Frances Frei y Anne Morriss en “Unleashed. The unapologetic leader´s guideto empowering everyone around you” plantean que los modelos de liderazgo
existentes hasta la fecha no abordan todos los desafíos que están surgiendo en
la actualidad. El problema, sugieren, está en que el liderazgo se ha centrado
demasiado en la figura del líder, sus talentos y debilidades, su seguridad o
falta de ella y su coraje e instinto en los momentos complicados.
Las autoras proponen una orientación diferente y que el núcleo del
liderazgo está en la capacidad del líder de “empoderar” a los que le rodean y
facilitar que liberen todo su potencial. Liderazgo sería pues, el desarrollo de
los demás debido a nuestra presencia y la seguridad de que el impacto va a
continuar en nuestra ausencia. Nuestro trabajo como líderes consiste en crear
las condiciones para que las personas que nos rodean sean más eficientes,
ayudándoles a ser conscientes de sus capacidades y de su poder.
El liderazgo requiere que conozcamos las necesidades, habilidades y
potencial de nuestros profesionales y que seamos capaces de darles el cauce
adecuado. Si solo pensamos en nosotros mismos será imposible que actuemos así
por lo que debemos estar alerta a las siguientes señales de que esto nos está
ocurriendo:
1.- No nos interesan las experiencias de los demás. El camino para
“empoderar” a los demás comienza por sentir curiosidad por lo que piensan,
sienten y hacen.
2.- No hacemos muchas preguntas. Un indicador medible de nuestro interés
por los demás es el número de preguntas que les hacemos o al menos que
desearíamos hacerles. Si no es un impulso que sintamos con frecuencia puede ser
que estemos atascados en nosotros mismos. Si lo hacemos descubriremos que las
personas tienden a ser más interesantes cuando vamos conociéndolas mejor.
3.- Lo que más nos interesa de los demás es lo que piensen de nosotros. A
todos nos preocupa lo que los otros piensen de nosotros pero esto es distinto de que sea lo único que
nos importe y que no nos interese cualquier otro pensamiento que puedan tener.
Si no somos capaces de sentir un interés genuino en las ideas de los demás,
incluidas aquellas que no tienen nada que ver con nosotros no habremos ganado
todavía el derecho a liderar.
4.- Continuamente estamos actualizando un catálogo de nuestras debilidades,
limitaciones e imperfecciones. Un crítico interno muy activo supone una gran
distracción en la práctica del liderazgo.
5.- Las capacidades de los demás nos asustan. Cuando somos buenos líderes
las fortalezas y potencial de nuestros colaboradores se convierten en nuestros
mayores activos. Si nuestra respuesta primaria a las capacidades de los demás
es que nos sintamos mal con respecto a las nuestras probablemente necesitemos
nos apartemos del liderazgo durante un
tiempo hasta que recuperemos nuestra confianza en nosotros mismos.
6.- Nuestra situación es de crisis permanente. La experiencia humana está
llena de momentos de crisis, pero si su número es excesivo seguramente no
estamos actuando como líderes adecuadamente.
7.- El pesimismo sobre el futuro nos domina. El liderazgo se apoya en la
creencia de que el futuro puede ser mejor que el presente. Si nos cuesta
aceptar esta idea seguramente no debemos ser líderes ya que el desánimo es lo
opuesto al liderazgo.
8.- La realidad se ha convertido en tedio. Si consideramos que no existen
posibilidades de progreso y que nuestras posibilidades son diversas tendremos
un problema como líderes.
9.- La apatía y la falta de fuerza son las emociones dominantes. El líder
debe tener fuerza para influir en su entorno y para ello debe sentir interés
por el mismo.
10.- Somos “las estrellas de nuestro propio show”. Si esta frase puede
servir para describir cómo nos movemos por el mundo no podemos ser líderes.
Un liderazgo “empoderador” debe comenzar y basarse en la confianza. Ésta
crea las condiciones para que las personas acepten ser guiadas por el líder. El
primer paso en el camino consistirá en generar un contexto en el que las
personas que le rodean puedan progresar. Consideramos con frecuencia que la
confianza es algo raro y valioso cuando en realidad es la base de casi todo lo
que hacemos como personas civilizadas.
Es, también, el input
que hace que el liderazgo funcione. Si éste se basa en “empoderar” a los demás,
tanto en nuestra presencia como en nuestra ausencia, entonces la confianza es
el marco emocional que lo hace posible: “Yo estoy dispuesto a ser liderado por
ti porque confío en ti, estoy dispuesto a ceder parte de mi autonomía y
bienestar en tus manos porque confío en ti. Al mismo tiempo tu estás dispuesto
a apoyarte en mí porque confías en mí y confías en que tomaré decisiones que
servirán para avanzar en nuestra misión compartida aunque no estés presente”.
Si queremos generar
este capital esencia para el liderazgo las autoras proponen que utilicemos esta
fórmula básica que se centra en:
1.- La autenticidad.
