Todos conocemos a
alguien que es capaz de entrar en una sala llena de personas y en pocos minutos
facilitar una descripción acertada de las relaciones que existen entre ellos y
de lo que están pensando. La habilidad de leer las actitudes y pensamientos a través de los
comportamientos era el sistema original de comunicación utilizado por los
humanos antes del desarrollo del lenguaje hablado.
Antes de la invención
de la radio la mayor parte de las comunicaciones se realizaban a través de la
escritura lo que significaba que políticos poco agraciados y malos oradores,
como por ejemplo en el caso de Abraham Lincoln podían triunfar. La radio dio la
oportunidad a las personas que tenían un buen dominio del lenguaje hablado para
destacar, como en el caso de Winston Churchill, que se habría visto más
afectado en nuestra época actual mucho más visual. En la actualidad los
políticos comprenden la importancia de la imagen y los de los niveles más altos
suelen tener junto a ellos a consultores expertos en lenguaje corporal para
ayudarles principalmente a parecer honestos, sinceros y preocupados, sobre todo
cuando no lo sienten realmente.
Albert Mehrabian,
investigador pionero sobre el lenguaje corporal en los años 50 del siglo pasado
encontró que el impacto total de un mensaje es un 7% verbal (sólo las palabras) , un 38% vocal(
considerando el tono de voz, las inflexiones y otros factores) y un 55%
no-verbal. El antropólogo Ray Birdwhistell llegó a conclusiones similares en
sus investigaciones: el componente verbal de la comunicación supone menos de un
35% y más de un 65% de las comunicaciones son no-verbales. Distintos estudios
muestran que cuando una negociación se lleva a cabo por vía telefónica la
persona que defiende sus argumentos con más potencia suele ganar, lo que no ocurre
si tiene lugar cara a cara porque las decisiones finales las vamos a tomar más
en función de lo que vemos que de lo que oímos.
La mayoría de los
investigadores están de acuerdo en que las palabras se utilizan
fundamentalmente para transmitir información, mientras el lenguaje corporal se
utiliza para negociar las actitudes interpersonales y en algún caso como
sustitutos del lenguaje verbal.
Independientemente de
la cultura las palabras y los movimientos que les acompañan son tan predecibles
que Birdwhistell decía que una persona bien entrenada sería capaz de averiguar
los movimientos que una persona está haciendo escuchando su voz.
El lenguaje corporal es
un reflejo externo del estado emocional de la persona. La clave para leer el
lenguaje corporal se encuentra en ser capaces de entender la condición
emocional de una persona mientras escuchamos lo que dicen y percibimos las
circunstancias en las que lo están diciendo.
En términos generales
las mujeres son más perceptivas, por lo que se dice que tienen “intuición
femenina”, ya que suelen contar con una habilidad innata para detectar y
descifrar señales no verbales y para captar pequeños detalles. Un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Harvard encontró que las
mujeres muestran una actitud de mayor alerta con respecto al lenguaje corporal
que los hombres. En el mismo se mostraba una película, sin sonido, de un hombre
y una mujer comunicándose y se les pedía a los participantes que decodificasen
lo que estaba ocurriendo a través de la lectura de los gestos de la pareja. Las
mujeres en un 87% acertaron mientras sólo lo hicieron el 42% de los hombres. La
intuición femenina es especialmente evidente en mujeres que han tenido hijos,
ya que en los primeros años de vida de éstos el canal de comunicación más
utilizado es el no verbal.
Existe un amplio debate
y numerosas investigaciones realizadas que intentan descubrir si las señales no
verbales son innatas, aprendidas, transmitidas genéticamente o adquiridas de
otra manera. Se ha recogido evidencia a través de la observación de personas
ciegas ( que no han podido aprender estas señales por medio de un canal
visual), de la observación del comportamiento gestual de numerosas culturas en
el mundo y del estudio de la conducta de nuestros parientes antropológicos más
cercanos: los monos. Las conclusiones muestran que existen gestos que se identifican con cada
categoría.
La mayoría de las
señales básicas de comunicación son similares en todo el mundo. Cuando las
personas están felices sonríen, cuando están enfadadas fruncen el ceño. Mover
la cabeza de abajo a arriba se considera de manera casi universal como un signo
de afirmación y parece que es un gesto innato porque los ciegos de nacimiento
también lo utilizan. Si movemos la cabeza de un lado a otro queremos decir no y
se considera, también, un gesto universal aunque en este caso parece ser que se
aprende en la infancia. Cuando un bebé está saciado mueve la cabeza de un lado
a otro para rechazar la comida.
