Manfred F. R.Kets de Vries, professor de desarrollo de liderazgo y de cambio
organizacional en INSEAD, en INSEAD Knowledge del pasado 21 de febrero plantea
que la soledad es el reto más inevitable e importante que todos los seres
humanos experimentamos, independientemente, en muchas ocasiones, de que estemos
rodeados de muchas personas y de nuestra cercanía con ellas.
Estar conectados
con los demás de una forma significativa, no a través de todo tipo de pantallas
puede ser considerado como una necesidad fundamental, crucial para nuestro
bienestar y supervivencia. En Estados Unidos, por ejemplo, entre un 25 y un 45%
de los adultos refieren estar crónicamente solos.
La soledad
tiene efectos adversos sobre nuestra salud, como depresión, insomnio y un mayor
riesgo de demencia y el aislamiento social incrementa las posibilidades de una
muerte prematura en un 26%.
Cuando la
soledad se va convirtiendo en un problema crónico es el momento de actuar. El
primer paso debe ser reconocer el problema, ya que muchas personas la
consideran como una aflicción vergonzante y prefieren no pensar en ella o hacer
algo al respecto.
De Vries propone
una serie de sugerencias, dependiendo de la causa raía de la soledad, para
paliar su efecto. Éstas son:
1.- Mejorar nuestras habilidades de comunicación. La soledad no tiene que estar
ocasionada necesariamente por la falta de personas alrededor nuestra. En
ocasiones surge de nuestra incapacidad de comunicar a los demás las cosas que
son importantes para nosotros. Las organizaciones pueden promover el desarrollo
de habilidades de comunicación a través de formación sobre el tema.
2.- Participar en eventos sociales. Muchas webs y organizaciones como
Meetup.com o InterNations o centros comunitarios locales ofrecen actividades
específicamente diseñadas para mejorar nuestras habilidades sociales e
incrementar nuestras oportunidades para interacciones sociales. En el trabajo
las organizaciones pueden ofrecer financiación e incentivos para que sus
profesionales constituyan comités sociales o se unan a asociaciones de
networking.
3.- Conectar a través de la ayuda y solidaridad. Participar en actividades altruistas o apoyar
a los demás de forma desinteresada ayuda a crear conexiones con los demás. Las organizaciones
pueden facilitar a sus profesionales tiempo remunerado para que trabajen como
voluntarios en sus programas de responsabilidad social corporativa.
4.- Crear y vivir en comunidades que comparten
actividades. Éstas pueden
ser en espacios recreacionales, comedores, lavanderías, etc, Esta estructura
facilita la formación de clubs, organizar la atención a los niños y mayores y
celebrar eventos.
5.- Encontrar el propósito de nuestras vidas. El tener una vida con un
significado puede ser un buen antídoto contra la soledad. En el trabajo si los
trabajadores se sienten comprometidos con la misión d ela organización se
pueden sentir más conectados con sus compañeros.
6.- Buscar la ayuda de un psicoterapeuta para que nos ayude a gestionar los
sentimientos negativos y nuestra percepción sobre nosotros mismos y sobre cómo
creemos que nos ven los demás. El apoyo psicológico puede ser, también, uno de
los beneficios ofrecidos por las organizaciones a sus profesionales.
7.- Adoptar un animal de compañía. Si todo lo anterior falla puede ser
una alternativa.
Aunque la
soledad puede ser un problema no debemos subestimar su valor. Si podemos
encontrar formas de disfrutar de nuestra compañía nos sentiremos menos solos.
Como muchos filósofos y psicólogos han señalado el crecimiento y desarrollo
personal con frecuencia derivan del tiempo que estamos solos. La soledad nos da
una oportunidad para descubrir quién somos realmente.
Richard Boyatzis,Melvin Smith y Ellen Van Oosten, en
“Helping people change. Coaching with compassion for lifelong learning and growth” , plantean que ayudar a los demás es algo bueno y para un
líder, directivo, profesor u otras múltiples profesiones es algo fundamental en
su trabajo. El problema surge porque hasta los esfuerzos mejor intencionados se
pueden ver socavados porque casi siempre procuramos “arreglar” a las personas
corrigiendo sus problemas o cubriendo los huecos que existen entre dónde se
encuentran y dónde piensan que deberían estar, lo que no suele ser una buena
estrategia si queremos obtener aprendizaje mantenido o cambios realmente
positivos.
Puede funcionar, en
ocasiones porque conduce a acciones correctoras rápidas, pero cuando las
personas responden lo hacen más por un sentimiento de obligación y , por tanto,
les falta la motivación interna necesaria para que el cambio que deseen se
manifieste. También, puede ocurrir que sientan que necesitan hacer algo, aunque
no sea una solución sostenible. Ésta es la clave: ¿es el esfuerzo sostenible o
no?¿Se mantendrá? ¿Tiene la persona el compromiso profundo necesario para
mantener el esfuerzo que conlleva un cambio o aprendizaje?
Evidentemente existen
ocasiones en las que las personas deben resolver serios problemas pero las
investigaciones muestran que si el contexto se centra en una debilidad o
deficiencia que hay que abordar suelen faltar la energía y el esfuerzo
necesarios para apoyar el cambio, pero si el contexto es un sueño o una visión
las personas sacan las fuerzas necesarias de ésta y son capaces de mantener ese
esfuerzo aún en situaciones difíciles y complicadas..
