto plazo y una curva de aprendizaje más breve, pero
requiere la inversión de tiempo y dinero para cambiar los procesos y sistemas
existentes, por lo que va a pasar algún tiempo antes de que podamos observar un
cambio evidente hacia agentes negociadores automatizados o semiautomatizados.
La IA puede equilibrar
las debilidades del equipo negociador,
ofrecer ventajas asociadas a la eficiencia de las máquinas y reinventar la
forma en la que negociamos.
Las negociaciones
humanas están limitadas por las emociones, los prejuicios cognitivos y la
ignorancia sobre las mejores prácticas todo lo cual puede entorpecer nuestra
habilidad para diseñar y acordar soluciones óptimas. Mientras los sistemas de
IA, cargados con datos históricos, pueden
desarrollar prejuicios, éstos pueden ser reducidos o erradicados con más
facilidad que los humanos al no experimentar emociones.
Las negociaciones
en la actualidad no suelen ser grabadas lo que nos deja sin saber lo que ha
pasado durante el proceso, incluyendo posibles prácticas poco éticas o
ilegales. Utilizar la IA puede incrementar la trazabilidad y transparencia del
proceso y facilitar las auditorías lo
que puede ayudar a las organizaciones a mejorar sus habilidades negociadoras,
los resultados, la equidad y la responsabilidad.
En el
momento actual los que emplean la IA en las negociaciones lo están haciendo
para negociar mejor pero los procesos son esencialmente los mismos. Una
posibilidad puede ser que se utilice para rediseñar la forma en la que
negociamos, por ejemplo la IA puede manejar tantos datos a la vez que cada
parte puede compartir sus intereses y preferencias en una “caja negra” de IA o
mediadora, donde ninguna d elas partes va a ver los límites o secretos de la otra, pero la IA puede usar ese enorme
volumen de información para producir soluciones óptimas.
El uso de
agentes negociadores a través de la IA puede presentar algunos problemas entre
los que se encuentran el que se creen para negociar estrategias ganar –perder,
el que desarrollen prejuicios y busquen llegar a acuerdos injustos o poco
éticos, si se les entrena para que sean puramente utilitarios. También pueden
aparecer problemas relativos a la privacidad de los datos y confidencialidad y
compliance. Por ejemplo revelar detalles confidenciales informalmente durante
una negociación puede ser una práctica común para genera confianza pero en una
negociación automatizada o semiautomatizada información confidencial captada
puede tener el riesgo de ser divulgada o explotada en otro momento y lugar sin un consentimiento previo.
Como
conclusión, mientras la tecnología continua su evolución, los investigadores y
desarrolladores , así como los que la utilicen, ser muy cuidadosos, ya que la integración de la IA en el proceso
de negociación requiere un enfoque equilibrado que afiance sus ventajas
mientras mitiga los riesgos, al tiempo que segura que la tecnología es ética,
beneficios y efectiva.
Scott Walker en “Order out of chaos. Win
every negotiation. Thrive in adversity. Become a world-class communicator”, que estamos comentando plantea que cuando
estamos negociando con personas complicadas o de mucho peso y valía si no
seguimos una serie de reglas básicas nos podemos encontrar inmersos en una
batalla de egos. Por tanto, nuestro enfoque debe comenzar por ir más allá de una
forma de pensar y comunicar “nosotros versus ellos”. No tiene que existir lugar
para un enfoque “yo tengo razón y tú estás equivocado”, si queremos comunicar
de forma consistente a un nivel elevado.
En estos casos se trata
de comunicar con otra persona que está permitiendo que su sistema operativo
subconsciente domine la situación , mientras nos aseguramos de que no salimos
malparados como resultado. Alimentar su ego, por tanto, puede ser una opción
viable, ya que es lo que necesita y, también, si es necesario permitirle que “salve
la cara”. Las personas con frecuencia no tienen intención de meterse en
determinadas situaciones, ni quieren mostrar su enfado o hartazgo, por ejemplo
una de las cosas que hacen que se prolonguen, en ocasiones, los secuestros o que una persona se encarame a un tejado y
amague tirarse desde él, es que no pueden soportar la idea de encarar el que se
rindan o desciendan en presencia de sus familiares, amigos o conocidos. Se preocupan
de que el hacerlo se interprete como un signo de debilidad. Por esta razón, la policía
se asegura de que ningún miembro del público se encuentre cerca del escenario
cuando negocian con una persona en crisis.
