Donald Sull y Charles Sull en Mit Sloan ManagementReview del pasado 28 de septiembre plantean que para abordar la toxicidad en el
entorno laboral existen tres factores principales en los que las organizaciones
deben centrarse: Éstos son: liderazgo, normas sociales y diseño del trabajo.
Más del 90% de los máximos responsables de
empresas en Estados Unidos creen que si mejoran su cultura corporativa el
desempeño financiero estimularían el desempeño financiero. La mayoría de estos
ejecutivos consideran que una cultura sana como uno de los tres factores
centrales que impactan en los resultados y más del 80% reconocían que la
cultura de su organización no es tan sana como debería ser y que no se está
invirtiendo lo necesario para mejorarla.
Una de las razones por lo que esto ocurre es
porque los líderes no saben cómo empezar a hacerlo, ya que les parece una tarea
abrumadora y confusa al tener que decidir sobre qué aspectos se tienen que
centrar, qué acciones pueden tomar o cómo pueden medir el progreso en el
tiempo.
En un estudio anterior los autores identificaron
los atributos de una cultura que predicen más exactamente las valoraciones
negativas de los empleados: irrespetuosa, no inclusiva, poco ética, abusiva y
asesina.
Los ambientes de trabajo tóxicos ocasionan daños
serios y duraderos en los profesionales afectados: niveles elevados de estrés,
ansiedad, depresión y burnout, así como problemas físicos serios y con el
tiempo afecta muy negativamente al desempeño de la organización. Las
investigaciones de los autores en grandes empresas estadounidenses encontró que aproximadamente
1 de cada 10 trabajadores experimentan la cultura de su entorno laboral como
tóxica. Estas estimaciones coinciden con las de otros estudios sobre el tema.
Los líderes que quieren “desintoxicar”su cultura
el primer paso debe centrarse en decidir dónde empezar. Para ello deben
analizar:
1.- El liderazgo. Es el mejor predictor de
una cultura tóxica, por lo que los líderes no podrán mejorar la cultura sino
están dispuestos ellos y sus directivos a aceptar su responsabilidad sobre
comportamientos tóxicos.
2.- Las normas sociales ya
que definen qué conductas son esperadas y aceptadas en las interacciones cotidianas. Por ejemplo una compañía puede
establecer el respeto como uno de sus valores centrales pero necesitará definir
normas sociales como “dedicar tiempo para conocer el nombre de los
profesionales “ o “ no hacer esperar antes de una reunión”, que trasladen esos
valores abstractos en comportamientos concretos. Las normas sociales pueden
existir en un equipo o unidad específica y moldear su subcultura o pueden ser
compartidas por toda la organización, constituyendo un elemento de la cultura
corporativa.
El liderazgo y las normas sociales están muy
entrelazados ya que los directivos potencian o minan las normas por sus
acciones y normas sociales muy arraigadas van a influir en quién va a ser
promocionado a puestos de liderazgo.
3.- El diseño del trabajo de la organización: sobrecargas de tareas, demandas de trabajo que
entran en conflicto, por ejemplo.
Otros factores como la raza y el género parecía
que no tenían relación con la posibilidad de que un profesional experimente su
ambiente de trabajo como tóxico, pero un meta – análisis reciente de casi 400
estudios sobre el tema, documenta que las mujeres van a sufrir una cultura
tóxica con más frecuencia que los hombres, debido fundamentalmente al acoso y
discriminación sexual. El mismo mata – análisis encontró que lo mismo ocurre
con las minorías raciales.
No existe un solo enfoque adecuado para corregir
una cultura tóxica. El mejor dependerá de la organización, de su estrategia y
situación específica. En todos tenemos que tener en cuenta, como hemos
mencionado el liderazgo, las normas sociales y el diseño del trabajo.
Ed Schein, pionero en el estudio de la cultura
corporativa, mantenía que: “la única cosa que hacen los líderes que tenga
verdadera importancia es crear y gestionar la cultura de la organización”. Sin
el compromiso de la alta dirección cualquier cambio cultural, incluyendo una “desintoxicación”
cultural, va a fallar. Un cambio cultural requiere un enfoque holístico que
incorpora múltiples intervenciones sostenidas en el tiempo. Gran número de
investigaciones avalan el enorme efecto que la alta dirección tiene sobre la
cultura corporativa. Por ejemplo, si el CEO ha sido militar es menos probable
en un 70% de los casos que se vea implicado en un fraude corporativo. Desgraciadamente
la gestión tóxica se extiende, también, hacia abajo y si un equipo senior tolera
un comportamiento oportunista, los profesionales, a su vez, pueden implicarse
en actuaciones fraudulentas.