Los autores, fruto de
sus investigaciones han encontrado que si queremos hacer coaching a otras
personas es crucial lograr profundizar para poder articular cuál es la visión
individual de esa persona. Más que resolver los problemas inmediatos de esa
persona o que ayudarle a alcanzar un conjunto de metas preestablecidas el
desvelar las esperanzas y sueños de ésta es la llave que permite aflorar las
emociones positivas y la motivación intrínseca necesaria para lograr un cambio
genuino y duradero.
Boyatzis, Smith y Van
Oosten parten de la premisa de que cuando hacemos coaching de forma eficaz
podemos conseguir tres tipos de cambios específicos en las personas que buscan
ayuda, Éstos son:
1.- Encontrar y
reafirmar su visión personal, incluyendo sus sueños, pasiones, propósito y
valores.
2.- Experimentar
cambios en su comportamiento, pensamiento y/o sentimientos que les acercarán
hacia el logro de su visión personal.
3.- Construir o
mantener una relación resonante con el coach o persona que les ayude e
idealmente con otras personas que les apoyan en sus vidas.
Por tanto el coach debe
ser capaz de articular un contexto en el que al centrarse en la otra persona le
facilita el apoyo y estímulo necesarios para que ésta sea capaz dedescubrir y perseguir sus sueños y pasiones
reales. A este enfoque de coaching los autores le llaman “coachingpor compasión (empatía en acción)” y lo
consideran opuesto al tipo más frecuente al que llaman “coaching de
cumplimiento” en el que en lugar de ayudar a articular y a alcanzar un futuro
deseado el coach se centra en facilitar las acciones de la persona hacia un
objetivo definido externamente. Este es que se utiliza con más frecuencia en el
mundo de las organizaciones a nivel de los directivos y altos ejecutivos cuando
se contrata a un coach específicamente para que guíe a un ejecutivo o
profesional para que éste pueda cumplir determinados criterios para que pueda
tener éxito dentro de la organización.
En determinadas
situaciones este último tipo de coaching puede ser eficaz para ayudar a alguien
a alcanzar un tipo de meta muy específica y predeterminada como puede ser el
conseguir una promoción para un puesto determinado. Pero las investigaciones de
los autores sugieren que rara vez conduce a un cambio mantenido en los
individuos ni les ayuda a desarrollar su pleno potencial y menos aún
alcanzarlo. Por el contrario si utilizamos “coaching por compasión” las
personas pueden descubrir las formas en las que mejor les gustaría crecer y
cambiar sus vidas al tiempo que les facilita el proceso y el apoyo necesarios
para hacer y mantener esos cambios.
Los grandes coaches y
los mejores profesores, directivos, compañeros y amigos nos hacen participar en
conversaciones que nos inspiran, nos hacen querer crecer, desarrollar y cambiar
en aspectos trascendentales y nos ayudan a perseguir nuestra visión personal en
lugar de centrarnos exclusivamente en lo que se debe hacer.
Los cambios para
mantenerse en el tiempo deben ser intencionados y motivados internamente en
lugar de impuestos desde el exterior. Por esta razón por la que este tipo de
coaching comienza con la articulación por la persona de cuál es su visión ideal
para sí misma.
Al ayudar a identificar
y perseguir los sueños de sus coachees los coaches eficaces construyen y
mantienen relaciones resonantes con las personas a las que ayudan. Éstas se
caracterizan por:
1.- Un tono emocional
positivo en general.
2.- Una conexión
genuina y auténtica con la persona a la que se intenta ayudar.
Se crea una sensación
de flujo en la relación al estar ambas personas en sintonia.
En su libro “Resonant leadership” Richard Boyatzis y Annie Mc Kee consideraban estos dos elementos
como “caminos de renovación”. Sugerían que cuando los líderes experimentaban
mindfulness, esperanza y compasión podían recuperarse mejor de los efectos del
estrés crónico al que están sometidos al tener que ejercer un liderazgo de servicio.
Estos “caminos de renovación” también sirven como vías para la creación de
relaciones de coaching, ya que el coach y el coachee establecen una buena
sintonía al operar en la misma longitud de onda emocional.
Cuando los coaches
están realmente presentes en su relación con la persona con la que están
trabajando están conscientes y pendientes en todo momento de su coachee, tanto
de lo que dicen como de lo que parece que pueda estar sintiendo, Al mismo
tiempo conocen lo que están sintiendo y pensando para tener cuidado de no
proyectar sus propios pensamientos y sentimientos hacia la otra persona. Esto
conduce a una conexión auténtica y genuina y la persona que recibe coaching
puede llegar a sentir que está manteniendo una conversación cómoda y relajada con
un amigo íntimo.
Los grandes coaches
también son capaces de despertar el sentido de un propósito profundo y de
esperanza. Para quelas personas se
conviertan en su ideal futuro deben comprender qué es lo que da un propósito y
un significado a sus vidas y tener la esperanza de que lo pueden alcanzar. Por
tanto, un coach eficaz plantea las preguntas que invitan a la reflexión y
permiten que aflore lo que es más importante y significativo para el individuo.
Posteriormente fomentan la sensación de seguridad en sus coachees para que
éstos sientan que su futuro ideal es posible con un esfuerzo centrado en ello.
Finalmente los coaches
eficaces muestran que se preocupan por los demás, lo que implica ir más allá de
mostrar empatía de forma genérica o de la simple comprensión de lo que la otra
persona puede estar sintiendo, para preocuparse verdaderamente y actuar
ofreciendo la guíay el apoyo necesario
para que sus coachees alcancen sus sueños.
