Marcia Reynolds, en “Coach the person not the problem.
A
guide to using reflective inquiry”, que estamos comentando, plantea que dentro de nuestro cerebro tenemos el
equivalente a una caja llena de historias que utilizamos para hacer frente a
cada día. El marco de esta caja se ha ido engrosando con los años protegiendo
nuestras historias y puntos de vista de perturbaciones externas.
Desde el momento que
nos despertamos sabemos quiénes somos y que se supone que tenemos que hacer
basándonos en las historias que nos guían. Las utilizamos, también, para dar
significado a nuestras circunstancias y a nuestra interpretación de la verdad.
El cerebro busca un significado en los eventos, sin tener tiempo para verificar
la verdad.
La estructura en la que
se asientan nuestras historias está
formada por retazos de nuestras experiencias vitales significativas y de nuestros
aprendizajes formando el significado que adjudicamos a cada momento (realidad)
y la forma en que nos definimos a nosotros (identidad).
El campo incluido
dentro del marco es nuestro contexto. Este campo contextual incluye lo que
creemos que es más importante (valores) y lo que necesitamos para sentirnos
bien con nosotros mismos y con nuestras relaciones (necesidades sociales).
Nuestros valores y necesidades sociales definen lo que percibimos como
correcto, incorrecto, malo o bueno en el mundo. Por tanto, nuestro contexto
crea las reglas por las que vivimos, siendo unas más importantes que otras.
Estas normas establecen, también, los estándares con los que nos gustaría que
los demás viviesen.
Nuestras creencias,
prejuicios y presunciones provienen de nuestras experiencias pero se forman a
través del filtro de nuestros valores y necesidades sociales. Al ir
experimentando nuestras vidas acudimos a nuestro contexto para dar significado
a nuestras situaciones, con lo que este significado se va transformando en
nuestras historias.
Las sesiones de coaching
desde este planteamiento se abordan mejor desde dentro hacia fuera, lo que
supone escuchar las historias de los coachees y realizar coaching para que sean
capaces de examinar las creencias, prejuicios y presunciones que mantienen la
cohesión de sus historias. Coaching en este nivel puede ser lo que los coachees
necesiten para abrir sus mentes a nuevas posibilidades, ya que pueden llegar a
ser conscientes de que sus creencias y prejuicios ya no les sirven y cambiar su
perspectiva y decidir actuar.
Como a nuestras mentes
no les gusta la incertidumbre y si el asignar un significado a nuestras vivencias
componemos instantáneamente historias
sutilizando nuestras creencias, prejuicios y presunciones, que en algunas
ocasiones se ven aderezadas con el miedo y en otras con deseos y esperanzas.
Nuestras historias, entonces, se convierten en memorias y flotan en el campo
contextual en el interior de nuestros marcos.
Creemos las historias
que contamos aunque estén construidas sobre elementos subjetivos y, por
nuestros instintos protectores, rara vez las cuestionamos o las modificamos por nosotros mismos. Pero,
cuando alguien sintetiza, parafrasea y nos repite las palabras que hemos dicho
somos capaces de observar nuestras historias como si las tuviésemos delante de
nosotros, fuera de nuestras cabezas.
Al escuchar la historia
que relata el coachee el coach puede señalar las creencias clave que sostienen
la historia y detectar e indagar sobre fallos en su lógica y presunciones no
verificadas que pueden paralizar la acción. También, pueden aflorar miedos y
deseos no confesados. La verbalización puede ayudar al coachee la elección que
quiere hacer pero está evitando por la incomodidad que puede ocasionarle.
El examen de la forma
en que las creencias y presunciones están detrás de las historias es la parte
más accesible de la narrativa del coachee. Tras desechar o modificar creencias
antiguas y presunciones no verificadas el coachee siente un gran alivio y
comentar que han sentido como si se hubiese producido un punto de inflexión y
una inspiración que les permite avanzar con mayor paz mental.
