Una situación que se da
con relativa frecuencia y que afecta a la percepción del feedback por la
distorsión que produce es cuando a una conversación de feedback se le introduce
un nuevo tema y puede ocasionar que las dos partes estén dando feedback y
ninguna lo esté recibiendo. Por ejemplo si una persona regala a su pareja rojas
rosas, espera que ésta le muestre agradecimiento, pero si a la receptora no le
gustan y lo ha manifestado en ocasiones
anteriores, reaccionará con enfado porque no la han escuchado previamente.
Tenemos pues dos aspectos distintos que se están valorando, el que siente que
rechazan su regalo se sentirá dañado y no comprenderá la reacción de desilusión
del receptor.
El impacto positivo
potencial de esta situación es que pone al descubierto un hecho que puede ser
más importante que el feedback que lo desencadenó. En este caso el sentimiento
de no ser escuchado y considerado adecuadamente y al surgir puede ser
reconocido y se puede hablar sobre ello y ver cómo solucionar el problema.
El impacto negativo que
se produce es que la conversación se puede tornar confusa, al estar mezclando
temas, que podemos considerar que no están relacionados entre sí y podemos
contemplarlos bajo el filtro que estamos utilizando. En el ejemplo que estamos utilizando la posible conclusión
es que cada parte aprende lo que ya sabía: el receptor del regalo que el que lo
ha hecho no escucha nunca, ni siquiera cuando se le pide que lo haga y la otra
parte pensará que su pareja es egoísta y maleducada y que nunca va a poder
acertar con ella.
Los autores destacan
dos tipos de “triggers” que tienen
que ver con las relaciones:
1.-
Lo que pensamos sobre la persona que facilita el feedback. Existen
personas por las que sentimos tanta admiración que sus acciones y sus consejos
siempre van a ser bien recibidos. Asumimos que lo que nos ofrecen es sabio,
reflexionado y profundo, exactamente lo que necesitamos oír. Absorbemos todas
sus palabras e intentamos emularles.
Con relación al resto
del feedback que recibimos ya no se produce esta situación y nos ponemos en
situación de alerta, sin tener que necesariamente descalificar directamente a
la persona pero actuando con cautela. Si lo hacemos lo justificamos por la
falta de confianza (dudamos de sus motivos) y credibilidad (no sabe de lo que está
hablando, ni tiene la suficiente experiencia y conocimientos para opinar y sus
valores no coinciden con los nuestros) que nos produce nuestro interlocutor o
por su falta de habilidades ( no tiene el suficiente cuidado o delicadeza) o
juicio ( elige un momento y lugar inadecuado) al emitir su feedback. Cuando
descalificamos a quien nos da el feedback estamos rechazando el contenido del
mismo sin pensarlo. Basándonos en el quién, descartamos el qué.
2.-
Cómo nos sentimos tratados por las personas que nos dan el feedback. Siempre
esperamos muchas cosas de nuestras relaciones y entre ellas destacan tres
intereses que se suelen ver afectados con el feedback:
a).- Apreciación: ¿Aprecian
realmente mis esfuerzos y éxitos?
b).- Autonomía: ¿Me
conceden el espacio y el control apropiados? Somos especialmente sensibles a
las intrusiones que interpretamos que buscan controlar cómo somos (nuestras
actitudes, comportamientos, costumbres,…). Consideramos que el otro está
violando una serie de barreras y malinterpretando el rol que juega en mi
vida.
c).- Aceptación: ¿Me
respetan y me aceptan cómo soy en el
momento actual? Es una paradoja que se encuentra en la raíz de muchas
conversaciones de feedback. Nos cuesta recibir feedback de alguien que pensamos
que no nos acepta tal como somos en un momento determinado. Por ejemplo: “Nada
de lo que hago está lo suficientemente bien hecho para mi jefe. Mi mera
presencia parece que le pone nerviosa, pero sabe que necesita lo que hago”. Es
una situación compleja porque la persona que ofrece el feedback quiere que
cambiemos de alguna manera y nosotros queremos que nos acepten aunque no lo
hagamos: “Dices que me quieres a pesar de mis defectos. Yo quiero que me
quieras también por ellos”.
Surgen problemas cuando
ambas partes tienen una perspectiva diferente de la aceptación. Lo que para el
que da el feedback puede ser una recomendación para el que lo recibe puede ser
un rechazo de cómo es como persona.
Otro aspecto
conflictivo de la aceptación y la necesidad de cambio surge si cuando pedimos
que nos acepten tal como somos en realidad lo que solicitamos es inmunidad ante
las críticas. Ser aceptado no significa escapar de la responsabilidad por las
consecuencias de nuestros actos, especialmente si éstos afectan a los demás.
Los autores recomiendan
estas actuaciones para neutralizar los efectos negativos de estos “triggers” de
relación:
1.- Detectar los dos
temas que están sobre la mesa. El feedback original y los posibles problemas de
relación:
Jefe:
“No cumpliste los objetivos”.
Colaborador:”¿Por qué
me lo dices justo antes de irme de vacaciones?”
