Manfred Kets de Vries
en INSEAD Knowledge del pasado 27 de septiembre plantea que identificarse con
el agresor es una estrategia básica de supervivencia pero que ya es hora que la
expulsemos del entorno laboral.
En organizaciones que
cuentan con un jefe tóxico cuyas acciones impactan en la moral de los
profesionales su cuyo estilo de liderazgo puede terminar generando imitadores
entre algunos de sus mandos intermedios que aprenden a aterrorizar a sus
subordinados.
Al identificarse con el
agresor los directivos están exhibiendo un comportamiento psicológico típico de
personas que se consideran que se encuentran en una posición débil. Imitar a
una persona que representa una amenaza permite a las personas manejarse en
situaciones dolorosas y muy estresantes. Les facilita una forma de conquistar
sus temores al convertirse en alguien similar a aquel que temen.
La identificación con
el agresor como un mecanismo psicológico de defensa se comenzó a analizar en el
contexto del desarrollo infantil por dos psicoanalistas, Sándor Ferenczi y Anna
Freud, El primero encontró evidencia de que los niños que se sienten
aterrorizados por adultos fuera de control se subordinan como autómatas a los
deseos del agresor. Freud descubrió que al asumir la personalidad del agresor
el niño siente que pasa de ser la
persona amenazada a ser la que amenaza.
En su forma más ligera
la identificación con el agresor puede considerarse como un mecanismo de
defensa saludable ya que permite a las personas adaptarse a una situación que
perciben como amenazante, pero si se cronifica la situación puede llevar a que
las víctimas se conviertan en agresores.
Otro efecto pernicioso
es que, con el tiempo, las personas que se identifican con su agresor pueden
terminar perdiendo su conciencia de sí mismos y dominados por la ansiedad se
muestran excesivamente complacientes con las personas que les intimidan. En presencia
de individuos autoritarios rápidamente apartamos nuestros pensamientos,
sentimientos y juicios para actuar, pensar y sentir como se espera de nosotros.
El autor recomienda
para resistir y vencer a estos procesos disfuncionales que sigamos los
siguientes pasos:
El problema surge
porque en ocasiones no somos capaces de digerir el feedback recibido y de
aceptar que nos hemos convertido en agresores y negamos la evidencia por vergüenza
o sentimientos de culpa.
2.- En los casos en que
el nuevo comportamiento está muy arraigado pueden ser necesarias sesiones de
coaching o terapia para ayudarnos a entender el riesgo que deriva de imitar
conductas inapropiadas.
3.- Inmunizarnos
mediante la creación de grupos de apoyo, que van a facilitar la fuerza para
resistir y van a alertar de posibles identificaciones.
4.- Constituir una red
política dentro de la organización para intentar que ésta prescinda del jefe
tóxico.
5.- No olvidar las
palabras de Marco Aurelio: “La venganza más completa consiste en no imitar al
agresor”.
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