Ayelet Fishbach en “Get it done. Surprising
lessons from the science of motivation” plantea,
que existen cuatro ingredientes o pasos
fundamentales para que un cambio de
comportamiento tenga éxito, siendo el primero: ELEGIR UNA META.
En este sentido, como hemos visto en una entrada anterior, hay
que tener en cuenta una serie de factores a la hora de describir dicha meta.
Entre ellos el ya mencionado de considerar que las metas no son tareas. Otros
son:
II.- Asignar una cifra
Como regla general las
metas, como las recetas, funcionan mejor si establecemos un listado de
cantidades exactas. Por ejemplo: caminar 10.000 pasos al día es mejor que
caminar mucho y mientras nuestra meta pueda ser empezar a correr, una mejor
puede ser ponernos un objetivo como correr la maratón de Chicago en menos de 5
horas.
Los objetivos numéricos
suelen presentarse de dos formas:
a).- Cuánto (ahorrar
10000 euros).
b).- Cuánto tiempo ( en
un año).
Los objetivos numéricos
funcionan porque nos facilitan monitorizar nuestro progreso y nos pueden
informar de la necesidad de abandonar o de ir más despacio. Nos motivan porque
una vez los hemos fijado queremos alcanzar los números exactos. Si, por
ejemplo, nuestro objetivo es ahorrar 10.000 euros, nos sentiremos defraudados
si solo logramos ahorrar 9.900 euros, mientras ahorrar 10.100 euros no nos hará
mucho más felices que ahorrar 10.000 euros. Cien euros importan mucho si no
hemos alcanzado nuestro objetivo, pero nos importan mucho menos si ya lo hemos
hecho. En general una vez hemos establecido un objetivo consideramos que cualquier
cifra por debajo es un fracaso que queremos evitar y cualquier cifra por encima
es una ganancia que es agradable tener pero que no la necesitamos para nuestra
paz de espíritu.
Este es el principio
que Daniel Kahneman y Amos Tversky llaman “aversión a la pérdida”. Como humanos
nos sentimos muy defraudados y hasta
enfadados si sentimos que no hemos llegado a algo que nos hemos propuesto pero
nos importa menos cuando hemos ganado algo más de lo esperado. Por este
principio trabajaremos más duro para alcanzar nuestro objetivo que para
superarlo.
Los objetivos numéricos
también nos motivan ayudándonos a evaluar nuestro progreso, al permitir determinar lo lejos que estamos de
completarlo para poder movilizar nuestros esfuerzos para eliminar la distancia
que pueda existir.
Los hallazgos de la
ciencia de la motivación nos dicen que un buen objetivo debe ser:
a).-
Retador. El primer ingrediente al fijar un objetivo eficaz es
que sea en cierto modo optimista, a lo que tendemos naturalmente. Existen dos
razones por las que solemos ser optimistas pensando que vamos a lograr las
cosas antes de lo que es posible realmente. Una de ellas es que somos
planificadores imperfectos. La “falacia de la planificación” es la tendencia a
subestimar el tiempo y recursos que necesitamos para hacer algo. Esta falacia,
curiosamente, persiste aunque las personas recuerden que han cometido errores
similares en el pasado.
La segunda razón para
el optimismo tiene relación con motivos estratégicos: podemos establecer
objetivos optimistas para impresionar a alguien, para conseguir un contrato o
para motivarnos a nosotros mismos, por medio de una especie de reto.
Los objetivos retadores
nos motivan porque cuando nos enfrentamos a una tarea complicada reclutamos
recursos o nos llenamos de energía para hacer frente al desafío que se nos va a
presentar. Las expectativas de que la tarea a la que nos enfrentamos va a ser
difícil, aunque no imposible, hacen que dediquemos más energía física y mental
para acometerla. Las tareas sencillas no requieren esta preparación previa y
las imposibles no nos afectan, sabemos que no podemos hacer nada.
Pero cuando las
personas se preparan para enfrentarse a un reto mediano su sistema motivacional
se activa por lo que es una buena razón
para ser optimista a la hora de fijar objetivos.
b).-
Medible. El segundo ingrediente necesario para establecer
objetivos es asegurar que éstos son fácilmente medibles. Si son vagos o les
falta un número claro, es más difícil de medir y por tanto menos motivador.
