Charles Duhigg en “Smarter, faster, better. The secrets of being productive”, que estamos comentando, plantea el efecto que la automatización tiene en la productividad. Todas las personas, independientemente dela ayuda de la tecnología, se apoyan en automatizaciones cognitivas conocidas como “heurísticas” que nos permiten que hagamos más de una cosa a la vez. Esta es la razón por la que podemos mandar un correo al tiempo que escuchamos a un compañero y observamos lo que hacen los que nos rodean. La automatización mental nos va a permitir, de forma casi subconsciente elegir a qué cosas vamos a prestar atención y a cuáles no.
El problema que surge
es que cuando la automatización se convierte en un hecho más común el riesgo de
que nuestra concentración falle aumenta. Diversos estudios realizados entre
otras por las universidades de Yale, Harvard o Berkeley y por la NASA muestran
que los errores van a aparecer cuando las personas se ven obligadas a alternar
entre la automatización y la concentración y son especialmente peligrosos en
los caso en los que los sistemas automáticos infiltran loa aviones, coches y
otros entornos donde los fallos pueden resultar trágicos. En la era de la
automatización saber cómo gestionar nuestra atención y concentración es crítico.
Nuestra capacidad de
atención se guía por nuestras intenciones. Escogemos, en la mayor parte de las
situaciones si centrarnos en algo o no. Pero cuando permitimos que sistemas
automáticos, tales como los ordenadores o los pilotos automáticos, presten atención
por nosotros nuestras mentes difuminan nuestra habilidad para centrarnos,
empiezan a divagar, y pueden encontrar
dificultades para hacerlo si la ocasión lo demanda súbitamente. Esto ocurre, en
parte, porque nuestra mente se esfuerza en conservar su energía y al relajarse
ayuda a controlar de forma subconsciente los niveles de estrés.
Pero cuando se presenta
una emergencia nos desconcierta y el instinto natural de nuestra mente es
responder al estímulo más obvio, al que se encuentra delante de nuestros ojos,
aunque no sea la mejor elección y surge el fenómeno conocido como de “túnel
cognitivo”- Éste puede hacer que la persona se centre excesivamente en lo que
tiene inmediatamente delante de sus ojos o que se preocupe en exceso por las
tareas más inmediatas. Cuando nos encontramos inmersos en este efecto perdemos
la capacidad de dirigir nuestra atención y nos centramos en el estímulo más
sencillo y obvio, con frecuencia a costa del sentido común.
El pensamiento reactivo
se encuentra en el núcleo de la forma en que asignamos nuestra atención y en
muchos sectores es un activo importante, como ocurre por ejemplo en el caso de
los atletas que practican ciertos movimientos una y otra vez para que durante
el juego puedan pensar de forma reactiva y ejecutar los juegos con mayor
rapidez que la capacidad de respuesta del oponente. A través del pensamiento
reactivo construimos nuestros hábitos y es la razón por la que las listas de
actividades a realizar resultan útiles: en lugar de tener que decidir qué hacer
a continuación podemos actuar de forma automática. El inconveniente de este
tipo de pensamiento es que los hábitos y las reacciones se pueden volver tan
automáticos que pueden dominar nuestro juicio y reaccionamos sin más. Un
estudio realizado por David Strayer en 2009 analizaba la forma en que cambiaba
el comportamiento de los conductores si sus coches estaban equipados con
sistemas de freno automáticos y otras tecnologías de control que pueden suponer
un peligro ya que facilitan el pensamiento reactivo y si algo inesperado surge,
como por ejemplo la necesidad de frenar bruscamente actuaremos con las
respuestas más habituales, reaccionando en lugar de pensando y si ésta no es la
respuesta acertada podemos encontrarnos ante graves problemas.
A finales de la década
de 1980 un grupo de psicólogos de la firma de consultoría Klein Associates
empezó a analizar las razones por las cuales algunas personas se mantienen
centradas y serenas en entornos caóticos mientras otras se sienten sobrepasadas
por la situación, con el fin de averiguar si se puede entrenar a los
profesionales para que mejoren su
capacidad de prestar atención a las cosas adecuadas y no se dispersen.
