Wiliam Ury en “Possible. How
we survive (and thrive) in an age of conflicts”, que estamos comentando, plantea
que dentro del ciclo de lo posible, en relación con un conflicto el camino
comienza, como hemos visto, en el “balcón” sigue con la construcción de un
puente dorado y termina con la intervención de la tercera parte.
Esta tercera parte es el poder de las
personas utilizando el poder de sus pares, adoptando la perspectiva de todos y
apoyando el proceso de transformación del conflicto. En los conflictos que nos
rodean cada uno somos potencialmente “terceras partes”, ya sea como miembros de
la familia, amigos, compañeros, vecinos o ciudadanos. Cuando el conflicto afecta
a todos es nuestra responsabilidad ayudar. Transformar los conflictos no es
solo la responsabilidad de los expertos, es una responsabilidad de todos
nosotros.
La “tercera parte” somos cada uno de
nosotros y todos nosotros, trabajando juntos. Se puede considerar como un
sistema social inmunológico que ayuda a mantener a los virus de la violencia y
de la destrucción bajo control.
No tenemos que ser neutrales para actuar
como “tercera parte”. Con frecuencia no lo somos. También las partes pueden
actuar como “tercera parte” si toman la perspectiva de todos. Por ejemplo
Nelson Mandela se convirtió en un líder “tercera parte” aunque se mantuvo como
un firme defensor de su parte. El abogaba por el conjunto de los ciudadanos al
tiempo que era el líder de un partido en
concreto.
La “tercera parte” está motivada por algo
más que altruismo. Nos impactan los conflictos que nos rodean, ya seamos
amigos, familiares, vecinos, compañeros, etc, y actuamos por un autointerés
colectivo porque el conflicto afecta a nuestra comunidad. Por esta razón
debemos pasar de la mentalidad ganar-ganar a la de ganar-ganar-ganar. Tenemos que
pensar en términos de ganar para el conjunto de la comunidad, catalizando y
sosteniendo los esfuerzos de la tercera parte para el largo plazo.
Ser una “tercera parte” eficaz no es
fácil. Si nos mostramos reactivos o intrusivos nos arriesgamos a empeorar las
cosas. Como “tercera parte” podemos ayudar a que los demás vayan al “balcón”
solo si nosotros hemos ido ya a él. Podemos ayudar a las partes a construir un
puente dorado solo si nosotros hemos construido “puentes” de confianza con las
partes. Esta es la razón por la que en la secuencia lógica del camino hacia lo
posible la” tercera parte” constituye la
victoria final, construida sobre el trabajo tanto del “balcón” como del puente.
La “tercera parte” es un recurso invisible
que supone, quizás, el mayor poder que tenemos para transformar el conflicto.
Si lo activamos totalmente tiene el potencial de ser el antídoto tan necesario
en la actualidad para combatir la problemática polarización, los extremismos y
la demonización del otro.
Si ir al balcón libera el potencial que está
dentro de nosotros y construir un puente dorado libera el potencial entre
nosotros, comprometer a la “tercera parte” libera el potencial que nos rodea.
Para liberar a la “tercera parte” desplegamos tres poderes
naturales. Cada uno es una capacidad humana innata, algo que puede que ya
sepamos cómo hacer , pero que necesitamos desarrollar y perfeccionar.
I.- El primero es el poder de acoger, para recibir y conectar las
partes.
II.- El segundo es el poder de ayudar a que las partes vayan al “balcón”
y construyan un puente dorado cuando se presentan dificultades.
III.- El tercero es el poder de moverse “en
manada” para aplicar una masa crítica de ideas e influencia. Como una bandada de
aves se concentra alrededor del intruso que ataca un nido , así la “tercera
parte” puede superar un conflicto mediante la unión de las distintas partes
para crear una potente fuerza de persuasión e influencia.
Los tres poderes tienen una secuencia
lógica. Comenzamos como anfitriones para crear una atmósfera psicológica
propicia, intensificamos nuestro compromiso mediante la ayuda que se va a
centrar en los problemas reales. El proceso culmina con la influencia de toda
la comunidad.
I.- ACOGER
Probablemente todos sepamos como acoger.
Cuando lo hacemos damos la bienvenida a nuestros huéspedes y les preguntamos,
por ejemplo, si tienen sed o hambre. Atendemos sus necesidades, les
escuchamos, hacemos que se sientan como en casa y les presentamos a los demás.
Acoger es, quizás, el acto más básico de nuestra humanidad. Cuidar a alguien
que lo necesita, es seguramente , más que cualquier otra actividad, lo que nos
hace humanos.