Pero para ser motivador
un objetivo no puede ser cualquier cifra. Por ejemplo si queremos fijar un
objetivo diario de lectura podemos tener varias alternativas como leer 20
páginas al día, o 6.000 palabras o 30.0000 caracteres. Estos objetivos son
similares , pero mientras el número de páginas es fácil de medir los otros dos
son más complicados.
c).-
Factible. El tercer ingrediente es que sea posible. Hasta
los objetivos específicos y medibles son ineficaces si no se pueden convertir fácilmente
en acciones.
d).-
Establecido por quién lo va a cumplir. El último ingrediente
para fijar objetivos eficaces es que estén definidos por la persona que los
tiene que cumplir. La mayor parte de las ocasiones cuando tratamos de motivarnos
fijamos nosotros nuestros propios objetivos, pero a veces transferimos esta
tarea, por ejemplo, a nuestro jefe, profesor, médico, etc, ya aunque contar con el consejo del experto
resulta beneficioso el riesgo es que al dejar que otros nos marquen nuestros
objetivos nos sintamos menso comprometidos con ellos.
Otro peligro es que si
dejamos que otros fijen nuestros objetivos tengamos la tentación de rebelarnos
contra ellos. En estos caso estaremos experimentando lo que Jack Brehm llama “reactancia
psicológica” por la que un requerimiento o una orden se vive como una amenaza a
nuestra libertad. En ese momento sentimos que no tenemos elección. En los caso
de metas de evitación aparece con frecuencia ya que cuando se nos pide que no
hagamos algo ( por ejemplo fumar porque puede matarnos), se convierte exactamente
en lo que queremos hacer. El resultado de esta reactancia es que podemos actuar
contra nuestros mejores intereses porque
alguien está demandando que hagamos lo que es mejor para nosotros. La meta es
rechazada solo porque no partió de nosotros.
Este fenómeno de la
reactancia nos recuerda los días de nuestra adolescencia cuando odiábamos hacer
cualquier cosa que nos pidiese un adulto. Seleccionar nuestras metas y marcar
nuestros objetivos implica que nos estamos volviendo a situaciones en las que
otros decidían por nosotros.
Si consultamos a un
experto debemos pedir que nos proporcionen una serie de opciones para que
podamos elegir. De esta forma sentiremos a los objetivos como propios y
procuraremos cumplirlos.
Otros factores a considerar son que el objetivo sea
e).-
Ético. Este es un aspecto importante que no hay que
olvidar al fijar un objetivo, ya que si no lo es y es malicioso las personas
terminarán tomando el camino equivocado para cumplirlo y realizarán acciones
poco éticas, asumirán riesgos injustificados o incurrirán en cortocircuitos no
deseados. Por ejemplo, si creemos que la única forma de conseguir nuestro
trabajo soñado es maquillando nuestro curriculum, será difícil que seamos honestos en las entrevistas de trabajo. Un
enfoque más correcto sería esperar a conseguir ese trabajo hasta que contemos
con las habilidades necesarias para realizar bien ese trabajo.
f).-
Amplio. Si el objetivo es muy estrecho nos puede hacer
olvidar aspectos importantes de la meta a alcanzar. Por ejemplo si reducimos
nuestra meta de realizar ejercicio regularmente a caminar 10.000 pasos al día
podemos estar dejando fuera la movilización de importantes grupos musculares de
nuestra rutina de puesta a punto.
g).-
A largo plazo. Los objetivos con horizontes a corto
plazo pueden llevarnos a que descuidemos nuestros intereses a largo plazo.
h).-
Realista. El riesgo en el caso de que no lo sea es que ante
la imposibilidad de cumplir el objetivo abandonemos los intentos de alcanzar la
meta. Esto ocurre con frecuencia en los casos de búsqueda de pérdida de peso
cuando el objetivo es un consumo determinado de calorías diarias y si, por
ejemplo, un día nos pasamos y consumimos más nos sentimos desanimados y
abandonamos la dieta.
Similarmente podemos
caer en el “síndrome de las falsas esperanzas” por el que por un exceso de confianza
en nosotros o un optimismo extremo tenemos expectativas irreales de éxito y, al
pensar que podemos cumplir un objetivo imposible, nos exponemos al fracaso y
posteriormente, al abandono de la meta. Fantasear sobre ser rico o famoso no va
a hacer que los consigamos. Hacer planes sobre cómo lograrlo si ayuda.
Por tanto, una vez
fijemos objetivos que nos faciliten alcanzar nuestra meta no debemos sentirnos
desanimados si no los cumplimos. Ser conscientes de que fijar las metas es algo
relativamente arbitrario es con frecuencia la clave para mantener una relación
sana con nuestras metas.
Teniendo en cuenta todo
lo comentado Fishbach recomienda que fijemos objetivos respondiendo a las
siguientes preguntas:
1.- ¿Puedes asignar una
cifra que represente cuándo o cuánto a tus metas?
2.- ¿Son estos
objetivos numéricos retadores? ¿Fáciles de medir? ¿Factibles?
3.- ¿Has fijado tu
estos objetivos o alguien lo ha hecho por ti?
4.- ¿Funcionan estos
objetivos en tu caso?