Feliz
2023
Rebecca Zucker en
hbr.org del pasado 22 de diciembre plantea que la mayor parte de los
profesionales tienen una enorme cantidad de trabajo que hacer y se sentirían
aliviados si su carga de trabajo disminuyese un poco, pero a la mayoría les
cuesta pedir ayuda, que es una forma en la que podemos lograr que nuestra carga
de trabajo sea más manejable. Tenemos que aceptar que somos humanos y que no
podemos hacer todo nosotros o tener el éxito al que aspiramos si no somos
capaces de pedir ayuda.
La reticencia a pedir
ayuda puede hacer que estemos inmersos en más trabajo del que es necesario y a
que nos sintamos permanentemente desbordados en el trabajo. Las personas nos
abstenemos de pedir ayuda debido a creencias o presunciones limitantes sobre lo
que tememos pueda ocurrir si pedimos ayuda a alguien. Las más comunes de estas
creencias son: el temor a parecer débil o incompetente, el miedo a molestar o a
parecer muy necesitado, la idea de que no puedo contar con nadie por lo que tengo
que hacer todo por mí mismo o de que si pido ayuda los demás perderán la
confianza en mí.
Parte de la sensación
de estar sobrepasado radica en el sentimiento de soledad ante nuestros retos,
lo cual ocurre con más frecuencia si no somos capaces de pedir ayuda. Cuando
estas creencias limitantes hacen que trabajemos solos en lugar de pedir ayuda
cuando nos estamos ahogando por exceso de trabajo debemos desaprender esas
creencias antiguas que no nos sirven para nada. Para liberarnos de nuestra
resistencia a pedir ayuda la autora recomienda seguir las siguientes
estrategias:
1.-
Identificar las creencias y presunciones restrictivas que nos limitan
Con frecuencia no son
completamente conscientes, ya que la mayor parte de las personas tienden a
operar con el “piloto automático”. Podemos tener una vaga noción de nuestra
resistencia, pero no ser capaces de articular su causa exacta. Debemos preguntarnos
sobre qué es lo que tememos que pase si pedimos ayuda y cuáles serían las
consecuencias derivadas de esa petición.
Esos miedos son
emocionales y no racionales y suele ser difícil que los admitamos, pero son los
que, también, nos hacen humanos, por lo que debemos dedicar tiempo a
reflexionar sobre ellos para que las respuestas afloren. Puede ser de ayuda
hablar sobre ello con un amigo o compañero de confianza o con un coach.
2.-
Reflexionar sobre la fuente de nuestras creencias limitantes
Pensar sobre cuándo o
dónde se inició nuestra resistencia a pedir ayuda puede facilitar perspectivas
interesantes. Deborah Grayson Riegel, coautora de “Go to help: 31 strategies tooffer, ask for and accept help”, plantea que alrededor de los siete años de
edad comenzamos a asociar el hecho de pedir ayuda con costes reputacionales, ya
que hemos sido condicionados a pensar que si admitimos que necesitamos ayuda
van a pensar los demás que somos vagos, débiles o tontos.
Otra causa limitante
también, según Riegel, es que en
ocasiones hemos tenido ayuda que no ha sido tal, como en el caso de las
personas que se ofrecen a ayudar y asumen totalmente la tarea o nos facilitan
una ayuda equivocada, con lo que terminamos sintiéndonos más frustrados.
Emplear tiempo en
reflexionar sobre lo anterior nos puede permitir ver las limitaciones de
nuestro pensamiento.
3.-
Probar pequeños experimentos
Podemos realizar
pequeños cambios conductuales para ver el impacto en cómo nos sentimos o la
respuesta que tenemos de los demás. Puede ser algo tan sencillo como decir: “ ¿Puedo
hacer brainstorming contigo durante cinco minutos? O ¿estarías dispuesto a echar un vistazo a l
propuesta de mi cliente y compartir tu feedback conmigo?
También, podemos observar
cómo consideramos a las personas que nos piden ayuda. Si pensamos que son menos
inteligentes o competentes por hacerlo o si creemos que su petición es algo
totalmente y algo que nos gusta hacer.
4.-
Compartir con los demás
Comentar que estamos
trabajando en mejorar a la hora de pedir ayuda. Compartir esto con los
compañeros sirve no solo para conseguir su apoyo, también para que nos resulte
más fácil hacer la petición si es necesaria, al tiempo que les mueve a ser más
receptivos ante nuestras posibles peticiones y a mostrar su disposición a
ayudar.
5.-
Crear oportunidades para practicar
Establecer metas
tangibles y específicas para nosotros que faciliten oportunidades para
practicar, por ejemplo creando una meta diaria o semanal en relación al número
de solicitudes de ayuda que vamos a hacer.
6.-
Mirar hacia atrás y reflexionar
regularmente
La reflexión es la
fuente de abundante aprendizaje. Debemos reservar un momento y cadencia regular
para hacernos preguntas como: ¿ Dónde fui capaz de pedir ayuda?, ¿Qué es lo que
lo hizo más fácil?, ¿Cuándo no he pedido ayuda aunque la necesitaba?, ¿Qué impidió que lo hiciera?,
¿Dónde voy a tener la oportunidad de pedir ayuda pronto? o ¿Qué es lo que voy a
hacer de forma diferente la próxima vez?
Superar nuestras resistencias
a pedir ayuda requiere práctica, reflexión e integración de nuevos patrones
mentales. Al desaprender viejos e improductivos patrones que nos condicionan
para no pedir ayuda cuando lo necesitamos realmente y al aprender nuevas formas
de actuar, nos sentiremos más apoyados y menos sobrepasados en el trabajo.
Steven G. Rogelberg en pshysiciansleaders.org del pasado
16 de diciembre, plantea que pocas organizaciones ofrecen guía o formación a
los directivos sobre cómo reunirse individualmente con sus profesionales, pero
que, según sus investigaciones, aquello que no se reúnen con la suficiente
frecuencia con sus subordinados o que las gestionan inadecuadamente se arriesgan
a que los miembros de sus equipos se sientan desconectados, tanto
funcionalmente como emocionalmente.
