Donna Hicks, en “Leading with dignity. How to create a culture that brings out the best in people”, plantea que cuando las personas en el trabajo experimentan situaciones en las que su dignidad se ve violada sufren las mismas reacciones instintivas que las partes en un conflicto internacional sienten; el deseo de venganza contra aquellos que les han violado. Las personas quieren que sus quejas sean escuchadas, reconocidas y atendidas. Cuando esto no ocurre el conflicto original incrementa su intensidad lo cual aumenta la separación.
En estas situaciones el
líder juega un papel importante ya que aunque fuerzas complejas intervienen en
la ruptura de las relaciones el grado en que los líderes presten atención para
reconocer y comprender las preocupaciones en relación con la dignidad que subyacen
a los agravios que refieren las personas va a ejercer una enorme diferencia a
la hora de poder resolver el conflicto.
Todos queremos que se nos
trate de forma que se muestre que importamos y si sentimos que no lo estamos
siendo sufrimos. Nuestro anhelo universal de sentir que se reconoce nuestra
dignidad nos define como seres humanos. Con frecuencia asimilamos dignidad con
respeto, pero la autora mantiene que son conceptos distintos. La dignidad es
algo con lo que nacemos y representa nuestro valor inherente. El respeto es
diferente. Aunque todos tenemos dignidad no todos merecen respeto. Éste debe
ser ganado por nuestras acciones que sirven de inspiración a los demás. La dignidad
es algo que todos merecemos independientemente de nuestras acciones.
Cuando honramos la
dignidad de los demás creamos una sensación de seguridad y las personas se
sienten libres para mostrarse vulnerables y como son en realidad. Las relaciones
prosperan cuando todas las partes sienten que son escuchadas, reconocidas y
valoradas.
Uno de los principales
malentendidos en relación con la dignidad es la idea de que nuestra sensación
de valía personal tiene que venir de fuentes externas. Nos sentimos bien si
obtenemos la validación de los demás en forma de halago, aprobación o
reconocimiento por nuestras buenas acciones. El problema surge cuando no
recibimos este tipo de aceptación externa y nos sentimos mal. Si
equivocadamente creemos que nuestra dignidad procede exclusivamente de fuentes
externas o de la forma en la que los demás nos tratan estamos renunciando a un
enorme poder interno que nos ofrece la resiliencia necesaria para resistir
ataques y mantenernos firmes en la realidad de nuestra verdadera valía.
Ser conscientes de que
tenemos dignidad y que ésta siempre nos va a acompañar nos permite ser más
vulnerables ante los demás, asumir riesgos y ser sinceros. Cuanto más honestos
y sinceros somos menos vamos a violar nuestra propia dignidad y la de los demás
y nuestras relaciones se van a enriquecer. Cuando perdemos la certeza de
nuestro propio valor o lo cuestionamos podemos caer con más facilidad en
comportamientos para salvar nuestra imagen que pueden enrarecer nuestras
relaciones. La dignidad es, pues, una fuente de poder que no tiene precio ya
que nos permite desarrollar relaciones mutuamente beneficiosas con los demás y
abordar cambios positivos en nuestras relaciones.
Liderar con dignidad
demanda que prestemos cuidadosamente atención a los efectos que tenemos en los demás. Sin
esta consciencia los problemas de relación que inundan los entornos laborales
continuarán, pero si los líderes comprenden las fuerzas poderosas que se
liberan cuando se viola la dignidad ( ira, resentimiento y el deseo de
venganza), así como lo que ocurre cuando ésta se respeta ( lealtad, deseo de
ser generoso, de ayudar) el trabajo de éstos será más sencillo y los
profesionales crecerán, así como la organización.
La autora ha identificado
diez elementos como componentes fundamentales de la dignidad. Éstos son:
1.-
ACEPTACIÓN DE LA IDENTIDAD
Supone abordar a las
personas como si fuesen ni superiores ni inferiores a nosotros y, por tanto,
concederles la libertad de expresar cómo son realmente sin el temor de ser
juzgados negativamente, de que la relación esté marcada por los prejuicios y
aceptando que características tales como raza, religión, género, orientación
sexual, edad o incapacidad, entre otras, están en el núcleo de la identidad de
las personas.
2.-
RECONOCIMIENTO
Implica la validación de
los demás por sus talentos, trabajo duro, actitud reflexiva y colaboración, así
como el ser generosos con los halagos y dar el crédito que se merecen por sus
contribuciones, ideas y experiencia.
3.-
ATENCIÓN
Consiste en prestar a los
demás nuestra total atención a través de la escucha, la validación y la respuesta
a sus inquietudes y sus experiencias.
4.-
INCLUSIÓN
Supone que tenemos que
conseguir que los demás tengan un sentimiento de pertenencia y se sientan integrados
en todos los niveles de relación: familia, organización, comunidad, nación,…
5.-
SEGURIDAD
Implica conseguir que las
personas se sientan cómodas a dos niveles:
a).- Físico, porque no
experimenten temor ante la posibilidad de sufrir un daño físico.
b).- Psicológico,
sintiéndose libres de preocupaciones ante la posibilidad de ser avergonzados o
humillados y para poder expresar sus opiniones sin temer algún tipo de efecto
negativo.
6.-
JUSTICIA
Supone tratar a todos de
forma justa, con equidad de acuerdo con reglas y normas previamente acordadas.
7.-
AUTONOMÍA
Implica ayudar al
desarrollo de los demás facilitando que sientan que tienen control sobre sus
vidas y trabajo para que puedan experimentar un sentimiento de esperanza y
posibilidad.