Si tenemos que mantener
una conversación en la que “salvar la cara” puede ser importante, debemos
considerar remover a la audiencia y, quizás, alterar el entorno inmediato, de
forma que la persona con la que estamos hablando se sienta más segura y más
dispuesta a cambiar su forma de pensar o reconocer sus emociones. Mientras una
persona no se sienta segura de este modo, no será capaz de regular sus
emociones suficientemente para considerar adoptar un pensamiento racional y
objetivo.
Walker propone dos
técnicas para ayudarnos a negociar con personas complicadas, basadas en:
I.-Buscar cómo entender
su modelo del mundo
II- Tener éxito en
negociaciones estresantes, emocionales o sensibles.
I.-BUSCAR
CÓMO ENTENDER SU MODELO DEL MUNDO
Debemos comenzar por
aclarar lo que entendemos por personas difíciles. Normalmente nos referimos a
alguien que es excesivamente demandante o que proyecta un enorme ego. Estas personas
adoran tener el control y no siempre valoran sinceramente nuestras
contribuciones o a nosotros, tratándonos con poco respeto. Podemos encontrar
que nos cuesta sentirnos cómodos o atraídos por ellas, ya que pueden dar la
impresión de que sienten que están por encima de nosotros.
Pero no vamos a poder
influir o persuadir a alguien, que es realmente el fin de cualquier
negociación, si previamente ya tenemos
un juicio formado sobre esa persona. Primero debemos procurar entender “de
dónde viene” esa persona y por qué antes de pretender empezar a pensar sobre
cómo hacer que comprenda nuestra posición..
Negociar con personas
difíciles con frecuencia incluye tener que hacerlo con esas personas cuyas
opiniones, motivos y comportamientos nos disgustan o creemos que están
completamente equivocados. Puede que hasta desconfiemos de ellas, pero debemos
evitar que nuestro ego se entrometa y encontrar las oportunidades donde sea
posible para crear valor y progreso en la negociación en la que estamos
inmersos.
Mientras existen
estrategias bien conocidas que nos pueden ayudar a alcanzar nuestra metas en
una negociación, tales como BATNA ( mejor alternativa en un acuerdo negociado o
cuál es nuestra alternativa límite si la negociación falla) o ZOPA ( zona de
acuerdo posible o terreno común sobre el que ambas partes pueden llegar a un
acuerdo), la mayor parte de estas estrategias ignoran el hecho de que los seres
humanos no negociamos o tomamos decisiones racionalmente y objetivamente,
aunque pensemos que lo hacemos.
Cuando hay mucho en
juego las emociones dominan todo. Por lo que dominar el arte de la inteligencia
emocional es tan importante para tener éxito en una negociación. Si no somos
capaces de identificar y gestionar nuestras emociones y las de los demás, no
será una experiencia agradable para las personas implicadas.
En su libro “Thinking fast and slow”, Daniel Kahneman explicaba como los humanos no siempre tenemos el
control consciente de nuestros pensamientos y acciones y, por tanto, estamos
abiertos a la influencia y persuasión. Destacaba que tenemos dos sistemas de
pensamiento:
a).- Sistema 1:
impulsivo, intuitivo y emocional.
b).- Sistema 2: lento,
deliberado y lógico.
El sistema 1 impacta
directamente en lo que ocurre en el 2, que es el que determina cómo pensamos,
sentimos y actuamos. Por tanto si a través de nuestro lenguaje y empatía
podemos tener algún efecto en el sistema 1 de la otra persona, podremos
predecir las respuestas de su sistema 2. En ocasiones tener éxito con personas
difíciles radica simplemente en que puedan “salvar la cara”. Por ejemplo en
negociaciones en caso de secuestros si caemos en la tentación de humillar a los
secuestradores, el resultado no va a ser bueno para los rehenes.
Debemos recordar que
las personas no pueden escuchar realmente cuando se encuentran en un estado
altamente emocional (sistema 1). Una forma de conseguir que intervenga el
sistema 2 consiste en etiquetar las fuertes emociones que se pueden estar
volcando sobre nosotros, tales como rabia y frustración. Podemos hacerlo
diciendo, por ejemplo: “parece que” o “suena
a que….” e insertamos la emoción que estamos contemplando. Luego debemos
permanecer en silencio y esperar. Esto ofrece a la otra persona el espacio
necesario para ser conscientes de lo que les hemos dicho y aclarar y verificar
sus emociones. Aunque inicialmente etiquetemos las emociones incorrectamente es
útil porque subconscientemente interpretarán que estamos intentando ver y
comprender las cosas desde su perspectiva.
