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domingo, 1 de octubre de 2023

REFLEXIONES SOBRE LA EDAD DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL

 


Tomas Chamorro  - Premuzic en “I, human. AI, automation and the quest to reclaim what makes us unique” aborda una de las preguntas más importantes a las que se enfrenta nuestra especie: ¿Vamos a utilizar la inteligencia artificial para mejorar la forma en la que vivimos y trabajamos, o dejaremos que nos aliene?

A pesar de todas las predicciones efectuadas sobre la inteligencia artificial existe un tema que está siendo sorprendentemente descuidado y es la manera en la que la inteligencia artificial está cambiando nuestras vidas, valores y formas fundamentales de ser. Ya es hora de mirar a la inteligencia artificial desde una perspectiva humana que incluya una valoración sobre cómo la era de la inteligencia artificial está impactando en el comportamiento humano, tanto en la forma de trabajar y vivir como en nuestras relaciones, consumos y bienestar. Asimismo debemos plantearnos cuáles son las diferencias culturales y sociales claves entre la edad de la inteligencia artificial y otras etapas de la civilización humana y cómo la inteligencia artificial está redefiniendo las formas principales en las que expresamos nuestra humanidad.

Como nadie tiene datos sobre lo que ocurrirá en el futuro es difícil conocer cómo se va desplegar la inteligencia artificial. Al menos hasta el momento se ha limitado a ser algo relacionado con datos. Pero su sigilosa omnipresencia tiene un impacto, ya que seamos conscientes o no interactuamos con ella diariamente, como cuando estamos expuestos a un anuncio digital o se nos muestra contenido o noticias on – line.

La inteligencia artificial tienen el potencial de mejorar nuestras vidas. Vivimos en un mundo complejo y nuestros cerebros arcaicos no pueden ya apoyarse en decisiones intuitivas o instintivas para tomar las decisiones correctas, especialmente si queremos ser miembros activos de la sociedad moderna. Por ejemplo, podemos esperar que a través de una inteligencia artificial bien diseñada se puedan obtener mejores resultados que los de reclutadores humanos a la hora de evaluar una entrevista de desempeño o de selección de un candidato a un puesto de trabajo. Los sesgos humanos permean todos los aspectos de la vida , desde a quién contratamos y promocionamos hasta a quién tiene acceso a créditos, becas, etc.

La meritocracia o la idea de que nuestro destino debe ser determinado por nuestro nivel de habilidad y esfuerzo, es casi  una aspiración universal pero en cualquier lugar del mundo tiene más relación con los privilegios asociados a las clases sociales que a otros factores. Nuestro lugar de nacimiento, nuestros padres y nuestra clasificación sociodemográfica son predictores más fuertes de nuestro éxito futuro que nuestro potencial y desempeño, especialmente en Estados Unidos. La inteligencia artificial tienen la capacidad de exponer estos sesgos, además de identificar verdaderas señales de talento y potencial al tiempo que se muestra indiferente con respecto a nuestra clase social, género, raza y estatus. La meta principal de la inteligencia artificial no es reemplazar la experiencia y conocimientos humanos sino ampliarlos. En cualquier área de  toma de decisiones la capacidad humana puede mejorar con la ayuda de perspectivas basadas en datos producidas por la inteligencia artificial.

Pero la edad de la inteligencia artificial ha liberado, también, malas tendencias de comportamiento. El despliegue de algoritmos que secuestran o comprometen nuestra atención está contribuyendo  a la aparición de una crisis de distracción. También, nos está volviendo más impacientes , ignorantes y delirantes, reforzando nuestras interpretaciones interesadas del mundo. Asimismo, ha incrementado nuestra adicción a las plataformas sociales, que han democratizado el narcisismo digital y han convertido la edad de la inteligencia artificial en una edad de auto-obsesión y egocentrismo, privilegios y derechos y búsqueda permanente de atención. Más aún, nos ha transformado en unos seres más predecibles y aburridos, diluyendo la variedad y riqueza de experiencias que caracterizaban anteriormente la vida humana. Y, por último, la inteligencia artificial puede estar disminuyendo nuestra curiosidad intelectual y social al alimentarnos de respuestas rápidas y sencillas sobre todo y disuadiéndonos de plantear preguntas.