Acoger significa asumir una
responsabilidad. Responsabilidad implica la habilidad de responder
constructivamente ante un conflicto y de que le prestemos nuestra atención con la
intención de transformarle. Acoger es cuidar a todas las partes y es lo que se
necesita cuando las discusiones surgen alrededor nuestro.
Es contagioso y consigue reunir un mayor sentimiento
o “círculo” de comunidad alrededor de las partes. Al crear este “círculo”, real
o metafórico, el acto de acoger hace que la “tercera parte” se manifieste. Antes
podía parecer que solo existían dos partes pero después se ve claramente que
son tres.
En el centro de casi cualquier conflicto profundamente
asentado se encuentra la herida de la exclusión (origen de muchos conflictos como
el actual entre israelíes y palestinos, o católicos-protestantes en Irlanda del
Norte o serbios y croatas, que pueden remontarse a muchas generaciones
anteriores). Estos sentimientos de discriminación y humillación y traumas alimentan
los conflictos y con frecuencia
desencadenan actos de violencia y guerras.
En el mundo de las organizaciones, relaciones se rompen y conflictos surgen debido a menosprecios percibidos como la exclusión de un compañero de una
reunión importante o en el ámbito familiar por el sentimiento de un miembro de
la familia de ser tratado como si fuese menos que otro miembro de la misma.
El único remedio para curar la herida de
la exclusión es la inclusión. Incluir a aquellos que se sienten excluidos es
una forma validada por la experiencia y el tiempo de gestionar las diferencias.
Acoger incluye. Da la bienvenida a todos y
trata a todos como seres valiosos con una voz que merece ser escuchada. Reconoce
la dignidad inherente y crea un lugar seguro en el que todos pueden sentir que
pertenecen, independientemente de sus ideas.
Acoger implica, pues, recibir a las
partes, contemplar y escuchar sus historias y tejer una red de comunidad a su
alrededor.
1.- Recibir
Acoger comienza dando la bienvenida a las
partes y a su conflicto. En lugar de evitarlas o unirnos a ellas, nos acercamos
con un espíritu curioso y las introducimos en nuestro círculo de interés y
preocupación. Les ofrecemos respeto humano básico y les hacemos saber y sentir
que pertenecen y no son extraños. Por ejemplo, puede ser hacer algo tan
sencillo como invitar a un compañero que tiene un conflicto a un café mientras
escuchamos su historia.
2.- Escuchar
Una vez que hemos recibido a nuestros
huéspedes y les hemos ayudado a relajarse el siguiente paso consiste en
escucharles atentamente y ser testigos de la pérdida y dolor que acompaña
cualquier conflicto complicado. Escuchar y ser testigos en profundidad es un
ejercicio de compasión. Ésta va un paso más allá de la empatía, ya que además
de entender lo que el otro puede estar sintiendo, la compasión implica buenos
deseos y la voluntad de ayudar.
Cuando las partes tienen la oportunidad de
ser verdaderamente escuchadas pueden empezar a dejar ir el pasado y están mejor
preparadas para centrarse en el presente y en el futuro.
No es solo importante la forma en la que
nos hablamos unos a otros, también lo es la manera en la que nos escuchamos y miramos unos a
otros. Si podemos ser testigos del dolor del otro con empatía y compasión,
podemos cambiar la calidad de nuestras conversaciones y sentimientos de
exclusión pueden dar paso a otros de inclusión y los de separación a otros de
conexión. Nuevas posibilidades pueden surgir para gestionar hasta los conflictos
más complicados.
3.- Tejer
Al final acoger un conflicto implica tejer
una red de sentimiento comunitario que conecte a las partes. Tejer significa
conseguir juntar a las partes, ayudándolas a que aprecien que son realmente
parte de una comunidad mayor, independientemente de lo dividida que esa comunidad parezca estar. Tejer consiste,
también, en recordar a las partes que no existen solo dos partes en cualquier conflicto,
sino que hay una “tercera parte” más amplia, un contexto social compartido con
intereses comunes en el futuro. Tejer cambia el enfoque de “nosotros contra
ellos” por el de “todos nosotros juntos”, siendo así la forma en la que
fortalecemos nuestro sistema social inmunológico.
Acoger es el primer paso que cualquiera de
nosotros podemos tomar. Todos sabemos cómo hacerlo. En su nivel más básico
significa sencillamente prestar atención a las partes y a su situación,
extendiendo nuestro círculo de preocupación. Implica transformar, como hemos
comentado, los sentimientos de exclusión en unos de inclusión y cambiar nuestra
actitud de “esto no es de mi incumbencia” a “esta es mi comunidad”.
