Katia Vlachos en
SmartBrief on Leadership del pasado 25 de abril plantea que aunque nuestro
trabajo sea atractivo, podemos encontrar que el ambiente en el que tenemos que
realizar nuestro trabajo sea tóxico, por lo que recomienda que observemos si
existen cinco signos que se pueden presentar.
Reconocer señales
tempranas resulta clave para proteger nuestra energía y para tomar decisiones
antes de que el burnout nos domine. Entre estas señales tenemos:
1.-
NOS FELICITAN Y RECONOCEN POR NUESTRA PRESENCIA EXTENDIDA Y NO POR NUESTROS
RESULTADOS
En muchos entornos
exigentes el desempeño se mide no por la calidad de los resultados, sino por lo
mucho que nos sacrificamos en el proceso. Somos recompensados por quedarnos
hasta muy tarde, por saltarnos los
descansos para comer o por responder a los correos a cualquier hora. Los
límites son considerados como obstáculos. Por el contrario los entornos sanos se
centran en el equilibrio y el valor procede de los resultados no de las horas
dedicadas al trabajo o la disponibilidad constante.
¿Qué hay que buscar?:
¿Se reconoce a las personas por establecer límites sanos o solo por llegar al
agotamiento?
2.-
EL FEEDBACK ES VAGO, CAMBIANTE O PUNITIVO
El feedback
constructivo es clave para el crecimiento profesional. Pero en culturas tóxicas
puede utilizarse como un instrumento de control y, por ejemplo, se les
recomienda a los profesionales que sean más estrategas o menos intensos pero
sin aclarar lo que se quiere decir con estas palabras o sin marcar una
dirección. Las expectativas sobre el desempeño son inconsistentes, subjetivos o
se comunican solo después de que ocurran los hechos. Como resultado el
profesional queda lleno de dudas, intentando leer entre líneas y evitar las
críticas en lugar de centrarse en un crecimiento significativo.
¿Qué hay que buscar?:
¿Se comunican las expectativas con claridad o cambian sin avisar? ¿son las
conversaciones de feedback regulares y consistentes o parece que son
arbitrarias y desestabilizantes?
3.-
NO PODEMOS SER NOSOTROS MISMOS EN EL TRABAJO
En estos casos nos
encontramos que nos censuramos a nosotros mismos en reuniones, por ejemplo, o dudamos
antes de ofrecer ideas nuevas. Lentamente nos vamos convirtiendo en una versión
de nosotros más cauta, menos creativa que con el tiempo va a tener influencia
sobre nuestra seguridad en nosotros mismos y en nuestra satisfacción con el
trabajo. Cuando falta la seguridad psicológica el compromiso, el desempeño y la
innovación se resienten.
¿Qué hay que buscar?:
¿Nos sentimos libres para decir lo que queremos y contribuir de forma
auténtica? ¿Estamos continuamente intentando averiguar cómo somos percibidos y
considerados?
4.-
NOS DICEN QUE NUESTRAS PREOCUPACIONES SON EL PROBLEMA
Una de los aspectos más
dañinos de un entorno tóxico es cuando nos someten a “luz de gas”. Se presenta
cuando planteamos una preocupación válida como, por ejemplo, sobre microgestión,
exclusión o violación de límites, y en lugar de ser tomadas seriamente nuestras
opiniones se descartan o nos dicen que nuestra reacción es excesiva o somos
demasiado sensibles o no encajamos en la cultura de la organización. Esta dinámica
erosiona nuestra confianza no solo en la organización, sino también en nosotros.
No debemos olvidar que las personas tóxicas disfrutan creando dudas en los
demás.
¿Qué hay que buscar?: ¿Cuándo
planteamos un tema nos encontramos con curiosidad y con un deseo de reflexionar
o con una actitud defensiva o buscando culpar o avergonzar al que la plantea?
5.-
SOMOS EXCLUIDOS DE LAS CONVERSACIONES O DECISIONES CLAVE
Si vemos que nos
informan regularmente después de que las decisiones se han tomado o no somos
invitados a asistir a reuniones estratégicas o nos dejan fuera de lo importante
en los proyectos en los que trabajamos, por ejemplo, estas serán señales de que
nos están excluyendo. Este tipo de invisibilidad es desmoralizante, mina
nuestra influencia, disminuye nuestra capacidad para liderar y manda el mensaje
claro de que nos estamos en el círculo de los influyentes. Y, cunado las
personas dejan de sentirse vistas dejan de darse completamente o abandonan si
pueden.
¿Qué hay que buscar?: ¿es
transparente el acceso a la información y a la toma de decisiones o la
influencia y visibilidad se reservan para unos pocos seleccionados?
La toxicidad no siempre
es muy evidente. Puede mostrarse en forma de ambigüedad, exclusión sutil y
erosión emocional. Pero sea cuál sea su forma de presentación es devastadora y
afecta negativamente en el desempeño, entorpece la innovación y contribuye al
burnout y a problemas mentales.
Mantenerse dentro de
una cultura tóxica tiene sus costes. Si parece que constantemente tenemos que
andar de puntillas, si estamos cuestionando continuamente nuestra valía o
preocupándonos y procurando no destacar para conseguir mantener nuestro puesto
de trabajo ha llegado la hora de evaluar nuestra situación y escuchar a nuestro
instinto. Debemos preguntarnos qué es lo que estamos consintiendo por un
salario, en quién nos estamos convirtiendo en esa cultura y si esa persona es
quién queremos ser nosotros.