En los aproximadamente trescientos mil años de existencia de lo que se considera generalmente como seres humanos anatómicamente modernos no hemos cambiado mucho. No existen diferencias biológicas fundamentales entre los pioneros de la inteligencia artificial del presente y sus antepasados que inventaron la agricultura, por ejemplo. La versión más avanzada y actual de la especie todavía comparte el 99% de su ADN con los chimpancés.

Nuestras necesidades y deseos tampoco han cambiado mucho. Pero la forma en que esos deseos y necesidades se manifiestan han cambiado con los tiempos. En nuestro viaje evolutivo hemos pasado de ser productores y de utilizar herramientas rudimentarias de caza a creadores de cohetes espaciales, Bitcoin y vacunas RNA mensajero. En este proceso hemos ido creando una diversa variedad de sociedades, imperios y civilizaciones que nos han facilitado nuevos elementos para expresar nuestra humanidad.

Aunque en el gran esquema de las cosas la inteligencia artificial es solo un sencillo código informático diseñado para hacer las tareas humanas más previsibles, la historia nos enseña que las grandes innovaciones tecnológicas pueden tener importantes consecuencias psicológicas cuando se va desarrollando e incrementando su influencia.

Hasta el momento el aspecto que más consecuencias puede tener de la inteligencia artificial ha sido no su capacidad para replicar o superar a la inteligencia humana, sino para impactar en ella. Esto está ocurriendo no a través de las capacidades inherentes de la inteligencia artificial sino a través del ecosistema digital que hemos construido para recolectar, refinar y desplegar la inteligencia artificial a escala. Y, como cualquier fuerza poderosa tendrá consecuencias positivas y negativas sobre el comportamiento social. Pero el cambio es el rasgo destacado y lo que hace que  la edad de la inteligencia artificial sea una fase significativa de la evolución humana. Este cambio tiene tres facilitadores principales.

I.- UN MUNDO HIPERCONECTADO

El mundo nunca ha estado tan conectado como hasta ahora. La hiperconexión es uno de los signos que definen nuestra época. Nunca ha sido tan difícil aislarse de otras  personas y de la información, sea de hechos verdaderos o falsos, ni tan fácil comunicarse con extraños, tener nuevos conocidos, convertir extraños en citas inmediatas y mantener profundo contacto psicológico con personas, independientemente de quiénes sean, dónde se encuentren y de si les conocemos personalmente.

A pesar de esto, desde una perspectiva psicológica las cosas no han cambiado mucho y seguimos preocupados por nuestra reputación, por lo que los demás piensen, por tanto, de nosotros, por lo que están haciendo nuestros amigos o por cómo lo estamos haciendo en la vida.

Si un humano medio de la década de los 50 del siglo pasado fuese transportado a nuestra época actual seguramente se preguntaría por qué la mayoría de las personas están “pegadas” a sus dispositivos móviles, sin importarle el saber o no si existen unos algoritmos haciendo su magia en la retaguardia o si están embarcadas en niveles sin precedentes de revelaciones inapropiadas personales o compartiendo opiniones no pedidas sobre cualquier cosa o persona con cualquiera, sin ningún otro objetivo que lo hacen porque pueden. Nuestro visitante del pasado seguramente se sentiría decepcionado.

Lo que hace que nos mantengamos tan completamente inmersos en nuestro universo digital hiperconectado que hemos creado, y la verdadera razón por la que este universo existe es nuestra necesidad profunda de estar conectados unos con otros, que responde a una necesidad primaria.

En primer lugar, la inteligencia artificial satisface nuestra necesidad de relación, que consiste en el deseo de conectar y llevarnos bien con los demás, ampliando y profundizando nuestras relaciones y manteniendo el contacto con los amigos.

En segundo lugar la inteligencia artificial puede considerarse como un intento de estimular nuestra productividad y eficiencia para mejorar nuestros estándares de vida, todo lo cual responde a nuestra necesidad de competitividad.

