domingo, 20 de enero de 2019

ESTRATEGIAS PARA APROVECHAR LOS RECURSOS


Scott Sonenshein, en “Stretch.Unlock the power of less and achieve more then you ever imagined”, plantea que con frecuencia pensamos que la clave del éxito y de la satisfacción se encuentra en tener más: dinero, tiempo, posesiones, mayores presupuestos, jerarquía,  equipos con más personas u otro tipo de recursos adicionales para alcanzar nuestros objetivos personales o profesionales, pero la experiencia demuestra que estamos equivocados.

Las personas y las organizaciones, según sus investigaciones, abordamos los recursos de dos formas distintas, desde una estrategia de:

1.- Persecución o acumulación. Conduce al agotamiento al buscar siempre tener más.

2.- Estiramiento o aprovechamiento. Aceptamos los recursos de los que disponemos lo que fomenta la búsqueda de formas creativas y productivas de resolver problemas, innovar y comprometernos con nuestro trabajo y nuestras vidas de una manera más plena.

Por tanto, la forma en que pensamos sobre y utilizamos los recursos tiene una influencia tremenda en el éxito profesional, en la satisfacción personal y en el desempeño de la organización. El problema surge porque rutinariamente sobreestimamos la importancia de la adquisición de más recursos y subestimamos muestra habilidad para aprovechar todas las posibilidades de los que tenemos.  

Antes de adoptar la estrategia de “estiramiento” debemos liberarnos de actitudes y hábitos que nos conducen por una senda peligrosa ya que cuando nos embarcamos en nuestros proyectos más ambiciosos nuestros instintos nos llevan a seguir una regla básica:

               Tener más recursos = Tener mejores resultados

La lógica nos dice que si, por ejemplo, queremos completar un proyecto más rápido debemos asignar más personas con este fin, que si queremos tener un mayor impacto en el trabajo debemos tener un despacho más grande y un puesto más importante o que si la administración quiere trabajar mejor debe dedicar más recursos. Parece natural pensar que si tenemos más podremos hacer más y nos sentiremos mejor, pero la realidad nos muestra que, con frecuencia, de esta forma no vamos a obtener mejores resultados porque nos lleva a ir tras recursos que no necesitamos y a desaprovechar el potencial total de los recursos que sí tenemos a mano.

Evidentemente contar con recursos es fundamental. Sin profesionales con talento, conocimiento, habilidades, equipamiento, etc, es complicado lograr que las cosas se hagan bien. Pero resulta difícil ser productivo con lo que ya tenemos a nuestra disposición si estamos distraídos anhelando lo que los demás tienen y sintiendo que nosotros tenemos las manos vacías. El enfoque adecuado es:
  Mejor utilización de recursos = mejores resultados

El antropólogo francés Claude Lèvi – Strauss defendía que existían dos diferentes enfoques en la manera en la que las personas hacemos las cosas. Los llamaba:

a). Ingeniería, que implicaba buscar una herramienta específica. Los que lo adoptan tienen una visión muy limitada y estrecha de la utilidad de los recursos, por lo que si, por ejemplo, necesitan clavar un clavo necesitarán un martillo y si no lo tienen tendrán dificultades para buscar alternativas por lo que intentarán disponer de todas las herramientas para cada situación específica. Lo cual, al final, si lo consiguen, resultará inmanejable.

b).- Bricolaje que busca sacar provecho de las herramientas existentes, experimentando y probando para superar las limitaciones convencionales de lo que se tiene a mano.

Siguiendo con el ejemplo mencionado las personas pueden utilizar cualquiera de los dos enfoques para clavar un clavo en una pared pero con diferentes consecuencias. Se necesita emplear mucho esfuerzo para asegurarnos de que disponemos siempre de la herramienta adecuada para cada tarea, por lo que la mayor parte del tiempo lo dedicamos a la búsqueda de herramientas y no a clavar los clavos en las paredes y si no tenemos la herramienta adecuada nos sentiremos perdidos. Cuando otros tienen lo que consideramos son mejores herramientas no sólo nos sentimos mal sino que pensamos que no podemos hacer las cosas con nuestra caja de herramientas peor equipada.

