Kevin Murray en su
libro ”The language of leaders”, que estamos comentando en distintas entradas,
plantea que las conversaciones son necesarias para alinear y lograr el
compromiso de los profesionales con los objetivos de la organización. El líder
tienen que ser un buen comunicador, pero esto no es suficiente tiene que
asegurarse que los miembros de toda la organización se comunican entre sí, lo
que implica que los directivos deben hablar con sus colaboradores, fomentar su
participación en discusiones sobre temas que afecten a sus trabajos y favorecer su aportación de ideas para
resolver problemas.
Los líderes deben
conseguir que los directivos de primera línea tengan las competencias
necesarias para mantener conversaciones de calidad con los profesionales a su
cargo. Éstas se tienen que estructurar de forma que permitan a éstos entender claramente el objetivo y que
faciliten la discusión con los líderes de cómo hay que trabajar para alcanzar
las metas y la elección de las acciones necesarias. De esta manera conseguimos
que los trabajadores no se sientan víctimas de los cambios, se sientan
partícipes de los mismos y sientan que pueden expresar sus opiniones y van a
ser tenidas en cuenta sin temor a represalias. El líder debe estar preparado
para guiar estas conversaciones, pero sólo después de que haya escuchado
activamente y tiene que dedicar tiempo a ayudar a que los equipos se comuniquen
entre sí, para que todos sepan no sólo cuál es su rol, sino lo que los demás
van a hacer para alcanzar los resultados esperados.
COMUNICAR, COMUNICAR, COMUNICAR
Murray en la tercera
parte de su libro se centra en la importancia de comunicar. Destaca que si realmente queremos conectar con una
audiencia tenemos que entender que es lo que necesitan escuchar, conocer cuál
es su procedencia y hablar con el tono correcto. Pone como ejemplo el discurso
del general George S. Patton a sus tropas la víspera del desembarco de
Normandía en junio de 1944, en el que les
transmitió esperanzas diciéndoles que sólo un 2% morirían en la batalla
que les esperaba, utilizando un lenguaje profano que lograba conectar con los
soldados. De esta forma logró elevar la moral de sus hombres que sintieron que
tenían muchas esperanzas de salir con vida. Patton acertó sólo el 2.8% de los
soldados que cruzaron el canal de la Mancha el día 6 de junio fallecieron.
En el ámbito de las
organizaciones la comunicación es fundamental para cambiar comportamientos. La
comunicación va a ayudar a convertir la estrategia en acción. Si no hemos logrado
crear una conexión emocional es difícil que consigamos modificar la forma en la
que los profesionales sienten y piensan y por lo tanto nunca cambiaran su forma
de actuar. Esta conexión sólo se produce cuando los líderes han dedicado,
anteriormente, tiempo a reflexionar sobre su audiencia. Pocas personas tienen
la habilidad de conectar automáticamente con una audiencia sin haber hecho un
trabajo de investigación previo. Damon Buffini, socio fundador de Permira,
dice: “La buena comunicación me recuerda siempre a un iceberg. Escuchar a alguien hablar es siempre la punta del
mismo. Cuando consiguen motivarte e inspirarte eres consciente de la labor de
preparación que ha tenido lugar antes de presentar el mensaje y de cómo se ha pensado y se ha
tenido en cuenta a la audiencia”.
Ser persuasivo no
consiste tanto en ser un buen orador, sino en lograr alinear a la audiencia con
las ideas que se están transmitiendo, para lo cual es imprescindible que antes
nos hayamos hecho las siguientes preguntas:
a).- ¿Qué quiero que
sepan?
b).- ¿Qué quiero que
sientan?
c).- ¿Qué quiero que
hagan?
No se trata sólo de lo
que la audiencia quiere oír, sino también de preguntarnos lo que está preparada
para escuchar y los puntos cruciales para lograr su compromiso y marcar una
diferencia. Tenemos que procurar conocer su estado de ánimo. Si es antagonista,
temeroso, negativo, receptivo,…, para enfocar adecuadamente el discurso.
Murray propone que
cuando nos estemos preparando para hablar a una audiencia la consideremos como
una persona real y nos preguntemos:
1.- ¿Quién es esa
persona? ¿Cómo se gana la vida? ¿Dónde vive? ¿Por qué es importante para mí?
2.- ¿Qué está diciendo
sobre mí ahora y por qué?
3.- ¿Qué le preocupa y
qué le motiva?
4.- ¿Cómo impacta todo
lo anterior en su comportamiento?
5.- ¿Quién más se está
dirigiendo a ella y qué le están transmitiendo?
6.- ¿Por qué sus
comportamientos me ayudan o interfieren conmigo? ¿Qué coste tienen esas
conductas para mí?
7.- ¿Qué me gustaría
que estuviese haciendo en lugar de lo que hace? ¿Por qué debería hacerlo?
8.- ¿Qué es lo que le
motiva y cómo puedo averiguarlo?
9.- ¿Cuáles son los
beneficios reales para ella de comportarse como yo quiero? ¿Por qué esos
beneficios son importantes para ella?