El equipo de psicólogos
comenzó entrevistando a profesionales que trabajaban en entornos extremos tales
como bomberos, oficiales del ejército y personal de los servicios de rescate en
casos de emergencias. Muchas de esas conversaciones fueron frustrantes porque,
por ejemplo, los bomberos comentaban que podían analizar los riesgos y la mejor
forma de actuación pero no sabían explicar cómo ni por qué lo hacían. Los
investigadores buscaron, entonces, otros entornos.
Beth Crandall, por
ejemplo, visitó las unidades de cuidados intensivos neonatales cercanas a su
lugar de residencia para intentar comprender la forma en que las enfermeras
tomaban las decisiones relativas a qué pacientes eran los que requerían sus
atenciones en cada momento. Entrevistó a enfermeras que se mantenían en calma
ante las emergencias y a otras que parecían estar al borde del colapso. Encontró
que existía un grupo de profesionales que parecía que estaban especialmente
bien dotadas para detectar cuando un bebé tenía problemas. Eran capaces de
predecir el empeoramiento o recuperación basándose en una serie de pequeños
detalles de alerta que pasaban desapercibidos para casi todo el resto del
personal. Con frecuencia eran tan sutiles que las mismas enfermeras eran más
tardes incapaces de explicar las razones que les llevaban a actuar.
Las personas que son
especialmente buenas gestionando su atención tienden a compartir una serie de
características. Una de ellas es la tendencia a crear imágenes en sus mentes de
lo que esperan ver y se cuentan historias de lo que está pasando mientras
ocurre. Narran sus propias experiencias en el interior de sus cabezas y
visualizan sus actividades de forma más específica que los demás. Los
psicólogos utilizan una frase para referirse a esto: “crear modelos mentales”.
Comprender cómo las personas crean modelos mentales se ha convertido en uno de
los temas más importantes dentro la psicología cognitiva ya que todos nos
apoyamos hasta un cierto punto en ellos. Todos nos contamos historias sobre
cómo funciona el mundo de forma consciente o inconsciente. Pero algunas
personas tienen la capacidad de construir modelos más robustos que otras y
pueden visualizar las conversaciones que van a tener con más especificidad e
imaginar cómo van a actuar a lo largo del día con más detalle, con lo que saben
elegir mejor en qué centrarse y qué ignorar.
Una década más tarde de
que Crandall estudiase a las enfermeras de cuidados intensivos neonatales dos
economistas y un sociólogo del MIT decidieron investigar la forma en la que las
personas más productivas construían modelos mentales y para ello estudiaron a una empresa de
reclutamiento. Encontraron que los profesionales más productivos compartían una
serie de características. La primera era que no solían trabajar en más de cinco
proyectos a un tiempo, una carga no excesiva pero que les permitía invertir
adecuadamente su tiempo y tener buenos resultados en comparación con otros
compañeros que gestionaban hasta diez o doce proyectos a la vez pero con un
rendimiento menor.
Los economistas
pensaron que los “superestrellas” buscaban encargos similares a otros trabajos
que ya hubiesen realizado ya que la sabiduría popular nos dice que la
productividad aumenta cuando las personas realizan la misma tarea una y otra
vez. La repetición nos hace que seamos
más rápidos y eficientes porque no tenemos que aprender nuevas
habilidades en cada ocasión. Pero los investigadores encontraron que ocurría justo lo contrario.
Los “superestrellas” no escogían tareas que ya habían realizado sino que
buscaban proyectos que requerían que aprendiesen nuevas habilidades y que
trabajasen con compañeros distintos. Esta era la razón por la que no aceptaban
encargarse de más de cinco proyectos simultáneamente ya que debían dedicar muchas
horas adicionales para conocer a nuevas personas y aprender nuevas habilidades.
Otro aspecto que tenían
en común era que preferían que los encargos asignados se encontrasen en las
primeras fases de desarrollo. Esto podía resultar sorprendente ya que unirse a
un proyecto en sus inicios es arriesgado porque las nuevas ideas pueden fallar
independientemente de lo bien que estén
diseñadas o ejecutadas, mientras que es más seguro incorporase a algo que ya
está rodado y encauzado. Pero el comienzo de un proyecto es la fase que aporta
más información y que permite intervenir más en el diseño. Los “superestrellas”
luego podían sentirse “dueños” de la innovación al haber participado en ella
desde sus inicios.
