Timothy R. Clark, en su libro “Leading with Competence and Character. Moving beyond title, position and authority”, que estamos comentando, plantea que el liderazgo se fundamenta en el carácter y la competencia.
I.- CARÁCTER
El liderazgo comienza con el carácter. Si
empezamos a construir la competencia sin las raíces y la base del carácter
adecuado nos derrumbaremos cuando nos encontremos ante presiones, estrés o la
tentación de aceptar una recompensa no merecida.
El carácter se apoya en cuatro pilares:
1.- INTEGRIDAD. Entendida como la honestidad básica que va a acelerar nuestro
crecimiento personal al ir superando las tentaciones de ser inmoral. Al evitar
mala conducta desde el punto de vista ético y autojustificaciones modelaremos
un comportamiento que nos permitirá ser justos con los demás al tiempo que lo
somos con nosotros mismos, poner nuestros mayores y mejores esfuerzos
personales y ser cautos a la hora de aceptar las alabanzas y generosos al
darlas.
2.- HUMILDAD. Es la compañera de la integridad y es el
reconocimiento de nuestra propia dependencia e ignorancia. Logra tres efectos
muy beneficiosos:
a).- Nos mantiene a salvo de los peligros de
nuestro propio ego.
b).- Nos produce mayores niveles de satisfacción
al permitir que nos alegremos de los éxitos de los demás.
c).- Nos hace estar más abiertos y dispuestos al
cambio.
3.- RESPONSABILIDAD. Los grandes líderes no sólo
muestran una disposición favorable a responder por los resultados que alcanzan
sino que están deseosos de hacerlo. No intentan desviar su responsabilidad
personal sino que asumen que esconderse es una actitud incorrecta y que las
elecciones privadas pueden tener consecuencias públicas y son conscientes de
que la responsabilidad implica acabar lo que se ha empezado y resistir todo tipo de buscar beneficios personales en el camino.
4.- VALOR. Tener coraje significa resistir y desafiar a las
fuerzas del estatus quo cuando sea necesario.
1.- INTEGRIDAD
Todos nacemos con un sentido moral preinstalado
pero necesitamos aprender a ser íntegros porque requiere una serie de
habilidades y estar alerta para mantener la integridad.
Si no tenemos un código ético que nos diga que
hay cosas que no están a la venta, estaremos a la venta y nos venderemos al
mejor postor.
A lo largo de nuestra vida personal y profesional
nuestra integridad será sometida a distintas pruebas: recibiremos proposiciones
para robar, engañar, hacer trampas, extorsionar, sobornar, callar, …. Aunque no
vayamos buscándolas las oportunidades para actuar de forma poco ética surgirán
ante nosotros. Al menos nos encontraremos ante presiones para mantenernos
callados mientras observamos distintas formas de comportamientos deshonestos a
nuestro alrededor.
Por tanto, debemos anticipar los obstáculos y
estar preparados para cuando se presenten. Actuar con integridad no supone
saber lo que tenemos que hacer sino hacerlo. La habilidad de tener
razonamientos morales no nos hace morales es actuar con moralidad lo que nos
hace ser morales. Por ejemplo, en una reciente encuesta realizada en el Reino
Unido se les preguntaba a los estudiantes si estarían dispuestos a hacer
trampas en un examen si supiesen que no les iban a pillar. El 59% de los entrevistados
respondieron que sí, mientras sólo el 49% dijo que no.
Los líderes íntegros se gobiernan a sí mismos.
Regulan su propio comportamiento y se imponen límites. No engañan, roban o hacen
trampas porque saben que es moralmente malo. Tienen unos principios morales. Si
carecen de ellos la integridad se desvanece. Los líderes sin integridad deben
ser regulados desde el exterior por reglas, leyes, normas y sistemas de
control. Saben que robar, engañar o hacer trampas no es correcto pero se niegan
a ser gobernados por esos principios. Un ejemplo lo tenemos con la actuación de
la masa en las revueltas. Al desaparecer el riesgo de castigo actúan con
violencia y son capaces de robar en las tiendas o destrozar y quemar coches o
bienes públicos.
