Tomas Chamorro - Premuzic en “I,
human. AI,
automation and the quest to reclaim what makes us unique” aborda una de las
preguntas más importantes a las que se enfrenta nuestra especie: ¿Vamos a
utilizar la inteligencia artificial para mejorar la forma en la que vivimos y
trabajamos, o dejaremos que nos aliene?
A pesar de todas las
predicciones efectuadas sobre la inteligencia artificial existe un tema que
está siendo sorprendentemente descuidado y es la manera en la que la
inteligencia artificial está cambiando nuestras vidas, valores y formas
fundamentales de ser. Ya es hora de mirar a la inteligencia artificial desde
una perspectiva humana que incluya una valoración sobre cómo la era de la
inteligencia artificial está impactando en el comportamiento humano, tanto en
la forma de trabajar y vivir como en nuestras relaciones, consumos y bienestar.
Asimismo debemos plantearnos cuáles son las diferencias culturales y sociales
claves entre la edad de la inteligencia artificial y otras etapas de la
civilización humana y cómo la inteligencia artificial está redefiniendo las
formas principales en las que expresamos nuestra humanidad.
Como nadie tiene datos
sobre lo que ocurrirá en el futuro es difícil conocer cómo se va desplegar la
inteligencia artificial. Al menos hasta el momento se ha limitado a ser algo
relacionado con datos. Pero su sigilosa omnipresencia tiene un impacto, ya que
seamos conscientes o no interactuamos con ella diariamente, como cuando estamos
expuestos a un anuncio digital o se nos muestra contenido o noticias on – line.
La inteligencia
artificial tienen el potencial de mejorar nuestras vidas. Vivimos en un mundo
complejo y nuestros cerebros arcaicos no pueden ya apoyarse en decisiones
intuitivas o instintivas para tomar las decisiones correctas, especialmente si
queremos ser miembros activos de la sociedad moderna. Por ejemplo, podemos
esperar que a través de una inteligencia artificial bien diseñada se puedan
obtener mejores resultados que los de reclutadores humanos a la hora de evaluar
una entrevista de desempeño o de selección de un candidato a un puesto de
trabajo. Los sesgos humanos permean todos los aspectos de la vida , desde a
quién contratamos y promocionamos hasta a quién tiene acceso a créditos, becas,
etc.
La meritocracia o la
idea de que nuestro destino debe ser determinado por nuestro nivel de habilidad
y esfuerzo, es casi una aspiración
universal pero en cualquier lugar del mundo tiene más relación con los
privilegios asociados a las clases sociales que a otros factores. Nuestro lugar
de nacimiento, nuestros padres y nuestra clasificación sociodemográfica son
predictores más fuertes de nuestro éxito futuro que nuestro potencial y
desempeño, especialmente en Estados Unidos. La inteligencia artificial tienen
la capacidad de exponer estos sesgos, además de identificar verdaderas señales
de talento y potencial al tiempo que se muestra indiferente con respecto a
nuestra clase social, género, raza y estatus. La meta principal de la
inteligencia artificial no es reemplazar la experiencia y conocimientos humanos
sino ampliarlos. En cualquier área de toma de decisiones la capacidad humana puede
mejorar con la ayuda de perspectivas basadas en datos producidas por la
inteligencia artificial.
Pero la edad de la
inteligencia artificial ha liberado, también, malas tendencias de
comportamiento. El despliegue de algoritmos que secuestran o comprometen
nuestra atención está contribuyendo a la
aparición de una crisis de distracción. También, nos está volviendo más impacientes
, ignorantes y delirantes, reforzando nuestras interpretaciones interesadas del
mundo. Asimismo, ha incrementado nuestra adicción a las plataformas sociales,
que han democratizado el narcisismo digital y han convertido la edad de la
inteligencia artificial en una edad de auto-obsesión y egocentrismo,
privilegios y derechos y búsqueda permanente de atención. Más aún, nos ha
transformado en unos seres más predecibles y aburridos, diluyendo la variedad y
riqueza de experiencias que caracterizaban anteriormente la vida humana. Y, por
último, la inteligencia artificial puede estar disminuyendo nuestra curiosidad
intelectual y social al alimentarnos de respuestas rápidas y sencillas sobre
todo y disuadiéndonos de plantear preguntas.