Los mejores directivos reconocen que las reuniones
individuales son fundamentales para desempeñar correctamente su rol, generando
confianza y seguridad psicológica.
El autor propone las siguientes recomendaciones:
I.- ANTES DE LA REUNIÓN
1.- Comunicar la iniciativa. Se puede hacer en una reunión de
equipo para que todos reciban el mensaje al mismo tiempo y ninguno se sienta
excluido. Se pueden ligar las reuniones a los valores de la organización
(escuchar la voz de losprofesionales) y a los propios (procurar ser un líder
que apoya). Informar que estas reuniones no son una señal de falta de satisfacción
con el trabajo del equipo, ni pretenden ser una forma de microgestión. Son una
oportunidad para conocerse mejor, aprender de los desafíos y discutir las
carreras y para ofrecer ayuda si es necesario. Este es, también, el mejor
momento para decir lo que pedimos a los miembros del equipo para que las reuniones
sean un éxito: incluir prioridades clave, mostrar curiosidad y compromiso,
comunicar sinceramente, pensar en profundidad sobre los problemas y soluciones
y estar dispuestos a pedir ayuda y feedback.
2.- Determinar la frecuencia,
evitando en lo posible las cancelaciones. Las investigaciones de Rogelberg muestran que debemos
adoptar una de estas tres posibilidades: reuniones semanales de 30 minutos
aproximadamente, cada dos o tres semanas durante 45 o 60 minutos o con algunos
miembros semanalmente y con el resto cada dos semanas.
Para determinar la cadencia adecuada debemos considerar:
a).- La
experiencia de los miembros. Cuanto menor es recomendable mayor frecuencia.
b).- El
tiempo en el puesto. Si el directivo se ha incorporado recientemente , las reuniones semanales
son ideales para establecer relaciones.
c).- El tamaño del equipo. Si es grande ( 10 o más
personas) puede ser necesario espaciarlas y reducir el tiempo. Para facilitar
la carga se puede introducir el mentoring entre compañeros, por el que los
miembros del equipo ofrecen guía y feedback a otros miembros en lugar de
apoyarse exclusivamente en el directivo.
d).- Si es
presencial o en remoto. En el segundo caso las reuniones semanales sirven para no perder el
contacto.
e).- Las preferencias de los miembros del equipo, para dar
a los empleados voz en la decisión.
3.- Determinar el lugar de encuentro. Si es presencial escoger un lugar en
el que el empleado se sienta cómodo, tranquilo y sin distracciones.
4.- Preparar el orden del día, con la
participación del profesional con el que
se va a celebrar la reunión. Puede hacerse elaborando cada parte una lista de temas a
discutir o preguntando el directivo sobre lo que quiere el empleado que se
trate en la reunión o sobre cómo le van las cosas. cuáles son sus prioridades o problemas que
quiera comentar o si le puede ayudar de
alguna manera, por ejemplo.
II.- DURANTE LA REUNIÓN
Una reunión individual productiva y valiosa debe abordar
tanto las necesidades prácticas como personales del profesional: sentirse
respetado, escuchado, valorado y que se confía en él. Para ello debemos:
1.-Marcar el tono. Estar presente, desconectar alertas
del correo, guardar el móvil y silenciar las notificaciones de texto. Recordar que
la reunión va a versar sobre las necesidades, desempeño y compromiso de el
empleado.
Comprobar cuál es nuestro estado de ánimo. El que
incorporemos a la reunión va a tener un efecto contagioso, por lo que hay que
comenzar con energía y optimismo, reiterando las metas de la reunión y pasando
a algún tema no relacionado con el trabajo.
2.- Escuchar más que hablar. El maor predictor del éxito de este
tipo de reuniones es el tiempo de participación activa del profesional medido
por el tiempo que habla durante la reunión. Lo ideal es que sea de un 50 a un
90%.
La escucha debe ser activa para entender bien lo que
transmite el empleado antes de hablar el directivo. Mostrar interés genuino,
sin juicios y reconocer el punto de vista del profesional aunque estemos en
desacuerdo. Hacer preguntas que aclaren y cuestionen de forma constructiva sus
opiniones y procurar que el miembro del equipo ofrezca soluciones potenciales a
los problemas. Hay que mantener una actitud vigilante en relación con nuestro
lenguaje corporal para asegurar que estamos creando un espacio agradable y
seguro.
3.- Incluir nuestra perspectiva una vez que se ha escuchado
atentamente. Es el momento de ofrecer feedback honesto y específico sobre las
perspectivas o acciones del empleado.
4.- Ser flexible y modificar la
agenda si es necesario, centrándonos en los puntos que son más importantes. Si algún tema queda
sin tratar se puede trasladar al orden del día de la siguiente reunión.
III.- CIERRE DE LA REUNIÓN
Para finalizar la reunión adecuadamente debemos aclarar
los acuerdos y actuaciones posteriores de cada parte, incluyendo cómo vamos a
apoyar los siguientes pasos. Si tanto el directivo como el empelado documentan
estos aspectos existen más posibilidades de que las acciones se lleven a cabo. Genera,
también, continuidad entre reuniones y permite un seguimiento.
Erica
Dhawan en “Digital body
lenguaje. How to build trust & connection no matter the distance”, analiza
las cuatro leyes del lenguaje corporal digital. Las tres primeras las hemos
comentado en entradas
anteriores y son: valorar visiblemente, comunicar
cuidadosamente y colaborar con confianza y seguridad. La cuarta es:
IV.- CONFIAR TOTALMENTE
Crear una cultura de confianza total requiere que
los líderes estén dispuestos a trabajar para promover seguridad psicológica. Idealmente
es lo que ocurre cuando valoramos visiblemente, comunicamos cuidadosamente y
colaboramos en la práctica.
Algunos líderes dicen las cosas correctas sobre “
manifestar las opiniones” y “tomar riesgos y defender las ideas”, pero para que
sea real deben apoyar y facilitar que los miembros de su equipo lo hagan.
