Adam Grant en “Hidden potential. The science ofachieving greater things”, que estamos comentando, plantea que en distintos
tipos de aprendizaje sentir incomodidad puede
servir para liberar potencialidades ocultas. Asumir el riesgo
de enfrentarnos a situaciones incómodas es una habilidad de carácter ligada a
la determinación. Exige coraje ponernos en el mundo antes de sentirnos preparados
y estar dispuestos para cometer más errores que otros. La mejor manera de
acelerar el crecimiento consiste en abrazar, buscar y amplificar la
incomodidad.
Antes de la década de
los 70 del pasado siglo el aprendizaje consistía en, independientemente de las
fortalezas personales, absorber conocimientos uniformes a través de las mismas
lecturas y lecciones estandarizadas. A partir de la década de los 70 una nueva
corriente de pensamiento alteró el mundo de la educación. La premisa central
era que si los estudiantes tenían dificultades era porque los métodos de
instrucción no se adaptaban a sus estilos de aprendizaje o al modo cognitivo en
el que destacaban a la hora de adquirir y retener la información. Por ejemplo, los que aprendían a través del lenguaje para captar nuevos conceptos
necesitarían leer y escribirlos. Los visuales deberían verlos en imágenes
ilustradas, diagramas y tablas, los auditivos deberían escucharlos en voz alta
y los kinestésicos deberían experimentarlos, representándolos con
movimientos corporales. Actualmente aproximadamente el 89% de los profesores en
todo el mundo creen que deben acoplar la formación a los estilos de aprendizaje
de los estudiantes.
El problema es que los
estilos de aprendizaje realmente son un mito. Cuando un equipo de expertos
realizó una revisión de varias décadas de investigación sobre los estilos de
aprendizaje encontraron una alarmante falta de apoyo a esta teoría. En experimentos
controlados con lecciones específicas y estudios longitudinales durante un
semestre, tanto los estudiantes jóvenes, como los adultos, no obtenían mejores
resultados en sus tests cuando sus profesores o sus hábitos de estudio se
alineaban con sus preferencias o habilidades.
Ahora se sabe que
nuestras preferencias no son rígidas y
si aprovechamos solo nuestras fortalezas podemos perder la oportunidad de
fortalecer nuestras debilidades. La forma en la que nos gusta aprender es la
que nos hace sentirnos cómodos, pero no
es necesariamente aquella con la que aprendemos mejor. A veces aprendemos mejor
de la forma que nos hace sentir más incómodos porque es la que nos hace
trabajar más duro.
Por ejemplo, la
procrastinación es un problema común siempre que sentimos que tenemos que salir
de nuestra zona de confort. Muchas personas la asocian con pereza. Pero muchos
psicólogos han encontrado que no consiste en un problema de gestión del tiempo,
realmente es un problema de gestión de las emociones. Cuando procrastinamos no
estamos intentando evitar un esfuerzo, estamos evitando los sentimientos
desagradables que la actividad nos despierta. Antes o después, sin embargo, nos
damos cuenta que los que estamos consiguiendo es evitar llegar adonde queremos ir.
Por tanto, si evitamos
la incomodidad de las técnicas de aprendizaje que nos resultan más complicadas estaremos
limitando nuestro aprendizaje.
Los fans de los estilos
de aprendizaje nos quieren hacer creer que el aprendizaje verbal es bueno para
una persona y el auditivo lo es para otra. Pero el aprendizaje no consiste
siempre en encontrar el método correcto para nosotros, con frecuencia se trata
de encontrar el método adecuado para la tarea.
Una demostración
fascinante de este hecho surge de un experimento en el que a estudiantes se les
pedía que leyesen un artículo científico en poco más de veinte minutos. Aleatoriamente, a la mitad se les asignaba que los leyesen y
a la otra mitad que lo escuchasen. Los que escuchaban disfrutaron de la
lección más que los que tenían que leerla, pero cuando se les preguntaba sobre
el contenido del artículo dos días después, se comprobó que habían aprendido
menos.
Aunque escuchar suele
ser más divertido, leer mejora la comprensión y el recuerdo. Mientras la
escucha fomenta el pensamiento intuitivo, la lectura activa procesos más
analíticos. Con la lectura naturalmente vamos despacio en el comienzo de un párrafo
para ir procesando la idea principal y utilizamos las pausas entre párrafos y
los encabezamientos para desglosar la
información.