Del mismo modo que el
lenguaje verbal difiere de cultura en cultura la interpretación de algunos
signos del lenguaje verbal pueden no coincidir y ser muy comunes en una
determinada cultura y no tener ningún sentido en otras.
Loa autores plantean
que lo que vemos y escuchamos en una situación determinada no tiene por qué
reflejar las verdaderas actitudes de las personas, por lo que es necesario que
sigamos tres reglas básicas para
acertar:
PRIMERA
REGLA: INTERPRETAR GRUPOS DE GESTOS.
Uno de los principales
errores en el que caen los novicios en
la interpretación del lenguaje es el de considerar un gesto aislado. Como
cualquier lenguaje hablado el corporal tiene palabras, frases y puntuación.
Cada gesto es como una palabra y cada palabra puede tener múltiples
significados. Sólo cuando esa palabra está incluida en una frase somos capaces de entender
completamente su significado. Los gestos surgen en frases que se llaman “clusters”
e invariablemente revelan la verdad sobre las actitudes y sentimientos
de la persona. Un “cluster” de lenguaje corporal necesita al igual que una
frase verbal contar con un mínimo de tres palabras para poder definir con
exactitud cada una de esas palabras. La persona “perceptiva” es aquella que es
capaz de leer las “frases” del lenguaje corporal acertadamente y hacer que
encajen con las frases verbales que está escuchando.
Un ejemplo lo tenemos
con una postura clásica que muestra que estamos evaluando lo que nuestro
interlocutor nos dice y que no nos
impresiona: el dedo índice señala hacia arriba mientras otro dedo cubre la boca
y el pulgar sostiene la barbilla. Las piernas están cruzadas estrechamente y un
brazo cruza el cuerpo (postura defensiva) mientras la cabeza y la barbilla se
inclinan hacia abajo (actitud negativa/hostil). Esta “frase de lenguaje corporal”
nos está transmitiendo algo parecido a
“No me gusta lo que estás diciendo”, No estoy de acuerdo” o “Estoy reprimiendo
sentimientos negativos”.
SEGUNDA
REGLA: BUSCAR CONGRUENCIA
Las investigaciones
muestran que las señales no verbales tienen un impacto aproximadamente cinco
veces mayor que los canales verbales y que cuando existe incongruencia entre
ambos las personas, especialmente las mujeres se fían más del mensaje no verbal
y rechazan el verbal. Si nosotros como oradores preguntásemos al oyente que
hemos analizado en el apartado anterior que pensaba de nuestro discurso y nos
dijese que no estaba de acuerdo con lo expuesto existiría congruencia entre sus
palabras y sus gestos y le creeríamos, pero si afirma que le ha gustado y está
conforme con el mismo pensaríamos que no está siendo sincero.
TERCERA
REGLA: INTERPRETAR LOS GESTOS DENTRO DE UN CONTEXTO.
Todos los gestos deben
ser analizados en el contexto en el que se producen. Si, por ejemplo, vemos a
alguien sentado en una parada de autobús un frio día de invierno con la cabeza
y la barbilla inclinadas hacia abajo,
las piernas cruzadas y muy juntas y el brazo cruzado no está expresando
hostilidad o actitud defensiva sino que tiene frio. Un apretón de manos
superficial, especialmente en un hombre, no tiene por qué significar una
debilidad de carácter, sino puede ser que la persona tenga algún problema en
las manos (artritis, por ejemplo) que le ocasione dolor. La ropa también
condiciona los gestos, si es muy estrecha o muy corta en el caso de las mujeres
va a limitar los movimientos. No hay que olvidar nunca el efecto que las
incapacidades o restricciones físicas van a ejercer sobre el lenguaje corporal.
Resulta más complicado interpretar los gestos de una persona mayor, por la mayor
pérdida de tono muscular en la cara, que
los de una persona joven. La rapidez de los gestos y lo obvios que son para los
demás guarda relación, también, con la edad. Por ejemplo si un niño de cinco años dice una mentira
rápidamente se cubrirá la boca con una o con las dos manos. Cuando un
adolescente dice una mentira la mano se dirige, también, al rostro de la misma
manera que en el caso del niño, pero en lugar de ocultar la boca los dedos se
deslizarán ligeramente alrededor de la misma. Si es el adulto el que trata de engañarnos
parece como si su cerebro instruyese a su mano para cubrir su boca con el fin
de bloquear las mentiras, pero en el último momento la mano se retira de la
cara y posteriormente los dedos acariciarán la nariz. Ésta es una muestra de
cómo al envejecer los gestos de las personas se vuelven más sutiles y menos
obvios y por tanto son más difíciles de interpretar.