En los aproximadamente
trescientos mil años de existencia de lo que se considera generalmente como
seres humanos anatómicamente modernos no hemos cambiado mucho. No existen
diferencias biológicas fundamentales entre los pioneros de la inteligencia
artificial del presente y sus antepasados que inventaron la agricultura, por
ejemplo. La versión más avanzada y actual de la especie todavía comparte el 99%
de su ADN con los chimpancés.
Nuestras necesidades y deseos
tampoco han cambiado mucho. Pero la forma en que esos deseos y necesidades se
manifiestan han cambiado con los tiempos. En nuestro viaje evolutivo hemos
pasado de ser productores y de utilizar herramientas rudimentarias de caza a
creadores de cohetes espaciales, Bitcoin y vacunas RNA mensajero. En este
proceso hemos ido creando una diversa variedad de sociedades, imperios y
civilizaciones que nos han facilitado nuevos elementos para expresar nuestra
humanidad.
Aunque en el gran
esquema de las cosas la inteligencia artificial es solo un sencillo código
informático diseñado para hacer las tareas humanas más previsibles, la historia
nos enseña que las grandes innovaciones tecnológicas pueden tener importantes
consecuencias psicológicas cuando se va desarrollando e incrementando su
influencia.
Hasta el momento el
aspecto que más consecuencias puede tener de la inteligencia artificial ha sido
no su capacidad para replicar o superar a la inteligencia humana, sino para impactar
en ella. Esto está ocurriendo no a través de las capacidades inherentes de la inteligencia
artificial sino a través del ecosistema digital que hemos construido para recolectar,
refinar y desplegar la inteligencia artificial a escala. Y, como cualquier
fuerza poderosa tendrá consecuencias positivas y negativas sobre el
comportamiento social. Pero el cambio es el rasgo destacado y lo que hace que la edad de la inteligencia artificial sea una
fase significativa de la evolución humana. Este cambio tiene tres facilitadores
principales.
I.-
UN MUNDO HIPERCONECTADO
El mundo nunca ha
estado tan conectado como hasta ahora. La hiperconexión es uno de los signos
que definen nuestra época. Nunca ha sido tan difícil aislarse de otras personas y de la información, sea de hechos
verdaderos o falsos, ni tan fácil comunicarse con extraños, tener nuevos
conocidos, convertir extraños en citas inmediatas y mantener profundo contacto
psicológico con personas, independientemente de quiénes sean, dónde se
encuentren y de si les conocemos personalmente.
A pesar de esto, desde
una perspectiva psicológica las cosas no han cambiado mucho y seguimos
preocupados por nuestra reputación, por lo que los demás piensen, por tanto, de
nosotros, por lo que están haciendo nuestros amigos o por cómo lo estamos
haciendo en la vida.
Si un humano medio de
la década de los 50 del siglo pasado fuese transportado a nuestra época actual
seguramente se preguntaría por qué la mayoría de las personas están “pegadas” a
sus dispositivos móviles, sin importarle el saber o no si existen unos
algoritmos haciendo su magia en la retaguardia o si están embarcadas en niveles
sin precedentes de revelaciones inapropiadas personales o compartiendo
opiniones no pedidas sobre cualquier cosa o persona con cualquiera, sin ningún
otro objetivo que lo hacen porque pueden. Nuestro visitante del pasado seguramente
se sentiría decepcionado.
Lo que hace que nos
mantengamos tan completamente inmersos en nuestro universo digital
hiperconectado que hemos creado, y la verdadera razón por la que este universo
existe es nuestra necesidad profunda de estar conectados unos con otros, que
responde a una necesidad primaria.
En primer lugar, la inteligencia
artificial satisface nuestra necesidad de relación, que consiste en el deseo de
conectar y llevarnos bien con los demás, ampliando y profundizando nuestras
relaciones y manteniendo el contacto con los amigos.
En segundo lugar la
inteligencia artificial puede considerarse como un intento de estimular nuestra
productividad y eficiencia para mejorar nuestros estándares de vida, todo lo
cual responde a nuestra necesidad de competitividad.
