domingo, 2 de octubre de 2022

LA CIENCIA DE LA MOTIVACIÓN: ESTABLECER METAS I

 


Ayelet Fishbach en “Get it done. Surprising lessons from the science of motivation” presenta un nuevo marco teórico para la motivación personal para poder alcanzar las metas que deseamos lograr, mientras nos mantenemos sanos, con la mente clara y felices.

Si queremos motivarnos a nosotros mismos tenemos que cambiar nuestras circunstancias. Si juntamos a un psicólogo, un sociólogo y un economista en la misma habitación este principio básico: cambiar el comportamiento mediante la modificación de la situación en que se da, puede ser la única verdad en la que se pongan de acuerdo. Este principio es fundamental en la ciencia del comportamiento y subyace en muchos de los descubrimientos sobre la ciencia de la motivación. Podemos modificar nuestra conducta cambiando la situación en que se produce. Si, por ejemplo, queremos comenzar a comer mejor una buena solución es llenar el frigorífico de frutas frescas y verduras.

Según Fishbach existen cuatro ingredientes o pasos fundamentales para que  un cambio de comportamiento tenga éxito:

1.- Elegir una meta.

2.- Mantener la motivación mientras vamos hacia la meta. Podemos monitorizar nuestro progreso solicitando feedback sobre nuestro desempeño, tanto positivo como negativo y mirando hacia atrás para ver lo que ya hemos conseguido y hacia delante para ver lo que nos queda por lograr.

3.- Hacer malabarismos con múltiples objetivos. Otras metas y deseos nos atraerán hacia otras direcciones opuestas, por lo que deberemos aprender a gestionar estas metas, establecer prioridades y encontrar el equilibrio adecuado.

4.- Aprender a aprovechar el apoyo social. Suele ser complicado alcanzar nuestras metas en solitario y todavía más difícil cuando otras personas se meten en medio. Por otro lado cuando dejamos que otros nos ayuden en nuestro camino hacia la meta, éste será más sencillo.

Conocer estos ingredientes es solo una etapa ya que también tenemos que identificar qué ingrediente está ausente en nuestra receta para el éxito, ya que por ejemplo conseguir apoyo social si ya nos sentimos apoyados no va a incrementar nuestra motivación.

I.- ELEGIR UNA META

Existen metas que podemos elegir sin tener en consideración nuestras circunstancias y habilidades y son las que nos conducen hacia una dirección equivocada y en lugar de promover nuestro bienestar físico y emocional nos ciegan ante los peligros en el camino, como ocurre con las dietas extremas, los deportes de alto riesgo o las relaciones perniciosas. Las metas son herramientas poderosas y como tales deben ser manejadas con cuidado. Es bueno marcarnos metas pero siempre después de pensar si son las adecuadas para nosotros.

En relación con las metas tenemos que tener en cuenta que:

1.- Las metas no son tareas

Una meta es una herramienta motivacional muy importante, ya que no solo nos señala una dirección si no que nos atrae hacia esa dirección. Una vez que establecemos una meta se empiezan a movilizar los recursos para alcanzarla y dedicaremos a ella nuestro esfuerzo físico y mental, dinero, tiempo y nuestro capital social. Pero para que una meta nos motive tenemos que considerarla más como una aspiración y menos como una tarea.

Cuando queremos establecer una meta que sintamos más como una aspiración que una tarea resulta útil recordar el antiguo adagio: “Mantener la mirada centrada en  el premio”. Una meta potente define un estado deseable no los medios para llegar a él. En general queremos invertir nuestros recursos en la meta y no en  los medios por lo que por ejemplo muchas empresas online incluyen los gastos de envío en el precio del producto para dar la impresión de que el envío es gratis.

Por tanto, cuando al definir una meta debemos hacerlo en términos de beneficios y no de costes. Es mejor, por ejemplo, decir que nuestra meta es encontrar un trabajo que aplicar a un trabajo, o poseer una casa que ahorrar para la hipoteca.

A la hora de describir una meta es mejor hacerlo de forma abstracta ya que así capturaremos el propósito que está detrás de una acción, definiendo lo que queremos conseguir en lugar de las acciones que tenemos que realizar para conseguirlo, con lo que parecerá menos una tarea. El problema surge si la meta es demasiado abstracta con lo que resulta difícil ligarla a una serie de acciones concretas y será más complicado alcanzarla. Por ejemplo: “explorar nuevas oportunidades profesionales” es mejor que “tener éxito”. Cuando no existe un camino claro para llegar de A a B las personas empiezan a fantasear sobre las metas en lugar de actuar para lograrlas. Las fantasías pueden hacer que nos sintamos bien pero son poco efectivas como herramientas motivadoras.

