Daniel M. Cable en “Alive at work. The neuroscience of helping your people love what they do”, ayuda a los líderes a comprender los factores que intervienen en el compromiso para poder ayudar a los profesionales a recuperar su ilusión por el trabajo.
Según diversas encuestas
recientes, entre ellas las de Gallup, aproximadamente el 80% de los
profesionales sienten que no están mostrando todas su posibilidades en el
trabajo y un 70% manifiestan que no se encuentran comprometidos con éste. Esto
significa que una mayoría aplastante de la fuerza laboral no se siente
involucrada, ni entusiasmada ni comprometida con su trabajo y un 17% de este
grupo se siente activamente desconectados. Estas cifras son alarmantes pero,
desgraciadamente no son sorprendentes y aunque puede ser frustrante cuando los
trabajadores no se muestran comprometidos y no encuentran que su labor tenga un
significado no podemos olvidar que, normalmente, los profesionales no sucumben a estas
respuestas negativas sin tratar de evitarlas. Los profesionales buscan
encontrar el sentido de su trabajo pero algunas de las realidades de la vida en
las organizaciones están evitando que se sientan vivos en su trabajo.
Como ponen de manifiesto
las encuestas Gallup una gran mayoría de los trabajadores opinan que no pueden
dar lo mejor de sí mismos en el trabajo y mostrar sus habilidades o encontrar
un sentido a lo que hacen, Las organizaciones están decepcionando a sus
profesionales, pero para solucionarlo deben comenzar por ser conscientes de que
esa falta de compromiso no responde a un problema motivacional sino biológico.
La realidad es que muchas
organizaciones están desactivando el “sistema de búsqueda” de sus empleados.
Éste es la parte del cerebro que crea los impulsos naturales para explorar
nuestros mundos, aprender de nuestros entornos y extraer significados de
nuestras circunstancias. Cuando lo ponemos en marcha se libera dopamina, un
neurotransmisor ligado a la motivación y al placer, que hace que queramos
explorar más y nos hace sentir más motivados, decididos y enérgicos y, por lo
tanto, más vivos.
Explorando,
experimentando, aprendiendo es la forma en que estamos diseñados para vivir y
trabajar. El problema radica en que nuestras organizaciones no están pensadas
para sacar provecho de las ventajas que ofrece el “sistema de búsqueda”.
Gracias a la Revolución Industrial, dónde fue concebido el management moderno, éstas se estructuraron
de forma que los impulsos naturales a aprender y explorar se suprimían. Los
directivos necesitaban que los trabajadores se centrasen en prácticas muy
concretas y específicas para incrementar la productividad sin dejar ningún
margen a la creatividad individual.
Desgraciadamente gran
parte de las grandes organizaciones actuales en su lucha por ser competitivas, garantizar la calidad de
sus productos y servicios y cumplir con las regulaciones a las que están
sometidas, diseñan entornos laborales que dificultan que sus profesionales
puedan experimentar, ir más allá de sus roles especializados, hacer uso de sus
talentos únicos o ver el impacto último de su trabajo. Como resultado están
desactivando los “sistemas de búsqueda” y activando los de miedo, con lo que
están estrechando sus perspectivas y estimulando su sumisión. Cuando las
personas trabajan en estas condiciones se vuelven cautas, ansiosas y temerosas,
desearían poderse sentir creativas y animadas pero todo empieza a convertirse
en un engorro y comienzan a experimentar síntomas depresivos. Jaak Pankseep,
experto en la neurociencia de la afectividad, mantenía que: “Cuando los
“sistemas de búsqueda” no están activados las aspiraciones humanas permanecen
congeladas en un eterno invierno de descontento”.
Las organizaciones ahora
necesitan innovar por lo que tienen que contar con la creatividad y el
entusiasmo de los trabajadores por lo que deben activar los “sistemas de
búsqueda” de éstos. Para ello no se tiene que producir un cambio masivo de la
estructura sino que pequeños pero significativos impulsos e intervenciones de
los líderes son suficientes para activar dichos sistemas al promover el que los
profesionales puedan poner en juego todas sus fortalezas, experimentar y sentir
el propósito.
La mayor parte de los
científicos expertos en neurociencias están de acuerdo en que uno de los
sistemas emocionales básicos que tenemos los seres humanos se corresponde a un
circuito neuronal que depende de la dopamina y que se conoce como de búsqueda,
anticipación o interés. Es una red neuronal que va de la corteza prefrontal al
cuerpo estriado ventral.