En los casos en los que
no estemos de acuerdo con la forma en la que está hablando la otra persona o con el contenido
de su argumento tenemos que seguir mostrando empatía, ya que aunque nos resulta
duro demostrar empatía a las personas si no estamos de acuerdo con sus valores
o cuando nos están, por ejemplo, gritando, es necesario que lo hagamos para
intentar crear una sintonía.
Walker ofrece las
siguientes claves, a tener en cuenta, sobre la empatía cognitiva.
1.- La empatía no es
simpatía, ni estar de acuerdo necesariamente con la otra persona o sentir lo
que están experimentando.
2.- La empatía consiste
en la identificación de la situación del otro, de sus motivos y sus emociones y
comunicárselo para que se sienta visto, escuchado y comprendido.
3.- Hacer el esfuerzo
de entender correctamente es lo que importa.
4.- La empatía crea una
atmósfera positiva para la resolución de problemas.
5.- La empatía no debe incorporar juicios
y debe reconocer el punto de vista de la otra persona.
Otros aspectos que
debemos tener en cuenta para procurar comprender a la otra parte son el aceptar
que en conversaciones o situaciones difíciles debemos esperar recibir demandas
de parte de la otra persona y que éstas serán de todas las formas y tamaños y
que tenemos tener en cuenta la posición en que siente que se encuentra con respecto a
nosotros.
Por ejemplo, si alguien
nos dice que no le podemos ayudar y que digamos lo que digamos no va a servir y
que le gustaría tener las oportunidades que tenemos nosotros, nos está
transmitiendo una baja autoestima y probablemente se siente en un plano inferior al nuestro.
Por el contrario, si
dice ,por ejemplo: “Escucha, yo me conozco y tu no sabes nada de esto. Se lo
que tengo que hacer y no necesito tus consejos”, seguramente esa persona piensa
que es mejor que nosotros y está mostrando señales de un ego poco sano, al
tiempo que se considera mejor que nosotros.
El ideal en una
negociación es encontrar un punto de mutuo respeto en el que ambas partes
sientan que sus necesidades y resultados están siendo satisfechos en la
situación. Este es el momento en el que las partes están escuchando
activamente, demostrando empatía y sintiéndose bien con sí mismas y que
seguramente conducirá a que todos estén dispuestos a seguir teniendo contacto
unos con otros y haciendo negocios, si es su objetivo.
En el entorno laboral,
en ocasiones, los directivos y los líderes de equipo tienen que mantener
conversaciones con miembros de sus equipos que pueden ser considerados como “difíciles”
de tratar. Estas personas son oponentes que merecen la pena porque nos obligan
a dar pasos para sintonizar realmente con su modelo del mundo. Por ejemplo, algún
miembro del equipo puede estar teniendo un desempeño peor del esperado y cuando
se reúnen para hablar sobre ello puede mostrarse reticente a revelar las causas de ese bajo
desempeño. Puede, también, rechazar nuestra oferta de tomarse un tiempo libre o
de reducir su carga de trabajo, afirmando que puede gestionar su problema él
mismo y que nos lo notifica por respeto, por si notamos un cambio en su comportamiento.
Otras personas pueden
rechazar aceptar nuestros consejos directamente porque consideran que sería una
señal de debilidad el pedir ayuda emocional. La forma de atravesar las barreras
sería convencerles de que nuestra propuesta o consejo ofrece una ventaja para
ellas, diciendo, por ejemplo: “Al hablar de tus preocupaciones podemos
ofrecerte asistencia. A veces ayuda el compartir un problema y podemos remitirte
a alguien que te pueda apoyar mejor.” Debemos recordar halagar su habilidad
para tomar decisiones difíciles: “ Se necesita valor para hablar de estos temas”,
“ Eres valiente al hablar sobre tus emociones y sobre cómo te sientes”, “Se
necesita fortaleza para admitir que tienen estos pensamientos algo oscuros” o “Es
tu decisión el elegir el tipo de apoyo que requieres y el aceptarlo”
Podemos volver a
alimentar el ego una vez más en este momento y permitirles que se sigan considerando
a cargo de la situación diciendo, por ejemplo: “ Estás en tu derecho a declinar
la ayuda”, “ Tu puedes decidir lo que quieres discutir y lo que es importante
para ti en este momento” o “Puedes detener la discusión en cualquier momento. Todo
es confidencial y nadie tiene por qué conocerlo salvo que lo quieras compartir”.