Por último, en tercer lugar la inteligencia artificial también, se puede utilizar para encontrar significado, convirtiendo información en perspectivas, ayudándonos  a que tenga sentido un mundo que de otra forma sería muy complejo y ambiguo. Para bien o para mal la mayor parte de los hechos, opiniones o conocimiento a los que tenemos acceso en la actualidad han sido organizados y filtrados por la inteligencia artificial, por lo que ésta puede tener poder tanto para informarnos como para desinformarnos.

Uno de los problemas que plantea el uso de la inteligencia artificial es el tiempo, que por estar conectados a ella , no dedicamos a estar verdaderamente conectados con otras cosas o personas en el mundo analógico. Nos estamos reduciendo a ser los fragmentos digitales de nuestra reputación que están capturados en los numerosos dispositivos que nos conectan con los demás y con el mundo. Por esta razón es difícil no estar de acuerdo con la premisa de Yuval Harari de que: “Nos estamos convirtiendo en diminutos chips dentro de un gigantesco sistema de procesamiento de datos que nadie entiende realmente”.

Nuestras más íntimas preferencias, nuestros pensamientos más privados y nuestros placeres “culpables” se han convertido en una vasta reserva de información por la que los algoritmos pueden aprender todo lo que hay que saber de nosotros. Estudios científicos muestran, sorprendentemente, que la inteligencia  artificial puede hacer estimaciones más exactas de nuestra personalidad que las que pueden hacer nuestros amigos o hasta nosotros mismos.

II.- LA “DATIFICACIÓN” DEL SER HUMANO

La edad de la inteligencia artificial se fundamenta en la premisa y promesa de la recogida de la mayor parte de datos sobre las personas como sea posible, convirtiéndonos a todos en sujetos de un experimento psicológico masivo. En la actualidad poseemos más datos sobre los seres humanos y sobre cualquier aspecto de nuestro comportamiento que los que somos capaces de analizar. Pero tener más datos no hace que las personas seamos más predecibles. Los datos son solo un registro de lo que hacemos, por lo que son el producto en lugar del a causa de nuestras actividades y comportamientos. Las plataformas procuran estandarizar nuestros principales patrones de actividades, incentivándonos para actuar de forma más predecible y repetitiva. Por ejemplo, Facebook restringe la variedad de respuestas o comportamientos que se pueden mostrar. Aunque podamos expresar nuestros comentarios en textos creativos o no estructurados es más sencillo poner un “me gusta”, compartir o insertar un emoji  en respuesta a lo que vemos.

En 2021 Facebook, ahora Meta, llevo la “datificación” de las personas un paso más adelante al unir los datos de Facebbok y WhatsApp para profundizar en el conocimiento de sus usuarios. Aunque la mayor parte de los servicios facilitados por estas compañías de inteligencia artificial son gratuitos, en el sentido de que no pagamos por ellos con dinero, los inversores los valoran por el valor percibido asignado a los datos que las compañías ingieren, analizan y venden.

III.- EL LUCRATIVO NEGOCIO DE LA PREDICCIÓN

La inteligencia artificial ha sido descrita como una máquina de predicción, ya que los algoritmos demuestran su “inteligencia” al predecir cosas, que a su vez deberían hacer que  nuestra toma de decisiones sea más inteligente. Si los datos alimentan la revolución digital, el valor del dato se debe basar en la decodificación de los comportamientos humanos con un nuevo nivel de estandarización y automatización.

Al analizar cada uno de nuestros movimientos y al vender sus perspectivas sobre como influir en los seres humanos, a un alto precio a las marcas y compañías, la inteligencia artificial está vendiendo el futuro de los seres humanos, convirtiéndonos en seres menos creativos e interesantes en el proceso, ya que aunque el objetivo de la inteligencia artificial no sea automatizarnos, parece ser que nos está transformando  en autómatas. Hasta el momento nuestros datos se han comercializado fundamentalmente para propósitos de marketing, como es el caso de los anuncios personalizados, pero ya se han efectuado una serie de incursiones hacia otras áreas como los seguros de vida, el desarrollo de carreras, salud, bienestar y relaciones románticas.

Por tanto, hasta ahora, al menos, la influencia de la inteligencia emocional no funciona para emular o superar la inteligencia humana sino  para moldear la forma en que pensamos, aprendemos y tomamos decisiones.

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