domingo, 15 de abril de 2018

LA IMPORTANCIA DE LA ELECCIÓN DEL MOMENTO DEL DÍA EN LA TOMA DE DECISIONES


Daniel H. Pink,  en “When. The scientific secrets of perfect timing”,  muestra como la elección del momento oportuno para hacer las cosas (“timing) es una ciencia que si se domina adecuadamente nos puede servir de guía para trabajar y vivir mejor.

Michael Macy y Scott Golder, sociólogos de la Universidad  de Cornell analizaron más de 500 millones de tweets que 2.4 de usuarios de 84 países habían publicado en un periodo de dos años para ver si podían descubrir cómo las emociones positivas  (entusiasmo o confianza,  por ejemplo) y negativas ( ira, culpa o adormecimiento, por ejemplo) variaban según la hora del día. Lo que encontraron fue un patrón consistente en las horas de vigilia. El estado de ánimo positivo, evidenciado por un lenguaje  que revelaba que los que escribían los tweets se sentían comprometidos, activos y esperanzados, generalmente se incrementaba en la mañana, se desplomaba por la tarde y volvía a crecer al atardecer, independientemente de la cultura o de la localización geográfica. Los fines de semana se mantenía igual, aunque se retrasaba el inicio de la mejora del buen humor y su intensidad era ligeramente superior a la delos días laborables.

Los científicos han descubierto que casi todos los seres vivos, sean unicelulares o multicelulares están sometidos a  relojes biológicos que gobiernan lo que se conoce como ritmos circadianos, que ocasionan que los seres humanos, metafóricamente, nos abramos y cerremos (como las plantas) a determinadas horas regularmente todos los días. Los cronobiólogos comenzaron examinando funciones fisiológicas como la producción de melatonina o las respuestas metabólicas pero su trabajo se ha ampliado para incluir a las emociones y los comportamientos. Sus investigaciones están desvelando algunos sorprendentes patrones relacionados con el tiempo que influyen en cómo sentimos y actuamos que pueden servir como referencias para ver cómo podemos configurar nuestras vidas.

Los analistas del comportamiento cuentan con diversos métodos, además del estudio de los tweets, para comprender lo que pensamos y sentimos y uno de ellos es especialmente útil para analizar las variaciones horarias. Se conoce como el “método de reconstrucción diaria (DRM) creado por un quinteto de investigadores entre los que se encuentran Daniel Kahneman y Alan Krueger. Con el DRM los participantes reconstruyen el día previo, registrando todo lo que hicieron y lo que sintieron al hacerlo. En 2006 decidieron utilizar el método para analizar el ritmo de los estados de ánimo a lo largo del día. Pidieron a más de 9000 mujeres estadounidenses de todas las razas, nivel educativo e  ingresos que pensarán como si el día anterior hubiese estado formado por una serie de episodios continuos de una película con una duración cada uno de 15 minutos a dos horas. Las mujeres posteriormente describían lo que habían hecho en cada episodio y escogían entre una lista de doce adjetivos, como feliz, frustrada, disfrutando, enfadada,…, para caracterizar sus emociones durante esos episodios. Los investigadores al analizar los resultados encontraron un consistente patrón bimodal. El estado de ánimo positivo aumentaba durante la mañana hasta alcanzar un pico hacia el mediodía y se desplomaba rápidamente y se mantenía bajo durante la tarde para volver a incrementarse al anochecer. Las variaciones en relación con los sentimientos negativos no eran tan marcadas pero mostraban el patrón contrario incrementándose por la tarde y descendiendo al final del día.

Los estados de ánimo son internos pero tienen un impacto externo. Aunque intentemos esconder nuestras emociones éstas inevitablemente se filtran y van a intervenir en la forma en que los demás van a responder a nuestras palabras y acciones.