El autor plantea que existen 4 “navegadores”
morales que definen cómo las
personas toman decisiones que son los siguientes:
a).- Las consecuencias (ganancia o dolor). Con este navegador intentamos pensar cuáles pueden ser las consecuencias
de seguir una determinada línea de actuación. Procuramos predecir qué
beneficios o inconvenientes se pueden derivar de una elección. Si la recompensa
es elevada y el riesgo es bajo nos movemos hacia la recompensa.
b).- Las reglas y leyes. Este navegador
nos sirve para analizar las reglas y leyes que afectan a una determinada línea
de acción.
c).- La influencia de los demás y las normas sociales. Con este navegador somos guiados por la influencia de los que nos
rodean. Seguimos las normas y las expectativas de la sociedad u organización a
la que pertenecemos.
d).- Los principios y normas morales. A través de este
navegador consultamos y seguimos los principios morales que tenemos implantados
en nuestros corazones y mentes. Actuamos por la convicción de lo que está bien
o mal, independientemente de las presiones, influencias o tentaciones externas.
Cada uno es importante y juega un papel, pero para mantener la integridad
los principios y valores morales deben tener la última palabra.
Los líderes con integridad saben que tienen que liderar para contribuir
aunque existan momentos en que, al menos en el corto plazo, parece que les va a
salir caro. Resulta duro renunciar a algo que sabemos que no es correcto pero
que nos puede generar beneficios y también lo es cuando actuamos haciendo lo
que consideramos correcto con un coste negativo para nosotros.
La integridad depende de la voluntad ya que tenemos que desear ser íntegros
más que cualquier otra cosa que nos ofrezcan. El diagrama de fuerzas de
influencia describe cómo actuamos cotidianamente: primero nos influyen las
acciones de los demás, segundo consideramos esa influencia y reflexionamos
sobre nuestros valores, actitudes,
creencias y deseos, tercero actuamos e influimos sobre otros y finalmente
disfrutamos o sufrimos las consecuencias de nuestras acciones. Éstas últimas no
tienen por qué ser inmediatas. A lo largo de este proceso debemos reconocer que
somos responsables de:
a).- Nuestros valores, creencias, actitudes y deseos. Tenemos la última
palabra en la elección de cómo vamos a ser influidos por los demás.
b).- Las acciones que realizamos y de la influencia que vamos a tener sobre
los demás.
c).- Las consecuencias de nuestras acciones y de la influencia que éstas
van a tener sobre los otros, incluyendo cómo nuestras acciones van a afectar
sus pensamientos, sentimientos, creencias y elecciones.
La habilidad de una organización para mostrar integridad depende de los
valores que defienda. Tiene que ser una cultura de comportamientos éticos que
se debe apoyar en el compromiso firme con esos valores por parte de los líderes
y que va a conseguir que los profesionales que no se adapten a ellos terminen
abandonándola.
2.- HUMILDAD
El segundo pilar del carácter es la humildad. Las personas suelen reconocer
que es importante pero realmente no se lo creen, Como atributo tiene una débil
reputación pública y no demasiada buena prensa. Las personas piensan que es
blanda, señal de temor y de conformidad cuando de hecho es todo lo contrario ya
que permite que nuestro crecimiento y desarrollo sea más rápido.
El autor la define como una extensión de la integridad que consiste en la
capacidad para aceptar la verdad de nuestra propia dependencia de los demás e
ignorancia. Incluye, también, un sentimiento de gratitud que actúa controlando
a nuestro ego y a sus peligros.
Los líderes humildes son mejores que los arrogantes por, entre otras, las siguientes razones:
a).- Aceptan la realidad mientras que los orgullosos con frecuencia crean
nuevas versiones de la misma para parecer que son importantes cuando las cosas
van bien y que les protegen cuando van mal.
b).- Mantienen el equilibrio y la serenidad al recibir malas noticias
mientras que los arrogantes se muestran punitivos.
c).- Aceptan y participan en un diálogo abierto en el que todos pueden exponer libremente sus ideas
hacer preguntas y cuestionar el estatus quo, mientras que los soberbios
consideran que las preguntas pueden ser un desafío a su autoridad, estatus y
distribución del poder.
d).- Reflexionan, crecen y valoran la contribución sobre la competición
mientras que los arrogantes bloquean, se pavonean y valoran la competición
sobre la contribución.