Finalmente, éstos
compartían un comportamiento peculiar: adoraban generar numerosas teorías sobre todo tipo de temas, como por
ejemplo las razones por las que unos clientes estaba satisfechos y otros no o
sobre la forma en la que los distintos estilos de liderazgo influían en los
profesionales. Se mostraban bastante obsesivos tratando de explicarse el mundo
a ellos mismos y a los que les rodeaban. Contaban constantemente historias
sobre lo que veían y escuchaban. En otras palabras estaban más predispuestos a
generar modelos mentales y a presentar sus ideas en las reuniones, por ejemplo
sobre nuevos productos y cómo venderlos.
Diversas
investigaciones han mostrado resultados similares. Las personas que saben cómo
gestionar su atención y que construyen modelos mentales robustos suelen tener
mejores resultados. Distintos experimentos han demostrado que cualquiera puede
aprender a generar modelos mentales, ya que, por ejemplo, al desarrollar el
hábito de contarnos historias sobre lo que ocurre alrededor nuestro estamos
aprendiendo a modelar hacia dónde se va a dirigir nuestra atención. Estos
momentos en los que nos narramos historias pueden ser tan breves como el tratar
de imaginar cómo va a desarrollarse una reunión futura mientras nos dirigimos
al trabajo, forzándonos a imaginar cómo se va a iniciar, los temas que vamos a
plantear si nos piden nuestra opinión y que objeciones pueden surgir por parte
de otros participantes en la misma o tan trascendentes como las reflexiones que
una enfermera se hace sobre cómo cuál debe ser el aspecto de los neonatos a su
cargo mientras se mueve por la unidad de cuidados intensivos neonatales para
poder detectar cualquier anomalía.
Si queremos ser capaces
de desarrollar una sensibilidad especial ante los pequeños detalles en nuestro
trabajo debemos cultivar el hábito de imaginar, de la forma más específica
posible lo que esperamos encontrarnos cuando lleguemos al mismo. Si necesitamos
mejorar nuestra concentración y aprender a evitar distracciones deberemos
dedicar un momento a visualizar, con todos los detalles posibles, lo que nos
disponemos a hacer.
Los modelos mentales
nos ayudan al ofrecernos un andamio para el torrente de información que
habitualmente nos rodea. Los modelos nos facilitan la tarea de elegir hacia
dónde dirigir nuestra atención, para que podamos tomar decisiones en lugar de
reaccionar irreflexivamente. Por ejemplo, si pensamos en todas las presiones a
las que nos enfrentamos diariamente, como lo que ocurre cuando nuestro jefe nos
pregunta repentinamente sobre la opinión sobre un tema, vemos que la reacción habitual
es que nuestra mente pase de un estado de escucha pasiva a una implicación
activa y, si no tenemos cuidado, podemos decir algo de lo que posteriormente
podemos arrepentirnos o si estamos realizando diversas actividades a un tiempo
y recibimos un correo importante, el pensamiento reactivo puede hacer que
contestemos al mismo de forma instintiva antes de haber tenido tiempo de pensar
realmente en lo que queríamos transmitir.
Duhigg, como
recomendación para evitar lo anteriormente expuesto plantea que si queremos ser
capaces de prestar atención a lo que es verdaderamente importante, si no
queremos sentirnos desbordados o distraídos por el flujo constante de
correos, conversaciones o interrupciones
que forman parte de nuestros días y si queremos saber en qué debemos centrarnos
y qué debemos ignorar tenemos que crear
el hábito de contarnos historias, de narrar nuestra vida mientras está
ocurriendo y así cuando nuestro jefe de repente nos haga una pregunta o
recibamos una nota urgente que debemos responder en pocos minutos estaremos en
disposición de elegir la dirección correcta.
Si queremos ser
realmente productivos debemos controlar nuestra atención mediante la
construcción de modelos mentales que nos faciliten el que tomemos el control de
nuestras reacciones. Cuando estemos yendo al trabajo tenemos que forzarnos a
visualizar nuestro día, cuando estemos en una reunión describirnos lo que
estamos viendo y su significado- También debemos encontrar personas que
escuchen nuestras teorías y las cuestionen. Tenemos que crear el hábito de
anticiparnos a lo que puede ocurrir a continuación. Por ejemplo si somos padres
anticiparnos a las respuestas que nuestros hijos nos puedan dar para poder
reaccionar adecuadamente.