El autor recalca la
importancia de ser conscientes de que los ejemplos anteriores constituyen solo
una pequeña parte de la “caja de herramientas” de un negociador y que hay que
mostrar grandes dosis de escucha activa, así como utilizar otras técnicas como
las preguntas abiertas, las pausas deliberadas y el etiquetado emocional para
que estas estrategias sean lo más eficaces posible.
S. Chris Edmonds en SmartBrief on Leadership del pasado 26 de noviembre
plantea que los líderes senior pueden crear una cultura productiva y positiva
al modelar y comunicar unos comportamientos y reconocerlos y recompensarlos.
Para sostener y mantener la cultura los líderes deben vivir los valores de
la organización en cada interacción y conseguir mediante coaching que lo hagan
el resto de los profesionales de su organización. No pueden delegar esta labor
de crear la cultura en nadie. Es responsabilidad de ellos el trabajar para
movilizar a las personas para generar la cultura ideal y deseada.
El autor recomienda que los líderes sigan estas cinco prácticas, que
considera clave, para conseguir una cultura positiva, con un significado y
productiva:
1.- Liderar con el ejemplo
Los líderes senior deben abrazar e incorporar los valores y comportamientos
que quieren instilar en su organización, ya que son un ejemplo y son observados
continuamente por los líderes de los
equipos y por los miembros de éstos. Deben mostrar consistentemente los comportamientos
valorados que quieren que su profesionales emulen.
2.- Comunicar
Regularmente los valores y comportamientos
fundamentales para el funcionamiento de la organización. Al reforzar estas reglas
básicas de manera formal e informal los líderes senior se aseguran de que a los
empleados se les recuerdan los comportamientos valorados con frecuencia y que
entienden su importancia.
3.- Contratar
Los líderes senior deben priorizar contratar profesionales que abracen los
valores y comportamientos de la organización. De esta forma se ayuda a crear un
entorno laboral en el que los trabajadores están alineados de forma natural con
los comportamientos valorados por la organización, lo que asegura que los
profesionales modelen estos comportamientos en sus interacciones diarias con
sus compañeros, jefes, proveedores y
clientes.
4.- Recompensar
Reconocer y recompensar a aquellos profesionales que muestren los
comportamientos valorados definidos. Los líderes senior deben estar alerta para
detectar la demostración de los valores esperados.
5.- Validar los comportamientos alineados y reconducir
los no alineados
Los líderes deben garantizar que los profesionales sean responsables de sus
comportamientos, no tolerando la falta de respeto entre compañeros, por ejemplo
Laura Hills en “The problem employee. How
to manage the emloyees no one wants to manage” que estamos comentando, plantea
que existe un coste oculto en el caso de tener profesionales que experimenten
de forma continua un exceso de carga de trabajo. Los resultados suelen ser una
reducción en la productividad, errores y baja moral de los profesionales, así
como la pérdida de oportunidades de crecimiento.
Por ejemplo, un estudio
realizado por investigadores de la
Universidad de Stanford encontró que el output de los profesionales descendía
abruptamente después de trabajar 50 horas a la semana y que se despeñaba cuando
superaban las 55 horas semanales. Según este estudio un empleado que trabaja 70
horas en una semana no aporta nada en las 15 últimas horas. Exceso de horas
trabajadas se asocia, también, con niveles más altos de absentismo y elevada rotación de los profesionales, lo cual resulta
costoso para la organización.
Los trabajadores
sometidos a un exceso de trabajo crónico corren el riesgo de desarrollar malos
hábitos en relación con su salud, que pueden tener consecuencias severas para ellos,
como trastornos del sueño o malos
hábitos alimenticios.
Hills sugiere que,
aunque parezca que no podemos hacer nada ante esta situación, existen distintas
cosas que podemos hacer para ayudar a los colaboradores que la están
padeciendo. Entre ellas.
1.- Mejorar la eficacia
de nuestra comunicación. En épocas con exceso de carga de trabajo no es el
momento ideal para empezar a saltarnos reuniones para ahorrar tiempo. De hecho,
normalmente necesitaremos más oportunidades para la comunicación cara a cara
con el equipo en estos momentos, porque no hacerlo puede ser interpretado por
los trabajadores afectados como una señal de que no nos preocupamos por ellos o
por su situación y se sentirán aislados. Se deben utilizar las reuniones de
forma regular para mantener al equipo centrado en las metas de la organización
y para reconocer los resultados positivos y esfuerzos que realizan los miembros
del mismo diariamente. Independientemente de la carga de trabajo los
profesionales se sentirán mejor si trabajan juntos como un equipo, lo que
requiere comunicación adecuada y frecuente.