Si queremos, en el presente siglo, tener éxito tanto a nivel personal como
profesional deberemos mantenernos abiertos a la realidad para lo cual
necesitamos la cualidad intelectual, emocional y espiritual que es la humildad.
Para cultivarla y mantenerla debemos estar dispuestos a enfrentarnos a nuestros
propios fallos, errores y debilidades.
La humildad nos va a permitir también influir a los demás a través de la
persuasión al remover prejuicios lo que facilita que veamos la realidad con
mayor claridad y que incrementemos nuestro deseo de conocer a los demás. A
través de la humildad resulta más sencillo actuar con serenidad y paciencia en
situaciones de presión y reaccionaremos con menos frustración e ira, mostrando
señales de compasión y de deseos de servir. De esta forma los demás son
conscientes de todos estos sentimientos y reacciones y son más receptivos a
nuestra influencia. Trabajarán más duro y contribuirán más porque se van a
sentir estimados y valorados.
La humildad puede ser el factor más importante que separa a un buen líder
de un gran líder. Con frecuencia cuanto más éxito tiene un líder menos
dispuesto está a recibir consejos y a dejarse guiar porque creen que ya lo
saben todo. Esta creencia se puede convertir en un obstáculo insalvable que les
impide desarrollar todo su potencial. La humildad no sólo se muestra a través
del deseo de aprender, sino, también, del de desaprender y cambiar. Es la
disposición a aceptar el feedback, de reconocer los fallos, limitaciones y
deficiencias y de actuar para su corrección.
Si un líder cultiva la humildad podrá evolucionar hacia un estado más
avanzado de desarrollo al que el autor llama el estado final de confianza en sí
mismos y actuará conforme a un patrón de conducta en el que destaca que:
a).- Están en paz consigo mismos.
b).- No buscan ni les gusta el
exceso de halagos, la autopromoción ni
llamar en exceso la atención.
c).- No necesitan decir a los demás
constantemente lo buenos que son.
d).- No creen que el líder es el
repositorio de todo conocimiento. Prefieren escuchar y hacer preguntas antes
que hablar ellos mismos.
e).- Valoran el reconocimiento de sus
iguales y colaboradores cuando tiene un significado pero no lo consideran un
requisito. Han aprendido que el liderazgo conlleva con frecuencia largos
periodos sin recompensa, trabajar en un segundo plano y que puede que se
reconozcan los méritos o no. Saben que son más importantes las recompensas
intrínsecas y que el logro trae consigo sus propias compensaciones.
f).- No buscan estatus a través de su
asociación con determinados profesionales de alto rango.
g).- Se muestran agradecidos cuando el
reconocimiento es sincero, no respondiendo con falsa modestia.
h).- Transmiten feedback con rapidez si es
necesario pero con empatía y verdadero deseo de que el que lo reciba pueda
mejorar.
g).- Felicitan de forma específica y
sincera y no gratuitamente, siempre
cuando la ocasión lo justifique.
h).- Se muestran amables, pero también más
exigentes. Están más dispuestos a delegar al estar convencidos de que las
personas necesitan asumir responsabilidades para crecer.
Un aspecto que destaca Clark es la forma
en que los líderes comunican con humildad que se caracteriza por:
a).- Mostrar interés por los demás y
desinterés por los asuntos propios.
b).- Acercarse a dónde están los demás. No
pretender que éstos vengan a nosotros. Recibirles teniendo en cuenta sus
emociones, conocimientos y cultura. Reflexionar sobre aquello que les puede
preocupar e interesar procurando anticiparnos a y responder adecuadamente.
c).- Procurar no llamar la atención hacia
su persona.
d).- Utilizar lenguaje sencillo que todos
puedan comprender.