Diversas investigaciones han medido, también, el efecto del momento del día sobre nuestra actividad mental. Se ha comprobado que la capacidad de resolver problemas y de actuar racionalmente es mayor a primera hora del día. Por ejemplo, Hermann Ebbinghaus demostró que las personas aprendemos y somos capaces de aprender ristras de sílabas sin sentido con más facilidad por la mañana que por la noche. Éste y otros estudios han llevado a que los investigadores del tema hayan llegado a tres conclusiones principales:

1.- Nuestras habilidades cognitivas no se mantienen estáticas a lo largo del día. Somos más rápidos, más lentos, más creativos o menos, por ejemplo, dependiendo del momento del día.

2.- Estas fluctuaciones diarias son más extremas de lo que nos parecen.

3.- Cómo nos va depende de lo que estemos haciendo. Simon Folkard mantiene que el mejor momento para realizar una tarea determinada depende de la naturaleza de la misma. Las evidencias muestran que durante la mañana realizamos mejor las tareas analíticas. Al despertarnos nuestra temperatura corporal asciende lentamente lo que   estimula nuestro nivel de energía y la sensación de alerta lo que favorece nuestra habilidad de concentración y nuestros poderes de deducción. Su máximo se alcanza a mediodía en el caso de la mayoría de las personas.

Una razón para este fenómeno es que a primera hora de la mañana nuestras mentes están más vigilantes y mantienen a las distracciones fuera. Pero cuando pasan las horas nuestros guardianes mentales se cansan y toman un descanso y es cuando los intrusos: lógica dudosa, estereotipos peligrosos, información irrelevante, aprovechan para colarse. El estado de alerta y los niveles de alerta que eran altos en la mañana se desploman durante la tarde y consecuentemente disminuye nuestra capacidad de mantenernos concentrados y nuestro poder de análisis se resiente, llegando a cerrarse como algunas hojas de determinadas plantas al anochecer.

Un ejemplo de este fenómeno lo muestran los hallazgos de una investigación realizada por FrancescaGino y dos investigadores daneses que analizaron los resultados de cuatro años de exámenes de escolares daneses en relación con la hora del día en que se realizaron las pruebas. Encontraron una correlación sorprendente: los resultados eran mejores si los exámenes tenían lugar por la mañana y con cada hora que se retrasaba su comienzo los resultados empeoraban un poco más.

Pero no todo el trabajo mental es igual. Cuando nos enfrentamos a un problema de percepción las personas tendemos a abordarlo de forma metódica hasta que chocamos contra un muro y abandonamos o esperamos a experimentar lo que se conoce como un flash de iluminación que nos sirve para contemplar las cosas de otras formas y para después recategorizar el problema y descubrir rápidamente la solución.

La razón que justifica este hecho es que durante la mañana, para la mayoría de las personas, los “centinelas que vigilan nuestro castillo cognitivo” están alerta y preparados para repeler cualquier invasión. Esta vigilancia, con frecuencia llamada “control inhibidor” ayuda a nuestras mentes a resolver problemas analíticas al mantener fuera cualquier distracción.  Pero los problemas de percepción son diferentes. Requieren menos vigilancia y menos inhibidores. Ese “flash de iluminación”, que hemos comentado se produce con mayor frecuencia cuando los “guardias” se han marchado. En esos momentos algunas distracciones pueden ayudarnos a detectar conexiones que podíamos haber obviado cuando los filtros eran más estrechos.

Éste último fenómeno se conoce, en ocasiones, como la “paradoja de la inspiración” y avala la idea de que la innovación y la creatividad pueden ser mayores cuando no nos encontramos en nuestro mejor momento, al menos en relación con nuestros ritmos circadianos.

Por tanto nuestros estados de ánimo y nuestro desempeño van oscilando durante el día. Para la mayoría de las personas el estado de ánimo sigue un patrón similar un pico, un descenso y una recuperación lo que sirve para moldear un patrón dual de desempeño: durante las mañanas realizamos mejor las tareas que requieren concentración y trabajo analítico y  en la fase de recuperación abordamos mejor las tareas que requieren menores inhibiciones. La etapa de depresión no sirve para mucho.

Los seres humanos no experimentamos los días de la misma forma. Cada uno de nosotros tiene un “cronotipo” que es un patrón personal de ritmos circadianos que influencia nuestra fisiología y psicología. Existen dos cronotipos principales:

1.- “Búhos”. Detestan las mañanas y no empiezan a animarse hasta que llega la tarde o el anochecer.

