FELICES FIESTAS
Henrik Bresman en
INSEAD Knowledge del pasado 18 de diciembre plantea que en el perennemente
cambiante entorno de las organizaciones la necesidad de adaptarse al cambio es
no solo una habilidad, sino una necesidad. Además de pensar en el alineamiento
interno los equipos deben acudir a un ecosistema más amplio para incluir una
mayor diversidad de pensamiento.
El autor, parte del a
premisa expuesta, junto a Deborah Ancona, en su libro: “X.teams; how to buildteams that lead, innovate and succeed” de que tenemos que reimaginar la forma
en la que construimos y lideramos equipos, para argumentar que, aunque sigue
siendo muy importante la cohesión interna del equipo, ya no es suficiente. Los equipos X, según los
autores son aquellos que tienen éxito por tener un foco interno y otro externo
por lo que se pueden adaptar rápidamente en respuesta a los cambios en los
mercados, pueden innovar y así ofrecer valor real a sus organizaciones.
En un entorno que es
exponencialmente más complicado de navegar que hace algunos años, los equipos
deben operar basándose en tres principios:
1.- El compromiso
externo importa.
Los equipos tienen que
mirar hacia el exterior y ver cómo es el mundo en cada momento. Todas las
variables de negocio, como por ejemplo, los clientes, la competencia, las
tecnologías, están cambiando continuamente. La mayor parte de los equipos son
conscientes de que deben estar siempre alerta al entorno, pero no lo hacen
porque lo encuentran agotador.
Los equipos deben,
también, continuar analizando dónde radica su poder, dónde están los recursos y
dónde están las líneas de resistencia. Por último los equipos deben conocer muy
bien a su grupos de interés para comprender qué lenguaje deben usar y cómo las
distintas piezas del puzle encajan en términos de coordinación de tarea.
2.- Crear un entorno
interno robusto
Mientras el compromiso
externo es crucial, los equipos deben, también, asegurarse de que todo está
bien en sus confines. La clave se encuentra en la seguridad psicológica, que se
va a nutrir del entendimiento compartido de los niveles de incertidumbre y, por
tanto, de qué nivel de fracaso podemos esperar y estamos dispuestos a aceptar.
Los equipos necesitan,
asimismo, contar con un liderazgo empático e inclusivo. Por ejemplo, los
líderes deben mostrar la humildad requerida para reconocer sus conocimientos
incompletos y para equilibrar las fortalezas delos miembros de sus equipos.
3.- El arte de las
transiciones a tiempo
Los equipos X
introducen una dimensión temporal a la dinámica de los equipos. Después de
aventurarse en el mundo exterior los miembros de los equipos deben retornar a
casa y reflexionar y aprender. Bresman lo compara con el aprendizaje basado en
la experiencia, enfatizando en que el verdadero valor de las experiencias se
encuentra en la reflexión y el aprendizaje posterior a las mismas. La habilidad
de oscilar entre el foco en lo externo y lo interno es crítico para que los
equipos se adapten y naveguen por las complejidades del moderno entorno de las
organizaciones.
En la actualidad somos
más interdependientes de lo que lo éramos antaño. Necesitamos trabajar con
otros, tanto dentro como fuera de nuestros propios equipos u organizaciones. Éstas
últimas necesitan equipos con conocimientos y habilidades técnicas diversas.
Pero cuando sus miembros salen al vasto mundo deben contar con un refugio
seguro donde retronar para reagruparse y reflexionar. Así es como se trabaja en
los equipos X.
Laura Hills en “The problem employee. How to manage the employees nobody wants to manage”, que estamos comentando, plantea, en su análisis de cómo gestionar empleados
problemáticos, que existen situaciones, como ocurre con el caso de los trabajadores
de bajo rendimiento, que pueden poner a prueba la paciencia y habilidades del
líder.
El Dr. John Sullivan, por ejemplo, mantiene que en el sector
sanitario: “los empleados con el desempeño más débil pueden costar mucho porque cometen más errores que un
trabajador con un desempeño medio, así como ocasionan otros costes derivados de
un mayor absentismo, accidentes, malas relaciones con pacientes y otros grupos
de interés, efectos negativos sobre su equipo y pérdida de tiempo de sus
superiores. Además, como tienen dificultades para encontrar otro trabajo,
tienden a permanecer en sus organizaciones multiplicando el daño que hacen a lo
largo del tiempo.”
Opina, también, que si estamos pensando en aguantar y no hacer
nada debemos ser conscientes de que estos empleados cuestan una gran cantidad
de tiempo y dinero a las organizaciones sanitarias
Una vez que hemos calculado los costes del eslabón más débil,
podemos pasar a analizar las posibles causas de su bajo desempeño, ya que
tendemos asumir que la responsabilidad de su bajo rendimiento radica en el
empleado, lo que ocurre con frecuencia, pero puede ser que existan otras causas
como:
a).- Problemas con el puesto de trabajo. Algunos puestos de
trabajo se pueden están mal diseñados y se pueden convertir en trampas para el
fracaso en las que nadie puede tener éxito.
Para evitarlo podemos preguntarnos si la descripción y
expectativas del trabajo son claras y razonables, si un buen trabajador podría
realizar bien las tareas asignadas al puesto, si el empleado ha recibido la
formación adecuada y si tiene el apoyo necesario y el tiempo apropiado para
poder completar las tareas a su cargo.
b).- Problemas con la organización. El desempeño de un trabajador
puede empeorar si siente que su entorno laboral es, por ejemplo, inseguro o
poco ético, que le han marginado los compañeros o el jefe o que es el objetivo
de conductas como el acoso, bullying, racismo, etc.