Asimismo, los buenos coaches deben inspirar a los demás. Después de una conversación con ellos las
personas deben sentirse animadas y con la energía requerida para ser capaces de
moverse hacia sus sueños. Pero no solo ellas deben sentirse inspiradasya que los buenos coaches deben sentirse así,
también, al finalizar las conversaciones. Este fenómeno se conoce como de
“contagio emocional” y consiste en el intercambio tácito que puede producirse
entre personas en determinadas situaciones y permite al coach y al coachee infectarse
entre ellos con sentimientos de esperanza, compasión ante las posibilidades
excitantes que pueden ofrecerla vida y
el trabajo.
Los autores proponen
realizar el siguiente ejercicio de reflexión:
1.- Reflexionar sobre
nuestro pasado y pensar en aquellas personas que más nos han ayudado en
nuestras vidas a crecer como personas, que nos hayan motivado e inspirado para
lograr lo que hemos conseguido en nuestra vida, tanto personal como
profesional.
2.- Dividir la senda de
nuestra vida en distintas épocas que pueden ser, por ejemplo:
a).- Etapa 1: Infancia
y preadolescencia (0-14 años)
b).- Etapa 2:
Adolescencia (15-18 años)
c).- Etapa
universitaria o de los primeros trabajos (19-24 años)
d).- Etapa 4.- Carrera
profesional hasta la edad mediana ( 25-35 años)
Posteriormente se
pueden ir incluyendo etapas de 10 años hasta llegar a nuestra edad presente.
3.- Preparar una tabla
con tres columnas, la primera reservada para la etapa de la vida, la segunda
para los nombres de las personas que más nos han inspirado en cada etapa y la
tercera para notas en la que incluiremos ocasiones específicas en las que
dichas personas nos han ayudado, comentarios sobre lo que nos dijeron y sobre
cómo nos sentimos, así como las lecciones aprendidas.
4.- Dedicar tiempo a
analizar la tabla y , por ejemplo, ver si existen diferencias o similitudes en
la forma en la que las distintas personas nos han motivado a lo largo de las
distintas etapas y analizar la naturaleza de las mismas y si existen patrones o
temas que se repiten.
5.- Escribir un breve
párrafo de 300 palabras o menos debajo de la tabla que refleje los patrones
particulares que hemos observado y la importancia que pensamos han tenido y
pueden tener en hacernos la persona que creemos que somos y la persona que
aspiramos llegar a ser.
Antonio Nieto - Rodriguez y Whitney Johnson en hbr.org del
pasado 12 de febrero plantean que el saber cuándo hay que comenzar un proyecto es
un factor clave para su éxito.
Los autores sugieren
utilizar el modelo de la S Curva, originalmente popularizado por E. M. Rogers
para calibrar lo rápidamente que las innovaciones pueden penetrar el mercado. También
puede ser utilizado para ayudar a los responsables de la toma de decisiones
para saber cuándo se debe iniciar un proyecto y más tarde modelar su progreso.
La base de la curva S es una
fase de crecimiento lento y bajo y representa el periodo de investigación con
pocos recursos comprometidos. El propósito de esta etapa es comprobar si
realmente existe una oportunidad en una idea. En ella es cuando se deben buscar
las respuestas a 6 importantes preguntas:
1.- ¿Se ha realizado ese proyecto con anterioridad?
Es fundamental determinar,
tanto como podamos, si existe un mercado
para ese producto o servicio. Para hacerlo debemos explorar qué problema va a
resolver para la población diana que hemos seleccionado y si existe una
necesidad de encontrar una solución o si vamos a tener que luchar con
competidores ya establecidos. Si este es el caso tenemos que valorar si existe
algún aspecto de nuestra idea que nos pueda ofrecer una ventaja competitiva y
definir que nicho diferenciador queremos cubrir en el mercado. Cuanto más
novedosa sea la idea más tiempo deberemos dedicar a explorarla en esta fase de
la curva S.
2.- ¿Forma el proyecto parte de nuestro núcleo de
negocio y puede reforzar nuestras fortalezas o implica introducirnos en un
área/tecnología/industria nuevas?
Cuánto más alejado esté el
proyecto del núcleo de nuestro negocio más tiempo necesitaremos emplear en la
parte baja de la curva S. Debemos considerar, también, el número de proyectos
que estamos llevando a cabo fuera de éste núcleo central. Si son muchos pondrán
en riesgo al proyecto y a la organización. Las organizaciones líderes suelen
tener un 60% de proyectos dentro del núcleo, 30% en áreas de negocio adyacentes
y un 10% alejados.
3.- ¿Podemos definir claramente el alcance? ¿Tenemos
claro lo que va a producir el proyecto y cómo se va a ver una vez completado?
Si tenemos menos de un 50%
de claridad sobre lo que el proyecto va a ofrecer es mejor que sigamos
explorando para poder definirle mejor. Deberíamos tener un 80-90% de los
requerimientos descritos antes de pasar a la fase de ejecución.
4.- ¿Cuál va a ser el coste de la inversión?
Incluye determinar qué
recursos se van a necesitar: financieros, humanos, de expertos, de tiempo
empleado, … y analizar si se disponen en la organización o se va a necesitar provisión
de fuentes externas y si podemos hacer frente a los costes que conllevan. Por
tanto es importante aclarar antes de comenzar el proyecto quién lo va a
financiar así como el compromiso de los recursos humanos que se van a ver
implicados.
5.- ¿El proyecto cuenta con el apoyo de los
principales grupos de interés y de los líderes de la organización?