Los líderes pueden utilizar las siguientes
intervenciones basadas en la evidencia para promover cambios culturales
positivos en toda su organización:
I.- EN RELACIÓN CON EL LIDERAZGO
A).- Cuantificar los beneficios de la “desintoxicación” cultural para mantenerla en la agenda de los altos
directivos. Los trabajadores se sienten desconcertados cuando sus líderes no
son capaces de abordar la toxicidad. Éstos se encuentran ante docenas de
objetivos importantes que captan su atención por lo que pueden perder el foco con
relación a la necesidad de un cambio
cultural.
B).- Para mantener la “desintoxicación “ cultural en su agenda, los líderes
pueden ligar explícitamente mejoras culturales a otros beneficios como un descenso en la rotación. También pueden:
a).- Informar
públicamente de los progresos para mantener la presión.
b).- Modelar el comportamiento que esperan de sus
empleados. Más del 80% de las grandes compañías estadounidenses tienen
establecidos una serie de valores centrales oficiales, como la integridad,
respeto y diversidad, pero no existe correlación entre lo que las empresas
aspiran y la forma en la que los empleados valoran el logro de esos valores.
c).- Realizar el seguimiento del progreso con
datos veraces. En muchas organizaciones las malas noticias sobre los comportamientos
tóxicos se filtran al ir subiendo en el escalafón jerárquico. Como resultado
los altos directivos con frecuencia piensan que han realizado un mejor trabajo
abordando una cultura tóxica de lo que realmente están haciendo. Datos externos
de plataformas como Glassdoor o Indeed, por ejemplo, pueden facilitar feedback
real de lo bien que una organización está tratando el problema de la cultura
tóxica en su interior.
d).- Potenciar la importancia de los mandos
intermedios en la creación de microculturas sanas. Los altos directivos moldean
la cultura corporativa a través de sus acciones y del ejemplo que transmiten.
También influyen en la cultura de forma indirecta a través de los mandos
intermedios que contratan, retienen y promocionan. Los mandos intermedios y
supervisores a todos los niveles de la organización pueden crear microculturas
específicas, aunque ellos estén sometidos a las prácticas generales de la
organización.
e).-
Entrenar a los mandos intermedios en conductas no tóxicas. Muchas investigaciones muestran que a través de
sesiones de coaching se pueden mejorar
las actitudes de los mandos intermedios, así como ayudarles a que alcancen sus
metas, incrementando su resiliencia. Existe
menos evidencia en relación con comportamientos tóxicos, pero algunos estudios
sugieren que puede ayudar a que los directivos eviten conductas tóxicas.
No todos los directivos responden bien a las
sesiones de coaching, ya que algunos están preocupados principalmente por
presentar una imagen pública positiva en lugar de por tratar verdaderamente
bien a los profesionales. Por ejemplo, los que tienen índices altos en las
mediciones de psicopatía van a abusar de las personas con mayor frecuencia.
f).- Mostrar a los mandos intermedios el impacto
negativo de sus comportamientos tóxicos en sus compañeros, así como en su
reputación.
g).- Establecer las expectativas de
comportamiento de los directivos y mandos intermedios de forma clara. Por
ejemplo, promocionar a profesionales poco colaboradores a cargos directivos
puede promover culturas “asesinas” que finalmente dañan a todos los niveles de
la organización.
h).- Ocuparse de los directivos y mandos
intermedios que obtienen resultados pero crean subculturas tóxicas. Una forma
de abordar el problema consiste en no promocionar a los individuos tóxicos a
los puestos de gestión, en primer lugar. Desafortunadamente las compañías, con
frecuencia, toman las decisiones de promoción en función del desempeño como
contribuidor individual, en lugar de en la capacidad del candidato para crear
una subcultura sana a su alrededor.
Despedir o cesar a los directivos y mandos
intermedios abusadores es otra forma de abordar una cultura tóxica y los
líderes no deben evitar tomar esta decisión cuando sea necesario. Pero debe ser
la última solución ya que en muchos casos los directivos pueden suavizar sus
comportamientos por medio de coaching.