En las organizaciones con altos niveles de
confianza se promueve el que los equipos trabajen duro y son valorados
visiblemente y apoyados para alcanzar sus metas, las comunicaciones se cuidan y
pocas veces son objeto de malinterpretaciones y pueden colaborar con confianza
porque han superado los miedos que acompañan alas dinámicas grupales.
Dhawan plantea que una cultura de confianza total
está presente, por ejemplo, cuando:
a).- Al recibir un mensaje del jefe invitándonos
a una reunión sin texto no nos sentimos ansiosos.
b).- Todos los empleados participan de forma
activa y reflexiva en discusiones de grupo, tanto presenciales como a través de
canales digitales.
c).- Los profesionales más jóvenes están
dispuestos a manifestar y compartir opiniones distintas.
d).- Todas las voces son escuchadas, con pocas
interrupciones, durante reuniones telefónicas o virtuales.
e).- Los comportamientos abusivos, como el
bullying, son escasos y si aparecen se eliminan rápidamente.
f).- Existen niveles bajos de ansiedad en
relación con los mensajes digitales porque todos respetan las normas de cada
medio.
g).- Los miembros del equipo pueden estar en
silencio en reuniones telefónicas y no asumimos que sea porque están realizando
otras tareas.
h).- Al no recibir una respuesta en el tiempo
indicado no llegamos a conclusiones negativas injustificadas.
Lo que el líder modela con el tiempo va a
mostrarse en la cultura de los equipos. Si no es claro a la hora de asignar
tareas y responsabilidades y luego reprende
al equipo si existen fallos y no responde como él esperaba, está erosionando la
confianza o si alguien cuestiona sus ideas y le calla inmediatamente, estará
erosionando aún más la red de seguridad psicológica de la organización, al
tiempo que está concediendo permiso para que el equipo acalle a otras voces
disidentes entre sus miembros.
La seguridad psicológica implica poder expresar
nuestras ideas sin miedo a consecuencias negativas en nuestra imagen, estatus o
carrera profesional. Si no existe en una organización las voces de sus profesionales
están silenciadas. Los líderes deben ser capaces de transmitir que la opinión
de todos es importante.
Para saber si la organización es psicológicamente
segura la autora recomienda que el líder se pregunte a sí mismo y a los que
trabajan con él el grado en que están de acuerdo o desacuerdo con las
siguientes afirmaciones:
1.- Si cometo u error, éste se vuelve
frecuentemente en mi contra.
2.- Los miembros del equipo pueden plantear
problemas y asuntos complicados.
3.- Las personas, en ocasiones, rechazan a los
demás por ser diferentes.
4.- Es seguro tomar riesgos.
5.- Es complicado pedir ayuda a otros miembros
del equipo.
6.- Nadie de forma deliberada va a actuar de
forma que mine mis esfuerzos.
7.- Mis habilidades y talentos son reconocidos y
valorados.
Cuanto mayor énfasis le otorga un líder a la
vulnerabilidad y el aprendizaje, más sencillo les resulta a los miembros del
equipo manifestar sus ideas, hacer preguntas y asumir la incomodidad de la
incertidumbre. Comunicar afirmaciones sencillas como:” Puede que me esté
perdiendo algo que necesito oír de tí” o “Admito que no soy muy fuerte en este tema,
por lo que estoy abierto a tus sugerencias”, que transmiten estímulos para
hablar y exponer las ideas de los miembros del equipo ayuda, al tiempo que les
recuerda lo mucho que el líder valora sus contribuciones.
En las reuniones cara a cara es útil buscar
aspectos en los que el equipo pueda sentirse vulnerable y preguntar qué es lo
que está yendo bien y mal en el trabajo que están realizando y cómo puede
prestarles ayuda.
Puede ser complicado mostrar vulnerabilidad y
dependiendo del puesto que ocupe el profesional en la organización esta
vulnerabilidad se interpreta y juzga de forma diferente. Por ejemplo si el CEO
hace una pregunta va a ser percibida de forma distinta que si un becario o
hasta un mando intermedio preguntan lo mismo. Algunos comentarios o acciones se
consideran de forma distinta dependiendo del género o de la cultura.
El líder es el que tiene el papel más importante
para crear una cultura de seguridad psicológica, pero eso no quiere decir que
el resto de miembros del equipo se sientan sin ningún poder sobre ella. Todos
son imprescindibles para crear un entorno de confianza total. Para ello
Dhawan recomienda:
a).- Comunicar de forma auténtica y no superficialmente
La mayor parte de las personas no se sinceran de
repente, sino que van mostrando como son poco a poco. Para generar confianza
debemos revelar lo que subyace bajo la superficie: quiénes somos realmente, lo
que pensamos y sentimos y lo que está realmente pasando.
Por ejemplo, podemos pensar en redactar un
mensaje en el que pongamos: “ Hola Juan, soy paco y mirando tu web he pensado
que mi compañía, XXX, tiene un producto que puede resultarte de utilidad”. Este
texto no es correcto si queremos captar el interés. En lugar de ello podemos
analizar en profundidad la web de la compañía, leer los blogs con los que está
relacionada para intentar evaluar las necesidades de la empresa y ver dónde
podemos ser de utilidad. Con esta información podemos redactar un nuevo
mensaje: “Hola Juan, soy Paco. Primero quiero decirte lo mucho que he
disfrutado leyendo el post en tu blog sobre la iniciativa……el pasado año. Qué
forma más atractiva de construir un espíritu de equipo y de ayudar a la
comunidad.,…..” Seguir escribiendo con detalle para empezar a desarrollar
confianza.
b).- Reservar momentos para interacciones informales
Distintas investigaciones muestran que cuando
pasamos al trabajo en remoto lo que más echamos de menos son las actividades
sociales, que facilitan las relaciones y que se establecen espontáneamente,
tales como el acercarnos a la mesa de un compañero para saludar, comentar en un
descanso la última serie que hemos visto o preguntar a un compañero que parece
estar distraído si se encuentra bien. Estas interacciones informales son
ingredientes esenciales para generar camaradería y confianza y elevar la moral.
También nos mantienen al día sobre lo que ocurre realmente en la organización,
por lo que en el trabajo en remoto tenemos que preguntarnos cómo podemos encontrar
formas de fomentar las relaciones.