2.- “Alondras”. Se levantan temprano y se sienten llenos de energía durante el día, pero van desfalleciendo cuando éste avanza.

Martha Merrow y Till Roenenberg desarrollaron el Cuestionario de Cronotipos de Munich (MCTQ) que distingue entre los patrones de sueño  en los días laborables (cuando normalmente tenemos que despertarnos a una hora determinada) y los días “libres” ( en los que podemos despertarnos cuando queramos). Los hallazgos de sus investigaciones han mostrado que entre el 60 y el 80 % de las personas pertenecemos a una tercera categoría de “aves”, esto es que no somos ni completamente alondras ni totalmente búhos.

Se ha comprobado, también, que la fecha de nacimiento juega un papel sorprendente. Las personas nacidas en otoño e invierno tienen más tendencia a ser alondras y las que nacen en primavera y verano a ser búhos.

Tras los factores genéticos el factor más importante para determinar el cronotipo es la edad. Los niños pequeños suelen ser alondras que se van transformando en búhos en la pubertad, llegando a su máximo alrededor de los veinte años y luego van lentamente volviendo a ser alondras durante el resto de sus vidas. Los cronotipos de hombres y mujeres difieren fundamentalmente en la primera mitad de sus vidas. Tendiendo los hombres a ser búhos y las mujeres alondras, pero esas diferencias tienden a desaparecer a partir de los cincuenta años.

La mayor parte de las investigaciones muestran que las personas a las que les gustan las mañanas suelen ser agradables, productivas, tenaces y emocionalmente estables, que son capaces de tomar iniciativas, reprimir impulsos desagradables y planificar el futuro. Suelen ser positivas por lo que muchas son como alondras felices.

Por el contrario, los búhos, muestran unas tendencias más oscuras. Son más abiertas y extrovertidas que las alondras pero también más neuróticas, impulsivas y viven en el momento buscando experimentar distintas sensaciones. Los resultados en el trabajo suelen ser peores que en el caso de las alondras, pero tienen la capacidad de ser más creativos o de tener más sentido del humor por lo que es conveniente contar con ellos.

Lo importante es conseguir que el cronotipo, la tarea y el tiempo se alineen creando el “efecto sincrónico” . Por ejemplo. Aunque suele ser más peligrosos conducir de noche los búhos  conducen peor a primeras horas de la mañana porque las mañanas no están en sincronía con sus ciclos naturales de alerta y vigilia.  

Pink recomienda dos estrategias para intentar minimizar el daño que nos pueden ocasionar situaciones en las que nuestros patrones de ritmo cotidianos no coinciden con las demandas a las que nos vemos sometidos. Éstas son:

1.- Tomar conciencia. Simplemente con ser conscientes de que estamos funcionando en un tiempo subóptimo puede resultar de ayuda porque podemos intentar corregir nuestro cronotipo para neutralizar sus efectos. Por ejemplo, si somos un búho y tenemos que asistir a una reunión a primera hora de la mañana podemos adoptar una serie de medidas preventivas como preparar la noche anterior todo lo que vayamos a necesitar para la misma, dar un pequeño paseo antes de la reunión o hacer un pequeño favor a un compañero lo que elevará nuestro ánimo y durante la reunión mantenernos extravigilantes y si alguien nos hace una pregunta repetirla antes de responder para asegurarnos de haberla entendido bien.

2.- Intentar ir limando los márgenes. Aunque no podamos controlar los grandes temas podemos ir moldeando pequeños aspectos. Si somos una alondra o una “tercera ave” y tenemos una hora libre en la mañana no desperdiciemos ese tiempo y dediquémosle a hacer tareas importantes. También podemos suavemente sugerir a nuestro jefe cuáles son los momentos en que trabajamos mejor en términos de lo que puede ser bueno para la organización, proponiendo medidas como el “viernes del cronotipo” en el que un viernes al mes cada profesional pueda trabajar en un horario de acuerdo con su cronotipo.



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