Ideas excelentes y proyectos
brillantes se han convertido en fracasos monumentales por la falta de apoyo de
los principales grupos de interés. La fase de exploración debe conseguir que se
genere una masa crítica alrededor del proyecto que garantice su viabilidad.
6.- ¿Cuál es el plazo límite de ejecución?
Los proyectos que
languidecen en lugar de seguir adelante son costosos y no suelen producir
resultados satisfactorios. Debemos establecer un plazo límite de ejecución y un
cronograma en el que se determinen los logros parciales y benchmarks.
Nuestras mentes y, por
tanto, nuestras vidascomo están
comprobando, actualmente, los científicos están condicionadas por un
desequilibrio evidente: lo malo es más fuerte que lo bueno.
Este poder de lo malo
se recoge con varios nombres en la literatura académica sobre el tema: el sesgo
de la negatividad, la dominancia de lo negativo o el efecto de la negatividad.
Sea cual sea el nombre que se emplea se refiere a la tendencia universal a que
los hechos y emociones negativas nos afecten con más fuerza que las positivas. Por
ejemplo, nos sentimos devastados por una palabra de crítica pero no nos afecta
una cascada de halagos o nos fijamos en una cara hostil en la multitud y nos perdemos
todas las sonrisas amistosas.
Reconociendo el efecto
de la negatividad y anulando nuestras respuestas innatas podemos romperlos patrones destructivos, pensar con mayor
eficacia sobre el futuro y explotar los beneficios evidentes de este sesgo. La
mala suerte, las malas noticias y los malos sentimientos generan poderosos
incentivos para hacernos ás fuertes, inteligentes y amables. Lo malo puede
tornarse en bueno pero solo si nuestra mente racional es capaz de captar su
impacto irracional.
El efecto de la
negatividad responde a un principio simple pero que puede tener consecuencias
no tan simples. Cuando no somos conscientes de cómo lo malo nubla nuestro
juicio podemos tomar decisiones terribles. Puede destruir reputaciones, hundir
organizaciones, promover el tribalismo y la xenofobia, etc.
El mal tiene un poder universal
pero no es invencible. Nos sentimos más influenciados por este efecto de la
negatividad en nuestra juventud cuando más tenemos que aprender de los errores
y de las críticas. Al madurar nuestra necesidad de aprendizaje va disminuyendo
mientras nuestra perspectiva aumenta. Las personas mayores se suelen sentir más
satisfechas que las jóvenes porque sus juicios y emociones no están tan
condicionadas por sus problemas y contratiempos. Neutralizan el poder de lo
malo apreciando los placeres que la vida les brinda diariamente y recordando
los buenos momentos en lugar de recrearse en pasadas miserias. Sus vidas puede
parecer que no son mejores, al menos en relación con estándares objetivos pero
suelen sentirse mejor y tomar decisiones más acertadas porque pueden permitirse
el ignorar las oportunidades de aprendizaje desagradables y centrarse en
aquello que les ocasiona bienestar y alegría.
El efecto de la
negatividad es un aspecto fundamental de la psicología pero ha sido descubierto
recientemente y de forma bastante inesperada. Las investigaciones de Roy
Baumeister comenzaron porque en la década de los 90 del pasado siglo se sintió
intrigado ante un par de patrones presentes en los eventos buenos y malos. Los
psicólogos que estudiaban las reacciones de las personas habían encontrado que
una mal primera impresión tiene mucho más impacto que una buena,y que, por ejemplo, una pérdida financiera se
recuerda durante más tiempo que una ganancia. Para analizar este hecho
Baumeister y sus colaboradores comenzaron a intentaridentificar patrones contrarios que les
permitiesen desarrollar una teoría sobre cuándo el mal es más fuerte y cuándo
lo es el bien. Pero a pesar de revisar todas las investigaciones sobre el tema
desde el punto de vista psicológico, económico, sociológico, antropológico y de
otras disciplinas no encontraron ejemplos consistentes que demostrasen la mayor
fortaleza del bien. Los estudios mostraban, por ejemplo que la mala salud o la
mala educación por parte de los padres tienen más influencia que la buena salud
o la buena educación. El impacto de los eventos negativos dura más que el de
los positivos. Por ejemplo una imagen negativa ( como la fotografía de un
animal muerto) estimula mayor actividad eléctrica cerebral que una positiva
(como un helado). El dolor que provocan las críticas es mucho mayor que el
placer que producen las alabanzas.
Este efecto de la
negatividad es adaptativo para mejorar las posibilidades de supervivencia de un
individuo o grupo. Nuestros antepasados que lograban sobrevivir en la sabana
eran aquellos que prestaban más atención a las plantas venenosas que a saborear
las que podían ser deliciosas y a los depredadores en lugar de disfrutar de la
visión de las gacelas. Reconocer la amabilidad de un amigo no era cuestión de
vida o muerte pero ignorar la animosidad de un enemigo podía resultar fatal.
Un pequeño error
todavía puede ser letal, un enemigo puede hacernos la vida imposible y una
pérdida puede borrar muchas ganancias previas. El prestar atención a las
amenazas sigue teniendo un sentido en este momento de la evolución. Pero
nuestra fina capacidad de detectar lo negativo puede debilitarnos, por lo que
debemos aprender a superar el efecto desproporcionado que tiene lo que
consideramos malo.
