Ayelet Fishbach en “Get it done. Surprising
lessons from the science of motivation” presenta un nuevo marco teórico para la
motivación personal para poder alcanzar las metas que deseamos lograr, mientras
nos mantenemos sanos, con la mente clara y felices.
Si queremos motivarnos
a nosotros mismos tenemos que cambiar nuestras circunstancias. Si juntamos a un
psicólogo, un sociólogo y un economista en la misma habitación este principio
básico: cambiar el comportamiento mediante la modificación de la situación en
que se da, puede ser la única verdad en la que se pongan de acuerdo. Este principio
es fundamental en la ciencia del comportamiento y subyace en muchos de los
descubrimientos sobre la ciencia de la motivación. Podemos modificar nuestra
conducta cambiando la situación en que se produce. Si, por ejemplo, queremos
comenzar a comer mejor una buena solución es llenar el frigorífico de frutas
frescas y verduras.
Según Fishbach existen
cuatro ingredientes o pasos fundamentales para que un cambio de comportamiento tenga éxito:
1.- Elegir una meta.
2.- Mantener la
motivación mientras vamos hacia la meta. Podemos monitorizar nuestro progreso
solicitando feedback sobre nuestro desempeño, tanto positivo como negativo y
mirando hacia atrás para ver lo que ya hemos conseguido y hacia delante para
ver lo que nos queda por lograr.
3.- Hacer malabarismos
con múltiples objetivos. Otras metas y deseos nos atraerán hacia otras
direcciones opuestas, por lo que deberemos aprender a gestionar estas metas,
establecer prioridades y encontrar el equilibrio adecuado.
4.- Aprender a
aprovechar el apoyo social. Suele ser complicado alcanzar nuestras metas en
solitario y todavía más difícil cuando otras personas se meten en medio. Por
otro lado cuando dejamos que otros nos ayuden en nuestro camino hacia la meta,
éste será más sencillo.
Conocer estos
ingredientes es solo una etapa ya que también tenemos que identificar qué
ingrediente está ausente en nuestra receta para el éxito, ya que por ejemplo
conseguir apoyo social si ya nos sentimos apoyados no va a incrementar nuestra
motivación.
I.-
ELEGIR UNA META
Existen metas que
podemos elegir sin tener en consideración nuestras circunstancias y habilidades
y son las que nos conducen hacia una dirección equivocada y en lugar de
promover nuestro bienestar físico y emocional nos ciegan ante los peligros en
el camino, como ocurre con las dietas extremas, los deportes de alto riesgo o
las relaciones perniciosas. Las metas son herramientas poderosas y como tales
deben ser manejadas con cuidado. Es bueno marcarnos metas pero siempre después
de pensar si son las adecuadas para nosotros.
En relación con las
metas tenemos que tener en cuenta que:
1.-
Las metas no son tareas
Una meta es una
herramienta motivacional muy importante, ya que no solo nos señala una
dirección si no que nos atrae hacia esa dirección. Una vez que establecemos una
meta se empiezan a movilizar los recursos para alcanzarla y dedicaremos a ella
nuestro esfuerzo físico y mental, dinero, tiempo y nuestro capital social. Pero
para que una meta nos motive tenemos que considerarla más como una aspiración y
menos como una tarea.
Cuando queremos
establecer una meta que sintamos más como una aspiración que una tarea resulta
útil recordar el antiguo adagio: “Mantener la mirada centrada en el premio”. Una meta potente define un estado
deseable no los medios para llegar a él. En general queremos invertir nuestros
recursos en la meta y no en los medios
por lo que por ejemplo muchas empresas online incluyen los gastos de envío en
el precio del producto para dar la impresión de que el envío es gratis.
Por tanto, cuando al
definir una meta debemos hacerlo en términos de beneficios y no de costes. Es
mejor, por ejemplo, decir que nuestra meta es encontrar un trabajo que aplicar
a un trabajo, o poseer una casa que ahorrar para la hipoteca.
A la hora de describir
una meta es mejor hacerlo de forma abstracta ya que así capturaremos el
propósito que está detrás de una acción, definiendo lo que queremos conseguir
en lugar de las acciones que tenemos que realizar para conseguirlo, con lo que
parecerá menos una tarea. El problema surge si la meta es demasiado abstracta
con lo que resulta difícil ligarla a una serie de acciones concretas y será más
complicado alcanzarla. Por ejemplo: “explorar nuevas oportunidades
profesionales” es mejor que “tener éxito”. Cuando no existe un camino claro
para llegar de A a B las personas empiezan a fantasear sobre las metas en lugar
de actuar para lograrlas. Las fantasías pueden hacer que nos sintamos bien pero
son poco efectivas como herramientas motivadoras.