Por tanto, debemos preguntarnos si el empleado: ha mencionado algún problema con las políticas
o prácticas dentro de la organización, si encaja con el resto del equipo, si ha
sufrido algún episodio de falta de respeto por parte de algún compañero o
cliente, etc.
c).- Problemas con el liderazgo. Las organizaciones que están
plagadas de empleados de bajo desempeño deben mirarse al espejo y ver si
tienen problemas de liderazgo., relacionados con los comportamientos y
actitudes de los líderes.
d).- Problemas con las comunicaciones. Debemos preguntarnos si el
empleado sabe lo que se espera de él y pedir que articule las expectativas de
trabajo con sus propias palabras, si no lo sabe hacer bien tenemos que indagar
si el problema está en el empleado o en que no hemos sabido exponer bien las
expectativas del puesto.
e).- Problemas de encaje. En ocasiones el trabajador y la tarea a
realizar no encajan porque las fortalezas de éste no son las adecuadas. También
puede ser que el empleado tenga que realizar tareas que no valora , teme o
considera inaceptables porque sean contrarias a sus creencias o cultura.
Si después de este análisis concluimos que el responsable no es el
empleado debemos tomar medidas para corregir la situación que lo está
ocasionando, como, por ejemplo, rediseñando el trabajo para que sea más aceptable
y aclarando cuáles son las tareas a desempeñar y las expectativas a cumplir.
Con frecuencia es difícil que lo empleados comenten a sus managers sobre posibles problemas con la organización
o sobre ellos mismos. Por esta razón es necesario que el tono de la conversación
que mantengamos con ellos sea constructivo y de apoyo.
Una vez que hemos determinado que el problema tiene que ver con el individuo y no con otra
persona o situación, debemos averiguar si el empleado es consciente de que
existe un problema, lo cual debe hacerse lo antes posible para intentar
encontrar alguna solución.
Evidentemente se deben hacer apercibimientos verbales y escritos,
pero no debemos apoyarnos exclusivamente en estas formas de comunicación. Debemos
pedir que el empleado nos diga, con sus propias palabras, cuáles cree que son
los problemas, lo que piensa que tiene que hacer para resolverlos y cuándo. Si
hemos descrito al empleado cuáles pueden ser las consecuencias si no mejora su
desempeño debemos pedirle que nos repita lo que le hemos comunicado. Esto es importante
para asegurarnos que entiende bien cuál es el problema, las acciones que tiene
que realizar y las consecuencias si no las lleva a cabo.
Los empleados de bajo rendimiento pueden defenderse
ante nuestras palabras manifestando que otros managers anteriores o líderes en su
organización no pensaban como nosotros.
Pueden decir, por ejemplo, “He trabajado aquí durante seis años y nunca antes
he escuchado esto” o “los dos jefes anteriores nunca me comunicaron que estas
cosas se esperaban de mí o que existiese un problema en la forma en la que hago
las cosas. ¿Por qué se plantea esto ahora?”
En estos casos puede ser que las expectativas sobre el desempeño
de los empleados hayan cambiado en la organización o que el empleado estuviese
mal dirigido. En cualquier caso podemos responder ante esa resistencia
diciendo: “Escucho lo que me dices, pero aunque no puedo hablar por los
managers anteriores, yo estoy abierto a ofrecer feedback y a marcar claramente
las expectativas, ya que si no establezco y comunico estas expectativas no
estaría realizando mi trabajo. Además, lo último que deseo hacer es esperar
hasta la evaluación de desempeño para comentar todo esto. Prefiero mantener la
conversación ahora. Las expectativas en relación con tu puesto son
importantes para cualquier persona que
ocupe ese rol. Opino que son cosas que tú eres capaz de hacer. ¿Qué piensas al
respecto?”
Con frecuencia nos sentimos tentados a procurar solucionar los
problemas relacionados con el miembro más débil del equipo. De hecho podemos tener
presiones para hacerlo de parte de otros miembros del equipo que sienten
resentimiento hacia el profesional con mal desempeño. Como respuesta podemos
comenzar a derrochar nuestro tiempo y energía en lo que Thomas A. Kolditzllama: “indignación justificada, remedio y restauración” y podemos llegar a
convencernos de que si somos capaces de solucionar el problema de esta persona
la organización funcionará mejor. Kolditz recomienda ser muy cuidadosos porque
podemos terminar dedicando una cantidad desproporcionada de tiempo intentando
trabajar con nuestro eslabón más débil. Manifiesta, también, que si nuestro
peor empleado está consiguiendo desviar nuestra atención y energía de los mejores empleados, no estamos actuando a plena
capacidad y nuestro liderazgo es ineficaz y le falta concentración.
En lugar de dedicar gran parte de nuestro tiempo y esfuerzo
intentar solucionar los problemas de nuestro eslabón más débil debemos procurar
señalar este pobre desempeño como un indicador del desempeño del equipo en
lugar de centrarnos en fallos individuales. De esta forma buscaremos encontrar
vulnerabilidades en nuestra organización y áreas en las que podemos plantear
cambios para fortalecer nuestros procesos. También podemos animar a los
miembros de nuestros equipos a que se responsabilicen del trabajo que realizan
colectivamente, enseñándoles cómo efectuar críticas constructivas. No tenemos
que olvidar que el pobre desempeño se ha producido porque han existido
condiciones en nuestra organización que han permitido que éste ocurra.
Otra estrategia consiste en poner el foco en el desarrollo del
equipo en su conjunto para conseguir que el pobre desempeño del eslabón más
débil no afecte negativamente al desempeño global.
En algunas ocasiones, sin embargo, gestionar al eslabón más débil en
la organización puede producir resultados positivos. Por ejemplo puede
ayudarnos a destapar problemas que no conocíamos y que así podemos resolver o
corregir, el empleado de bajo rendimiento puede mejorar su desempeño y el del
equipo o el equipo puede reaccionar uniéndose y salir fortalecido del reto. Pero,
evidentemente si las cosas no salen bien la única opción puede ser procurar
prescindir del empleado, tras las oportunas notificaciones y avisos previos.
Como conclusión, si hemos determinado que el bajo desempeño reside
en el empleado, debemos intentar identificar la causa. Entre ellas, tenemos
algunas de las ya mencionadas y otras varias:
a).- No tener ni idea de lo que se espera de él.
b).- Carecer de formación, habilidades o conocimientos por lo que
es incapaz de realizar la tarea.
c).- Estar afrontando enfermedades o adicciones personales o de
personas cercanas.
d).- Sufrir problemas de aprendizaje que dificultan el que pueda
aprender nuevas habilidades.
e).- Estar padeciendo problemas en casa o en el trabajo que le
distraen, dificultando el que pueda realizar bien su trabajo.
f).- Estar experimentado algo positivo fuera del trabajo que le
supone una distracción.
g).- No encajar con el trabajo a realizar.
h).- Tener un pobre desempeño en todo lo que hace.
i).- Carecer de integridad.
j).- No poseer la ética
apropiada de trabajo.
k).- No darse cuenta o no importarle que su trabajo sea pobre.
l).- Tener una agenda personal que es inconsistente con tener un
buen desempeño ( como por ejemplo, buscar siempre la atención o tener razón u
ocultar algo sobre sí mismo).
Conseguir que los empleados con el desempeño más débil discutan
sus problemas con nosotros requiere confianza. Algunos tendrán más facilidad
para enmascarar sus problemas y otros estarán dispuestos a decir cualquier cosa
con tal de conservar sus trabajos. La mejor estrategia es una conversación
privada a puertas cerradas. Comenzar por explicar lo que hemos observado y
prestar mucha atención a lo que el empleado nos dice, observando también su
lenguaje corporal para detectar si parece nervioso, asustado, indiferente,
enfadado o deshonesto.
Una de las mejores estrategias para lograr que los empleados se abran
es realizar preguntas como las siguientes:
1.- ¿Qué es lo que estás intentado lograr con tu trabajo?
2.- ¿Cuál es tu rol dentro del equipo?
3.- ¿Existe alguna formación que pienses te facilitaría realizar
tu trabajo?
4.- ¿Estás teniendo algún problema personal que consume tu
atención?
5.- ¿Te está distrayendo algo del trabajo?
6.- ¿Te gusta lo que haces?
7.- ¿Qué cambios se tendrían que producir para que puedas hacer
mejor tu trabajo?
8.- ¿Por qué piensas que tu desempeño ha empeorado?
9.- ¿Cuál crees que es el problema si haces las cosas como las
estás haciendo?
Debemos conceder al empleado tiempo para responder y no debemos
aceptar un no lo sé como respuesta, concediéndole más tiempo para responder.
Tendremos que reconocer que algunos problemas se escapan de nuestras
posibilidades de ayuda o de resolución como es el caso la falta de integridad o
de problemas personales.
Karen Hurt y David Dye en letsgrowleaders.com del pasado 4 de diciembre plantean que mirar
hacia atrás a todo un año y ver lo que ha destacado resulta atrayente,
especialmente las conversaciones que se mantienen con los miembros del equipo y
recomiendan utilizar una serie de preguntas para la conversación de evaluación
anual. Éstas son:
1.- ¿ QUÉ
CONSIDERAS QUE HA SIDO LO MÁS DESTACABLE QUE HAS HECHO EN EL ÚLTIMO AÑO?
Se
puede ofrecer, para que escojan y compartan , una lista de “mejor” :
a).- Día.
b).-
Logro ( es interesante ver lo seleccionado porque representa un indicador de lo
que es más importante para el profesional).
c).-
Contribución al equipo.
d).-
Atención y resultados para el cliente.
e).-
Ideas, tanto las grandes ideas que se han podido poner en práctica como las que
no se han podido utilizar.
f).-
Colaboración ( ofrece la ocasión para hablar de cuándo ha funcionado mejor el
equipo).
2.- ¿CUÁL DE TUS
PROYECTOS, ESFUERZOS O CONTRIBUCIONES HA TENIDO MÁS IMPACTO EN LA ORGANIZACIÓN?
Esta
es una forma de que el equipo considere cómo su trabajo se alinea con el de la
organización. Puede continuarse con una conversación en la que se puede hablar
de la forma en que el equipo puede continuar contribuyendo de manera significativa.
3.- ¿DE QUÉ FORMA
PIENSAS QUE HAS CRECIDO ESTE AÑO PERSONAL Y PROFESIONALMENTE?
Implica
hablar de las áreas en que se ha desarrollado el profesional, qué formación y
desarrollo considera que han sido las que más impacto han tenido, cuáles han
sido las nuevas competencias aprendidas y las áreas en las que ha mejorado su
desempeño.
4.- ¿QUIÉN TE HA AYUDADO
MÁS ESTE AÑO? ¿CÓMO? ¿QUÉ DIFERENCIA MARCÓ?
Aunque
ya se haya agradecido la ayuda, es conveniente incluir la gratitud en nuestra
revisión anual.
5.- ¿CUÁL ES LA
MEJOR LECCIÓN QUE APRENDISTE EN EL AÑO?
Comentar
qué aprendimos y cómo, así como la forma en la que vamos a aplicar lo aprendido
en el futuro.
6.- ¿QUÉ HARÍAS DE
FORMA DIFERENTE SI PUDIERAS VOLVER A VIVIR ESTE AÑO?
Muy
relacionada con la pregunta anterior , esta es una buena pregunta para preparar
el camino para cambios estratégicos, establecer prioridades y nuevos años para el
siguiente año.
7.- ¿QUÉ PREGUNTA
IMPORTANTE DEBERÍAMOS AÑADIR A NUESTRA CONVERSACIÓN DURANTE LA REVISIÓN ANUAL?
Esta
pregunta facilita que el equipo identifique áreas específicas sobre las que
quieren hablar como parte de la evaluación y revisión de fin de año.
Andrew Winston, Paul Polman y Jeff Seabright en la edición de noviembre - diciembre de Harvard Business Review plantean que la mayor parte de las grandes compañías están desarrollando
estrategias para abordar el cambio climático, las inequidades, los derechos
humanos y otros grandes retos relacionados con la sostenibilidad, lo cual
resulta complicado en el entorno actual en el que las compañías pueden tener,
con frecuencia, que hacer frente a acusaciones de intentar crear una imagen ilusoria
de compromiso y responsabilidad ecológicas y de “wokeness”. Y, aunque las
mejores compañías actúen realmente en este sentido, suelen quedarse cortas
porque los problemas están creciendo con demasiada rapidez.
Cualquier esfuerzo
estratégico efectivo comienza por la alta dirección marcando el ritmos y el
sentido, pero el jugador principal en las iniciativas de sostenibilidad es
evidentemente la persona que lidera estas funciones. Su liderazgo no es
suficiente, sin embargo, si el foco en la sostenibilidad no está embebido en
toda la organización.
De hecho, los autores
creen que el éxito o el fracaso de las iniciativas de sostenibilidad dependen
de una cohorte de actores escondidos y héroes no alabados como son los mandos
intermedios y responsables de equipos en las organizaciones. La forma en la que
éstos promueven la sostenibilidad depende de las aspiraciones y experiencia de
las compañías, esto es de su madurez en relación con la sostenibilidad.
Los autores han
identificado cuatro niveles principales de madurez:
NIVEL 1 - ATRASADO Y
ESCÉPTICO
Muchas organizaciones
mantienen todavía la idea de Milton Friedman de que la única responsabilidad de
una corporación es incrementar los beneficios y el valor para los accionistas. La
alta dirección puede reconocer las demandas de otros grupos de interés pero
dudan de que sus accionistas valoren realmente la sostenibilidad. En la parte más extrema del espectro algunos líderes de compañías pueden comprar
la idea de que la sostenibilidad es parte de una agenda “woke”. Estos
escépticos suelen adoptar una mentalidad de bunker y solo hacen aquello que es
requerido legalmente o para aplacar a grandes clientes, pero en privado se
mantienen desafiantes ante la necesidad de políticas sostenibles en sus
empresas, ya que piensan que éstas van a significar un aumento de costes y una
reducción de los beneficios.
Por tanto, pueden darse
casos en los que no cuenten con una persona dedicada a la sostenibilidad a tiempo
completo. Pero en este nivel, con frecuencia son los mandos intermedios los que
están convencidos de que sus compañías necesitan incorporar medidas de sostenibilidad
y consideran que un rol principal suyo consiste en conseguir introducir la
sostenibilidad en la agenda de la compañía.
Independientemente de
sus razones para esta resistencia por parte de la alta dirección, las
organizaciones en el nivel 1 necesitan abordar el tema de la sostenibilidad, ya
que deben cumplir las leyes, comprobar qué aspectos son los más importantes
para el desempeño de la compañía y poco a poco ir respondiendo a una serie de
preguntas acuciantes por parte de los inversores, clientes y otros grupos de
interés.
Los mandos intermedios
en este tipo de organizaciones pueden tener que esperar a que las demandas de los
inversores o clientes induzcan a la alta dirección a que muestren interés por
la sostenibilidad y luego aprovechar el momento. También pueden buscar formas
en que la sostenibilidad pueda generar beneficios demostrables para la empresa,
por ejemplo encontrando maneras de reducir los costes de la energía por medio
de una auditoría de energía.
Una buena forma de
incrementar los impulsos consiste en fomentar el compromiso público con las
metas de sostenibilidad. Como Robert Cialdini, autor de “Influence”, ha mostrado, a las personas nos gusta ser consistentes en relación con las cosas con las que ya
hemos estado de acuerdo. Y, exhibiendo los éxitos en otras organizaciones
ayudará a demostrar que la sostenibilidad se está convirtiendo en la norma,
apoyando otro de los pilares de Cialdini sobre la persuasión: “la prueba social”.
Si las circunstancias lo permiten, los mandos intermedios, además, pueden
apelar a sus líderes como seres humanos y quizás padres, pidiéndoles que
consideren el legado que están dejando al mundo y a sus hijos.
Al ir dando fruto estas
tácticas los mandos intermedios pueden buscar crear redes dentro de la compañía
para formar una coalición de personas dispuestas a impulsar la sostenibilidad,
encontrando “campeones” especialmente entre los jóvenes que la defiendan.