Al definir las metas también tenemos que tener en cuenta que si lo hacemos con un enfoque de acercamiento, nos estaremos moviendo hacia ellas, disminuyendo la distancia entre nosotros y el logro de nuestros deseos. Pero si las definimos con un enfoque de evitación nos alejaremos al incrementar la distancia entre nosotros y los resultados que queremos obtener. Un ejemplo claro de que hay que evitar este último enfoque lo tenemos en las investigaciones sobre supresión del pensamiento. Si nos marcamos la meta de dejar de pensar en algo, como una situación incómoda en el trabajo, una discusión con nuestra pareja o una melodía que parece que se ha atascado en nuestra mente, cuanto más decididos estamos a no pensar en ello más nos obsesionaremos con ello. Un intento deliberado de suprimir determinados pensamientos facilita que éstos salgan a la superficie. En parte esto ocurre porque para determinar si hemos suprimido con éxito determinados pensamientos debemos preguntarnos si todavía estamos pensando en ellos. Y, cada vez que lo comprobamos el mero acto de verificación trae de nuevo de vuelta el pensamiento prohibido a nuestra mente. La ironía de este fenómeno es la razón por la que se ha llamado “control mental irónico”. La supresión supone, también, un desafío porque no resulta muy divertida, ya que es una tarea. Mientras las metas de evitación son más parecidas a las tareas y por tanto suelen ser menos potentes, no siempre son ineficaces para motivar la acción. Para determinadas personas en algunas situaciones pueden ser eficaces.

Algunas personas, a las que se puede llamar “aproximadores” están más predispuestas a responder ante metas de acercamiento y por ejemplo cuando juegan un juego esperan ganar. En términos psicológicos tienen un “Sistema de Aproximación Conductual” (BAS) fuerte. Otras,  a las que podemos llamar “evitadoras” pueden tolerar y ser receptivas a las metas de evitación, y cuando juegan un juego esperan no perder.  En términos psicológicos tendrían un “Sistema de Inhibición Conductual” fuerte (BIS). Para averiguar si somos aproximadores o evitadores nos podemos preguntar si estamos más de acuerdo con afirmaciones como: “Cuando quiero algo normalmente voy a por ello” y “Cuando veo una oportunidad para algo que me gusta, me emociono rápidamente” , que con otras del tipo: “Me preocupa cometer errores” y “Las críticas y los reproches me hacen bastante daño”. Si estamos dispuestos a ir a por todas seremos aproximadores y si tememos los errores y las críticas seremos evitadores.

En ocasiones las circunstancias pueden determinar si las personas se enfocan más en una u otra clase de metas. Cuando las personas sienten que tienen poder se sienten más motivadas por las metas de aproximación y por ejemplo si eres el jefe probablemente querrás gustar a los demás. Esta es una meta de aproximación. Pero si eres el becario te querrás asegurar no disgustar y evitar no gustar a los demás. Esta es una meta de evitación.

Para los evitadores o para aquellos en situaciones que predisponen a la evitación las metas de evitación funcionan bien como motivadoras. Por ejemplo el miedo a sufrir daños graves nos ha enseñado a que debemos utilizar casco al montar en bicicleta, aunque nunca hayamos tenido un accidente. Esta actividad está motivada por una meta de evitación para prevenir resultados negativos. Por tanto, las metas de evitación son muy útiles en el contexto de prevenir daños y escapar al peligro. Por ejemplo cuando nos motivamos para aplicarnos crema solar parece correcto que la meta sea evitar quemaduras en lugar de mantener una piel sana.

Al determinar cómo formular nuestras metas podemos pensar en la noción de “encaje” ( una noción que sugiere que ciertas metas se pueden emparejar con ciertas orientaciones). Por ejemplo las metas de seguridad encajan en la orientación de alejarse del peligro, mientras que cuando decidimos tener citas nos acercamos a una meta romántica más que a una de evitar rechazo.

El psicólogo ToryHiggins distingue entre metas “deber” y metas “ideal”. Las primeras incluyen todo lo que debemos hacer como mantenernos seguros cerrando las  puertas con llave. Las “ideal” incluyen aquello que esperamos o aspiramos hacer pero no sentimos necesariamente que tengamos que hacer como leer un libro. Al perseguir una meta de “deber” es mejor escoger el enfoque de evitación, mientras en  el segundo caso es más adecuado un enfoque de aproximación.

La forma en la que definamos nuestras metas determinará su poder, por lo que serán menos eficaces si en lugar de sentirnos entusiasmados por ellas las consideramos como tareas. Para establecer metas que no sean tareas podemos comenzar por hacernos las siguientes preguntas:

a).- ¿Has definido tus metas y éstas son las adecuadas para ti?, ¿Encajan estas metas con la persona que eres y son las mejores para la persona en la que te esperas convertir?

b).- ¿Cómo defines tus metas a ti mismo?, ¿puedes hacer que sean más atractivas centrándote en lo que quieres conseguir, en lugar de en las acciones a realizar para llegar a ellas?

c).- ¿Son mis metas óptimamente  abstractas  para no perder de vista hacia dónde quiero ir y cómo llegar?

d).- ¿Puedo definir mis metas en términos de “acercamiento” a un estado de confort físico y mental en lugar de “evitación” de un indeseado estado de malestar? Normalmente nos sentiremos más motivados con una meta con enfoque de acercamiento , aunque sintamos que es más urgente evitar una anti-meta.

 

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