Este efecto como hemos
visto nos lleva a prestar especial atención a las amenazas externas y de esta
forma las incrementamos pero nos puede ocasionar un prejuicio diferente si
miramos hacia dentro de nosotros mismos. Normalmente exageramos nuestras
virtudes y nuestra capacidad para autoengañarnos puede llegar a ser asombrosa.
Tendemos, pues, a sobrestimar nuestras habilidades así como nuestro poder para
controlar nuestro destino. Éste sesgo hacia el optimismo hace que subestimemos
los riesgos de determinado tipo de efectos negativos en nuestras vidas.
Un concepto que se
utiliza para ver cómo se puede minimizar el efecto de la negatividad es el de “ratio
de positividad” que consiste en registrar el número de eventos positivos por
cada negativo. Uno de los investigadores pioneros de este ratio es Robert
Schwartz, psicólogo clínico, que se planteó hasta qué punto estaban ayudando él
y sus compañeros a sus pacientes con sus terapias. Buscaba una medida más
precisa que la de “ el paciente se siente menos deprimido tras el tratamiento”.
Durante varias décadas comenzando en la de los 80 del siglo pasado comparó el
número de sentimientos positivos y negativos que manifestaban tener las
personas sometidas a psicoterapia. Encontró que las personas que se sentían muy
deprimidas tendían a experimentar el doble de sentimientos negativos que
positivos y que este ratio podía mejorar mediante charlas y antidepresivos.
En el otro extremo se
encontraban las personas que refieren que el 90% de sus sentimientos son positivos
que por tanto se mostraban peligrosamente poco realistas y con propensión hacia
el egocentrismo, actitudes maniacas y de negación. La vida no puede ser siempre
feliz y las personas sanas muestran algunas reacciones ante lo negativo, pero
no demasiadas. Schwartz como conclusión de su estudio plantea que las personas
que experimentan el mismo número de sentimientos positivos que negativos son
ligeramente disfuncionales, mientras que las “normales” serían aquellas con 2,5
sentimientos positivos por 1 negativo y los pacientes que lograban el “funcionamiento
óptimo” tendrían 4 sentimientos positivos por uno negativo.
Barbara Fredrickson ha
realizado numerosas investigaciones para la medida del bienestar emocional. Por
ejemplo, tras realizar tests
diagnósticos a los estudiantes de en la Universidad de Michigan los clasificó
en dos categorías: los que florecían y los que languidecían. Los primeros
mostraban un fuerte sentido de un propósito y de control sobre sus vidas, se
aceptaban como eran y se llevaban bien con los demás mientras los que se
encontraban en el segundo grupo según los resultados de las pruebas tenían más
problemas personales y no estaban muy bien integrados en su comunidad.
Durante un mes ambos
grupos de estudiantes registraron diariamente su estado anímico: los altos y
bajos y cada noche se conectaban a una web en la que valoraban el grado en el
que habían experimentado diversas emociones durante el día. La lista incluía
emociones positivas como alegría, diversión, asombro, compasión, gratitud,
cariño y negativas como ira, tristeza, desdén, vergüenza, culpa o temor. Cuando
Fredrickson analizó los resultados encontró que los estudiantes que
languidecían experimentaban más emociones positivas que negativas pero el ratio
de positividad era de 2 a 1 y que los estudiantes que florecían, en cambio,
tenían un ratio de positividad de un poco más de 3 a 1.
Por tanto, para que lo
positivo venza a lo negativo los autores proponen seguir la regla del 4: buscar
4 cosas positivas para superar a una negativa. Esta regla es relevante solo
cuando los eventos se pueden comparar en magnitud, como pueden ser las
situaciones cotidianas y contratiempos en el trabajo o las muestras de afecto u
hostilidad en el hogar.
También puede resultar
de utilidad para valorar lo bien que le va a una organización o producto. Las
compañías que tienen éxito normalmente tienen al menos tres o cuatro clientes
satisfechos por uno insatisfecho, como muestran las encuestas.
Una lección positiva
que debemos tener en mente cuando gestionamos nuestras reacciones ante los
problemas externos es que debemos recordar que el efecto de la negatividad
puede distorsionar nuestro juicio y que podemos ignorar los impulsos irracionales
de nuestra mente. Las supersticiones se basan en gran parte en este efecto. Si
nos han pasado algunas cosas buenas después de haber visto un gato negro no nos
habremos dado cuenta pero si ocurre una sola cosa mala podemos volvernos
permanentemente supersticiosos. Aunque existen algunas supersticiones positivas
como el hecho de encontrar una herradura la mayoría son negativas.
Aunque no invoquemos a
lo sobrenatural seguimos concediendo mucha importancia a eventos negativos
aislados, pero podemos evitarlo teniendo la regla del 4 en mente. Si nos
sentimos desolados por un insulto o crítica podemos recordar que este
sentimiento puede ser debido a nuestra tendencia a la negatividad en lugar de
exclusivamente a nuestros fallos o deficiencias. En lugar de obsesionarnos por
un comentario sarcástico sobre nosotros en una red social podemos buscar 4 que
sean agradables o si nos sentimos furiosos con un amigo porque pensamos que se
ha portado mal con nosotros podemos procurar recordar todas las ocasiones en
que nos ha apoyado.
Debemos ser
especialmente cuidadosos al hacer juicios sobre grupos externos. Por ejemplo
antes de sacar conclusiones sobre una historia horrible en que intervenga un inmigrante
pensar en 4 inmigrantes con los que tengamos relación cotidianamente.