2.- Admitir que existe
un problema. Reconocer ante los miembros del equipo que existe un problema por
el exceso de carga de trabajo y que lamentamos de verdad el que impacte en
ellos de la forma en la que lo está haciendo. No minimizar o tratar de suavizar
la realidad ni tratar de ocultarla. Si la carga de trabajo es masiva hay que
reconocerlo.
3.- Trabajar duro
personalmente. Los profesionales se sentirán molestos si perciben que ellos se
están esforzando al máximo mientras sus jefes están tranquilos y sin agobios.
Ayudar todo lo que se pueda pero sin tratar de cubrir todos los huecos para
evitar nuestra sobrecarga, ya que terminaríamos sufriendo burnout y con la
reputación dañada, sin garantizar que el trabajo se haya hecho de la manera
correcta. Dejar que los miembros del equipo vean que trabajamos duro para
ayudarles pero sin terminar exhaustos.
4- Desarrollar y
compartir cuál es la estrategia a largo plazo de la organización para que sus
profesionales puedan percibir que es una situación temporal y limitada. No
prometer aquello que no se puede ofrecer, pero compartir las aspiraciones reales.
5.- Hacer algo para
mejorar la situación inmediatamente, aunque sea menor y temporal. Por
ejemplo contratar temporalmente a alguien.
6.- Recordar las metas
más inmediatas y celebrarlas cuando se alcanzan.
7.- Ser realista. Puede
no ser razonable esperar que se cumplan todas nuestras expectativas cuando
nuestro equipo está sobrecargado de trabajo. Puede ser conveniente retrasar
algunas metas o desecharlas totalmente.
8.- Hacer todo lo posible para apoyar a nuestros colaboradores y
para facilitar su trabajo. Por ejemplo ayudándoles a establecer prioridades o
asegurándonos de que tienen las herramientas y recursos que necesitan para
poder realizar bien su trabajo o eliminando todos los obstáculos en su camino
que podamos. También debemos escucharles cuando tienen algún problema para
completar su trabajo a tiempo y siempre preguntarles cómo podemos ayudarles.
9.- Recompensar los esfuerzos de los trabajadores sobrecargados. Nuestro reconocimiento sincero,
felicitaciones y gratitud pueden significar una gran diferencia para un
profesional que se está esforzando mucho. Hay que buscar y tener pequeños
gestos que demuestren nuestro reconocimiento y aprecio por su trabajo duro.
10.- Agradecer a los
profesionales y a sus familias. Es importante reconocer el elevado nivel de
estrés que supone el exceso de trabajo para el profesional y para su familia.
11.- Ser un modelo de
un estilo de vida sano y cuidarse físicamente y emocionalmente durante los
tiempos de sobrecarga de trabajo y fomentar que los miembros del equipo también
lo hagan.
12.- Valorar los riesgos
de contar con un equipo cuyos miembros se sienten exhaustos y por tanto, más
proclives a cometer errores.
13.- Evitar los
tópicos. Si sentimos la tentación de
dirigirnos a nuestro equipo sobrecargado de trabajo para decirles que se animen
o que hagan más con menos, no caigamos en ella, ya que esta estrategia va a
volverse casi siempre en contra nuestra y nuestro empleados se sentirán menos
comprometidos que nunca. Hay que hablar sobre la crisis de sobrecarga de
trabajo con honestidad, sin caer en tópicos o clichés.
14.- Identificar la causa
raíz de la sobrecarga de trabajo crónica. Puede ser debida a múltiples causas,
por ejemplo: gran rotación de profesionales, absentismo elevado, exceso de
emergencias y urgencias para las que la organización no está preparada. Hay que
averiguar lo que hay que hacer para resolver las causas de este problema
crónico. Si no sabemos lo que podemos hacer puede ser necesario buscar ayuda,
interna o externa.
15.- Buscar actividades
que se puedan realizar en grupo y sean divertidas y sirvan para aliviar
tensiones y estrés.
16.- Evitar pensar que
todos deberían estar dispuestos a esforzarse tanto como lo estamos nosotros.
Como directivos es probable que hayamos aspirado a desempeñar ese rol y hayamos
estado dispuestos a hacer todo lo necesario para alcanzarlo, aceptando la carga
de trabajo que conlleva, pero debemos aceptar el hecho de que no todos los miembros
del equipo son ni deben ser como nosotros, ya que la productividad de cada profesional está dirigida por su motivación e intereses individuales.