II.- EN RELACIÓN CON LAS NORMAS SOCIALES
El foco se debe centrar en establecer normas sociales sanas. Las normas sociales tóxicas incrementan las
posibilidades de que hasta las buenas personas se comporten inadecuadamente. Por
ejemplo cuando los grupos permiten los comportamientos irrespetuosos, estas
conductas invitan a las represalias. Las represalias recíprocas se convierten
en normas sociales que originan una espiral descendente de descortesía
continua.
Si queremos eliminar las normas tóxicas hay que
recordar que lo más importante es que las normas actúan más a nivel grupal que
individual. Las personas siguen las normas sociales porque sus compañeros así
lo hacen. Cualquier mejora en las normas
sociales, por tanto, requiere un cambio coordinado en las expectativas y
comportamientos del grupo en su conjunto, más que en que uno o dos miembros del
equipo realicen cambios unilaterales.
Las siguientes intervenciones basadas en la
evidencia facilitan una guía para mejorar las normas sociales:
a).- Dejar que los equipos definan sus propias
normas sociales.
b).- Fomentar las discusiones, lideradas por los
responsables de los equipos, sobre las
normas sociales.
c).- Recoger datos e información sobre las
subculturas y sus líderes. En relación con la toxicidad no se puede gestionar
lo que no se conoce. Desgraciadamente en la mayor parte de las organizaciones
los procedimientos formales de notificación no ponen de manifiesto los malos
comportamientos, como bullying o acoso sexual. La mayor parte de las grandes
organizaciones recogen datos sobre liderazgo y cultura de múltiples fuentes
como encuestas de compromiso, encuestas de 360% y de salida. Pero, con
frecuencia fallan a la hora de combinar estas fuentes de datos para obtener una
visión holística del liderazgo y cultura a lo largo de toda la organización.
Los líderes necesitan contar con datos holísticos
para identificar microculturas tóxicas, desenmascarar líderes abusivos y
entender las perspectivas de los distintos grupos demográficos. Para ello pueden:
1.- Buscar las opiniones recogidas en las
respuestas de texto libre. La mayor parte de las encuestas de clima incluyen
una serie de preguntas de elecciones múltiples con una o dos preguntas
abiertas. Éstas últimas con frecuencia ofrecen las perspectivas más
interesantes para llegar a saber lo que interesa más a los profesionales.
2.- Programar encuestas breves de forma regular, para
obtener información actualizada sin que se sientan abrumados por largas
encuestas.
3.- Realizar benchmark para conocer la situación
de los competidores y sobre cómo abordan el problema de la toxicidad.
4.- Medir las microculturas, especialmente las
creadas por líderes individuales. Los mandos intermedios con frecuencia son los
principales determinantes de la toxicidad a nivel de los equipos.
5.- Medir rasgos de liderazgo y capacidades para
detectar comportamientos tóxicos, utilizando, por ejemplo, las evaluaciones de
desempeño o feedback de los empleados.
6.- Garantizar la seguridad psicológica para que
los profesionales puedan expresar sus ideas con libertad en relación con los
comportamientos tóxicos de sus compañeros., asegurando el anonimato y
defendiendo de posibles represalias.
7.- Actuar teniendo en cuenta el feedback de los
empleados. Una de las quejas más frecuentes es que la alta dirección no hace
nada en relación con el feedback que recibe de sus profesionales.
III.- EN RELACIÓN CON EL DISEÑO DEL TRABAJO
Numerosas evidencias muestran que los entornos
laborales de alto estrés producen resultados negativos en los profesionales, como
problemas de salud mental, desgaste emocional, enfermedades físicas o burnout. También son el
caldo de cultivo para comportamientos tóxicos. Regular las emociones y resistir
los impulsos negativos requiere energía y el estrés mental va vaciando las
limitadas reservas de energía, dificultando el control de los impulsos
negativos.
Docenas de factores intervienen en relación con
el diseño del trabajo pero existen unos pocos aspectos específicos que son
especialmente importantes a la hora de predecir el estrés en los empleados. Entre
ellos:
1.- Reducir
la sobrecarga de trabajo, facilitando más recursos personales sin incrementar
las demandas o evitando las demandas molestas y sin sentido.
2.- Aclarar adecuadamente cuáles son las
funciones del puesto y sus responsabilidades, evitando la ambigüedad y las
demandas que puedan entrar en conflicto.
3.- Conceder a los profesionales un mayor control
sobre su trabajo. Dar autonomía puede mitigar el impacto negativo de responsabilidades
y roles poco claros o en conflicto.
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