Patricia Thompson en
hbr.org del pasado 26 de julio plantea que el trabajo puede ser estresante e
independientemente del origen, compañeros, jefes o carga de trabajo excesiva,
la presión puede ser excesiva y podemos perder los estribos.
Cuando lo hacemos podemos
atribuirlo a que tenemos un mal día y seguir adelante pretendiendo que nada ha
pasado, pero los afectados por nuestro estallido no lo van a olvidar
fácilmente., ya que como, por ejemplo, Roy Baumeister escribía en “Bad is stronger than good” las experiencias negativas son procesadas de forma más exhaustiva que las
positivas y las experiencias negativas se forman con mayor rapidez y son más
difíciles de olvidar que las buenas. Para recuperarnos debemos enfocar la
situación con humildad, siguiendo los siguientes pasos:
1.-
SER HONESTOS CON NOSOTROS MISMOS. Debemos analizar si es
un hecho aislado o uno que se repite con frecuencia. Si perder los nervios es
algo muy raro en nosotros las personas que trabajen con nosotros y nos conozcan
sabrán captar que los motivos son situacionales y en este caso una disculpa
sincera puede ser suficiente. Pero si es algo que hacemos de forma regular
tendremos un camino más complicado por delante para rehabilitar nuestra
reputación.
2.-
PEDIR DISCULPAS. Idealmente deberíamos hacerlo lo antes
posibles tras nuestro estallido para
limitar el tiempo que los demás pueden dedicar a comentar lo ocurrido con los
compañeros. Investigaciones realizadas por Roy Lewicki, Beth Polin y Robert Lount muestran que las disculpas eficaces tienen 6 componentes:
a).- Manifestar nuestro pesar.
b).- Explicar lo que pudo
ir mal.
c).- Reconocer nuestra
responsabilidad.
d).- Declarar nuestro arrepentimiento.
e).- Ofrecer posibles reparaciones.
f).- Solicitar el perdón.
Los investigadores
encontraron que cuantos más componentes de éstos se incluyen la respuesta de
los demás es más favorable ante las disculpas. Pro no todos los elementos son
igual de importantes. El factor fundamental es el reconocimiento de la
responsabilidad. Por tanto al disculparnos debemos reconocer lo que hicimos y
no tenemos que racionalizar o buscar excusas, sino admitir sinceramente que
nuestro comportamiento fue equivocado.
En el estudio el segundo
componente más importante se vio que era el ofrecimiento de reparación, por lo que tenemos que decir qué vamos a hacer
para reparar el daño (por ejemplo disculparnos privadamente y luego ante las
personas que presenciaron el hecho) y los pasos que vamos a dar para evitar que
se repita en un futuro. Este último aspecto es importante porque si seguimos
mostrando esa misma conducta una y otra vez nuestras disculpas van a dejar de
tener sentido y van a ser inútiles.
3.-
DESCUBRIR QUÉ FUE LO QUE HA DESENCADENADO NUESTRA PÉRDIDA DEL CONTROL. Es
fundamental, identificar los factores desencadenantes, si queremos evitar que
nos vuelva a suceder. Una vez que determinemos las causas podremos ser capaces
de responder de forma más constructiva en el futuro. Por ejemplo si nos irrita
cuando sentimos que los demás nos atacan cunado no están de acuerdo con nuestra
opinión podemos cambiar nuestra
perspectiva y reconocer que las opiniones diversas ayudan a los equipos a
resolver problemas de una manera más eficaz.
4.-
SER CONSISTENTES. Si queremos que las percepciones de los
demás cambien tenemos que demostrar que nuestro temperamento es sereno y
calmado de forma habitual para que no consideren que somos irascibles e
irracionales.
5.-
CENTRARNOS EN LAS RELACIONES. Cuando hemos construido
relaciones sólidas con los que nos rodean estarán más dispuestos a disculpar un
fallo ocasional.
6.-
SER PACIENTES. Aunque mantengamos nuestro mejor
comportamiento durante mucho tiempo tenemos que ser conscientes de que puede
ser necesario aún más tiempo para que los demás crean que los cambios que les
mostramos son reales ya que:
a).- Pueden tardar en
percibir que hemos modificado nuestra conducta.
b).- Les cuesta convencerse
de que son cambios permanentes.
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