Los prejuicios juegan,
también, un papel importante. Las creencias
con frecuencia están basadas en prejuicios, tanto conscientes o inconscientes. Suponen
la tendencia a estereotipar y juzgar a las personas o cosas y aunque nos pueden
proteger de daños, pueden, asimismo, pueden distanciarnos de los demás y
cortocircuitar nuestra empatía.
En ocasiones somos
conscientes de nuestros prejuicios y los defendemos ardientemente, creyendo que son la verdad aunque podamos carecer
de evidencias que los avalen. Si están ligados a un valor vital tales como la
importancia de contar con una ética de trabajo o la necesidad de priorizar a la
familia sobre el trabajo podemos esperar que los demás crean lo mismo que
nosotros o, si estamos motivados para entenderlos, aceptar que otras personas
puedan tener valores distintos a los nuestros.
A través de las
sesiones de coaching se intenta que los prejuicios salgan a la luz,
especialmente si están obstaculizando las posibilidades de que el coachee
alcance su meta.
Los prejuicios
inconscientes con frecuencia se consideran puntos ciegos. Los más comunes son
los relacionados con las actitudes sobre la edad, raza, nacionalidad, género,
religión y estilos de vida. El impacto de los prejuicios puede ir desde simplemente
molestar a los demás con nuestras opiniones a dañar seriamente. Si ejercemos
una posición de poder sobre las personas podemos limitar sus oportunidades y
elecciones basándonos en los juicios creados por nuestros prejuicios.
El hecho de que aflore
un prejuicio puede ser suficiente ya que permite al coachee mantenerle o
dejarle ir. Puede ser que necesite tiempo para pensar sobre las revelaciones,
especialmente si se siente avergonzado o triste por sus acciones pasadas.
Si el coach trabaja
sobre el contexto (reglas y estándares que definen nuestras vidas) tiene que
centrarse en:
1.- Las necesidades
sociales
Se pueden considerar
como los motores del éxito. Por ejemplo, nuestra necesidad de llamar la
atención puede ayudar a triunfar como escritor, conferenciante o profesor o
nuestra necesidad de reconocimiento moviliza el deseo de hacer buenas obras.
Nuestras necesidades
junto a nuestros valores moldean nuestra identidad. Ésta incluye lo que
pensamos que necesitamos de los demás, como, por ejemplo, respeto, reconocimiento, sentido del orden,
control, ser querido o independencia.
El rechazo o la
violación de una necesidad social, por otro lado, puede desencadenar una serie
de emociones entre las que se encuentran miedo, ira, deseo de venganza, decepción,
frustración y tristeza. Reaccionamos de forma emocional cuando no conseguimos
lo que esperamos. Necesitamos, en ese caso, examinar las razones por las que
esperábamos satisfacer esa necesidad y hasta cuestionar las presunciones que
originaron lo que sentimos que es una necesidad no satisfecha, para ser libres
y ver lo que es más productivo que hagamos después.
Cuando el coach detecte
un cambio negativo al contar el coachee su historia debe buscar adivinar qué necesidad
social esperaba éste satisfacer o qué necesitaba pero temía que no se materializase.
Puede que muestre resentimiento y juzgue el comportamiento de otras personas como
negativo sin aportar ninguna evidencia o puede que se rinda diciendo, por
ejemplo “Nunca va a cambiar esta situación , tendré que vivir con ella”.
Las necesidades no son
malas. Las tenemos porque en algún momento de nuestras vidas una necesidad nos fue
útil. Por ejemplo, nuestras experiencias nos han podido enseñar que el éxito en
la vida depende de mantener el control, de establecer un sentimiento de seguridad
en nuestro entorno y en tener personas alrededor que aprecien nuestra
inteligencia. El comportamiento está con frecuencia motivado por conseguir
satisfacer nuestras necesidades.
