Marc le Menestrel en INSEAD Knowledge del pasado 26 de septiembre plantea que una de los errores de concepto más dañinos y comunes al hablar sobre liderazgo es la confusión entre poder y control externo. Con demasiada frecuencia pensamos sobre el poder como la capacidad para dirigir o influir en el comportamiento de los demás o como conseguir que el curso de los hechos se adapte a un esquema preconcebido.
Pero existe otro tipo de
poder, igualmente importante que es aquel que se ejerce hacia dentro ya que el
poder es tanto la habilidad de adaptarnos al mundo que nos rodea como el
moldear el mundo.
El equilibro armonioso
entre el poder dirigido hacia dentro y hacia el exterior es lo que el autor
llama poder sabio. Los líderes que desarrollan este tipo de poder centran su
atención en las fuerzas que subyacen moldeando el entorno y a sí mismos. No se
ciegan fácilmente ante las amenazas o retos y como su pensamiento no está
dominado por prejuicios y patrones de comportamiento pueden concebir soluciones
más eficientes.
El primer paso para
cultivar este poder consiste en ir soltando las ataduras mentales y emocionales
con las herramientas que nos han permitido tener éxito hasta ese momento, como
son los conocimientos, la experiencia, las habilidades,…Pueden ser conservadas
ya que son parte de nosotros y no pueden ser descartadas pero debemos estar
preparados para en cualquier momento almacenarlas e incorporar lo nuevo.
Le Menestrel propone tres
principios que considera claves para desarrollar la automaestría que nutre al
poder sabio. Éstos son:
1.- Tener una mente dual
que permite abordar las múltiples perspectivas de un hecho, en lugar de estar
restringida a la parte que coincide con nuestra visión preexistente de las
cosas. Con la sabiduría de la mente podemos ir más allá venciendo la tendencia
natural de nuestra mente a crear oposiciones inflexibles. Aprendemos a ver un
mundo lo suficientemente amplio para mantener una tensión entre diversas
contradicciones sin intentar forzar ninguna resolución. Al ser conscientes de
la forma en que contemplamos las cosas vamos desarrollando nuestra capacidad de
elección sobre cómo mirar a las cosas.
2.- Contar con madurez
emocional que nos permite hacer frente a las cosas que nos desagradan igual que
a aquellas que nos gustan. El mundo evidentemente contiene ambas. La tendencia
a apartarnos de las cosas que no nos gustan disminuye nuestro sentido de la
realidad y por extensión nuestra agilidad cognitiva. La madurez emocional nos
ayuda a desarrollar de conocer qué es lo que nos gusta y qué es lo que no nos
atraer y a reconocer que son sentimientos que proyectamos hacia el mundo y no
propiedades innatas de las cosas. No necesitamos resistirnos a o abandonar
nuestros juicios naturales sobre lo bueno y lo malo, sino que debemos ser
totalmente conscientes de ellos para poder distanciarnos y al poder sentir sin
ser controlados por nuestros sentimientos podemos aprender a influir en
nuestras emociones al tiempo que nos vemos influenciados por ellas.
3.- Mostrar una mente
generosa que se alimente de sueños para inspirar y motivar acción real. Cuando
nos encontramos bien conectados con nuestros sueños y aspiraciones fundamentales
somos más susceptibles de convertir un giro inesperado en determinados sucesos
en oportunidades. En lugar de reaccionar ante todas las cosas que nos pueden
entorpecer la obtención de nuestros objetivos aprendemos cuándo y cómo debemos
cambiar éstos para tener éxito en la vida. En lugar de sentirnos prisioneros de
nuestras metas nos permitimos soñar más allá de ellas y aprender a dominar el
arte de las sorpresas con que la vida nos presenta.
Un ejemplo de la utilidad
del poder sabio se muestra en la ayuda que puede prestar para gestionar
potenciales crisis éticas. Ante una acusación seria como corrupción o prácticas
de gestión ilícitas el primer principio favorece la llamada a la curiosidad y
en lugar de rechazarla inmediatamente por
su inconsistencia lleva a buscar toda la información disponible y en lugar de
recurrir a la negación reflexiva los líderes sabios pueden pedir al que formula
la acusación que si sabe algo que él no sabe se lo cuente todo porque puede ser
que no posea todos los datos para poder tomar una decisión.
El segundo principio
fomenta la compasión y en lugar de reaccionar con ira podemos decir al acusador
que lo que nos dice nos hace sentirnos mal y que nos gustaría hacer algo.
Reconocer y dejar un espacio para la emoción no solo establece un terreno
común, sino que ayuda a generar credibilidad y rompe el ciclo de feedback de
violencia (verbal o de otro tipo) que puede empeorar las situaciones.
El tercer principio la
generosidad del alma marca el camino hacia delante y busca formas para ser
útiles para la sociedad.
Otro ejemplo lo tenemos
con la innovación tecnológica. La agilidad cognitiva que deriva de la dualidad
de la mente nos permite entender mejor las razones por las que la innovación
puede ser al tiempo una bendición y una maldición, ya que es una fuente de
ventajas competitivas pero puede suponer un riesgo para el medio ambiente o la
sociedad.
Las nuevas tecnologías
pueden resultar perturbadoras al traer consigo la amenaza de nuestra propia
obsolescencia. La madurez emocional nos ayuda a reconocer que el temor ante las
tecnologías tiene sus aspectos positivos, como por ejemplo el escepticismo
saludable ante las modas. Al aceptar estas emociones podemos evitar
convertirnos en prisioneros de la innovación y cultivar una prudencia sabia.
También, a través del
tercer principio, podremos responder a preguntas cruciales como cuál es el
propósito de la tecnología y que sueños podemos tener más allá de la
innovación. Como líderes nuestra habilidad para responderlas con una visión es
un aspecto muy valioso para las organizaciones ya que genera motivación y
desarrolla la pasión por el futuro. El poder de un sueño nos sirve para encontrar
un propósito genuino y un significado para la innovación.