miércoles, 2 de octubre de 2013

NADAL ES LO SUFICIENTEMENTE FUERTE PARA LLORAR. ¿ LO ERES TÚ TAMBIÉN?




Peter Bregman, director general de Bregman Partners, empresa internacional de consultoría y autor de varios libros sobre liderazgo, en un artículo publicado en Harvard Business Review del pasado mes de septiembre reconocía que Rafael Nadal es su héroe. 

Lo es no tanto, según el autor,  porque su resistencia física sea extraordinaria, su capacidad de concentración inspire admiración, sus habilidades deportivas las mejores en el campo del tenis mundial actualmente, su tenacidad infatigable y sea un gozo verle competir sino por su actitud al finalizar el último Open de Estados Unidos. En ese momento se convirtió en un modelo para él . 



Nada más acabar con su  victoria el torneo, Nadal  se dejo caer al suelo, llorando, luego dio un salto de alegría para terminar tumbado en la pista de tenis, con la cara mirando el suelo,  sollozando. Momentos después se levantó y abrazó a su oponente Novak Djokovic.


La reflexión que le  surgió  a Bregman tras esta escena fue: “Esto es lo que ocurre cuando te entregas plenamente a algo”, para pasar posteriormente a plantearse: “¿Dónde está esta energía en nuestras organizaciones en la actualidad?”, “¿Dónde están los profesionales dando saltos de alegría o llorando tanto de felicidad como de pena?” En muchas ocasiones, en la actualidad, las personas parecen estar trabajando con indiferencia, insensibles y ajenos y la pregunta que puede surgir  es: “¿Dónde están las personas?”.

El autor reivindica la necesidad de lugares de trabajo en los que las personas puedan sentirse como tales. 

Antes de la explosión de emociones de Nadal, Bregman destaca que el tenista tuvo que estar entrenando durante horas y horas, canalizando la energía procedente de su cuerpo con respuestas controladas y movimientos calculados, manejando sus emociones. 

Esta es la forma adecuada, para el autor, de lograr alcanzar cualquier objetivo retador. Pero una vez conseguido tenemos que ver qué pasa con toda la energía liberada. La respuesta de Nadal fue la reacción natural a la energía almacenada para concentrarse en el juego. El problema en el mundo laboral, es que con frecuencia reprimimos o anulamos la manifestación de nuestras emociones. Al surgir el modelo de inteligencia emocional parecía que éste  iba a permitir que los profesionales pudiesen expresar sus emociones de forma más auténtica en sus trabajos, que nos enseñaría a responder adecuadamente ante las emociones de los demás y a celebrar nuestros triunfos sin perder de vista a cómo los podían vivir nuestros compañeros, fuesen amigos o contrincantes. Pero esto, según Bregman, nunca ocurrió y en la mayor parte de las ocasiones se ha convertido en una jerga para discutir sobre las emociones de forma intelectual o para codificarlas en modelos de competencias, mientras mantenemos nuestros sentimientos prisioneros en el interior de nuestras cabezas.

El autor afirma que ese no es el mundo en el que quiere vivir y que seguro que la mayoría de las personas tampoco lo desean, aunque nos sintamos en él seguros y cómodos, pero estos efectos se producen a corto plazo. A largo plazo el mantener nuestras emociones controladas de forma presentable nos daña  a nosotros y a nuestras relaciones, conduce al burnout y puede llegar a enfermarnos. 

Bregman termina su artículo reivindicando que vivamos la vida de forma más parecida a Rafael Nadal, con pasión por lo que hacemos y con una actitud abierta emocionalmente. Actuar de esta manera puede resultarnos un poco alarmante, hacernos más vulnerables y  que sintamos vergüenza al principio ya que estamos mostrando nuestras debilidades, pero a la larga resulta liberador, puesto  que somos fundamentalmente seres emocionales y es hora de que lo reconozcamos abiertamente. 

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