La respuesta puede estar en encontrar o crear tiempo
para estar juntos y compartir diversiones juntos. No tienen que ser reuniones
sociales estrictamente planificadas, ya que dedicar, por ejemplo, cinco o diez
minutos a estas actividades antes del inicio de una reunión puede ser
suficiente.
LA AUDITORÍA DE CONFIANZA TOTAL
Idealmente los equipos necesitan algún tipo de
barómetro para evaluar cómo están promoviendo una cultura de confianza total. La
siguiente guía puede servir para ayudar a valorar tanto el liderazgo como al
equipo:
A).- Valorar visiblemente:
a).- ¿Sentimos que se respeta nuestro tiempo?
b).- ¿Pensamos que nuestro mejor trabajo es
reconocido y celebrado?
c).- ¿Nos sentimos cómodos manifestando nuestras
preocupaciones?
B).- Comunicar cuidadosamente:
a).- ¿Sentimos que existe un entendimiento común
sobre cuáles son las prioridades y pasos siguientes a dar?
b).- ¿Sabemos claramente qué canales utilizar y
cuándo?
c).- ¿Contamos con un lenguaje y vocabulario
claro para facilitar el entendimiento y la comprensión?
C).- Colaborar con confianza:
a).- ¿Se han identificado todos los agentes de
interés apropiados y se han alineado?
b).- ¿Creemos que se ha informado a las personas
adecuadas y están transmitiendo los mensajes de forma correcta?
c).- ¿Pensamos que existe consistencia en la
comunicación entre los equipos?
D).- Confiar totalmente:
a).- ¿Nos concedemos unos a otros el beneficio de
la duda cuando nos enfrentamos a la incertidumbre?
b).- ¿Nos sentimos lo suficientemente seguros
como para manifestar nuestras opiniones aunque disientan de las del resto?
c).- ¿Creamos momentos para las relaciones
sociales informales?
La evaluación completa está disponible en:
ericadhawan.com/digitalbodylanguage
Ludmila N. Praslova,
Ron Carucci y Caroline Stokes en hbr.org del pasado 8 de diciembre plantean que
el estereotipo del bully en el trabajo es el del jefe agresivo que se dedica a
humillar a un miembro de su equipo. Pero en el fondo es una cuestión de poder y
la autoridad basada en el puesto es solo una de las fuentes de poder. Según el Workplace Bullying Institute el 14% del problema en los Estados Unidos es
ascendente y procede, por tanto, de los subordinados a sus jefes.
Los supervisores
sometidos a bullying sufren las mismas consecuencias emocionales y
experienciales que el resto de trabajadores que lo padecen: depresión, ansiedad,
pérdida de autoestima, mala salud y con frecuencia pérdida del trabajo o
descarrilamiento de la carrera profesional, pero comentar sus experiencias se
mantiene como un tabú.
Este tipo de bullying
suele comenzar con comportamientos encubiertos tales como ocultando información
o “luz de gas” sutil. Después de erosionar parte de la autoridad legítima del
supervisor y sus recursos psicológicos los bullies van escalando sus acciones y
comienzan a difundir rumores y a promover la insubordinación, para minar más
aún el bienestar del objetivo. Normalmente cuando se produce es porque el bully
siente que tiene el apoyo de los superiores de su víctima.
Los
autores sugieren una serie de recomendaciones cuando:
I.-
UN MANAGER SE ENFRENTA A ESTAS SITUACIONES
DIFÍCILES:
1.- Procurar pasar
tiempo en entornos tranquilos, alejado de estresores para considerar la mejor
forma de actuar.
2.- No sentir vergüenza
por pensar que no estamos gestionando adecuadamente el comportamiento de un
subordinado y caer en la urgencia por tapar la situación. En estos casos hay
que resistir la tentación y llamar la atención por la conducta inadecuada. El
comportamiento dañino de alguien no es el reflejo de nuestro liderazgo, pero no
hacer nada ante esa situación si puede serlo.
3.- Vencer la atracción
de la evitación. Escapara al dolor de ser víctima de bullying es una tentación
comprensible. Enterrarnos en el trabajo, aislarnos de sistemas de apoyo y
minimizar la severidad de la situación nos da una falsa sensación de seguridad,
pero que es ilusoria y de corta duración. No hablar con alguien en quien
confiemos permite que la “luz de gas” se infiltre más profundamente en nuestras
mentes.
4.- Registrar lo que
está ocurriendo. Documentar nuestro propio trauma mientras está ocurriendo es
una experiencia tortuosa, pero tomar notas tiene numerosos beneficios, como
mostrar con datos a otras personas lo que está pasando o neutralizar al bully
cuando trate de negar los hechos.
5.-Buscar ayuda.
Podemos necesitar ayuda de recursos humanos o de cualquier otro recurso para
planificar una mediación. Aunque los bullies encubiertos pueden no querer esta
confrontación o pueden encontrar maneras para hacerse las víctimas, alertar al
equipo de recursos humanos es un paso importante para conseguir que se registre
el comportamiento del bully.
6.- Monitorizar las
emociones que se van acumulando. Debemos ser conscientes de la rumiación sobre
el resentimiento que nos produce la conducta del bully y sobre el desprecio que
sentimos hacia nosotros mismos y hacia el bully. Este resentimiento puede hacer
que estallemos con frecuencia en los momentos más inoportunos. Un coach
profesional puede ayudarnos a abordar nuestras emociones.
7.- Prepararnos para
enfrentarnos al bully. Aunque confrontar a alguien que nos está dañando puede
parecernos abrumador, en las condiciones adecuadas puede ser lo mejor que
podemos hacer. Sea cual sea el motivo del comportamiento de éste refleja su
falta de madurez emocional.
Debemos recordar que
somos el jefe y que tenemos influencia sobre la carrera del bully y que el
comportamiento de éste es inaceptable y no es bueno no solo para nosotros, sino
para el equipo y la organización, ya que si lo permitimos estamos mostrando a
los demás que se permiten esas conductas. Podemos necesitar un coach para
ayudarnos a preparar la confrontación: ayudándonos a reconocer y canalizar
nuestras emociones, a seleccionar las palabras a emplear y a construir nuestra
confianza en nosotros mismos, pero la fuerza que obtendremos se extenderá a
otras áreas de nuestro liderazgo.