El feedback original
tiene que ver con el rendimiento y el segundo tema es la habilidad o juicio del
que lo está dando al plantearlo en un
momento inadecuado.
2.- Conceder a cada uno
de los temas la conversación adecuada y conseguir sintonizar a ambas partes.
Una vez que somos conscientes de que existen dos temas que han surgido de forma
simultánea debemos expresarlo verbalmente y proponer una opción para seguir
adelante. Podemos decir: “Veo que se están planteando dos temas relacionados
pero que se deben discutir de forma individual. Los dos son importantes.
Sugiero que empecemos por uno de ellos y cuando terminemos de hablar sobre él,
comencemos con el segundo”. Es conveniente que el primer tema a tratar sea el
que ha propuesto la persona que da el feedback, salvo que el que lo reciba haya
experimentado una respuesta emocional muy fuerte ante el mismo y sienta que no
va a ser capaz de analizarlo objetivamente si antes no se discute su tema.
Otro problema con el
que nos podemos encontrar es que
malinterpretemos cuál es la verdadera intención y el tema real del feedback,
por lo que cuando recibamos coaching nos podemos hacer la siguiente pregunta:
“¿Las recomendaciones buscan ayudarme para que crezca y mejore o lo que me
están planteando son problemas de relación que le preocupan al que me da el
feedback?”. Por ejemplo: “Debes ser más responsable”, en realidad puede
significar “Me siento frustrado porque no me devuelves mis llamadas”, o “Creo
que serías más feliz si no estuvieses pensando en el trabajo día y noche”,
puede querer decir en realidad” Estás tan preocupado por el trabajo que me
siento abandonada y sola”. En ocasiones el confundir el tema no tiene
importancia puesto que el propósito puede ser bueno y beneficioso para
nosotros, pero en otras puede ser perjudicial y originar frustración en el que
lo da al obtener una respuesta inadecuada a sus expectativas.
Stone y Heen plantean
que el feedback en muchas ocasiones surge como respuesta a un problema. Algo no
funciona o no está bien. La paradoja que se produce es que si somos nosotros
los que lo facilitamos lo enfocamos como que estamos ofreciendo una crítica
constructiva, con la finalidad de ayudar y con la seguridad de que hemos
identificado correctamente la causa del problema y estamos actuando para
solucionarla. Si, por el contrario, somos los que lo recibimos no lo
interpretamos como algo constructivo sino como un reproche o un intento de
culpabilizarnos: “Es tu culpa”, “ Tu eres el problema”, “Tienes que cambiar”,…,
son los mensajes que estamos captando y nos parecen muy injustos porque, evidentemente, nosotros
no vamos a reconocer que somos el problema o que es sólo nuestra culpa. Es
necesario un enfoque sistémico que nos ayude a comprender qué es lo que está
produciendo la frustración o las dificultades o errores que originan la necesidad del feedback en primer lugar. De
esta forma identificaremos las causas raíz y la forma en que cada persona que
se encuentre dentro del sistema está contribuyendo al problema. También,
contribuirá a explicar las reacciones contradictorias que hemos visto que
tenemos según seamos los que facilitamos o recibimos el feedback y que nos
llevan a pensar que el problema se solucionaría si la otra parte cambia.
Los autores proponen
para evitar estas situaciones que miremos a los sistemas desde tres puntos de mira
distintos: desde la cercanía, a media distancia y desde una perspectiva más
amplia. Cada enfoque nos permite observar distintos patrones y dinámicas en
nuestros sistemas de relación:
1.-
Un paso atrás: Interacciones entre tú y yo. Desde aquí vemos
las interacciones entre tú y yo como un par y cuál es la particular combinación
entre ambos que está originando el problema y cómo cada parte está
contribuyendo al mismo. El feedback se expresa con frecuencia como: “así es
como eres y ese es el problema”, pero en las relaciones esto significa
realmente “Así es como eres en relación a como soy yo”. Es la combinación, la
intersección de nuestras diferencias la que con frecuencia está causando el
problema. Por ejemplo, no es un problema que yo sólo hable inglés y que tú sólo
hables sueco. El problema surge de la necesidad de interacción entre los dos.
Estas diferencias
pueden convertirse en sistemas dinámicos creando espirales destructivas de
acción y reacción, en las que lo único que vemos es nuestra interpretación del
comportamiento del otro y su impacto en nosotros. Nos vemos a nosotros como simplemente
respondiendo al problema que la otra persona está creando. Las diferencias en
preferencias, costumbres, y rasgos de personalidad representan un porcentaje
elevado de las fricciones y el feedback que se produce en nuestras relaciones tanto personales como
profesionales. Frecuentemente no somos
conscientes de nuestros patrones de conducta pero los demás si los perciben.
Dar un paso hacia atrás
significa salir de nuestra propia perspectiva para observar el sistema tal como
lo ven los demás. En lugar de centrarnos en lo que la otra persona está
haciendo mal, analizar lo que cada parte está haciendo en relación con la otra.
De esta forma podremos empezar a detectar patrones más amplios.
2.-
Dos pasos atrás: conflicto de roles y adversarios ocasionales. Añade
un nuevo nivel ya que no sólo se trata de tú y yo, sino también de los roles
que desempeñamos.