Con mayor conocimiento
y aceptación la organización se encontrará preparada para establecer objetivos,
aunque inicialmente puedan ser incrementales y centrados en el propio impacto de
la compañía. Marcar metas en temas como por ejemplo desechos, consumo de agua,
derechos humanos, etc, incrementará la responsabilidad y motivará a buscar
metas más importantes.
2.-
CONSTRUYENDO UNA BASE
Las compañías en este
nivel se han alejado de la mentalidad bunker y están aprendiendo rápidamente más
cosas sobre la sostenibilidad para preparar su viaje para alcanzarla. Sus
líderes creen que retos como el cambio climático son serios y que los grupos de
interés, incluyendo los accionistas, son conscientes sobre la necesidad de
abordar estos riesgos. Sus líderes desean mejorar la sostenibilidad de sus
organizaciones en múltiples dimensiones pero pueden mostrarse inseguros en
relación a cómo pueden hacerlo. En gran parte están en modo reactivo y
recelosos de destacar.
A pesar de todo la alta
dirección probablemente ha dejado claro que la sostenibilidad es una prioridad,
por lo que la agenda relacionada con el tema tendrá más apoyos. Para los mandos
intermedios en este nivel su misión central es construir capacidades.
En este nivel las
compañías se encuentran aclarando su propósito y la forma en la que van a
servir a sus clientes y a la sociedad. El trabajo para integrar la
sostenibilidad en la organización comienza en esta etapa. Los mandos
intermedios necesitarán mejores sistemas para la recogida de datos sobre los
criterios de la estrategia ESG y su impacto. También las comunicaciones
corporativas y los informes deben abordar cuál es el desempeño de la compañía
en relación con estándares de sostenibilidad de grupos externos.
Otra labor de los
mandos intermedios puede consistir en ir más allá de realizar comparaciones con
sus principales competidores para
observar las prácticas sostenibles de otras compañías de sectores adyacentes o
de sus proveedores y clientes. También pueden impulsar metas más ambiciosas
como emisiones cero de carbono o intolerancia total ante abusos de derechos
humanos en toda la cadena de valor.
Para fortalecer las
capacidades de la organización en esta
fase los mandos intermedios deben buscar y apoyar a los campeones “estrella”
sobre sostenibilidad, especialmente a los jóvenes que están convencidos de la
necesidad de que la compañía juegue un papel a la hora de abordar los problemas
en la sociedad, Invitarles a participar en las reflexiones sobre la
transformación de la compañía en esta área puede incrementar la innovación y le
compromiso.
3.- ACELERANDO
Entre los niveles dos y tres existe un gran abismo. Las
compañías en este último nivel están fundamentalmente comprometidas con
acciones genuinas y se sienten cómodas comprometiéndose con agentes de interés
externos y marcando metas basadas en las necesidades de la sociedad. Muchos mandos
intermedios tendrán metas de desempeño e incentivos en la compensación ligados
a métricas de sostenibilidad. Los empleados mostrarán su contento con la idea
de que su trabajo tiene un impacto positivo sobre la sociedad. Pero, es
posible, que la alta dirección todavía no posea completamente el patrón mental sistémico
que consigue enfoques altamente colaborativos e innovadores y de cambios
profundos ante los problemas. En esta etapa las organizaciones tienen que
lograr progresos serios en relación con los grandes objetivos sostenibles que
se hayan marcado.
Los mandos intermedios
deben defender la creación de un consejo interno de sostenibilidad compuesto
por representantes de la alta dirección o de ejecutivos del nivel inferior de
ésta. La compañía puede constituir, asimismo, un Consejo Estratégico externo
compuesto por una mezcla de líderes del pensamiento, académicos y responsables
de sostenibilidad de otros sectores. Estos Consejos ofrecen un foro donde los
mandos intermedios de la organización pueden contar sus historias sobre
sostenibilidad, compartir sus problemas y obtener input valioso. También, estos
Consejos, presentan a la alta dirección nuevas
perspectivas e información sobre lo que viene en el futuro.
En esta fase se debe
conceder a los mandos intermedios la autoridad para buscar alianzas con
organizaciones que puedan ayudar a la compañía a alcanzar sus más altas
ambiciones, de forma que, por ejemplo, compartan sus mejores prácticas y desarrollen nuevas
políticas que promuevan el cambio.
4.- LIDERANDO
Las organizaciones
líderes son valientes y abordan los problemas a los que se enfrenta la
humanidad sin esperar que otras lo hagan y confiando transcender sus sectores,
están guiadas por propósitos aspiracionales corporativos. Luchan por ser lo que
los autores llaman “positivas netas” ofreciendo a la sociedad más de lo que
reciben y beneficiándose de intentar solucionar los problemas del mundo, no
creándolos.
En este nivel los
campeones de sostenibilidad tienen una gran capacidad para efectuar cambios
positivos y para instilar un compromiso irreversible en la organización. La
misión central de los mandos intermedios consiste en construir una infraestructura
de sostenibilidad duradera dentro de la compañía y generar un impacto
transformador positivo en el mundo. También deben tener la libertad de trabajar
en los mayores retos ambientales y
sociales, pudiendo, por ejemplo, abordar temas conflictivos que afecten a la
huella y marca de sostenibilidad de la empresa como las retribuciones de los
ejecutivos en relación con el resto de empleados, la corrupción, los derechos
humanos, la influencia política y la verdadera inclusión.