8.- Decidir si ha
llegado el momento de irnos. No es nuestra responsabilidad “rescatar” o “reformar”
a un bully malévolo, violento o vengativo al cualquier coste. Nuestra salud y
seguridad están primero. En particular si nuestro jefe está de acuerdo con el
bully y el entorno ha aumentado su toxicidad y cada vez nos genera más
ansiedad, puede ser conveniente considerar si quedarnos en la organización es
la mejor opción. Abandonar un ambiente insano es un triunfo, no una vergüenza.
II.-
UN DIRECTIVO SE ENFRENTA AL BULLYING QUE SUFRE UNO DE SUS MANDOS
1.- Cuidar cómo se
utilizan las reuniones con profesionales sin sus mandos intermedios. Los líderes
senior con frecuencia mantienen reuniones con profesionales de niveles inferiores
sin que estén presentes sus jefes, pero deben ser cuidadosos en la forma y el
momento en los que las inician. Utilizarlas como toma de contacto o para mentoring
es lo más seguro, pero siempre debemos asegurarnos de comentar con sus jefes
directos cualquier cosa que les pueda afectar, sin violar la confianza de los
empleados.
2.- Escuchar, aprender
y no conspirar. Cuando alguien varios niveles más abajo nos busca para hablar
sobre su jefe debe alertarnos. Sus quejas pueden ser o no ser legítimas.
Debemos hacer preguntas para comprender las preocupaciones del profesional y
conocer cómo han intentado solucionar el problema (por ejemplo hablando directamente con el
jefe o con recursos humanos). También podemos comentar que vamos a investigar
la situación pero sin que parezca que estamos de acuerdo con los que nos dicen.
Tenemos que analizar múltiples visiones d ela historia antes de llegar a alguna
conclusión.
3.- Apoyar al mando
intermedio. Si éste reconoce que existe una relación tensa con alguien a quien
lidera, debemos escuchar con cuidado y si necesitan desarrollar su liderazgo
debemos apoyarles guiándoles y facilitándoles recursos. Si están siendo
sometidos a bullying o a “luz de gas” enseñarles como gestionarlo. Evitar
juzgar su liderazgo como débil o ineficaz, ya que cada líder tienen necesidades
de desarrollo y nadie está equipado para manejar todo tipo de personalidades
conflictivas. Investigar, implicar a recursos humanos si es necesario o traer a
alguien sin ningún prejuicio para actuar como coach en el proceso de mediación.
Pero nunca minar el liderazgo del mando intermedio retirándole nuestro apoyo.
3.- Invertir proactivamente
en crear una cultura psicológicamente segura. Eliminar mecanismos
organizacionales que promuevan comportamientos egoístas y desarrollar sistemas
para prevenir el daño, construyendo una cultura inclusiva que sea psicológicamente
segura para todos.
Ayelet Fishbach en “Get it done. Surprising
lessons from the science of motivation”
plantea, que existen cuatro
ingredientes o pasos fundamentales para que
un cambio de comportamiento tenga éxito, siendo el primero: ELEGIR UNA META.
En este sentido, hay que tener en cuenta una serie de factores
a la hora de describir dicha meta. Entre ellos los ya mencionados de considerar
que las metas no son tareas y de asignar una cifra para que podamos ir viendo
nuestros progresos. Otro aspecto clave, como
hemos visto en una entrada anterior, es tener en cuenta que los incentivos
importan.
Con relación a las
metas hay otro factor muy importante y es el de la motivación intrínseca. Mark Twain en una escena de Tom Sawyer
ofrece una perspectiva de la psicología de la motivación interna, defendiendo
la idea de que el trabajo consiste en aquello que nos vemos obligados a hacer y
el juego en aquello que no estamos obligados a hacer.
El concepto de la
motivación intrínseca se mantiene hoy en día como el menos comprendido por la
ciencia de la motivación. Las personas han utilizado el término con el
significado de hacer algo sin recibir ningún pago por ello o solo porque
sentimos curiosidad. Pero la definición de motivación intrínseca es: “realizar
una actividad que es un fin en sí misma”.
La motivación
intrínseca es el mejor predictor del compromiso. Como Adam Grant ha encontrado
en sus investigaciones, incrementa, por ejemplo, el número de horas que los
bomberos están dispuestos a trabajar. Cuando nos marcamos metas que son
intrínsecamente motivadoras o utilizamos estrategias que la aumentan, tenemos
más posibilidades de éxito. Nos emocionan tanto las metas a corto plazo (como asistir
a la primera clase de yoga) o a largo plazo (aprender chino), porque queremos
hacerlo y no porque sintamos que tenemos que hacerlo.
Las implicaciones a la
hora de establecer metas son claras: si somos capaces de lograr que el camino
hacia nuestra meta sea atractivo y divertido nos sentiremos motivados
intrínsecamente con lo que estaremos dispuestos a seguirlo mucho más tiempo.
Nos sentimos motivados intrínsecamente
cuando no podemos separar la realización de la actividad de la obtención de sus
beneficios. Si amamos nuestro trabajo lo hacemos disfrutándolo y sin sentir que
sea una carga.
En el momento en que alcanzamos una meta, éste
es un momento de motivación intrínseca, ya que la actividad que nos ha llevado
a la meta y la misma meta convergen en ese instante y se fusionan.
Si queremos determinar
el grado en que una actividad es intrínsecamente motivadora debemos
preguntarnos, por tanto: ¿Hasta que punto realizar la actividad parce que
supone alcanzar la meta en lugar de un paso hacia la misma?
La respuesta depende de
la persona, la actividad y las circunstancias en que ocurre. Por ejemplo una
comida agradable es normalmente intrínsecamente motivante, pero si forma parte
de una entrevista de trabajo la meta central será esta última. Para determinar
el grado en el que una actividad es intrínsecamente motivadora para nosotros
debemos calcular el grado de fusión que existe entre la actividad (el medio) y
la meta (la finalidad) y en caso de que exista mucha distancia de la meta lo
lejanos que nos sentimos de ella al finalizar la actividad. Por ejemplo, si
hacemos ejercicio buscando garantizar nuestra salud a largo plazo, la actividad
y la meta están separadas por décadas.
