Jefferson Fisher en “The next conversation. Argue
less, talk more”, que estamos comentando, plantea que, con frecuencia en
momentos complicados hemos escuchado el consejo de que debemos mostrar empatía
e intentar alcanzar un terreno común con la otra parte. Pero en ocasiones puede
no ser muy práctico si nos encontramos en una situación en la que parece que
nuestra compasión está exhausta o creemos que está siendo explotada o que quieren aprovecharse de nosotros.
La amabilidad, en
solitario, no siempre funciona, si la otra persona está decidida a
malinterpretarnos. Cuando esto ocurre normalmente tendemos a hacer una de estas
dos cosas:
a).- Andar con “pies de
plomo” adaptando constantemente nuestras palabras y acciones para evitar
cualquier tipo de conflicto, a expensas de nuestra propia autenticidad y paz
mental.
b).- Redoblar los
esfuerzos y reproducir su energía negativa para procura pagar con la misma
moneda.
Existe una tercera
opción, que es la más beneficiosa y que implica utilizar nuestra nueva voz
asertiva para crear respuestas que no dejen lugar para malas
interpretaciones, valientes, pero
respetuosas.
Llega un momento en el
que tenemos que defendernos nosotros mismos y hacer oír nuestro descontento
para manifestar, con respeto e integridad, lo que es inaceptable para nosotros.
Para ello lo primero que tenemos que
hacer es seleccionar bien el momento y si la persona que tenemos delante merece
el esfuerzo o no.
Mostrar nuestro
desacuerdo activamente y defendernos a nosotros mismos es tanto un arte como
una habilidad. Fisher recomienda utilizar una serie de técnicas, herramientas y
estrategias para emplear en situaciones complicadas:
I.-
ANTE UN INSULTO
Debemos entender que la
otra parte quiere algo de nosotros. Ese algo es la dopamina, la hormona que
hace que nos sintamos bien, que nos motiva y recompensa. Su búsqueda de
dopamina tiene poco que ver con nosotros personalmente. Con frecuencia es un
reflejo de sus propias inseguridades. Denigrar a los demás puede hacer que los
que no tienen poder se sientan poderosos, los ignorados se sientan reconocidos
y los envidiosos sientan que han ganado algo. Obtienen dopamina de la atención
de ser el centro de atención o por su sentimiento de control sobre nuestra
reacción negativa.
También les sirve para
distraerles de sus propias vulnerabilidades al permitirles centrarse en las
debilidades percibidas o que proyectan sobre nosotros. La otra persona se
siente menos insegura, aunque sea momentáneamente, sabiendo que puede generarnos inseguridades, también. Se siente menos molesta sabiendo que
nosotros también estamos molestos. Es un círculo en el que su sensación de
plenitud temporal se produce a costa de
la autoestima de los demás.
La clave está en
considerar este tipo de comentarios como lo que son realmente: un intento de
provocar una respuesta, en la que no se trata de nosotros, sino de su necesidad
de nuestra respuesta para sentirse bien.
Cuando nos insultan sea
llamarnos algo o un ataque personal sobre nuestro carácter, apariencia,
habilidades o identidad, el objetivo de estos comentarios es hacernos daño.
Al recibir un insulto la respuesta que nos parece más gratificante consiste
en devolver el agravio, como por
ejemplo: “ Bueno si yo soy idiota, tú eres…” . pero solo va a servir par
aumentar el problema. Puede ser que nos logremos convencer a nosotros mismos
que está bien hacerlo, pero ahora somos nosotros los que buscamos esa descarga
de dopamina. Los “golpes” continuarán hasta que una de las dos partes recibe un
sentimiento de triunfo momentáneo. No merece la pena, debemos pensar que
valemos más y que no debemos caer en ese comportamiento tan poco edificante.
Fisher recomienda que
cuando alguien nos ofenda o insulte probemos seguir uno de estos tres pasos:
1.-
Hacer una pausa larga
Una pausa larga da a
sus palabras la oportunidad de que vuelvan a ellos como un eco, repensar sus
palabras y cuestionarse si las van a mantener o retirar. Y, sobre todo, el
silencio les retira su dopamina.
2.-
Repetir lentamente lo que han dicho
Con frecuencia el
silencio es lo único que tenemos que aportar. Si se requiere algo más podemos
repetirles muy lentamente lo que han dicho. En este caso nosotros somos el eco
y nos estamos asegurando de que han escuchado cada palabra que han dicho.