Tenemos
que aceptar que un evento negativo va a tener mayor impacto normalmente que dos
positivos pero no debemos hacer juicios a largo plazo por ello. Si algo va mal
no debemos interpretarlo como un destino inevitable sino que debemos centrarnos
en las cosas buenas que ocurren todos los días.
Rich Brandt en SmartBrief on Leadership del pasado 6 de febrero plantea que
una de las mayores dificultades que los directivos se encuentran es la baja
moral o deficiente actitud de sus trabajadores. Parte de esta actitud viene
condicionada por factores del entorno tales como las condiciones del trabajo,
las presiones externas y la cultura corporativa, pero parece que lo que tiene
más importancia son los factores psicológicos, fundamentalmente la visión
general de la vida que tiene el profesional.
Si éste es optimista normalmente mostrará una mejor actitud ante el trabajo
que un pesimista y, por tanto, será más productivo. Desafortunadamente los
empleadores rara vez piensan que tienen que ayudar a su fuerza laboral para que
sean más optimistas.
En primer lugar las personas deben ser conscientes de su pesimismo y de
cómo afecta negativamente a su salud, a su felicidad y a su desempeño en el
trabajo. En muchos casos las personas pensamos que somos optimistas sólo porque
tenemos alguien cerca que es más negativo que nosotros.
El pesimismo es la tendencia general a esperar resultados malos o
desfavorables. No depende de nuestra comparación con los demás sino si nuestra
actitud y perspectiva es con más frecuencia negativa que positiva. Ésta se
modela por la conversación interna que tiene lugar dentro de nuestras mentes
desde que nos despertamos hasta que nos dormimos. Si es negativa va a cambiar
la forma en la que vemos el mundo. Los pensamientos negativos programan a
nuestro cerebro para que busque problemas, con lo que tendemos a verlos en
todas partes.
El hábito de forzar la realidad para que encaje en ciertos patrones se
conoce como el “efecto Tetris”, descrito tras un experimento realizado en la Facultad
de Medicina de Harvard en el que un grupo de personas que jugaron al Tetris
durante 72 horas y posteriormente fueron despertadas en una etapa inicial del
ciclo del sueño referían que veían patrones de Tetris aunque no estuviesen
jugando. Todo se había convertido en un bloque de Tetris.
Si las personas son más pesimistas el patrón de negatividad se fija en sus
mentes y tienden a centrarse en lo que puede ir mal de cada situación, mientras
el optimista en las mismas circunstancias ve oportunidades. Si queremos llegar
a tener una actitud mejor debemos centrarnos en determinadas prácticas mentales
porque los humanos debemos vencer lo que se conoce como la “inclinación hacia
la negatividad”. Los neurocientíficos piensan que el pesimismo permitió la
supervivencia de nuestros antepasados ante las amenazas diarias a su
existencia. Consecuentemente los humanos nos sentimos más inclinados a prestar
atención a los peligros y amenazas que a las oportunidades.
El autor recomienda tres prácticas que pueden ayudar a cambiar nuestra
química cerebral y reprogramar nuestra mente para que sea más optimista. Éstas son
las siguientes:
1.- Ser agradecidos. Debemos aprender a identificar diariamente todas las
cosas por las que debemos estar agradecidos y a expresar nuestra gratitud a los
demás.
2.- Aprender a
saborear lo bueno. Implica dedicar tiempo para apreciar las experiencias placenteras al menos
por unos segundos en lugar de apresurarnos a hacer otras cosas. De esta forma
estimulamos la química positiva en el cerebro y descargaremos la experiencia
positiva en nuestra memoria.
3.- Gestionar nuestra
conversación interior. El psicólogo Martin Seligman ha descubierto en sus
investigaciones que un patrón mental pesimista se desarrolla cuando explicamos nuestros
contratiempos en forma que los hace ser personales, omnipresentes y
permanentes. Por tanto, debemos aprender a hacer lo contrario.
Maryam Kouchaki e Isaac H. Smith en la edición de enero –febrero de Harvard Business Review plantean
que la mayor parte de las personas consideramos que somos buenas personas. Queremos
adoptar en todo momento una actitud ética y esperamos que en las situaciones
clave estaremos a la altura. Pero si deseamos construir una carrera profesional
ética las buenas intenciones no son suficientes.
Décadas de
investigaciones han identificado procesos sociales y psicológicos y prejuicios
que enturbian los juicios morales de las personas, llevando a que violen sus
propios valores y con frecuencia busquen
justificaciones retorcidas y posteriores a sus comportamientos.
Los autores proponen
seguir una serie de pasos para poder asegurarnos de que hacemos siempre lo
correcto en nuestra vida profesional. Éstos son:
I.-
PREPARARNOS CON ANTELACIÓN PARA ABORDAR LOS DESAFÍOS MORALES
Esta etapa requiere que
adquiramos un patrón mental que Kouchaki y Smith llaman de “humildad moral”,
que implica el reconocimiento de que todos somos capaces de trasgredir la conducta
ética si no nos mantenemos vigilantes. La “humildad moral” lleva a las personas
a admitir que las tentaciones, racionalizaciones y determinadas situaciones
pueden conseguir que hasta las mejores personas se comporten mal e impulsa a que pensemos que el comportamiento ético
demanda no sólo evitar las malas acciones sino el procurar perseguir siempre
mantener una buena conducta. Para lograrlo ayuda el que consideremos este tipo
de desarrollo del carácter como un reto a alcanzar durante toda nuestra vida.