Para maximizar nuestra
motivación intrínseca también tenemos que entender qué es lo que no es. Por
ejemplo no se limita solo a motivos innatos. Los estudiosos de la motivación
distinguen entre motivos innatos y aprendidos. Los primeros son aquellos que
todos los humanos tenemos programados desde nuestro nacimiento, como la
motivación para crear relaciones sociales o a expresar nuestra autonomía o
competencia. Por el contrario otros motivos como conseguir poder, estatus o
dinero son aprendidos a través de la cultura o de la sociedad en que crecemos.
Estos últimos motivos
pueden estar motivados intrínsecamente como ocurre en el caso de los jugadores
en Las Vegas que se sienten intrínsecamente motivados para ganar dinero. El
juego no lo interpretamos como una actividad que debemos hacer; la actividad
(jugar) y el fin (ganar) se superponen con fuerza en la mente del jugador,
haciendo que éste lo sienta más como un fin. Cuando jugamos por tener la
oportunidad de ganar dinero, la búsqueda de riqueza(motivo aprendido) se convierte en una motivación intrínseca.
Pero la misma meta puede ser extrínseca cuando un trabajo aburrido es nuestra
vía para ganar dinero.
Existen una serie de
señales que determinan si una persona está motivada intrínsecamente, como por
ejemplo el deseo de seguir realizando una tarea y no le importa hacerlo aunque
haya finalizado su jornada laboral o las sensaciones positivas que se sienten
realizando la tarea y lo que se disfruta al hacerlo, que hacen que parezca más
un juego que un trabajo.
Una actividad parece
estar más motivada intrínsecamente si inmediatamente alcanza una meta aunque ésta
no sea la originariamente prevista. Por ejemplo podemos empezar a hacer
ejercicio porque queremos mantenernos sanos, pero si después de cada sesión nos
sentimos llenos de energía, el ejercicio y la energía consecuente se convierten
en una sola entidad en nuestra mente y nos sentirnos más intrínsecamente
motivados para hacer ejercicio.
Una actividad, también,
parece intrínsecamente motivante cuando alcanzar la meta depende exclusivamente
de realizar esa actividad, ya que asociaremos la actividad a la meta. Por ejemplo
si meditamos para llegar a un estado de calma y solo sentimos esa calma si
meditamos, estaremos motivados intrínsecamente para meditar.
Es importante, también,
el momento en que alcanzamos nuestra meta. Cuanto más corto sea el tiempo que
transcurre desde la realización de la actividad y alcanzar nuestra meta más
intrínsecamente motivados nos sentiremos. Si ocurren simultáneamente será mucho
más fuerte.
Las asociaciones
temporales son herramientas potentes para incrementar la motivación intrínseca.
Hasta las recompensas externas incrementan la motivación intrínseca cuando se
obtienen pronto. Es más agradable trabajar cuando te pagan inmediatamente que
cuando lo hacen semanas más tarde. Y, mientras retribuir a las personas por
trabajo que suponían no remunerado puede minar la motivación, ofrecer el pago
esperado por un trabajo retribuido lo antes posible aumentará la motivación
intrínseca, pero si se retrasa mucho la motivación se resiente.
Existen tres formas de
conseguir que una actividad aburrida o complicada sea más intrínsecamente
motivadora:
a).- Estrategia de
lograr que sea divertida, que consiste en conseguir que nos guste hacerla
porque lo pasamos bien realizándola. Esta estrategia asocia inmediatamente
incentivos, como por ejemplo mini-metas, con el desempeño de la actividad. Estos incentivos aprovechan
nuestra necesidad de gratificación inmediata para lograr que una experiencia
aburrida sea más placentera.
b).- Estrategia de
encontrar un “camino divertido”. Al establecer una meta y pensar en el camino
que nos va a llevar hasta ella debemos pensar cómo puede ser una fuente de
diversión. Por ejemplo, para hacer ejercicio en lugar de aburrirnos en la
bicicleta estática en un gimnasio asistir a una clase de spin con música.
c).- Estrategia de
hallar la diversión que ya existe. Si nos centramos en los beneficios
inmediatos en lugar de los más tardíos de realizar una actividad nos sentiremos
más motivados intrínsecamente y, por tanto, la mantendremos más tiempo. Por
ejemplo, si queremos comer más zanahorias crudas y nos centramos en lo que nos
agrada de hacerlo, como que son crujientes y algo dulces en lugar de en el
hecho de que son un alimento sano o que puede mejorar nuestra visión, nos
sentiremos más motivados para comerlas.
Nuestras relaciones,
tanto personales como profesionales, se pueden ver afectadas si no somos
conscientes de que las demás personas desean estar motivadas intrínsecamente,
que quieren hacer cosas interesantes y con un significado con aquellos con los
que disfrutan. Por ejemplo, un estudio encontró que los candidatos a un puesto
de trabajo suelen no enfatizar la motivación intrínseca en las entrevistas de
trabajo. La razón se encuentra en que aunque los candidatos desean sentirse
motivados intrínsecamente piensan que los reclutadores no se preocupan por el
tema y que no se van a sentir impresionados por las expresiones y comentarios
del candidato sobre este tipo de motivación. Pensando que los empleadores están
buscando a alguien que aspire a una carrera profesional fundamentalmente
ascendente, no mencionan la importancia que tiene que el trabajo tenga un
significado.
Para vencer este prejuicio
intrínseco debemos ponernos en el lugar de los demás y preguntarnos cuáles
podrían ser nuestras prioridades si fuésemos ellos. Imaginar su perspectiva nos
puede servir de ayuda.