10.- ¿Por qué se debe
molestar en prestarme atención?
Sólo cuando nos hayamos
hecho estas preguntas seremos capaces de transmitir un mensaje que le importe a
nuestra audiencia y conseguiremos conectar con ella. No habremos conseguido
hacerlo si las personas no nos han escuchado, no nos han comprendido y no se
sienten motivadas a pensar y actuar de forma diferente como consecuencia de
nuestras palabras.
Otro aspecto que
analiza el autor es EL EFECTO INSPIRADOR
DE LOS LÍDERES QUE SABEN ESCUCHAR.
Una persona normal
puede decir una media de 150 palabras por minuto y consigue escuchar,
comprendiendo bien, hasta 650 palabras por minuto, pero sólo necesitamos la
mitad del tiempo para entender el mensaje y el resto lo podemos utilizar como
queramos.
Los buenos líderes
saben cómo emplear ese tiempo con sabiduría. Los que escuchan bien son capaces
de realizar varias tareas durante el mismo ya que escuchan el mensaje del que habla mientras:
observan su lenguaje corporal, reflexionan sobre el contexto, miran a los ojos
a su interlocutor para procurar captar la intención que subyace a las
palabras, van más allá de la lógica,
adentrándose en el mundo de las emociones y transmiten su interés por lo que
están escuchando.
Escuchar implica
mostrar interés sincero, ser respetuoso con el otro y no interrumpir mientras
habla (hacerlo se considera que es uno de los pecados mortales que pueden
cometer los líderes) y ser paciente. Los líderes obtienen respeto si son
capaces de actuar a su vez con respeto y una forma eficaz de demostrarlo es
escuchar de forma que los interlocutores sientan que estás considerando sus
puntos de vista de forma sincera. Un
riesgo que corren los líderes que llevan mucho tiempo desempeñando el mismo
puesto es el de dejar de escuchar porque piensan que ya han oído todo lo que
tienen que saber.
Kevin Murray habla del
“contrato para escuchar” que consiste en que cuando un líder se compromete a
escuchar a un colaborador está planteando de forma implícita un trato: “Yo te
voy a escuchar y luego tú deberás escucharme a mí”.
Los líderes tienen que
tener en cuenta que la forma en que escucha y recibe malas noticias es una parte importante del proceso de
comunicación. Si el objetivo es facilitar que éste sea fluido se debe crear una
cultura en la que los profesionales no sientan
miedo de expresar las ideas y las situaciones que pueden ser desfavorables o negativas.
Es fundamental para los
líderes el reconocer que tienen que aprender a escuchar de diversas maneras.
Los prejuicios o las predisposiciones pueden estropear la calidad de la
información. Con frecuencia los líderes escuchan selectivamente la información
que refuerza sus opiniones y se olvidan de que deben tener el coraje de desafiar
sus propias ideas preconcebidas y de escuchar a una gran variedad de personas
para tener una visión más amplia y completa.
Para ser eficaces los
líderes no sólo deben mostrar que están escuchando, sino que, también, tienen
que responder. Si han escuchado problemas deben intentar hacer todo lo que esté
en sus manos para resolverlo y debe asegurarse de que el profesional que los ha
planteado esté informado de las medidas que se están tomando para resolverlo.
En otras ocasiones si no estamos de acuerdo con lo que estamos escuchando
debemos explicar las razones por las que no vamos a hacer lo que nos sugieren,
Las personas merecen escuchar una respuesta aunque ésta no sea la que esperan.
Si quieren obtener una
información fiable sobre un problema los
líderes deben conceder a los profesionales la licencia para mostrar sus
emociones. Hasta que éstas no han aflorado es difícil mantener una discusión constructiva
sobre cómo abordar el mismo. Tienen que escuchar más allá de las palabras y
contemplar los motivos y el contexto que están influyendo en ellos.
Debemos animar a que
las personas hablen, pero no hay que olvidar que es fundamental guiar las conversaciones en la dirección correcta
si queremos que sean productivas, teniendo cuidado de no caer en el error de
dominarlas.
Murray recuerda la
necesidad de hacer las siguientes preguntas:
¿Qué estamos haciendo
en la actualidad que debemos seguir haciendo?
¿Qué debemos dejar de
hacer y por qué no lo hacemos?
¿Qué debemos hacer
mejor o hacer más y por qué no lo hacemos?
¿Qué debemos empezar a
hacer y por qué no lo hemos hecho ya?
Las respuestas a las
mismas van a permitir a los líderes el conocer cuáles son nuestras debilidades,
fortalezas oportunidades y amenazas, al tiempo que facilitan información sobre
los comportamientos clave que tienen mayor impacto en los servicios prestados
por la organización, revelan barreras y estimulan la aparición de ideas
inspiradoras.
Excelente información, muy completa.
ResponderEliminarAunque las preguntas a los líderes fueron buenas , es un libro muy largo con sólo historia de las respuestas de los líderes , no me gusto mucho la forma en que habla de liderazgo. A medida que se lee el libro se vuelve un tanto aburrido porque es muy reiterativo con los mismos temas
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