Pensar en cómo abordar
los enormes retos como el cambio climático, las desigualdades o los derechos
humanos puede ser una tarea dantesca. Es fácil creer que la contribución de un
solo mando intermedio o ejecutivo no tiene ninguna trascendencia, pero aunque
es cierto que hasta las más grandes multinacionales son demasiado pequeñas para
resolver estos problemas en solitario, trabajando junto a otras instituciones
pueden obtener cambios significativos. Con el compromiso de la alta dirección y
un número cada vez más creciente de mandos intermedios las compañías irán
ascendiendo por la curva de la madurez, ya que no pueden permitirse el lujo de
no hacerlo en un mundo que demanda la sostenibilidad cada vez más.
Manfred Kets De Vries
en INSEAD Knowledge del pasado 4 de noviembre plantea que la competencia sana
es natural pero que cuando se llevan al extremo
se puede transformar en una peligrosa obsesión. Las personas centradas
en ser siempre las mejores con frecuencia se encuentran dominadas por una
insaciable ambición y envidia, percibiendo el mundo como un campo de batalla en
el que solo existen vencedores y perdedores.
Un ejemplo claro de
esta tendencia destructiva la tenemos en el caso del general romano Craso, con
frecuencia aclamado como el hombre más rico de Roma, que aunque poseía una
inmensa fortuna y poder, estaba consumido por una insaciable sed de tener más.
Esta ambición le llevó a intentar conquistar el imperio de los Partos en el año
53 AC, campaña que le costó la vida. La leyenda cuenta que al ser ejecutado los
partos vertieron oro fundido en su boca, para burlarse simbólicamente de su sed
perpetua de riqueza.
La combinación de
avaricia y envidia, dos de los siete pecados capitales, con frecuencia conduce
a resultados catastróficos. La avaricia
o el constante deseo de aventajar y acumular a toda costa está con
frecuencia ligada a un sentimiento de derecho y se llega a convertir en un saco
sin fondo. Los individuos muy avariciosos pueden sentirse temporalmente
satisfechos con sus últimos logros, pero pronto retornan a sentirse
insatisfechos y vacíos. Este inacabable círculo vicioso implica que nunca
van a gozar del sentimiento de disfrute y
plenitud que buscan.
La envidia, por otro
lado, se caracteriza por el descontento y resentimiento hacia aquellos que
poseen lo que el envidioso desea. Estos individuos se comparan constantemente
con otros y envidian su éxito, belleza, fortuna o riqueza. Perciben cualquier
amenaza a su estatus o logros como una afrenta a su narcisismo. No tener lo que
otros tienen amplifica sus sentimientos de baja autoestima, con frecuencia
desembocando en comportamientos dirigidos a desautorizar a aquellos a los que
envidian.
La avaricia y la
envidia son como dos gemelos idénticos de muchas formas. Ambas son emociones
complejas humanas que ocasionan efectos
psicológicos negativos severos. También están íntimamente ligadas al deseo de
adquirir ya sea riqueza, posesiones, estatus o reconocimiento. Ambas, también,
surgen de comparaciones sociales. La avaricia emerge cuando las personas se
comparan con otras que tienen más, conduciendo a un deseo de igualar o superar a
éstas. La envidia aparece cuando los individuos se comparan con aquellos que
poseen lo que desean, ocasionando sentimientos de inadecuación y resentimiento.
Desde un enfoque
psicológico la avaricia con frecuencia se origina por un trauma emocional o de
necesidades no cubiertas, utilizando los objetos y posesiones como un sustituto
de su vacío. Similarmente este vacío y sentimiento de inadecuación con
frecuencia subyace en el corazón de la envidia. Los individuos movidos por la
avaricia o la envidia con frecuencia carecen de hábitos que les hagan sentirse
satisfechos por lo que se sienten perpetuamente insatisfechos, cegados por sus
deseos.
Con moderación el deseo
de riqueza, poder y estatus puede movilizar ambiciones positivas y empujar a las personas hacia sus metas. Pero si es
exagerado llevan a acciones dañinas y despiadadas. En el mundo actual,
capitalista y materialista estas tendencias pueden entorpecer el logro de una
vida plena y con sentido.
Para
vencer a la ambición y envidia el autor recomienda seguir 6 pasos:
1.-
Comprender las raíces de nuestras emociones y aceptar su presencia.
De esta forma podremos dedicar tiempo a la introspección y a explorar qué es lo
que está desencadenado los sentimientos de ambición y envidia.
Debemos reflexionar
sobre nuestra verdadera identidad, sobre los valores que guían nuestras
acciones y sobre las creencias que moldean nuestras perspectivas. Descubrir
nuestras motivaciones y deseos, tanto los visibles como los ocultos nos ayudará
a entender lo que está alimentando estas emociones negativas.
2.-
Centrarnos en lo que importa, identificando lo que
nos hace sentir bien sobre nosotros mismos. También, tener un propósito claro
nos ayudará a centrarnos en lo que de verdad importa y evitar deseos
innecesarios. Sobre todo debemos reconocer que acumular posesiones o
compararnos con los demás no nos va a traer la satisfacción que ansiamos, ya
que esa necesidad de tener más solo va a servir para intensificar los
sentimientos de inadecuación.
3.-
Concentrarnos en el progreso y crecimiento personal.
Cada vez que surjan sentimientos negativos debemos reflexionar sobre cuál es el
desencadenante, ya que entender nuestras motivaciones nos va a permitir tomar decisiones
más conscientes.
Debemos trasladar
nuestro foco de la ambición y la envidia hacia nuestro propio progreso y
crecimiento personal, así como reconocer nuestras cualidades positivas y logros
en lugar de quedar atascados en lo que nos falta o está mal.