Cuando sentimos la
urgencia de probar cosas nuevas y aprender todo lo posible sobre nuestro entorno
nuestros circuitos de búsqueda están que”arden”. Esto ocurre cuando sentimos
curiosidad o encontramos algo nuevo inesperadamente o anticipamos una
experiencia nueva. Como consecuencia experimentamos un “chute” de dopamina que
es placentero y como la dopamina regula nuestra percepción del tiempo podemos decir
que parece como si éste se detuviese. Cuando este sistema se activa
experimentamos sentimientos persistentes de interés, curiosidad, búsqueda de
nuevas sensaciones y de un propósito significativo.
Por tanto, los beneficios
básicos de un “sistema de búsqueda” activado son fáciles de ver: nos sentimos
excitados y emocionados y seguimos nuestro impulso intrínseco de aprender
nuevas cosas, el mundo parece ser un lugar mejor para vivir y somos más
creativos y productivos y tomamos mejores decisiones.
Otro beneficio de estos
sistemas es que su activación tiene un efecto más duradero sobre nuestra motivación
que el que se consigue a través de recompensas externas. El profesor KentBerridge que dedicó más de 20 años a estudiar cómo experimenta nuestro cerebro
el placer concluyó que cuando sentimos el placer de una recompensa es el
sistema opioide en lugar del dopamínico
el que se estimula. Estos sistemas conducen a efectos muy diferentes: la
dopamina estimula mientras los opiáceos inducen un estupor feliz.
El efecto estimulante del
“sistema de búsqueda” es óptimo en los entornos laborales ya que incita a la
acción en lugar de volvernos indolentes y mantener una situación de
complacencia. No va a descansar aunque hayamos adquirido las posesiones
materiales que deseábamos. Por tanto a pesar de que hayamos recibido gran
cantidad de recompensas extrínsecas y todas nuestras necesidades parezca que
están satisfechas nos empujará para que encontremos la mejor manera de utilizar
nuestras habilidades “únicas” y actuemos. Parte de nuestro cerebro nos insta a
aprender cosas nuevas y a encontrar nuevas formas de utilizar nuestras
habilidades especiales en lugar de a realizar tareas monótonas. Cuando lo
hacemos recibimos una descarga de dopamina que no sólo nos hace sentirnos bien
sino que nos motiva a seguir explorando.
Cable sugiere que quizás
para los seres humanos el “sistema de búsqueda” es el que nos anima a explorar
nuestros entornos para descubrir todo nuestro potencial personal en este mundo
y a que lo podamos expresar y al hacerlo sentirnos bien ya que estamos
cumpliendo un propósito que tiene un significado y así nos mantendremos más
sanos y felices.
Muchos profesionales se
encuentran atrapados en un fuego cruzado entre sus “sistemas de búsqueda”
biológicos y las realidades organizacionales. Su naturaleza les urge a explorar
sus entornos, a experimentar, aprender y buscar un significado, pero se
encuentran con que la mayor parte de las personas trabajan en organizaciones
donde no es posible hacer ninguna de esas cosas. Tras una serie de malas
experiencias como el ser reprendido por usar la creatividad en lugar de seguir
las reglas los trabajadores empiezan a ignorar las demandas de sus “sistemas de
búsqueda”, con lo que la dopamina disminuye en sus organismos y la ansiedad
comienza a dominar, lo que resulta en la falta de compromiso en el trabajo y
que aparezcan síntomas depresivos. Los profesionales terminan ganándose la vida
pero no viviéndola en plenitud.
Esta situación se produce
a pesar de que los líderes actuales saben que el compromiso y la creatividad
son necesarios para que sus organizaciones crezcan y florezcan. En lugar de
actuar en consecuencia parece como si los líderes quisiesen que sus
colaboradores se sientan aburridos, desmotivados e indefensos, lo cual no tiene
mucho sentido.
Cable considera que esta
realidad se ha producido porque la aparición de las grandes organizaciones es un
fenómeno relativamente reciente. Surgieron hace aproximadamente 150 años como
una nueva forma de producir bienes y de incrementar las ventas y la
distribución. El método funciono bien en algunos aspectos. La línea de
producción, por ejemplo, permitió a Henry Ford bajar los costes lo que
democratizó la posibilidad de tener un automóvil. Esto se consiguió aplicando
los principios de la organización científica del trabajo, desarrollada por
Frederick Taylor, que dividía el trabajo en pequeñas tareas asignadas a los
trabajadores que al repetirlas una y otra vez conseguían dominarlas y trabajar
cada vez más rápido. El problema surge porque cada persona tiene un “sistema de
búsqueda” que se anula al realizar tareas repetitivas y que parecen
desconectadas del propósito final.
Nacemos con unas
emociones de base, por ejemplo miedo o curiosidad y sus correspondientes tendencias
para la acción, centrarnos en una amenaza o jugar e indagar, que nos han
permitido sobrevivir a lo largo de los siglos. Igual que el “sistema del miedo”
permitió a nuestros antepasados sobrevivir el sistema emocional que motiva la
exploración y el aprendizaje también ha servido para asegurar la supervivencia.
Pero si se librase una batalla entre ambos sistemas el del miedo vencería. Existe
una relación de inhibición entre ambos. Si uno está activado el otro se
contrae.
Frederick Taylor deseaba
que los trabajadores se centrasen en seguir órdenes, no en experimentar por lo
que contribuyó a que los directivos diseñasen políticas de personal en las que
se detallasen todos los procedimientos y resultados esperados. Establecieron
medidas cuidadosas e impusieron castigos cuando las expectativas no se
cumplían. La gestión basada en el miedo solucionaba el problema de cómo
controlar a tantos trabajadores cuando no se les podía conocer ni desarrollar
ningún grado de confianza con ellos. Tenía el inconveniente este tipo de
gestión de que se convirtió en la raíz de la indefensión aprendida en el
trabajo. Ésta se puede considerar como un monstruo de tres cabezas ya que
altera nuestros estados emocionales apareciendo la resignación, hace que
nuestra motivación descienda y ya ni siquiera seguimos intentando hacer las
cosas y cambia nuestro razonamiento cognitivo con lo que generalizamos nuestra
experiencia y la traspasamos a otros entornos.
En su momento la
organización científica del trabajo facilitaba que las organizaciones fuesen
competitivas. Pero en la actualidad cuando los entornos cambian con rapidez y
las innovaciones se copian cada vez antes, los comportamientos repetitivos
impuestos en el trabajo ya no suponen una forma viable de que los líderes
obtengan ventajas competitivas. La supervivencia de las organizaciones depende
de que los profesionales se muestren proactivos, utilizando la creatividad y
experiencia para resolver problemas sin esperar a recibir instrucciones de sus
jefes. Los empleados más valiosos piensan como propietarios y desarrollan
nuevos enfoques para solucionar problemas en lugar de esperar a que los
directivos decidan qué hay que hacer y les enseñen los nuevos procedimientos.
El “sistema de búsqueda”
está creado para este enfoque proactivo porque genera entusiasmo y curiosidad.
La dopamina no sólo hace que nos sintamos bien sino que también transforma a
los profesionales en un “ejército de voluntarios” que comienza los cambios en
lugar de resistirse a ellos.
El problema que tenemos
es que, aunque el paisaje empresarial ha cambiado dramáticamente, las políticas
organizacionales no lo han hecho todavía y las malas consecuencias de la
industrialización en nuestros “sistemas de búsqueda” aún se mantienen. Por
ejemplo tenemos que en las grandes empresas la mayor parte de las personas
tienen trabajos muy especializados. Al principio esto no supone ningún lastre
porque cuando nos incorporamos a un nuevo trabajo todo son novedades y suponen
un reto, pero con el tiempo se pueden convertir en monótonos y repetitivos y si
no tenemos el estímulo de aprender cosas nuevas en el horizonte el trabajo se
puede tornar en una carga y el compromiso comienza a desaparecer. La situación,
entonces, es trágica tanto desde el punto de vista de los trabajadores como de
la organización. Para los primeros resulta terrible desear que pasen las horas
en lugar de vivirlas con un propósito y para la segunda la falta de compromiso,
en lugar de la energía y el entusiasmo es horrible.
Los líderes necesitan
continuidad y control por lo que se deben asegurar que las reglas y normativas y
las promesas que se han hecho a los
clientes y consumidores se cumplen. Para incrementar el control de los jefes en
1850 Frederick Taylor diseñó una serie de medidas para comprobar si los
empleados cumplían las expectativas fijadas para ellos ligadas a un sistema de
castigos y recompensas. Los resultados de experimentar y explorar con
frecuencia son inciertos, distantes y negativos y por tanto difíciles de
valorar. Las políticas que nos hacen temer la pérdida de retribución, promoción
o estatus actúan cerrando nuestro “sistema de búsqueda” lo que inhibe nuestra
creatividad y deseo de explorar.
Los líderes, en la
actualidad, saben que necesitan innovar pero como el resultado de la
experimentación muchas veces es impredecible, en la práctica se muestran reacios
a promoverla. Las ideas creativas deben ser tanto novedosas como prácticas pero
diversas investigaciones muestran que con frecuencia castigamos la novedad y
recompensamos lo práctico.
El reto se encuentra,
pues, en encontrar el equilibrio entre la libertad y el respeto al marco
establecido de forma que nos sólo se active el “sistema de búsqueda” sino que
el entusiasmo y las ideas se dirijan a resolver
problemas organizacionales.
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