3.-
Controlar la respiración
Cuando repetimos sus palabras, o conseguimos limpiar el ambiente o echamos leña al fuego. En ese momento
necesitamos apoyarnos en nuestra respiración y controlarla para asegurarnos que
no enturbiamos la situación, ya que si entramos en un estado de respiración
superficial existe un riesgo mayor de que caigamos en una demostración
retrasada de emociones o ira y perdamos nuestra ventaja moral.
II.-
ANTE UNA ACTITUD CONDESCENDIENTE O DE MENOSPRECIO
Comentarios del tipo: “Déjame
que lo exponga en términos en los que me puedas entender” o “ ¡Qué bien¡ Por fin
has perdido peso. Bien por ti” , van dirigidos a subestimar nuestros esfuerzos,
inteligencia o estatus. Estas observaciones con frecuencia son indirectas,
ocultas, bajo un halago o amabilidad fingidas, que buscan reducir nuestra
significancia.
En estos casos el autor
recomienda:
1.-
Pedirles que repitan lo que han dicho
Diciendo, por ejemplo: “Necesito
que repitas eso”, o “Necesito que digas eso otra vez” o “No me he enterado bien
del todo. ¿Podías repetirlo?”
Cuando lo hacemos estamos
acabando con su diversión (dopamina). Es como lanzar un paño mojado sobre sus
palabras, no se lo esperan y se sienten incómodos, con lo que la respuesta
suele ser rápida y consistir en frases como: “No, si no importa,….””si
realmente quería decir …..”, mientras reajustan sus respuestas.
2.-
Pedir una respuesta de resultado
Independientemente de que tengan el valor de
repetir el comentario, nosotros debemos responder utilizando una pregunta de resultado.
Este tipo de pregunta busca destacar y proyectar la reacción que trataban de
provocar. Por ejemplo podemos preguntar:
a).- ¿Deseabas que eso
me doliese?
b).- ¿Querías que eso
me avergonzase?
c).- ¿Eso pretendía
hacer que me sintiese pequeño o inferior?
d).- ¿Te sentiste bien
al decir eso en voz alta?
3.- Responder con el
silencio
Independientemente de
su respuesta podemos dejar que el silencio sea nuestra respuesta. Puede ser mejor no
responder. Normalmente terminarán diciendo que estaban bromeando o empezarán a
intentar retirar lo dicho. Podemos dejar que su mal comportamiento perdure
mientras nuestro silencio muestra que nosotros somos los que tenemos el control
y la compostura.
III.-
ANTE UNA ACTITUD GROSERA O DESPECTIVA
Comentarios del tipo: “Oh¡
todavía estás hablando”, “nadie te lo pidió o preguntó” o “me siento más tonto
después de escucharte”, son muy comunes y muestran una falta de respeto. Pueden
ser directos o indirectos y son desagradables. El objetivo de estos comentarios
es invalidar nuestros pensamientos y creencias.
Cuando alguien se
comporte con nosotros de esta manera Fisher recomienda seguir los siguientes pasos:
1.-
Hacer una pausa corta
Lo suficientemente
larga para considerar sus palabras para decidir si lo que han dicho merece que
le dediquemos nuestro tiempo y esfuerzos
2.-
Hacer una pregunta sobre su intención
Esta clase de preguntas
son similares a las orientadas a un resultado pero están centradas en un input,
buscando destacar el sonido de sus palabras para explorar e investigar su
intención. Podemos utilizar preguntas como:
a).- ¿Pretendías
parecer grosero o despectivo?
b).- ¿Querías que
sonara tan cortante y brusco?
c).- ¿Qué pretendías
con esa afirmación?
d).- ¿Cómo esperas que
reaccione ante eso?
e).- ¿Pretendías dañar
o ayudar?
3.- Esperar
La mayor parte de las
veces la otra persona procurará aclarar o pedir disculpas y reajustar su comentario
con algo como: “ O cielos, no, no, nada de eso, lo que yo quería decir es….” Si
esto ocurre debemos felicitarnos porque habremos evitado llevar las cosas a un
plano personal y potencialmente perjudicar una relación.
Si, a pesar de todo, su
intención tenía mala voluntad mejor callar, ignorar y seguir adelante