4.-
Practicar la gratitud y humildad. Intentar apreciar las
cosas buenas que ya tenemos, cultivando un sentimiento de gratitud por todos
los aspectos positivos de nuestras vidas, tanto grandes como pequeños. Como
dijo Epicuro” Aquel que no se contenta con poco, no estará satisfecho con nada”.
Desarrollar verdadera empatía hacia los demás e intentar entender sus
expectativas y experiencias puede ayudar a desviar el foco de los deseos
egoístas y la excesiva competitividad hacia el crecimiento y mejora personales-
La humildad es otra vía
de atemperar los sentimientos de grandiosidad y de necesidad constante de tener
más. Mostrar empatía y generosidad hacia aquellos que son menos afortunados que
nosotros nos proporcionará mayor satisfacción.
5.-
Alcanzar la plenitud ayudando a los demás. Dedicar tiempo
a actividades más centradas en la comunidad, como el voluntariado, desvía
nuestra atención de los sentimientos de avaricia y envidia. Pasar tiempo con
personas que son menos ambiciosas y envidiosas puede ofrecernos un refuerzo
positivo para distintos tipos de comportamiento.
También podemos sentir
satisfacción por los logros de los demás y al compartir nuestros recursos y
apoyar a los demás podemos experimentar un sentimiento vicario de gratificación
y plenitud.
6.-
Pedir ayuda. Si intentar gestionar la avaricia y
envidia nos resulta una tarea demasiado abrumadora podemos pedir ayuda a terapeutas,
coaches o grupos de apoyo. Compartir los negros sentimientos con personas de
confianza puede ofrecernos perspectiva y ayuda a la hora de gestionar nuestros
deseos. No olvidar que abordar estos sentimientos tiene que ser un proceso
mantenido ya que cambiar hábitos y patrones mentales muy arraigados lleva su
tiempo.
Adam Grant en “Hidden potential. The science ofachieving greater things”, que estamos comentando, plantea que en distintos
tipos de aprendizaje sentir incomodidad puede
servir para liberar potencialidades ocultas. Asumir el riesgo
de enfrentarnos a situaciones incómodas es una habilidad de carácter ligada a
la determinación. Exige coraje ponernos en el mundo antes de sentirnos preparados
y estar dispuestos para cometer más errores que otros. La mejor manera de
acelerar el crecimiento consiste en abrazar, buscar y amplificar la
incomodidad.
Antes de la década de
los 70 del pasado siglo el aprendizaje consistía en, independientemente de las
fortalezas personales, absorber conocimientos uniformes a través de las mismas
lecturas y lecciones estandarizadas. A partir de la década de los 70 una nueva
corriente de pensamiento alteró el mundo de la educación. La premisa central
era que si los estudiantes tenían dificultades era porque los métodos de
instrucción no se adaptaban a sus estilos de aprendizaje o al modo cognitivo en
el que destacaban a la hora de adquirir y retener la información. Por ejemplo, los que aprendían a través del lenguaje para captar nuevos conceptos
necesitarían leer y escribirlos. Los visuales deberían verlos en imágenes
ilustradas, diagramas y tablas, los auditivos deberían escucharlos en voz alta
y los kinestésicos deberían experimentarlos, representándolos con
movimientos corporales. Actualmente aproximadamente el 89% de los profesores en
todo el mundo creen que deben acoplar la formación a los estilos de aprendizaje
de los estudiantes.
El problema es que los
estilos de aprendizaje realmente son un mito. Cuando un equipo de expertos
realizó una revisión de varias décadas de investigación sobre los estilos de
aprendizaje encontraron una alarmante falta de apoyo a esta teoría. En experimentos
controlados con lecciones específicas y estudios longitudinales durante un
semestre, tanto los estudiantes jóvenes, como los adultos, no obtenían mejores
resultados en sus tests cuando sus profesores o sus hábitos de estudio se
alineaban con sus preferencias o habilidades.
Ahora se sabe que
nuestras preferencias no son rígidas y
si aprovechamos solo nuestras fortalezas podemos perder la oportunidad de
fortalecer nuestras debilidades. La forma en la que nos gusta aprender es la
que nos hace sentirnos cómodos, pero no
es necesariamente aquella con la que aprendemos mejor. A veces aprendemos mejor
de la forma que nos hace sentir más incómodos porque es la que nos hace
trabajar más duro.
Por ejemplo, la
procrastinación es un problema común siempre que sentimos que tenemos que salir
de nuestra zona de confort. Muchas personas la asocian con pereza. Pero muchos
psicólogos han encontrado que no consiste en un problema de gestión del tiempo,
realmente es un problema de gestión de las emociones. Cuando procrastinamos no
estamos intentando evitar un esfuerzo, estamos evitando los sentimientos
desagradables que la actividad nos despierta. Antes o después, sin embargo, nos
damos cuenta que los que estamos consiguiendo es evitar llegar adonde queremos ir.
Por tanto, si evitamos
la incomodidad de las técnicas de aprendizaje que nos resultan más complicadas estaremos
limitando nuestro aprendizaje.
Los fans de los estilos
de aprendizaje nos quieren hacer creer que el aprendizaje verbal es bueno para
una persona y el auditivo lo es para otra. Pero el aprendizaje no consiste
siempre en encontrar el método correcto para nosotros, con frecuencia se trata
de encontrar el método adecuado para la tarea.