8.-
COMPRENSIÓN
Consiste en el
convencimiento de que lo que los demás piensan importa y darles, por tanto, la
posibilidad de exponer sus perspectivas y sus puntos de vista, escuchando
activamente para poder llegar a entenderles.
9.-
CONFIANZA
Supone tratar a los demás
como si fuesen de fiar, comenzando con la premisa de que tienen buenos motivos
para sus actuaciones y que lo hacen con integridad, concediendo el beneficio de
la duda.
10.-
RESPONSABILIDAD
Implica asumir la
responsabilidad por nuestras acciones, pedir disculpas si hemos violado la
dignidad de la otra persona y comprometernos a cambiar comportamientos que
puedan dañar a los demás.
El reconocimiento de la dignidad de aquellos con los que nos
tenemos que relacionar constituye el pegamento que nos une ya que es la forma
de conseguir que las personas se sientan seguras, valoradas y apreciadas. Esta
idea es importante para el líder porque si quiere liderar a personas debe
comprenderlas y reconocer el papel que la dignidad juega para el bienestar de las
relaciones. Michael Pirson en su libro “Humanistic management: protecting dignity and promoting well- being” describe el trabajo que están realizando un
grupo de académicos de todo el mundo (Humanistic Management Network) que están
interesados en desarrollar un nuevo paradigma para la gestión. Esta red de
profesionales se ha comprometido a seguir los siguientes principios:
a).- El respeto
incondicional por la dignidad humana tiene que ser la base de las interacciones
humanas.
b).- Una reflexión ética
tiene que constituir una parte integrada de todas las decisiones de negocio.
c).- La búsqueda de una
legitimidad normativa para las actividades corporativas permite el alineamiento
de las buenas intenciones con actividades que tienen el potencial de producir
resultados buenos.
Unidos estos tres
compromisos fomentan el desarrollo humano a través de actividades económicas
que añaden valor a la sociedad. Pirson destaca que el paradigma de negocios antiguo se basaba en que lo que motiva a los
seres humanos es el poder y el dinero y que su meta era la maximización de la
riqueza y del beneficio para los accionistas, pero él defiende que las personas
en realidad se sienten motivadas por estar conectadas y preocuparse por los
demás y por buscar un bien común. El objetivo de su red es, por tanto, destacar
la importancia que la dignidad tiene para crear entornos laborales en los que
se promueva el bienestar más que las riqueza económicas.
Otros estudiosos del tema defienden la trascendencia de la defensa de la dignidad para un liderazgo eficaz. La autora destaca entre otros a Monique Valcour que plantea que los líderes que minan la autonomía de los profesionales son corrosivos porque menoscaban la dignidad del trabajador o a Christine Porath, autora de “Mastering civility”, que hemos comentado en entradas anteriores, que en sus investigaciones han encontrado que demostrar respeto era la cualidad más importante para conseguir el compromiso de los profesionales.
Hicks, en sus estudios, ha identificado 10 formas en las que nuestro legado biológico actúa para favorecer el que violemos nuestra dignidad y la de los demás y las recomendaciones para neutralizarlas. Éstas son:
1.-
Responder a las provocaciones. No debemos dejar que el
mal comportamiento de los demás determine le nuestro. El control es esencial
para mantener la dignidad. No debemos justificar el devolver el daño que nos
han infligido los demás. No hay que hacer a los demás lo que éstos nos han
hecho.
2.-
“Salvar la cara”. No mentir, esconder o reconocer lo que
hemos hecho. Debemos decir la verdad.
3.-
Eludir la responsabilidad. Cuando violemos la dignidad de
alguien debemos admitir que hemos cometido un error y pedir perdón por haber
causado un daño.
4.-
Depender de una falsa dignidad. Debemos estar alerta
ante el deseo del reconocimiento externo de nuestra dignidad en forma de
aprobación y halago. Si dependemos sólo de los demás para la validación de nuestra
valía estamos buscando una falsa dignidad. Nuestra dignidad procede del
interior de nosotros mismos.
5.-
Mantener una falsa seguridad. No debemos permitir que
nuestra necesidad de conectar comprometa nuestra dignidad. Si mantenemos una
relación en la que nuestra dignidad está siendo violada de forma rutinaria
nuestra necesidad de conexión está anulando nuestra necesidad de mantener
nuestra propia dignidad.
6.-
Evitar la confrontación. No dejemos que alguien viole nuestra
dignidad sin decir algo. Debemos defendernos y no evitar la confrontación. Una
violación es una señal de que algo en la relación necesita un cambio.
7.-
Asumir una actitud victimista. No creer que somos una
víctima inocente de una relación problemática. Debemos estar dispuestos a
considerar que podemos estar contribuyendo al problema. Debemos ser capaces de
vernos a nosotros mismos desde una perspectiva externa para que podamos vernos
como los demás nos ven.
8.-
Evitar el feedback. Con frecuencia nos somos conscientes de
lo que no sabemos. Tenemos puntos ciegos en los que podemos estarnos
comportando de forma poco digna. Tenemos que vencer nuestro instinto
autoprotector que nos lleva a resistirnos ante el feedback constructivo y
considerarlo como una oportunidad de crecimiento.
9.-
Culpar y avergonzar a los demás. No debemos hacerlo para
intentar desviar nuestra culpa. Tenemos que controlar el impulso de defendernos
a nosotros intentando hacer que los demás queden mal.
10.-
Chismorrear y fomentar una falsa intimidad. Debemos evitar
caer en la tentación de conectar con los demás por medio de los cotilleos sobre
otras personas. Ser críticos y juzgar a los demás cuando no están presentes no
es digno y es dañino. Si queremos conseguir una intimidad con otras personas
debemos ser sinceros y compartir lo que ocurre en nuestro mundo interior y
pedir a la otra persona que haga lo mismo.