Ludmila N. Praslova,
Ron Carucci y Caroline Stokes en hbr.org del pasado 8 de diciembre plantean que
el estereotipo del bully en el trabajo es el del jefe agresivo que se dedica a
humillar a un miembro de su equipo. Pero en el fondo es una cuestión de poder y
la autoridad basada en el puesto es solo una de las fuentes de poder. Según el Workplace Bullying Institute el 14% del problema en los Estados Unidos es
ascendente y procede, por tanto, de los subordinados a sus jefes.
Los supervisores
sometidos a bullying sufren las mismas consecuencias emocionales y
experienciales que el resto de trabajadores que lo padecen: depresión, ansiedad,
pérdida de autoestima, mala salud y con frecuencia pérdida del trabajo o
descarrilamiento de la carrera profesional, pero comentar sus experiencias se
mantiene como un tabú.
Este tipo de bullying
suele comenzar con comportamientos encubiertos tales como ocultando información
o “luz de gas” sutil. Después de erosionar parte de la autoridad legítima del
supervisor y sus recursos psicológicos los bullies van escalando sus acciones y
comienzan a difundir rumores y a promover la insubordinación, para minar más
aún el bienestar del objetivo. Normalmente cuando se produce es porque el bully
siente que tiene el apoyo de los superiores de su víctima.
Los
autores sugieren una serie de recomendaciones cuando:
I.-
UN MANAGER SE ENFRENTA A ESTAS SITUACIONES
DIFÍCILES:
1.- Procurar pasar
tiempo en entornos tranquilos, alejado de estresores para considerar la mejor
forma de actuar.
2.- No sentir vergüenza
por pensar que no estamos gestionando adecuadamente el comportamiento de un
subordinado y caer en la urgencia por tapar la situación. En estos casos hay
que resistir la tentación y llamar la atención por la conducta inadecuada. El
comportamiento dañino de alguien no es el reflejo de nuestro liderazgo, pero no
hacer nada ante esa situación si puede serlo.
3.- Vencer la atracción
de la evitación. Escapara al dolor de ser víctima de bullying es una tentación
comprensible. Enterrarnos en el trabajo, aislarnos de sistemas de apoyo y
minimizar la severidad de la situación nos da una falsa sensación de seguridad,
pero que es ilusoria y de corta duración. No hablar con alguien en quien
confiemos permite que la “luz de gas” se infiltre más profundamente en nuestras
mentes.
4.- Registrar lo que
está ocurriendo. Documentar nuestro propio trauma mientras está ocurriendo es
una experiencia tortuosa, pero tomar notas tiene numerosos beneficios, como
mostrar con datos a otras personas lo que está pasando o neutralizar al bully
cuando trate de negar los hechos.
5.-Buscar ayuda.
Podemos necesitar ayuda de recursos humanos o de cualquier otro recurso para
planificar una mediación. Aunque los bullies encubiertos pueden no querer esta
confrontación o pueden encontrar maneras para hacerse las víctimas, alertar al
equipo de recursos humanos es un paso importante para conseguir que se registre
el comportamiento del bully.
6.- Monitorizar las
emociones que se van acumulando. Debemos ser conscientes de la rumiación sobre
el resentimiento que nos produce la conducta del bully y sobre el desprecio que
sentimos hacia nosotros mismos y hacia el bully. Este resentimiento puede hacer
que estallemos con frecuencia en los momentos más inoportunos. Un coach
profesional puede ayudarnos a abordar nuestras emociones.
7.- Prepararnos para
enfrentarnos al bully. Aunque confrontar a alguien que nos está dañando puede
parecernos abrumador, en las condiciones adecuadas puede ser lo mejor que
podemos hacer. Sea cual sea el motivo del comportamiento de éste refleja su
falta de madurez emocional.
Debemos recordar que
somos el jefe y que tenemos influencia sobre la carrera del bully y que el
comportamiento de éste es inaceptable y no es bueno no solo para nosotros, sino
para el equipo y la organización, ya que si lo permitimos estamos mostrando a
los demás que se permiten esas conductas. Podemos necesitar un coach para
ayudarnos a preparar la confrontación: ayudándonos a reconocer y canalizar
nuestras emociones, a seleccionar las palabras a emplear y a construir nuestra
confianza en nosotros mismos, pero la fuerza que obtendremos se extenderá a
otras áreas de nuestro liderazgo.
8.- Decidir si ha
llegado el momento de irnos. No es nuestra responsabilidad “rescatar” o “reformar”
a un bully malévolo, violento o vengativo al cualquier coste. Nuestra salud y
seguridad están primero. En particular si nuestro jefe está de acuerdo con el
bully y el entorno ha aumentado su toxicidad y cada vez nos genera más
ansiedad, puede ser conveniente considerar si quedarnos en la organización es
la mejor opción. Abandonar un ambiente insano es un triunfo, no una vergüenza.
II.-
UN DIRECTIVO SE ENFRENTA AL BULLYING QUE SUFRE UNO DE SUS MANDOS
1.- Cuidar cómo se
utilizan las reuniones con profesionales sin sus mandos intermedios. Los líderes
senior con frecuencia mantienen reuniones con profesionales de niveles inferiores
sin que estén presentes sus jefes, pero deben ser cuidadosos en la forma y el
momento en los que las inician. Utilizarlas como toma de contacto o para mentoring
es lo más seguro, pero siempre debemos asegurarnos de comentar con sus jefes
directos cualquier cosa que les pueda afectar, sin violar la confianza de los
empleados.
2.- Escuchar, aprender
y no conspirar. Cuando alguien varios niveles más abajo nos busca para hablar
sobre su jefe debe alertarnos. Sus quejas pueden ser o no ser legítimas.
Debemos hacer preguntas para comprender las preocupaciones del profesional y
conocer cómo han intentado solucionar el problema (por ejemplo hablando directamente con el
jefe o con recursos humanos). También podemos comentar que vamos a investigar
la situación pero sin que parezca que estamos de acuerdo con los que nos dicen.
Tenemos que analizar múltiples visiones d ela historia antes de llegar a alguna
conclusión.
3.- Apoyar al mando
intermedio. Si éste reconoce que existe una relación tensa con alguien a quien
lidera, debemos escuchar con cuidado y si necesitan desarrollar su liderazgo
debemos apoyarles guiándoles y facilitándoles recursos. Si están siendo
sometidos a bullying o a “luz de gas” enseñarles como gestionarlo. Evitar
juzgar su liderazgo como débil o ineficaz, ya que cada líder tienen necesidades
de desarrollo y nadie está equipado para manejar todo tipo de personalidades
conflictivas. Investigar, implicar a recursos humanos si es necesario o traer a
alguien sin ningún prejuicio para actuar como coach en el proceso de mediación.
Pero nunca minar el liderazgo del mando intermedio retirándole nuestro apoyo.
3.- Invertir proactivamente
en crear una cultura psicológicamente segura. Eliminar mecanismos
organizacionales que promuevan comportamientos egoístas y desarrollar sistemas
para prevenir el daño, construyendo una cultura inclusiva que sea psicológicamente
segura para todos.
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