Prepararse para afrontar
los desafíos éticos es importante porque las personas tendemos a ser plenamente
conscientes de lo que debemos hacer cuando pensamos en el futuro pero solemos
centrarnos en lo que queremos hacer en el presente. Esta tendencia a
sobreestimar una conducta muy virtuosa en el futuro forma parte de lo que AnnTenbrunsel y sus colaboradores llaman el “espejismo ético”.
Para contrarrestar este
sesgo debemos comenzar por conocer:
a).- Cuáles son nuestras
fortalezas y debilidades personales.
b).- Cuáles son nuestros
valores.
c).- Cuándo tenemos más
probabilidades de violar nuestros valores.
1.- Virtudes para el “curriculum”,
que serían aquellas habilidades y logros que podemos incluir en nuestro
curriculum, como por ejemplo “incrementar el ROI en un 10% en un proyecto de
millones de dólares”.
2.- Virtudes para el “panegírico”
o habilidades por las que seríamos alabados una vez muertos, tal como ser un
amigo leal o un profesional con una gran capacidad y dedicación al trabajo.
Aunque estas dos
categorías se pueden superponer las primeras se suelen relacionar con aquellas
cosas que hemos hecho nosotros mismos y las segundas tienen que ver más con
aquello que hemos hecho por los demás. Esto es por nuestro carácter.
Los autores recomiendan
que nos preguntemos qué virtudes del segundo tipo queremos desarrollar o cómo
planteaba Peter Drucker:
a).- ¿Por qué queremos
que se nos recuerde?
b).- ¿Cuál queremos que
sea nuestra contribución?
Formular nuestra vida
profesional con un objetivo de contribución en lugar de uno de logro personal
puede hacer que cambiemos de forma importante la manera de enfocar nuestra
carrera, por lo que sería deseable que considerásemos estas preguntas en una
etapa temprana antes de que desarrollemos patrones mentales, hábitos y rutinas
que pueden ser resistentes a los cambios.
El proceso de establecimiento de metas constituye un buen momento para sentar las bases de un comportamiento
ético.Los profesionales regularmente
marcan objetivos para muchos aspectos de su trabajo y vida personal pero pocos
se preocupan de pensar en un abordaje ético. Benjamin Franklin, en su
autobiografía, resaltaba la importanciaque
había tenido para él en su vida el tratar de dominar los 13 rasgos de carácter
que él consideraba esenciales para una vida virtuosa, entre los que destacaban
por ejemplo justicia y humildad. Llegó a redactar un cuadro para el seguimiento
de sus progresos diarios.
Los autores proponen, en
este sentido, que reflexionemos y pongamos por escrito las “virtudes para el
panegírico” que consideremos retadoras pero posibles, o como Clayton Christensen, fallecido el pasado 23 de enero, en su artículo “How will you measure your life” refiere que tras
superar un cáncer decidió que la medida que más le importaba era el número de
personas individuales en las que había influido.
No hay que olvidar que
hasta las metas mejor diseñadas son exclusivamente buenas intenciones. Deben
ser reforzadas por una serie de hábitos y tendencias que nos ayuden a ser
mejores. Por ejemplo diversos estudios sugieren que el sueño de calidad, la
oración ( para las personas que son religiosas) y la utilización de técnicas de mindfulness pueden ayudar a que
las personas fortalezcan su autocontrol y resistan las tentaciones hacia
conductas dudosas éticamente en el trabajo.
Son recomendables,
también, lo que el psicólogo Peter Gollwitzer llama “las intenciones de
implementación”. Docenas de investigaciones han mostrado que esta práctica: “si
X pasa haré Y”, puede ser eficaz a la
hora de cambiar los comportamientos de las personas especialmente si se
manifiestan en voz alta. Tienen que ser sencillas pero específicas ligando un
desencadenante a un resultado deseado, como por ejemplo: “Si mi jefe me pide
que haga algo potencialmente poco ético entonces recurriré a un mentor o a un amigo
fuera de la organización para solicitar su consejo antes de actuar” o “Si me
ofrecen un soborno consultaré al departamento legal de mi empresa para que me dé indicaciones de cómo
actuar.” El tener preparados previamente estos planes relacionados con nuestras fortalezas, debilidades, valores y
circunstancias nos pueden ayudar para protegernos contra lapsos en nuestro
auto- control o inacciones cuando se requiere una acción. Pero, para que sean
útiles, deben estar preparados antes de que la situación se produzca.
Los mentores pueden,
también, ser de ayuda para evitar cometer acciones poco éticas. Al ampliar
nuestras redes profesionales y al desarrollar relaciones con posibles
consejeros no debemos buscar exclusivamente establecerlas con aquellos que nos
pueden ayudar a ascender en nuestra carrera profesional sino, también, tenemos
que considerar a aquellos que nos pueden
apoyar a la hora de tomar decisiones
morales. Debemos procurar mantener relaciones con personas dentro y fuera de
nuestra organización cuyos valores sean similares a los nuestros y a los que
podamos pedir consejos relacionados con aspectos éticos.
Una vez que nos hayamos
comprometidos con vivir la vida de forma ética debemos procurar que los demás
conozcan nuestra decisión. No se trata de mostrar que somos mejores y más “santos”
que los demás sino de transmitir una serie de señales sutiles morales,
especialmente cuando estén dirigidas hacia los compañeros. Se puede lograr
planteado abiertamente la discusión de posibles retos éticos y cómo nos
gustaría reaccionar o construyendo una reputación de que hacemos las cosas de
forma correcta. Por ejemplo, en un estudio
realizado por Kouchaki los participantes tendían a no pedir a un compañero
online que realizase comportamientos poco éticos si previamente había recibido
un correo de éste en el que se incluyese una cita “virtuosa” tal como: “El
éxito sin honor es peor que el fraude”.