En el caso del enfoque de bricolaje el desafío se encuentra en ser capaces de liberarnos de las trampas mentales que nos empujan siempre  a utilizar un martillo aunque no tengamos uno a nuestra disposición. Experimentamos un cierto nivel de incomodidad psicológica cuando utilizamos las cosas de forma diferente, lo que nos impulsa instintivamente a salir a comprar un martillo y a recurrir al bricolaje sólo como última opción.

Otro aspecto que no tenemos que olvidar es que cuando ya tenemos éxito y nos sentimos satisfechos nuestro instinto natural es mantener lo que tenemos, siguiendo rutinas sobre cómo utilizar los recursos porque eso es lo que nos ha funcionado en el pasado, pero no tenemos en cuenta que el mundo a nuestro alrededor está cambiando constantemente: los trabajos evolucionan, los gustos de los consumidores varían, los competidores crecen o se hunden y la tecnología avanza. En esta situación nuestros antiguamente valiosos y queridos recursos pierden valor con rapidez. Caer en la complacencia y no hacer nada mientras el mundo cambia facilita que caigamos víctimas de las fuerzas externas.

El psicólogo social estadounidense Leon Festinger en 1954 planteó que todas las personas tenemos la tendencia natural a querer saber dónde nos encontramos y que nos resulta complicado evaluarnos a nosotros mismos desde el aislamiento, por lo que miramos a los demás para conseguir tener una visión mejor de lo que somos en distintas facetas de nuestra vida que nos importan tales como la riqueza, inteligencia o estatus. Signos externos de dónde nos encontramos son por ejemplo el precio de nuestro coche, el tamaño de nuestro despacho, el presupuesto del que disponemos o hasta el color de una medalla olímpica (investigaciones muestran que los ganadores de medallas de plata se sienten menos satisfechos que los que han obtenido medallas de bronce). Cuanto más medible es un recurso más sencillo resulta compararlo con otros. Esta idea de medirnos con los demás se conoce como “comparación social ascendente”.

Aunque, en ocasiones, el mirar a los que han logrado más que nosotros puede resultar motivador, este tipo de comparaciones ascendentes son peligrosas cuando nos centramos en el reparto de recursos, enfatizando los que los demás tienen y haciendo que nos sintamos poco adecuados. Por ejemplo podemos sentirnos muy satisfechos con el presupuesto que se ha asignado a nuestro equipo hasta que nos enteramos que otro ha recibido uno mayor.

El atractivo de estas comparaciones sociales es que nos permiten dar respuesta a preguntas básicas sobre el lugar en el que nos encontramos por lo que resulta difícil vivir sin ellas o evitarlas. El problema es que ligan nuestra percepción sobre lo que somos a la fortuna de los que nos rodean. También hacen que no nos planteemos lo que podíamos estar haciendo para vivir una vida feliz y constructiva con lo que tenemos a nuestra disposición.

El adoptar una estrategia de “persecución” no sólo hace que nos sintamos mal, sino que interfiere negativamente en nuestra capacidad de “aprovechar” y nos impide contemplar los recursos más allá de lo que es evidente en superficie. También ocurre que cuando los obstáculos bloquean la adquisición de nuevos recursos los proyectos y metas se atascan e interrumpen ya que los que se encuentran disponibles se piensa que tienen unos usos específicos que no se pueden alterar.

Los psicólogos llaman a este fenómeno “rigidez funcional” y consiste, por tanto, en la incapacidad de utilizar un recurso más allá de su enfoque tradicional. Esta situación empeora con la edad ya que nos encontramos más atados a las convenciones sociales que dificultan, aún más, el que seamos capaces de visualizar lo que tenemos fuera de sus usos comunes. Las organizaciones también pueden caer víctimas de la “rigidez funcional” lo que puede producir consecuencias nefastas.