No solo tendemos a
subestimar la motivación intrínseca de los demás, también lo hacemos a la hora
de predecir la nuestra, fundamentalmente de cara al futuro. Cuando pensamos en
buscar un nuevo trabajo las personas concedemos una prioridad baja a
motivadores intrínsecos como la posibilidad de disfrutar en el trabajo y
solemos escoger el puesto basándonos más en beneficios económicos. Al hacerlo puede ser que estemos eligiendo
actividades de las que luego nos arrepentiremos de nuestra selección.
Lamentar nuestras
elecciones no es el único efecto negativo de preferir actividades
extrínsecamente motivantes en lugar de las intrínsecamente motivadoras. Cuando
optamos por tareas que pensamos serán mejor para nosotros en lugar de aquellas
con las que disfrutamos es más fácil que abandonemos y no las hagamos.
La autora recomienda
para incrementar las posibilidades de que mantengamos nuestro camino hacia la
meta elegida recomienda que comencemos por responder a las siguientes
preguntas:
1.- ¿Cómo podemos
lograr que realizar una actividad sea inmediatamente más gratificante? Por
ejemplo, en el caso de nuestra rutina de ejercicios diarios podemos introducir,
mientras los realizamos, escuchar música
o un audiolibro.
2.- ¿Cuál es el camino
más divertido para alcanzar la meta? En el caso del ejercicio puede ser asistir
a una clase de aerobic acuático en lugar de correr por la cinta rodante en el
gimnasio.
3.- ¿Existen beneficios
inmediatos en los que me pueda centrar mientras persigo mi meta? Por ejemplo
ser consciente de la euforia que sentimos al hacer ejercicio.
4.- ¿ Soy capaz de
recordar que otras personas, incluyéndome a mí en un futuro, nos preocupa estar
motivados intrínsecamente tanto como a nuestro yo presente. Este recordatorio
nos ayudará a establecer metas posibles, tanto para nosotros como para los
demás, y mejorará nuestras relaciones.
Bill Murphy en
SmartBrief on Leadership del pasado 30 de noviembre plantea que el éxito, tanto
a nivel profesional como personal, requiere resiliencia y la habilidad de
capear las tormentas que inevitablemente van a presentarse. La clave para
construir resiliencia está en centrarnos en las áreas de nuestra vida en las
que tenemos un 100% de control. Esto implica.
1.-
RODEARSE DE LAS PERSONAS ADECUADAS
Si ponemos un cangrejo
en un cubo, saldrá fácilmente. Pero si ponemos unos cuantos cangrejos en un
cubo, no saldrá ninguno porque los demás no le van a dejar. Los cangrejos
empujarán hacia abajo a cualquiera que quiera escapar. Esto es lo que se conoce
como “la mentalidad del cangrejo” e ilustra perfectamente como las personas que
están en nuestras vidas pueden frenarnos.
Debemos comenzar por
analizar si las personas con las que pasamos más tiempo o están más cercanas a
nosotros nos inspiran o nos desaniman. Pero debemos ser conscientes de que las
influencias negativas pueden proceder de diferentes áreas de nuestra vida. Una
vez que las identificamos resulta más fácil limitarlas o eliminarlas.
Al final atraemos a los
que están en el mismo camino que nosotros o ya han llegado a dónde queremos
estar. Aquellos con valores y metas alineadas con las nuestras, pero es
importante que sean honestos con nosotros y que no nos rodeemos de personas que
siempre nos digan lo que queremos oír, para recibir críticas sanas y
constructivas que nos permitan crecer y ser mejores.
Contar con personas que
entiendan lo que estamos pasando es invaluable porque cuando estamos atascados
o tenemos problemas pueden ayudarnos a cambiar nuestra perspectiva.
2.- OPTIMIZAR NUESTRO
ENTORNO
De esta forma
eliminaremos los elementos que vayan a dificultar el logro de nuestras metas,
como puede ser el caso de comida basura si queremos adelgazar o prepararemos el
entorno para facilitar nuestros objetivos, como puede ser dejar lista la ropa
de deporte la noche anterior si queremos correr por la mañana temprano.
3.-
SER RESPONSABLES
Uno de los patrones más
comunes que las personas tienen que romper es el de hacerse la víctima o buscar
excusas. Para hacerlo debemos crear el hábito de ser honestos con nosotros
mismos. Es natural que procuremos poner una venda sobre nuestros ojos para
sentirnos mejor, pero esto lo único que hará será impedir que progresemos. Por
el contrario, si aprendemos a sumir nuestra responsabilidad, para l lo bueno y
para lo malo, estaremos aclarando el camino y seremos capaces de crecer.
Paul Ingram y Yoonjin Choi en la edición de noviembre -
diciembre de Harvard Business Review plantean cómo han dirigido docenas de
estudios para determinar si una perspectiva clara de los valores personales
puede afectar la toma de decisiones, motivación, relaciones, bienestar,
liderazgo y desempeño.
Durante años, como
estudiosos del comportamiento organizacional y consultores los autores han
investigado sobre lo que se puede considerar como el valor de los valores. Lo que
han descubierto es llamativo: cuando, como líderes, alineamos los valores de la organización con
nuestra estrategia y los valores de nuestros profesionales, creando una
alineación entre los valores, se cosechan todo tipo de beneficios como, por
ejemplo, el incremento de la satisfacción en ele trabajo, disminución de la
rotación, mejor trabajo en equipo, comunicación más efectiva, mayores
contribuciones a la organización, negociaciones más productivas y quizás
sorprendentemente una mayor diversidad, inclusión y equidad.
El hallazgo que más les
impresionó fue el que encontraron al analizar las divisiones de una organización
multiunidad y ver como los COO que presentaban una alineación entre los valores
baja necesitaban un incremento de salario de hasta un 40% para mostrar la misma
tendencia a permanecer en sus puestos que los que su alineación de valores era
elevada.
El interés en que las
organizaciones ordenen adecuadamente sus valores nunca ha sido tan alto.
Durante años los cambios culturales y económicos, muchos de ellos ocasionados
por las nuevas tecnologías, han forzado a las compañías a revisar lo que
valoran en las relaciones con sus empleados, sus clientes y hasta las
sociedades en las que se encuentran. La pandemia global y un renovado
sentimiento de urgencia en relación con temas de justicia social han movilizado
recientemente esos esfuerzos. A lo largo de industrias y sectores las
organizaciones se han visto forzadas a preguntarse:
a).- ¿Cuáles son los
valores que defendemos?
b).- ¿Qué nos une los
unos a los otros y a la comunidad?