Por último, en tercer
lugar la inteligencia artificial también, se puede utilizar para encontrar
significado, convirtiendo información en perspectivas, ayudándonos a que tenga sentido un mundo que de otra
forma sería muy complejo y ambiguo. Para bien o para mal la mayor parte de los
hechos, opiniones o conocimiento a los que tenemos acceso en la actualidad han
sido organizados y filtrados por la inteligencia artificial, por lo que ésta
puede tener poder tanto para informarnos como para desinformarnos.
Uno de los problemas
que plantea el uso de la inteligencia artificial es el tiempo, que por estar
conectados a ella , no dedicamos a estar verdaderamente conectados con otras
cosas o personas en el mundo analógico. Nos estamos reduciendo a ser los
fragmentos digitales de nuestra reputación que están capturados en los
numerosos dispositivos que nos conectan con los demás y con el mundo. Por esta
razón es difícil no estar de acuerdo con la premisa de Yuval Harari de que: “Nos
estamos convirtiendo en diminutos chips dentro de un gigantesco sistema de
procesamiento de datos que nadie entiende realmente”.
Nuestras más íntimas
preferencias, nuestros pensamientos más privados y nuestros placeres “culpables”
se han convertido en una vasta reserva de información por la que los algoritmos
pueden aprender todo lo que hay que saber de nosotros. Estudios científicos
muestran, sorprendentemente, que la inteligencia artificial puede hacer estimaciones más
exactas de nuestra personalidad que las que pueden hacer nuestros amigos o
hasta nosotros mismos.
II.-
LA “DATIFICACIÓN” DEL SER HUMANO
La edad de la
inteligencia artificial se fundamenta en la premisa y promesa de la recogida de
la mayor parte de datos sobre las personas como sea posible, convirtiéndonos a
todos en sujetos de un experimento psicológico masivo. En la actualidad
poseemos más datos sobre los seres humanos y sobre cualquier aspecto de nuestro
comportamiento que los que somos capaces de analizar. Pero tener más datos no hace
que las personas seamos más predecibles. Los datos son solo un registro de lo
que hacemos, por lo que son el producto en lugar del a causa de nuestras
actividades y comportamientos. Las plataformas procuran estandarizar nuestros
principales patrones de actividades, incentivándonos para actuar de forma más
predecible y repetitiva. Por ejemplo, Facebook restringe la variedad de
respuestas o comportamientos que se pueden mostrar. Aunque podamos expresar
nuestros comentarios en textos creativos o no estructurados es más sencillo
poner un “me gusta”, compartir o insertar un emoji en respuesta a lo que vemos.
En 2021 Facebook, ahora
Meta, llevo la “datificación” de las personas un paso más adelante al unir los
datos de Facebbok y WhatsApp para profundizar en el conocimiento de sus
usuarios. Aunque la mayor parte de los servicios facilitados por estas
compañías de inteligencia artificial son gratuitos, en el sentido de que no
pagamos por ellos con dinero, los inversores los valoran por el valor percibido
asignado a los datos que las compañías ingieren, analizan y venden.
III.-
EL LUCRATIVO NEGOCIO DE LA PREDICCIÓN
La inteligencia
artificial ha sido descrita como una máquina de predicción, ya que los
algoritmos demuestran su “inteligencia” al predecir cosas, que a su vez
deberían hacer que nuestra toma de
decisiones sea más inteligente. Si los datos alimentan la revolución digital,
el valor del dato se debe basar en la decodificación de los comportamientos
humanos con un nuevo nivel de estandarización y automatización.
Al analizar cada uno de
nuestros movimientos y al vender sus perspectivas sobre como influir en los seres
humanos, a un alto precio a las marcas y compañías, la inteligencia artificial está
vendiendo el futuro de los seres humanos, convirtiéndonos en seres menos
creativos e interesantes en el proceso, ya que aunque el objetivo de la
inteligencia artificial no sea automatizarnos, parece ser que nos está transformando
en autómatas. Hasta el momento nuestros
datos se han comercializado fundamentalmente para propósitos de marketing, como
es el caso de los anuncios personalizados, pero ya se han efectuado una serie
de incursiones hacia otras áreas como los seguros de vida, el desarrollo de
carreras, salud, bienestar y relaciones románticas.
Por tanto, hasta ahora,
al menos, la influencia de la inteligencia emocional no funciona para emular o
superar la inteligencia humana sino para
moldear la forma en que pensamos, aprendemos y tomamos decisiones.
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