17.- Fomentar pausas y
descansos. Los profesionales necesitan hacer pausas en el trabajo a lo largo de
su jornada laboral aunque no reconozcan esta necesidad.
18.- Ofrecer
incentivos. Pueden servir para que los profesionales sobrecargados se mantengan
centrados y se sientan recompensados por sus esfuerzos cuando trabajan duro.
No tienen que ser muy costosos y si existen restricciones económicas no tienen
que ser de este tipo, pero no por ello hay que dejar de reconocer y recompensar
de alguna forma el trabajo bien hecho, a pesar de las circunstancias.
19.- Evaluar lo que
funciona y lo que no lo está haciendo. Cuando los profesionales están
sobrecargados pueden no dedicar tiempo a evaluar sus sistemas y procesos de
trabajo. Dedicar , al menos 20 minutos, para ver cómo está funcionando el
equipo puede servir para identificar nuevas y mejores estrategias que puedan
mejorar el flujo de trabajo. Hay que preguntar a los miembros del equipo cómo están empleando su tiempo y junto a ellos
tratar de identificar las tareas repetitivas y pasos innecesarios que pueden
ser eliminados.
20.- Aprender a decir
no cuando se plantea la posibilidad de la asignación de un nuevo trabajo para
el equipo. Preguntarnos si es necesario, si otros lo pueden hacer o si se puede
hacer más tarde.
A pesar de todo
existirán ocasiones en las que no existirán otras alternativas y tendremos que
pedir a nuestros profesionales que continúen con el exceso de trabajo. Cuando
esto ocurre Karen Miller sugiere una serie de estrategias que ayudan a que los
profesionales se sientan valorados y cómodos mientras realizan horas extra. Éstas
son:
a).´- Hacer todo lo
posible para que el lugar de trabajo se mantenga vibrante, cómodo y atractivo
cuando los empleados tengan que extender su horario laboral.
b).- Tomar medidas para
garantizarla seguridad de los profesionales.
c).- Alimentar a los
empleados. La comida nutritiva mantienen los niveles de energía altos y puede
motivar a los profesionales a tener una mejor opinión de la organización.
d).- Reconocer y
agradecer a los profesionales que se queden a trabajar más horas, mostrándoles
que agradecemos y apreciamos su esfuerzo extra. Buscar ocasiones para el
reconocimiento en público y redactar cartas de agradecimiento y reconocimiento
para que figuren en sus expedientes personales.
e).- Buscar formas de
ayudar a los profesionales para que puedan satisfacer las demandas de su vida
personal y laboral, reduciendo procedimientos de trabajo innecesarios,
facilitando ayudas para guardería, etc.
Ron Ashkenas sugiere las
siguientes estrategias que se pueden proponer a los profesionales que se
sientan sobrecargados de trabajo de forma continua:
1.- Reflexionar sobre
las metas, tanto profesionales como personales. Pensar en las aspiraciones que
tenemos para nuestra carrera profesional y para nuestra vida. Reflexionar sobre
qué es lo que queremos conseguir, sobre cuáles son nuestras prioridades y sobre
qué nos hace sentirnos plenos. Centrarnos en lo que es verdaderamente
importante para nosotros y tenerlo en cuenta cuando nos piden que dediquemos
más tiempo y esfuerzo en nuestro trabajo, ya que podemos tener que retrasar
nuestra gratificación por el momento, pero lo que hacemos hoy puede tener un impacto
beneficioso en el futuro.
2.- Hablar sobre
nuestras metas y prioridades con las personas más cercanas a nosotros.
Averiguar hasta que punto nuestras expectativas coinciden con las suyas. Buscar
su apoyo a que trabajemos más para que no se sientan decepcionados con nosotros
, ni nosotros con ellos porque sintamos que no nos entienden.
3.- Abrir un diálogo en
el trabajo para buscar formas de rediseñar los proceso de trabajo para poder gestionar
mejor nuestras tareas, encontrando formas para hacer mejor y más rápidamente éstas
sin sacrificar la calidad.
4.- No quedarnos hasta
tarde en el trabajo porque queremos que piensen que trabajamos mucho. No
convertirnos en mártires del trabajo, buscando excusas para permanecer más
tiempo en él. Quedarnos siempre que exista unos requerimientos de trabajo
legítimos.
5.- No crear una nueva
situación de normalidad. Una vez que comenzamos a ampliar nuestro horario de
trabajo el hecho de trabajar las horas “normales” nos empieza aparecer que es
una forma de “escaqueo”. El trabajar en exceso debe ser la excepción, no la
norma.