Laura Hills en “The problem employee. How
to manage the employees no one wants to manage” ofrece claves para abordar el
problema de qué hacer con los profesionales problemáticos en el entorno laboral.
Los líderes deben ser
conscientes de que gestionar los empleados problemáticos es una parte
importante de su trabajo. Existen diversos tipos: por ejemplo, algunos pueden
desafiar la autoridad de los líderes. Otros pueden crear un entorno de trabajo
disruptivo o negativo para sus compañeros
otros, pueden buscar alcanzar sus expectativas de desempeño personales. El empleado problemático es el que de forma
consistente muestra comportamientos problemáticos en el tiempo. Es el empleado
que tiene un registro continuado o un patrón predecible de comportamientos que
ocasionan problemas.
Un primer paso para
comenzar nuestro trabajo con los empleados problemáticos consiste en aclarar de
forma precisa cómo su conducta es inaceptable. Luego debemos comprobar que no
existe ningún prejuicio por nuestra parte o por parte de los compañeros que se
quejan de él. También, debemos tener cuidado de no estar buscando motivos
porque queremos justificar una conclusión a la que ya hemos llegado
previamente.
Algunos empleados
problemáticos son plenamente conscientes de su comportamiento complicado,
pero en ocasiones lo que ocurre es que el profesional no es capaz de discernir
qué conductas son aceptables y cuáles no lo son y hasta puede pensar que su
comportamiento es beneficioso para la organización. Por tanto, muchas de estas
conductas pueden ser evitadas si el líder manifiesta claramente cuáles son sus
expectativas.
Evidentemente las
expectativas deben ser aclaradas cuando nos enfrentamos con un empleado
problemático, pero es más eficaz si se establecen desde el principio, antes de que
surjan los problemas. Una estrategia efectiva es introducir el concepto de
comportamientos no negociables.
La mejor forma de
limitar el daño que puede ocasionar un empleado problemático es responder con
acciones rápidas y efectivas. Desgraciadamente a estos profesionales se les
suele permitir continuar con sus conductas demasiado tiempo y se pueden convertir en “cánceres culturales” para la organización y cuanto más tiempo
permanezcan, sin modificar su conducta en ella, más daño harán.
La autora recomienda
seguir los siguientes pasos para
confrontar conductas problemáticas:
1.-
NO CONFRONTAR ESTANDO ENFADADO
Si se trata de una
situación emocional primero tenemos que calmarnos y controlar nuestras
emociones antes de decir algo. Debemos recordar que aunque tenemos derecho a
sentirnos enfadados no tenemos necesariamente el derecho de actuar en un estado
de ira.
2.-
AFRONTAR LA SITUACIÓN LO ANTES POSIBLE
Hay que hablar con el
empleado tan pronto como hayamos controlado nuestras emociones. Debemos hacerlo
mientras el incidente esté aún fresco en la mente del empleado.
3.-
HABLAR EN PRIVADO
Asegurarnos de que no
nos puede escuchar ningún compañero. Hay que tener cuidado porque el hecho de
llamar a un empleado a nuestro despacho y cerrar la puerta puede crear una
atmósfera tensa antes de que tengamos la oportunidad de decir algo. También puede
despertar la curiosidad del resto de miembros del equipo.
4.-
SER ESPECÍFICO
Utilizar evidencias y
hechos tangibles para comunicar lo que hemos observado, centrándonos en el
comportamiento del empleado y no en la intención. No introducir rumores o
juicios en la conversación.
5.-
CENTRARNOS EN EL OBJETIVO
No debemos intentar
suavizar el hecho de que el objetivo es reprender un comportamiento. Por tanto,
no podemos terminar la conversación con frases del tipo: “pero en conjunto has
hecho un gran trabajo”. Esto puede hacer que el empleado se sienta mejor , pero
estamos mandando un mensaje confuso. Si sentimos la necesidad de halagar al
empleado debemos hacerlo en otro momento.
6.-
ACLARAR TODOS LOS PUNTOS
Debemos describir al
empleado problemático lo que ha hecho, cómo nos sentimos en relación a sus
acciones, las razones por las que nos sentimos así y lo que debe cambiar. Tenemos
que ser claros y específicos.