Al definir las metas
también tenemos que tener en cuenta que si lo hacemos con un enfoque de
acercamiento, nos estaremos moviendo hacia ellas, disminuyendo la distancia
entre nosotros y el logro de nuestros deseos. Pero si las definimos con un
enfoque de evitación nos alejaremos al incrementar la distancia entre nosotros
y los resultados que queremos obtener. Un ejemplo claro de que hay que evitar
este último enfoque lo tenemos en las investigaciones sobre supresión del
pensamiento. Si nos marcamos la meta de dejar de pensar en algo, como una
situación incómoda en el trabajo, una discusión con nuestra pareja o una
melodía que parece que se ha atascado en nuestra mente, cuanto más decididos
estamos a no pensar en ello más nos obsesionaremos con ello. Un intento deliberado
de suprimir determinados pensamientos facilita que éstos salgan a la
superficie. En parte esto ocurre porque para determinar si hemos suprimido con
éxito determinados pensamientos debemos preguntarnos si todavía estamos
pensando en ellos. Y, cada vez que lo comprobamos el mero acto de verificación
trae de nuevo de vuelta el pensamiento prohibido a nuestra mente. La ironía de
este fenómeno es la razón por la que se ha llamado “control mental irónico”. La
supresión supone, también, un desafío porque no resulta muy divertida, ya que
es una tarea. Mientras las metas de evitación son más parecidas a las tareas y
por tanto suelen ser menos potentes, no siempre son ineficaces para motivar la
acción. Para determinadas personas en algunas situaciones pueden ser eficaces.
Algunas personas, a las
que se puede llamar “aproximadores” están más predispuestas a responder ante
metas de acercamiento y por ejemplo cuando juegan un juego esperan ganar. En
términos psicológicos tienen un “Sistema de Aproximación Conductual” (BAS)
fuerte. Otras, a las que podemos llamar
“evitadoras” pueden tolerar y ser receptivas a las metas de evitación, y cuando
juegan un juego esperan no perder. En
términos psicológicos tendrían un “Sistema de Inhibición Conductual” fuerte
(BIS). Para averiguar si somos aproximadores o evitadores nos podemos preguntar
si estamos más de acuerdo con afirmaciones como: “Cuando quiero algo normalmente
voy a por ello” y “Cuando veo una oportunidad para algo que me gusta, me
emociono rápidamente” , que con otras del tipo: “Me preocupa cometer errores” y
“Las críticas y los reproches me hacen bastante daño”. Si estamos dispuestos a
ir a por todas seremos aproximadores y si tememos los errores y las críticas
seremos evitadores.
En ocasiones las
circunstancias pueden determinar si las personas se enfocan más en una u otra
clase de metas. Cuando las personas sienten que tienen poder se sienten más
motivadas por las metas de aproximación y por ejemplo si eres el jefe
probablemente querrás gustar a los demás. Esta es una meta de aproximación. Pero
si eres el becario te querrás asegurar no disgustar y evitar no gustar a los demás. Esta es una meta de evitación.
Para los evitadores o
para aquellos en situaciones que predisponen a la evitación las metas de
evitación funcionan bien como motivadoras. Por ejemplo el miedo a sufrir daños
graves nos ha enseñado a que debemos utilizar casco al montar en bicicleta,
aunque nunca hayamos tenido un accidente. Esta actividad está motivada por una
meta de evitación para prevenir resultados negativos. Por tanto, las metas de
evitación son muy útiles en el contexto de prevenir daños y escapar al peligro.
Por ejemplo cuando nos motivamos para aplicarnos crema solar parece correcto
que la meta sea evitar quemaduras en lugar de mantener una piel sana.
Al determinar cómo
formular nuestras metas podemos pensar en la noción de “encaje” ( una noción
que sugiere que ciertas metas se pueden emparejar con ciertas orientaciones). Por
ejemplo las metas de seguridad encajan en la orientación de alejarse del
peligro, mientras que cuando decidimos tener citas nos acercamos a una meta
romántica más que a una de evitar rechazo.
El psicólogo ToryHiggins distingue entre metas “deber” y metas “ideal”. Las primeras incluyen
todo lo que debemos hacer como mantenernos seguros cerrando las puertas con llave. Las “ideal” incluyen
aquello que esperamos o aspiramos hacer pero no sentimos necesariamente que
tengamos que hacer como leer un libro. Al perseguir una meta de “deber” es
mejor escoger el enfoque de evitación, mientras en el segundo caso es más adecuado un enfoque de
aproximación.
La forma en la que
definamos nuestras metas determinará su poder, por lo que serán menos eficaces
si en lugar de sentirnos entusiasmados por ellas las consideramos como tareas.
Para establecer metas que no sean tareas podemos comenzar por hacernos las
siguientes preguntas:
a).- ¿Has definido tus
metas y éstas son las adecuadas para ti?, ¿Encajan estas metas con la persona
que eres y son las mejores para la persona en la que te esperas convertir?
b).- ¿Cómo defines tus
metas a ti mismo?, ¿puedes hacer que sean más atractivas centrándote en lo que
quieres conseguir, en lugar de en las acciones a realizar para llegar a ellas?
c).- ¿Son mis metas óptimamente
abstractas para no perder de vista hacia dónde quiero ir y
cómo llegar?
d).- ¿Puedo definir mis
metas en términos de “acercamiento” a un estado de confort físico y mental en
lugar de “evitación” de un indeseado estado de malestar? Normalmente nos
sentiremos más motivados con una meta con enfoque de acercamiento , aunque
sintamos que es más urgente evitar una anti-meta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario