Mark Mortensen
en INSEAD Knowledge del pasado 19 de abril plantea que se debe considerar la
soledad como un problema organizacional y no personal. Además de estar asociada
a una serie de enfermedades, la soledad reduce el desempeño en el trabajo y la
creatividad y favorece el que los profesionales tomen malas decisiones y surge
principalmente por la forma en que están diseñados los equipos.
El autor, junto
a Constance Hadley, han realizado dos estudios para analizar la relación entre
el aislamiento social y el diseño del equipo. La primera encuesta a 223
ejecutivos globales se realizó entre
diciembre de 2019 y enero de 2020 antes de que la pandemia promoviese el cambio
hacia el trabajo desde el domicilio. Los resultados fueron sorprendentes ya que
aunque los encuestados formaban parte de al menos tres equipos al tiempo el 76%
de ellos decían que tenían problemas para conectar con los miembros de sus
equipos y más del 50% sentían que las relaciones con sus compañeros en el trabajo
eran superficiales.
En abril de 2020
encuestaron a otros 275 ejecutivos distintos. Casi dos tercios formaban parte
de dos o más equipos y un quinto a 5 equipos o más. Como ya había comenzado el
trabajo desde casa los sentimientos de soledad y aislamiento social eran
comunes. Pero los hallazgos de la primera encuesta habían dejado claro que solucionar
este problema no es cuestión de esperar a que vuelva a imponerse el trabajo
desde una oficina sino que lo que la pandemia ha puesto en evidencia son los
cambios que el entorno de trabajo ha experimentado en los últimos treinta años.
Con la
globalización los equipos se han extendido por todo el mundo abordando
proyectos mediante comunicación síncrona y asíncrona y para alcanzar sus
objetivos se han vuelto más flexibles que nunca. Han surgido 4 características en estos equipos:
1.- Composición a demanda. Para mantener los costes bajos y maximizar la flexibilidad la pertenencia a
un equipo cada vez es más fluida. Al avanzar un proyecto el tamaño y la
composición del equipo se va ajustando para adaptarse a las necesidades
cambiantes del proyecto. El problema es que a veces los profesionales no tienen
claro quién forma parte del equipo en un momento dado al ir pasando los
profesionales de un proyecto a otro.
2.- Composición modular. Cada persona es una pieza pequeña de un rompecabezas y se va incorporando
al equipo no por el conjunto de sus competencias sino, con frecuencia por una
habilidad específica y para añadir complejidad distintos profesionales en diferentes
zonas horarias en ocasiones comparten responsabilidades, de forma rotativa, para
realizar tareas que implican el mismo conjunto de habilidades limitadas.
3.- Atención dividida. Los equipos cada vez más están formados por miembros a tiempo parcial que
están desempeñando un determinado rol en múltiples equipos al mismo tiempo. Los
profesionales tienen que hacer malabarismos entre muchas demandas que entran en
competencia y dividen su atención y tiempo entre una miríada de proyectos.
4.- Cortos periodos de tiempo. Las personas solían trabajar con los mismos compañeros durante largos
periodos de tiempo. En la actualidad los equipos se pueden formar y disolver en
pocos meses y a veces incluso en pocas semanas.
Estas cuatro
características combinadas tienen como objetivo el ayudar a las organizaciones
a ser más ágiles, flexibles y eficientes. Aportan también a los empleados la
oportunidad de participar fluidamente en un gran número de equipos lo que les
puede ofrecer una mayor autonomía y exposición lo que puede contribuir a su
propio crecimiento y desarrollo.
El coste de
estos equipos modernos es que suelen propiciar relaciones breves y
superficiales ya que no facilitan el tiempo para que se formen conexiones
profundas entre sus miembros. Cuando esto no es posible y las personas sienten
que son intercambiables, no saben quién forma parte de su equipo o están
continuamente abordando proyectos cortos el desarrollar relaciones sociales se
convierte en una tarea muy complicada. Para empeorar la situación las personas
se sienten solas y creen que son las únicas que están sufriendo esta soledad.
Mortensen
propone para aliviar esta situación que los directivos afronten el problema del
aislamiento social siguiendo las siguientes tácticas.
a).- Establecer
un benchmark y seguirlo. Algunas encuestas sencillas pueden ayudar a su
detección así como las conversaciones entre los directivos y sus colaboradores
sobre su bienestar.
b).- Crear equipos base. El tener
un equipo compuesto por un grupo estable de compañeros que puede estar basado
en dónde las personas están la mayor parte del tiempo o en intereses y
afinidades compartidas facilitará el que las relaciones florezcan. Los flujos
de trabajo deben asegurar que el empleado pueda dedicar aproximadamente un 50%
de su tiempo a ese equipo.
c).- Implicar a
los líderes de los equipos en la gestión
del problema. Parte de su retribución debe estar ligada al interés que ponen en
que se promuevan relaciones satisfactorias entre su scompañeros.