El autor plantea que, además de dos de los mayores fundamentos de esta estrategia de “persecución”: las comparaciones sociales ascendentes y la rigidez funcional, existe un tercer factor que es la” acumulación mecánica y sin motivo” que nos lleva a atesorar cuantos más recursos mejor sin una meta específica en mente, sólo por el afán de coleccionar.

Diversos estudios han mostrado que esta estrategia conduce a la fijación de unas aspiraciones tan altas que deja a las personas insatisfechas y desilusionadas permanentemente, especialmente cuando se comparan con los éxitos de los demás.

Cuando son las organizaciones las que la siguen, persiguiendo de forma incontrolada el tener más puede tener efectos destructivos para ellas. Por ejemplo el asignar más recursos a los equipos o departamentos puede facilitarles cierto grado de libertad para experimentar, pero si tienen en exceso se van a preocupar menos por mejorar y que éstos se pueden gastar en proyectos que no son necesarios. Tener en exceso nos vuelve también complacientes y el compromiso se resiente, pudiendo dejar pasar proyectos importantes por la falta de sensación de necesidad o de urgencia ya que para qué nos vamos a molestar si los recursos fluyen ininterrumpidamente.

Otra razón por la que desperdiciamos recursos es por qué ya hemos hecho una inversión previa. Es lo que Barry Staw, profesor en Berkerley llama “escalada del compromiso”. Cuando las personas se sienten muy responsables de  un proyecto incrementan su compromiso con el mismo invirtiendo recursos adicionales para intentar que todo vaya mejor aunque se les ofrezcan mejores opciones en su lugar. Contar con muchos recursos aumenta esta escalada de compromiso y el despilfarro crece aún más, ya que hasta las malas ideas pueden parecer buenas.

Por el contrario si adoptamos la estrategia de aprovechamiento o estiramiento encontraremos belleza y riqueza en lugares donde otros tienen dificultades para percibir algo de valor y descubrir el extraordinario potencial de lo que tenemos a nuestro alcance.

No hay que olvidar que las acciones de los individuos son las que añaden valor a los recursos, las investigaciones de Martha Feldman sobre la utilización de los recursos han puesto de manifiesto que los sistemas sociales también son capaces de crear recursos valiosos en los sitios más inesperados.

Feldman ha conceptualizado los recursos enfatizando la forma en que las personas los emplean, en lugar de en su valor innato. Evidentemente las cosas tiene cualidades naturales, por ejemplo una roca es más pesada que un guijarro, pero éstas sólo les conceden un potencial de uso. Feldman argumenta que casi todo, sea tangible o intangible, tiene un potencial como recurso, pero que para que se convierta en algo valioso es necesaria una acción. Esta idea nos ayuda a darnos cuenta que los recursos no son algo externo, no son cosas que vamos y cogemos sino cosa que creamos y moldeamos.

Sonenshein, también, destaca que existen otra serie de factores que nos ayudan a ser ingeniosos y a aprovechar lo que tenemos. Éstos son:

1.- El sentimiento  de “propiedad psicológica”. Consiste en algo material o inmaterial que experimentamos como parte de nuestro ser. Las personas que lo tienen exhiben sentimientos de posesión aunque no sean los dueños del recurso. Diversas investigaciones muestran que cuando los profesionales poseen este sentimiento se encuentran mucho más satisfechos con su trabajo.

2.- La aceptación y aprovechamiento de las restricciones. Cuando las personas se enfrentan a la escasez se conceden la libertad de utilizar los recursos de formas menos convencionales y de aprovecharlos mejor.

3.- La frugalidad. Las personas frugales se sienten más libres de convenciones lo que les hace ser menos susceptibles a las comparaciones sociales, evitando preocuparse por lo que no tienen y centrándose en lo que está a su disposición.


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