Una demostración
fascinante de este hecho surge de un experimento en el que a estudiantes se les
pedía que leyesen un artículo científico en poco más de veinte minutos. Aleatoriamente, a la mitad se les asignaba que los leyesen y
a la otra mitad que lo escuchasen. Los que escuchaban disfrutaron de la
lección más que los que tenían que leerla, pero cuando se les preguntaba sobre
el contenido del artículo dos días después, se comprobó que habían aprendido
menos.
Aunque escuchar suele
ser más divertido, leer mejora la comprensión y el recuerdo. Mientras la
escucha fomenta el pensamiento intuitivo, la lectura activa procesos más
analíticos. Con la lectura naturalmente vamos despacio en el comienzo de un párrafo
para ir procesando la idea principal y utilizamos las pausas entre párrafos y
los encabezamientos para desglosar la
información.
El confort en el
aprendizaje se convierte en una paradoja
ya que no podemos sentirnos cómodos en una habilidad hasta que hayamos
practicado lo suficiente para que la dominemos. Pero practicar antes de
dominarla nos resulta incómodo, por lo que con frecuencia lo evitamos. Acelerar
el aprendizaje requiere un segundo tipo de coraje: tener el valor de utilizar
nuestro conocimiento al ir adquiriéndolo, como pasa por ejemplo con los
idiomas.
En un experimento las
psicólogas Kaitlin Woolley y Ayelet Fishbach estudiaron a cientos de personas
que asistían a clases de mejora de sus dotes de improvisación, a las que
aleatoriamente se les asignó que se centrasen en distintos roles. Las que persistieron
más tiempo y adoptaron más riesgos creativos
no fueron aquellas a las que se les pidió que se centrasen en el
aprendizaje, sino a las que se aconsejó que intencionadamente buscasen la
incomodidad. A estas últimas se les había dicho que su meta era sentirse
incómodas y torpes, ya que éstas eran señales de que el ejercicio estaba
funcionando. Una vez que las personas interpretaban la incomodidad como un
signo de crecimiento se sentían motivadas para ir más allá de sus zonas de
confort.
Pensar que podemos
cometer errores nos resulta muy angustioso, especialmente si somos tímidos. La timidez
surge del miedo a una
evaluación negativa en situaciones sociales.
Cuando los terapeutas tratan
las fobias utilizan dos tipos de terapias de exposición:
a).- La
desensibilización sistemática. Comienza con exponer a la persona a
microdosis de su amenaza para ir
incrementándola a lo largo del tiempo. Por ejemplo, si te dan miedo las arañas
dibujas una y luego puedes ver una araña en una caja cerrada. Antes de
enfrentarte a una araña en libertad aprendes a gestionar tu miedo en
situaciones menos amenazantes.
b).- La “inundación”.
Consiste en lo contrario. Por ejemplo en el caso de la araña el terapeuta puede
liberar una araña encima de tu brazo. Puede asustarnos mucho, pero si
sobrevivimos al calvario ilesos, nuestro terror visceral se evaporará. La
terapia de exposición reduce la incomodidad al ampliarla. Es muy útil, también, para enseñar a los pilotos a volar en
situaciones extremas. Los programas de entrenamiento eficaces están diseñados
intencionadamente para introducir nuevas e inesperadas amenazas. Los pilotos
aprenden a afrontar la incomodidad intensificándola y van construyendo sus habilidades
mientras van navegando a través de situaciones complicadas.
El aprendizaje con
frecuencia se entiende como el proceso por el que reconocemos, corregimos y
prevenimos errores. Pero, muchos experimentos han mostrado que cuando los
estudiantes están aprendiendo información nueva, si aleatoriamente se les asigna
adivinar de forma errónea antes de ofrecerles la respuesta correcta,
normalmente van a cometer menos errores más adelante en los tests. Cuando se
nos anima a arriesgarnos y a poder cometer errores, terminamos cometiendo
menos. Los errores tempranos nos ayudan a recordar, después, la respuesta
correcta y nos motivan para seguir aprendiendo.
Al permitirnos cometer
errores pensamos, en teoría, que:
1.- Vamos a parecer
estúpidos.
2.- Vamos a sentirnos
avergonzados.
3.- Se van a reír de nosotros.
4.- Vamos a sentirnos
muy incómodos.
Pero la realidad nos
muestra que nos va a permitir:
1.- Ir y continuar aprendiendo.
2.- Ganar coraje.
3.- Reírnos de nosotros
mismos.
4.- Ampliar nuestra
zona de confort.
Se produce, también, un
fenómeno que los psicólogos llaman el ciclo de la laboriosidad aprendida que consiste en que cuando somos alabados por
hacer un esfuerzo, el sentimiento del esfuerzo comienza, por si mismo, a
tener propiedades de recompensa secundarias y en lugar de tener que forzarnos a
nosotros mismos para continuar , nos sentimos atraídos hacia el esfuerzo.
Tradicionalmente se ha
pensado que el aprendizaje tiene una serie de fases que comienzan por la
adquisición de conocimientos, lo que nos lleva a una situación de confort, que
nos permite pasar a la práctica y de ésta al progreso, de forma secuencial.
Lo que ocurre en realidad
es que el conocimiento tiene que ir unido a la práctica lo que puede generar
incomodidad, para ir seguido por más práctica
que lleva al progreso que nos
conduce a una zona de confort, que tiene que ir acompañada de más práctica,
Si esperamos hasta que
nos sintamos preparados para abordar nuevos retos, podemos no afrontarlos
nunca, ya que puede que no llegue el día en el que nos despertemos sintiéndonos
preparados. Nos preparamos si nos arriesgamos y damos el salto.