Sin un reconocimiento
consciente de las necesidades que desencadenan nuestras reacciones emocionales
podemos ser esclavizados por nuestras necesidades. El coach como primer paso
para ayudar al coachee a articular sus necesidades debe detectar sus reacciones
emocionales y cambios, especialmente si el tono se vuelve negativo. Pueden
mostrar ira o tristeza al explicar lo que esperaban, por medio de frases como: “me
lo prometieron”, “¿Cómo pudieron tomar esa decisión?” o “No tiene ni idea”. En
estos casos el coach debe proponer al coachee que comente sus sentimientos.
Facilitar el que el coachee procese sus emociones vas ayudarle a entender
cuáles han sido las necesidades insatisfechas que han desencadenado sus
emociones. Una vez que se han identificado se puede pedir al coachee que escoja
una de las siguientes opciones:
a).- Pedir que la
necesidad sea satisfecha ( ser
escuchado, reconocimiento o ser incluido en una discusión, por ejemplo).
b).- Buscar como
satisfacer esa necesidad por otros medios.
c).- Aprender de la
experiencia y seguir adelante.
2.-
Los valores
Nuestros valores son
las creencias sobre lo que es más importante para nosotros. Son los elementos
más estables dentro de nuestro campo contextual. Dirigen nuestras elecciones de
trabajo, de amigos, de relaciones y de nuestro futuro deseable. Normalmente
somos felices si vivimos alineados con nuestros valores. Algunos tienen más
peso que otros y puede cambiar su
prioridad con el paso del tiempo.
El lado oscuro de los
valores puede ser su rigidez. Si creemos que los demás deben tener los mismos
valores que nosotros puede ser que no seamos capaces de colaborar o conectar
con los que tienen diferentes valores y solo queramos convencerles de que están
equivocados. Cuando este es el caso, en una sesión de coaching, el coach lo
único que puede hacer es reflejar la posición y dejar que el coachee decida qué
hacer ante ese callejón sin salida.
También se puede compartir lo que detecta sobre su comportamiento y su impacto
sobre su trabajo, sus relaciones, su salud y sus deseos. Puede ser que de esta
forma elijan o no hacer algo con el
tiempo.
Reynolds sugiere tres
acciones para ayudar a que el coach consiga alterar el pensamiento del coachee
para que esté dispuesto y pueda utilizar una nueva perspectiva para alcanzar las
metas deseadas:
a).- Resistir ante la tentación
de juzgar las creencias que moldean las historias del coachee y mantener una actitud
abierta ante su interpretación de sus dilemas. Permitir que cuente la historia
completa y estar atento a las palabras que enfatizan y a las palabras clave. Repetir
activamente lo escuchado y detectado para que reducir la historia a los
elementos básicos. Comenzar nuestras palabras con frases como: “Así que he
escuchado que has dicho que piensas que la razón por la que esto está pasando
es ….” , o “me ha parecido que te has enfadado mucho cuando has descrito ….”,
manteniendo un tono alentador e inquisitivo, dejando fuera de la conversación nuestros
juicios, opiniones o análisis.
b).- Detectar las
reacciones y variaciones emocionales y animar a que el coachee comente lo que
esperaba que ocurriera pero no ocurrió en relación con la situación que le
afecta. Una vez que la necesidad no satisfecha es identificada el coachee puede
optar por intentar satisfacerla o dejarla ir por el momento si piensa que le
puede conducir a un futuro mejor.
c).- Ratificar los
esfuerzos e intenciones del coachee especialmente en los relacionados con los
valores. Podemos utilizar, para ello, frases como: “Sé que estás intentando ser
el mejor líder que puedes ser” o “sé que estás comprometido con obtener los
mejores resultados en este proyecto”, por ejemplo. Esto permite explorar las
necesidades necesitan ser resueltas para conseguir el alineamiento con los
valores del coachee. Si éste indica que ya ha probado todas las opciones que
conoce y que está dispuesto a tomar se le puede preguntar qué es lo que piensa
que puede hacer ahora. Cuando el coachee realiza una elección con seguridad por
sí mismo deja de sentirse atascado.
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