En sus trabajo Ingram y
Choj han visto compañías tambalearse cuando no pueden responder a estas
preguntas de forma que alineen sus valores institucionales tanto con su
estrategia como con los valores de sus empleados. Por ejemplo Netflix y Disney han
descubierto, cada una a su manera, lo complicado que resulta desarrollar y
seguir una estrategia organizacional cuando los empleados creen que sus valores
superan a los de su organización.
Pero las compañías
también están reconociendo que si se alinean con los valores de sus
profesionales incrementarán de forma llamativa la retención de los mismos, lo
que resulta vital en un momento, como el actual, en el que el desempleo está en
niveles bajos y deben luchar por el talento. La necesidad de esta alineación va
a seguir incrementándose ya que los profesionales buscan cada vez más encontrar
un significado en su trabajo y están escogiendo sus carreras y trabajos en
función de esto. Erika Irish Brown, directora de talento en Citigroup, resumía
recientemente esta situación con las siguientes palabras: “Existen muchas
compañías en el mercado y si no existe alineación entre los valores en una de
ellas, se sigue buscando hasta encontrar esta situación en otra”.
Para ver claramente
cómo alinear valores debemos comenzar por entender lo que son y lo que no son.
Son simplemente principios para evaluar: determinan si alguien percibe algo
como bueno o malo o importante. Los valores no son creencias y no están
relacionados fuertemente a aspectos demográficos tales como la raza o género.
Podemos pensar en los
valores como los fines que perseguimos y en las creencias como los caminos que
nos conducen a esos fines. Si, por ejemplo, consideramos a dos personas que
valoren la creatividad podemos tener que la primera crea que se consigue a
través de la contemplación serena, mientras la segunda a través de la
interacción con los demás. Tienen la misma meta pero la perseguirán de forma
muy diferente.
Como podemos estar
equivocados con nuestras creencias podemos modificarlas. Una forma de hacerlo
consiste en interactuar con otros que tengan creencias distintas. Esto no
ocurre con los valores. Si somos una persona madura nuestros valores siempre
serán correctos para nosotros y no pensaremos en cambiarlos.
Los líderes, deben
tener cuidado de no caer en dos trampas cuando tratan de construir una cultura
y mejorar el desempeño:
a).- Con demasiada frecuencia
los líderes creen que si recitan continuamente los valores de la organización los empleados caerán bajo su hechizo, como si
fueran zombies. Este enfoque suele tener un efecto alienante, ya que
independientemente de dónde trabajen las personas no quieren que se les
impongan unos valores de forma unilateral, especialmente si no están alineados
con los suyos. Cuando esto ocurre sienten que se les ha robado la autonomía y
se vuelven más cínicos, lo que irónicamente hace que empiecen a comportarse de
forma menos ética.
b).- El segundo error
implica una presunción distinta: trabajar para desarrollar valores compartidos
es contrario a los objetivos de diversidad, inclusión y equidad. Es incorrecta
porque es mejor tener a empleados que trabajen en la misma dirección,
persiguiendo los mismos valores.
Los autores, en su
trabajo con organizaciones, siguen 5 pasos para establecer los fundamentos de
la alineación de valores, que deben ser seguidos secuencialmente. Éstos son:
1.-
Identificar los valores individuales de los miembros de la organización.
Su método favorito
consiste en que el mayor número posible de empleados sigan un proceso por el
que identifican sus valores principales, trabajan en las relaciones entre ellos
y producen lo que llaman una “estructura de valores”, que representa los 8
valores que son más significativos para cada individuo y las interdependencias
que esa persona percibe entre ellos. Por ejemplo, alguien puede creer que
perseguir la excelencia satisfará el valor de logro. Este ejercicio facilita
comprender qué es lo que importa más a los profesionales y, también les ayudará
a entenderse ellos mejor.
2.-
Identificar prioridades claves de la estrategia
La pregunta crucial a
hacer en esta etapa es “¿Qué es lo más importante que la organización puede
hacer para alcanzar su estrategia?” La respuesta ayudará a alinear los valores
oficiales con la misión de la organización.
3.-
Buscar valores candidatos que sirvan a la estrategia y resuenen en los
individuos
Normalmente en esta
fase deben trabajar un grupo de profesionales que incluyan representantes de
varios niveles junto a líderes senior, a los que se les debe presentar el resumen de las
prioridades estratégicas clave , junto a los resultados del primer paso.
Posteriormente se debe pedir al grupo que genere múltiples candidatos a valores
de la organización.
4.-
Evaluar los valores candidatos
Este es el momento de
dar voz a todos en la organización. Los autores recomiendan ser lo más
inclusivos posible en esta etapa y cualquier miembro de la organización cuyo
trabajo sea significativo para el éxito de la misma debe ser invitado. Por
ejemplo el Museo Guggenheim incluyó en esta fase a trabajadores contratados,
artistas y miembros de su comité de dirección, además de a sus empleados.
Una inclusión amplia
tiene dos ventajas principales:
a).- Revela que
declaraciones de valores resuenan en las personas que componen la organización.
b).- La inclusión
genera compromiso.
Muchos líderes sienten
temor ante la idea de invitar a toda la compañía a evaluar y determinar algo
tan importante como los valores, pero es mejor que conozcan cómo se sienten sus
profesionales en relación con los valores.
En esta fase es también
importante que los líderes recuerden que están ofreciendo a todos una voz que
no un voto, ya que ellos considerarán cuidadosamente todo el feedback recibido
para determinar los valores, pero no pueden prometer que cualquier valor,
aunque sea muy popular, va a ser oficial.
5.-
Seleccionar los candidatos más valorados para generar un conjunto final de valores
organizacionales
Este es un trabajo para
un equipo pequeño que debe incluir, también, a los líderes, porque puede ser
necesario tomar decisiones importantes a la hora de la redacción de los mismos.