El confort en el
aprendizaje se convierte en una paradoja
ya que no podemos sentirnos cómodos en una habilidad hasta que hayamos
practicado lo suficiente para que la dominemos. Pero practicar antes de
dominarla nos resulta incómodo, por lo que con frecuencia lo evitamos. Acelerar
el aprendizaje requiere un segundo tipo de coraje: tener el valor de utilizar
nuestro conocimiento al ir adquiriéndolo, como pasa por ejemplo con los
idiomas.
En un experimento las
psicólogas Kaitlin Woolley y Ayelet Fishbach estudiaron a cientos de personas
que asistían a clases de mejora de sus dotes de improvisación, a las que
aleatoriamente se les asignó que se centrasen en distintos roles. Las que persistieron
más tiempo y adoptaron más riesgos creativos
no fueron aquellas a las que se les pidió que se centrasen en el
aprendizaje, sino a las que se aconsejó que intencionadamente buscasen la
incomodidad. A estas últimas se les había dicho que su meta era sentirse
incómodas y torpes, ya que éstas eran señales de que el ejercicio estaba
funcionando. Una vez que las personas interpretaban la incomodidad como un
signo de crecimiento se sentían motivadas para ir más allá de sus zonas de
confort.
Pensar que podemos
cometer errores nos resulta muy angustioso, especialmente si somos tímidos. La timidez
surge del miedo a una
evaluación negativa en situaciones sociales.
Cuando los terapeutas tratan
las fobias utilizan dos tipos de terapias de exposición:
a).- La
desensibilización sistemática. Comienza con exponer a la persona a
microdosis de su amenaza para ir
incrementándola a lo largo del tiempo. Por ejemplo, si te dan miedo las arañas
dibujas una y luego puedes ver una araña en una caja cerrada. Antes de
enfrentarte a una araña en libertad aprendes a gestionar tu miedo en
situaciones menos amenazantes.
b).- La “inundación”.
Consiste en lo contrario. Por ejemplo en el caso de la araña el terapeuta puede
liberar una araña encima de tu brazo. Puede asustarnos mucho, pero si
sobrevivimos al calvario ilesos, nuestro terror visceral se evaporará. La
terapia de exposición reduce la incomodidad al ampliarla. Es muy útil, también, para enseñar a los pilotos a volar en
situaciones extremas. Los programas de entrenamiento eficaces están diseñados
intencionadamente para introducir nuevas e inesperadas amenazas. Los pilotos
aprenden a afrontar la incomodidad intensificándola y van construyendo sus habilidades
mientras van navegando a través de situaciones complicadas.
El aprendizaje con
frecuencia se entiende como el proceso por el que reconocemos, corregimos y
prevenimos errores. Pero, muchos experimentos han mostrado que cuando los
estudiantes están aprendiendo información nueva, si aleatoriamente se les asigna
adivinar de forma errónea antes de ofrecerles la respuesta correcta,
normalmente van a cometer menos errores más adelante en los tests. Cuando se
nos anima a arriesgarnos y a poder cometer errores, terminamos cometiendo
menos. Los errores tempranos nos ayudan a recordar, después, la respuesta
correcta y nos motivan para seguir aprendiendo.
Al permitirnos cometer
errores pensamos, en teoría, que:
1.- Vamos a parecer
estúpidos.
2.- Vamos a sentirnos
avergonzados.
3.- Se van a reír de nosotros.
4.- Vamos a sentirnos
muy incómodos.
Pero la realidad nos
muestra que nos va a permitir:
1.- Ir y continuar aprendiendo.
2.- Ganar coraje.
3.- Reírnos de nosotros
mismos.
4.- Ampliar nuestra
zona de confort.
Se produce, también, un
fenómeno que los psicólogos llaman el ciclo de la laboriosidad aprendida que consiste en que cuando somos alabados por
hacer un esfuerzo, el sentimiento del esfuerzo comienza, por si mismo, a
tener propiedades de recompensa secundarias y en lugar de tener que forzarnos a
nosotros mismos para continuar , nos sentimos atraídos hacia el esfuerzo.
Tradicionalmente se ha
pensado que el aprendizaje tiene una serie de fases que comienzan por la
adquisición de conocimientos, lo que nos lleva a una situación de confort, que
nos permite pasar a la práctica y de ésta al progreso, de forma secuencial.
Lo que ocurre en realidad
es que el conocimiento tiene que ir unido a la práctica lo que puede generar
incomodidad, para ir seguido por más práctica
que lleva al progreso que nos
conduce a una zona de confort, que tiene que ir acompañada de más práctica,
Si esperamos hasta que
nos sintamos preparados para abordar nuevos retos, podemos no afrontarlos
nunca, ya que puede que no llegue el día en el que nos despertemos sintiéndonos
preparados. Nos preparamos si nos arriesgamos y damos el salto.
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