Los roles se definen
por su relación con otros roles. No puedes ser el hermano mayor si no tienes
otro hermano más pequeño. Un patrón importante en los roles es el de los
adversarios ocasionales. Si dos personas chocan entre ellas con relativa
frecuencia y se producen frustración mutua, empezarán a considerar al otro como
un adversario. Cada parte atribuirá el
problema a la personalidad e intenciones cuestionables de la otra. Pero puede
ocurrir que el verdadero culpable sea la estructura de los roles la que está
creando el conflicto crónico. Un policía y la persona a la que está multando
pueden tener todo en común pero es el rol que desempeñan en ese momento lo que
crea el conflicto, por ejemplo.
Los adversarios
ocasionales se pueden originar por la
confusión de rol: en las organizaciones al crecer puede llegar un momento en
que no estén bien definidos los roles que cada uno desempeña y cuando acaba el
trabajo de uno y comienza el del otro.
Es esencial que
diferenciemos el individuo de su rol dando dos pasos hacia atrás y
preguntándonos: ¿Cómo están contribuyendo nuestros roles a la forma en que nos
vemos y en el feedback que nos damos?, ¿Qué peso tiene el rol y cuál podemos
atribuir a la personalidad o al
desempeño? Aunque no sepamos la respuesta sólo el hecho de planteárnosla o de
discutirla con la otra parte contribuye a que vayamos siendo conscientes del
papel que están jugando los roles en nuestra relación.
3.-
TRES PASOS ATRÁS: LA IMAGEN COMPLETA (OTROS IMPLICADOS, PROCESOS, POLÍTICAS Y
ESTRUCTURAS)
En esta fase vamos a
poder tener una visión más completa de la situación, que incluye no sólo a
otras personas que pueden estar influyendo, por ejemplo a través de las
dinámicas del equipo en que trabajan las dos partes, o del liderazgo del mismo,
sino también al ambiente físico ( la distribución de los lugares de trabajo
interviene en la forma de relacionarse: despachos individuales o espacios
abiertos compartidos , por ejemplo) , a la forma de tomar decisiones, a las
políticas , procesos y estrategias de la organización que son parte del sistema
en el que nos encontramos.
Los autores proponen
las siguientes preguntas como ayuda para reflexionar sobre estos pasos:
a).- Un paso atrás: ¿De
qué forma el feedback está reflejando las diferencias en preferencias, suposiciones,
estilos o reglas implícitas entre nosotros?
b).- Dos pasos atrás:
¿Nuestros roles pueden estar facilitando que choquemos?
c).- Tres pasos atrás:
¿Qué otras personas están influyendo en nuestro comportamiento y elecciones?,
¿Están las estructuras, procesos o el ambiente físico contribuyendo al
problema?
d).- ¿Qué estoy
haciendo o dejando de hacer que está contribuyendo a la dinámica que existe
entre nosotros?
Existen una serie de
ventajas asociadas a contemplar el
feedback desde una perspectiva sistémica:
1.- Es más exacta.
Corrige el sesgo de ver las cosas desde una sola perspectiva.
2.- Nos aleja de las
opiniones innecesarias. El pensamiento sistémico elimina la tentación de juzgar
las contribuciones de los demás, de
forma automática, como malas, erróneas o
culpables.
3.- Favorece el sentido
de responsabilidad. Un enfoque sistémico nos ayuda a clarificar nuestras
elecciones y acciones y a ver cómo han creado los resultados que hemos
obtenido.
4.- Nos ayuda a
corregir la tendencia a “absorber” o a
rechazar todas las culpas.
El primer perfil
corresponde a la persona que cuando algo va mal siempre va a considerar que es
culpable y responsable de esa situación: “si me has engañado es porque no soy
lo suficientemente atractiva”, por ejemplo. De esta forma no aprenden porque
dejan de reflexionar y no se plantean otras posibles alternativas y pueden
acabar sintiendo un gran resentimiento porque en su fuero interno saben que la
responsabilidad no es exclusivamente suya. También suelen permitir y mantenerse
en situaciones de abuso, ya que aceptan que les digan que las reacciones
violentas son fruto de una provocación previa por su parte.
El segundo perfil
incluye a las personas que son crónicamente inmunes a reconocer su papel en los
problemas. Si reciben feedback o fallan rápidamente señalan a otros como
responsables de los resultados. Sienten
que están rodeados de incompetentes y de acosadores. Son las pobres víctimas
que no pueden hacer nada para protegerse y el feedback les resbala ya que ellos
no tienen que hacer nada para cambiar
puesto que nada es culpa suya.
5.- Dificulta que
adoptemos soluciones parciales. Si no entendemos el sistema en el que se
produce el feedback podemos cometer el error de tomar decisiones que afecten a
solo componente del mismo y pretender que solucione todo el problema, sin
analizar el resto de factores contribuyentes, como por ejemplo despedir al
director general de una empresa, sin pensar en que el hacerlo puede no ser
suficiente para cambiar una cultura que se ha visto que es inoperante.