Las personas tienden a confiar en nosotros cuando piensan que están
interactuando con nuestro “yo” verdadero.
2.- La lógica. Las
personas tienden a confiar en nosotros cuando tienen fe en nuestro juicio y
competencia.
3.- La empatía. Las
personas tienden a confiar en nosotros cuando creen que nos preocupamos por
ellas.
Cuando la confianza se
pierde suele ser debido a un fallo en alguno de estos tres “motores” de ésta. Así
tenemos que en relación con:
a).- La empatía, la
confianza se debilita cuando las personas piensan que nos preocupamos más por
nosotros mismos que por ellas. Es un error común en las personas que son
analíticas y muy motivadas por el aprendizaje ya que, con frecuencia se aburren
y los demás lo perciben.
Es recomendable prestar
especial atención a nuestro comportamiento en reuniones, especialmente cuando
son otros los que tienen que intervenir más que nosotros. Con frecuencia al
comienzo de la reunión el compromiso de las personas que tienen esta debilidad
es grande porque piensan que pueden aprender algo, pero cuando ya entienden
todos los conceptos nuevos y ya han contribuido con sus aportaciones su
compromiso disminuye y lo manifiestan de múltiples maneras como por ejemplo,
demostrando su aburrimiento, mirando al móvil, etc. Desgraciadamente el coste
de estas pequeñas indulgencias es la confianza ya que se está transmitiendo que
importamos más que los demás pero que confiar en nosotros como líderes no es
una de ellas.
Para evitar caer en
este comportamiento, como líderes, debemos cambiar nuestro objetivo para la
reunión y que éste se centre en lugar de conseguir lo que queremos de esa
reunión el que los demás consigan lo que necesitan.
El antídoto para la
ausencia de empatía es la presencia.
b).- La lógica. Puede
ser nuestra debilidad en relación con la confianza si las personas no siempre
creen en el rigor de nuestras ideas. Con frecuencia es más un problema de
percepción más que de realidad va
asociado a nuestra creencia de que nuestro juicio puede no ser el adecuado para
gestionar una situación o resultado de fallos en la comunicación eficaz de las
ideas.
En los casos en que si
es el problema debemos centrarnos en los datos y afianzar nuestras ideas con
evidencias y con lo que sabemos que es verdad sin añadir nada más, aprovechando
para conocer lo que piensan los demás. Las ideas de otras personas son unos de
los recursos más valiosos, y con frecuencia olvidados, en el entorno laboral,
pero acceder a ellos requiere que el líder esté dispuesto a reconocer que no posee
todas las respuestas.
c).- La autenticidad. Podemos
tener deficiencias en este aspecto cuando las personas sienten que no tienen
acceso a nuestro “yo” real, a lo que verdaderamente conocemos, pensamos y
sentimos. Si la versión de nosotros mismos que presentamos es demasiado
estratégica o pulida una barrera invisible se puede formar entre nosotros y
aquellos que nos rodean.
La autenticidad del
líder puede ser particularmente complicada cuando parece que todos le están
vigilando, a través, por ejemplo de las redes sociales o de internet. Este contexto
genera un poderoso incentivo para que el líder procure ocultar partes
vulnerables y honestas de sí mismo.
Las autoras plantean
estas recomendaciones para poder revelar cómo somos en un mundo en que todas
las personas parecen ser un crítico:
1.- Controlar a nuestro
cerebro reptiliano. Esta parte del cerebro ligada a la supervivencia no es muy
fiable a la hora de evaluar riesgos y amenazas no ligados a la supervivencia, por ejemplo una
presentación difícil o problemas asociados al liderazgo. El budismo lleva
muchos años intentando domesticar esta parte del cerebro desde hace siglos y
las técnicas de mindfulness también pueden ser útiles.
2.- Encontrar los “desencadenantes”de
nuestra autenticidad y naturalidad. Pueden ser personas, actividades o
aficiones: equipo deportivo, juegos,….
3.- Asegurarnos de que
no estamos enfatizando la lógica a costa de nuestra autenticidad. Evidentemente
los líderes deben estar bien informados pero también deben ser sinceros y creíbles.
Una forma de comenzar a hacerlo es buscar entornos de bajo riesgo como pueden ser
reuniones con aliados.
4.- Comunicar la razón
que nos hace hacer lo que hacemos diariamente, el porqué queremos ser líderes.
5.- Aprender en
público. Debemos concedernos la libertad de actualizar nuestros puntos de vista
basándonos en nueva información o experiencias. Hacerlo abiertamente demostrando
que tenemos el coraje de evolucionar.
5.- Construir un equipo
de amigos y compañeros de trabajo que nos ayuden a mantenernos conectados con
nuestro “yo” real.
6.- Centrarnos en
desarrollar el potencial de los que nos rodean. Cuanto menos tiempo dediquemos
en nuestra agenda a nosotros más emplearemos en los demás y una versión más
auténtica de nosotros se mostrará.