7.-
ASEGURARNOS DE QUE HEMOS SIDO ENTENDIDOS
Hay que pedir al
empleado problemático que repita lo que le hemos dicho, lo que tiene que
cambiar, por qué y cuándo y lo que pasará si su pobre desempeño o el
comportamiento específico continúa.
Si tememos o estamos posponiendo
la conversación con el empleado problemático tendremos que pensar en cambiar
nuestro patrón mental y, para ello, A. Augustine sugiere utilizar estas cuatro
estrategias adicionales:
A).-
EMPATIZAR
Ponernos en el lugar
del empleado problemático y pensar que éste puede sentirse más agradecido si se
le comunica lo que hace mal antes de que pueda empeorar su conducta y así,
evitar problemas mayores.
B).-
OFRECER FEEDBACK DE FORMA RUTINARIA
Si la única información
que recibe un empleado de su desempeño son malas noticias tenemos un problema. Debemos estandarizar las reuniones de feedback
de forma que se mantengan con la frecuencia que se determine, que puede ser quincenal
o mensual, por ejemplo.
C).-
PREPARARNOS PARA LA CONFRONTACIÓN
Puede ser que la
estemos evitando porque pensemos que va a negar lo que digamos, argumentar o buscar
excusas. Por tanto debemos tener preparada la documentación suficiente para
probar lo que decimos. El propósito de documentar el comportamiento problemático
no se limita solo a registrar éste, también muestra los pasos que hemos dado
para ayudar a que el empleado tenga éxito. Dori Meinert sugiere que existen algunos
errores que los empleadores cometen
con frecuencia al documentar los
comportamientos y, por tanto, tenemos que intentar evitar:
a).-
Incluir afirmaciones vagas y poco claras sobre lo que el empleado tiene que
hacer para mejorar. Por ejemplo afirmar que: “el empleado tiene que actuar de modo más
profesional, mostrar más respeto o ser un jugador de equipo”. Estos son
conceptos vagos que pueden ser interpretados de muchas formas.
b).-
Incorporar ataques personales o comentarios subjetivos.
Por ejemplo decir que el empleado muestra una mala actitud o que es vago o un
mentiroso o que debe cuidar mejor su apariencia personal, lo que muestra que se
están extrayendo conclusiones subjetivas sobre el carácter del empleado. Por tanto
hay que centrarse y detallar los comportamientos específicos.
c).-
Facilitar escasa evidencia que pueda apoyar acciones
disciplinarias. Por tanto hay que aportar datos, testigos y los documentos
apropiados.
e).-
Describir los comportamientos en términos absolutos.
Las palabras “nunca” o “siempre” pueden ser cuestionadas. Para evitarlo se
deben registrar las fechas específicas
en las que se ha producido el comportamiento problemático.
D).-
ACEPTAR QUE LA CONFRONTACIÓN NO SIGNIFICA QUE SEAMOS MALAS PERSONAS
Afrontar las
situaciones en las que un empleado tiene un comportamiento fuera de lugar no
implica que estemos actuando mal. Tenemos que aceptar que es una tarea que todo directivo o líder tiene que
asumir en algún momento y que si no lo hacemos estaremos haciendo un flaco
favor al empleado y a la organización.
Pueden existir
ocasiones en las que nos encontramos con conductas problemáticas que no podamos
gestionar solos, como el caso en el que el comportamiento puede suponer un riesgo
para él o para sus compañeros. Si la amenaza es inminente hay que pedir
asistencia inmediata para garantizar la seguridad de todos.
También existen
situaciones en las que la única solución es despedir al empleado si su
comportamiento no mejora o empeora. Antes de hacerlo debemos asegurarnos de
que: hemos recogido suficientes evidencias verificables del comportamiento
problemático, que hemos actuado con rapidez, que le henos descrito claramente
cuándo y cómo su conducta debía cambiar, que hemos hecho un seguimiento y le
hemos advertido en numerosas ocasiones incluyendo las consecuencias si su
conducta no mejoraba, que hemos utilizado recursos internos o externos
cuando han sido necesarios y que hemos documentado todo lo relativo al
comportamiento problemático, reuniones mantenidas y advertencias y sobre la respuesta
del empleado