Las conversaciones
directas pueden resultar complicadas ya que las personas suelen mostrarse
reticentes a discutir temas con gran carga ética. Pero siempre que sea posible
debemos implicar a los compañeros porque la ambigüedad es un buen terreno para
la racionalización interesada, por lo que debemos hacer con tacto preguntas
aclaratorias y mostrar nuestras expectativas abiertamente, por ejemplo diciendo
“Pienso que es muy importante que no crucemos ninguna línea ética en el desarrollo
de este proyecto”.
Todos, además, estamos
más influidos de lo que pensamos por nuestro entorno, por lo que es muy
importante trabajar en una organización que favorezca y promueva los
comportamientos éticos y no en una en la que las normas culturales son
tolerantes con la deshonestidad.
Distintas investigaciones
han demostrado que elementos del entorno de trabajo pueden incrementar o
disminuir el autocontrol independientemente de las normas culturales. Por
ejemplo la elevada incertidumbre, las demandas cognitivas excesivas, las
jornadas muy largas y las metas con tiempos muy ajustados se correlacionan
positivamente con conductas poco éticas.
II.-
TOMAR BUENAS DECISIONES EN EL MOMENTO
Aunque hayamos
planificado una carrera ética y establecido barreras puede ser difícil enfrentarnos
a los retos morales cuando surgen. En ocasiones las personas pasan por alto las
implicaciones de sus decisiones o encuentran formas de racionalizar los comportamientos
inmorales e interesados. En otras ocasiones se enfrentan a disyuntivas en las
que la decisión correcta no es evidente, como por ejemplo en el caso de tener
que elegir entre la lealtad a los compañeros o al cliente o ante una solución
que puede tener efectos positivos y negativos, tales como empleo para la
población local pero daños al medio ambiente.
Existen varias formas de
gestionar estos “momentos de la verdad”. Los autores recomiendan no limitarnos
a las métricas tradicionales tales como el coste beneficio o el ROI, sino desarrollar
el hábito de analizar los aspectos morales y éticos en cada decisión importante,
utilizando múltiples perspectivas filosóficas planteándonos preguntas como: “¿Puede este determinado curso de acción
conducir a violaciones de los principios de respeto y honestidad?” o “¿Cuál va
a ser el mayor beneficio para el mayor número de personas?” cada filosofía
tiene sus ventajas y desventajas pero si consideramos los criterios fundamentales
para la toma de decisión que representa cada filosofía: reglas, consecuencias y
virtudes es más fácil que no pasemos por alto importantes aspectos éticos.
El problema es que la
mente humana tiene una gran habilidad para justificar comportamientos
moralmente discutibles cuando se deslumbra por sus posibles beneficios y nos
decimos cosas como “todos lo hacen”, “es lo que quiere el jefe” o “es por un bien
mayor”. Tres pruebas nos pueden ayudar a evitar estas racionalizaciones
engañosas:
1.- El test de la
publicidad: ¿Nos sentiríamos cómodos si se publicase nuestra elección y el
razonamiento seguido en la primera página de un periódico local?
2.- El test de la
generalización: ¿Nos sentiríamos cómodos si nuestra decisión sirve como
precedente para las personas que se encuentren en una situación similar?
3.- El test del espejo:
¿La persona que vemos en el espejo después de tomar esa decisión es la que
realmente queremos ser?
Si la respuesta a
cualquiera de estas preguntas es no debemos reflexionar cuidadosamente antes de
actuar.
Otros estudios muestran
que las personas tenemos más facilidad para actuar poco éticamente si nos sentimos presionadas por el tiempo. Dedicar tiempo a la reflexión ayuda a poner
las cosas en su perspectiva adecuada.
Adoptar una actitud ética
con frecuencia supone enfrentamiento con compañeros o superiores como, por
ejemplo puso de manifiesto el experimento Milgram (donde los participantes
llegaban a ser capaces de administrar descargas potencialmente mortales a
voluntarios inocentes si se lo decía el instructor),, que asimismo, mostró lo
susceptibles que podemos ser ante la presión de los demás, especialmente si
ocupan posiciones de poder.
Brad Agle, Aaron Miller, and Bill O'Rourke, autores de “The business ethics field guide”, proponen una serie de preguntas a plantearnos ante estas situaciones
complicadas:
A).- ¿Tienen derecho a
pedirme que haga eso?
b).- ¿Otros en mi organización
pensarán lo mismo que yo sobre esto?
c).- ¿Qué es lo que
pretenden conseguir lo que me lo piden?
d).- ¿Puede hacerse de
otra forma?
e).- ¿Puedo rechazar
hacerlo de una forma que no les ponga en evidencia?
En general debemos evitar
hacer algo porque los demás lo hagan o porque el jefe nos lo pide si nos surgen
dudas. Debemos ser completamente propietarios de nuestras acciones. III.- REFLEXIONAR Y APRENDER DE LOS ÉXITOS Y ERRORES MORALES
Aprender de la experiencia
es fundamental. Podemos tener la oportunidad de crecer mucho después de tomar
decisiones y actuar. Las personas éticas no son perfectas pero cuando cometen
errores los revisan y reflexionan sobre ellos para hacerlo mejor en el futuro. Pero
en ocasiones esta autoreflexión no es suficiente y debemos buscar el consejo de
las personas en las que confiamos.