Heidi Grant en “Reinforcements. How to get people to help you”, que estamos comentando plantea que con
frecuencia resulta muy difícil percibir cuando una persona necesita ayuda, por
lo que recomienda seguir los siguientes 4 pasos cuando queramos conseguir que
nos presten ayuda:
PASO
1: CONSEGUIR QUE LA PERSONA QUE QUEREMOS QUE NOS AYUDE SEA CONSCIENTE DE QUE PODEMOS
NECESITAR SU AYUDA
El principal obstáculo
con el que nos podemos encontrar es que las personas no prestamos atención a
todo lo que nos rodea, incluyendo a los que tenemos a nuestro alrededor. Somos
selectivos y nos centramos fundamentalmente en aquella información que parece
relevante para nuestros propios objetivos, lo que conduce al fenómeno de la “ceguera
por falta de atención”, cuyo ejemplo más famoso es el test del gorila. Otros
estudios han mostrado que cuando las personas se centran en una determinada
meta o tarea o cuando se produce una
elevada carga de percepciones (por ejemplo muchos sonidos compitiendo por
nuestra atención) aparece este tipo de ceguera. Por este motivo en entornos muy
ruidosos o concurridos, como las grandes ciudades, las personas tienen más
dificultades para identificar cuándo alguien necesita ayuda y a prestarla.
En ocasiones no es el
entorno externo el que interviene sino que el problema procede del interior de
la persona. Por ejemplo, diversos estudios muestran que las personas con
estados de ánimo negativos ansiosos,
frustrados, deprimidos) prestan menos atención a los que les rodean y a sus
necesidades.
Se ha comprobado,
también, que las personas que ocupan una posición de relativo poder sobre
otras, como los directivos sobre sus colaboradores, desvían su atención de los
menos poderosos hacia sus propios fines, con lo que las personas a las que
normalmente acudiríamos primero a pedir ayuda porque tienen supuestamente más
poder para hacerlo son las que menos van a percibir nuestros problemas.
PASO
2: LOGRAR QUE LA PERSONA QUE QUEREMOS QUE NOS AYUDE CREA QUE REALMENTE DESEAMOS QUE NOS AYUDEN
El obstáculo principal
que podemos encontrar en este paso es que las personas no leemos la mente. En
ocasiones no ofrecemos nuestra ayuda no porque no hayamos notado que la persona
necesita nuestra ayuda sino por un fenómeno que los psicólogos conocen como “inhibición
de la audiencia” o temor de parecer ridículos delante de otras personas. En el
caso de la ayuda existen dos fuentes fundamentales de inhibición:
1.- Nos preocupa haber
malinterpretado la situación y que nos
podamos sentir avergonzados si nos hemos equivocado: “puede que la persona esté
haciendo el muerto y no flotando inconsciente en el agua”.
En estos casos las personas para determinar si
la necesidad de ayuda es genuina solemos mirar a nuestro alrededor y ver cómo
están reaccionando los demás. Si vemos que se están preparando para entrar en
acción o se muestran preocupados validamos nuestra percepción de que algo no va
bien. Pero si no reaccionan nosotros tampoco lo haremos.
2.- Sabemos que las
personas pueden ser desagradables si les ofrecemos ayuda no solicitada, porque
el hecho que alguien esté teniendo dificultades no tiene que significar que no
puede superar las situaciones por sí mismo. Aunque sea evidente y no existan
dudas de que una persona puede beneficiarse de nuestro apoyo no tiene por qué implicar
necesariamente que lo desee.
Independientemente de la
preocupación porque el “beneficiario” quiera resolver su problema por su cuenta
existen, también, normas o reglas no escritas sociales que pueden influir en
cómo se puede percibir el ofrecimiento de ayuda y que éste sea bienvenido.
Quizás la más conocida es la “norma de la privacidad familiar” que hace que
procuremos evitar inmiscuirnos en cuestiones que consideramos domésticas, como
por ejemplo entre parejas o padres e hijos.
Estas dos fuentes de
inhibición ocasionan obstáculos importantes para una potencial ayuda, por lo
que si necesitamos ayuda debemos eliminarlos y la mejor forma de hacerlo es
pidiendo ayuda directamente.
La mayor parte del
comportamiento prosocial acontece como respuesta a requerimientos específicos
de asistencia. En el entorno laboral se ha demostrado que entre el 75% y el 90%
de la ayuda que los compañeros se prestan entre si responde a peticiones directas.
PASO
3: CONSEGUIR QUE LA PERSONA QUE QUEREMOS QUE OFREZCA SU AYUDA ASUMA QUE TIENE LA RESPONSABILIDAD DE HACERLO
El obstáculo más
importante con que podemos encontrarnos en este paso es que las personas tendemos a
preguntarnos que si muchas otros pueden prestar su ayuda por qué tenemos que
ser nosotros los que tengamos que hacerlo. Latane y Darley en sus
investigaciones han encontrado que no es la ignorancia o la insensibilidad lo
que frena a la hora de ofrecer ayuda, sino que es la existencia de muchas
personas que potencialmente pueden ayudar. Acuñaron el término de “difusión de
la responsabilidad” para representar esta situación. Numerosos estudios han
apoyado esta idea de que cuantas más personas pueden ayudar menos lo hacen.
Por tanto, Grant
recomienda que cuando busquemos apoyo debemos evitar que se genere esta
confusión adjudicando a nuestro benefactor claramente la responsabilidad de
ayudarnos.
PASO
4: ASEGURARNOS DE QUE LA PERSONA QUE QUEREMOS QUE NOS AYUDE PUEDE FACILITAR LA AYUDA QUE
NECESITAMOS
Un obstáculo importante
que puede surgir es que existan compromisos distintos que compiten entre sí.
Las personas muy ocupadas suelen rechazar una petición de ayuda directamente
sin pararse a considerar si pueden ajustar sus prioridades y encajar el nuevo
compromiso. No lo hacen por pereza o egoísmo sino porque sus mentes están tan
ocupadas que su atención se ve limitada. La autora recomienda que en estos
casos si queremos pedir ayuda:
1.- Debemos ser muy
explícitos a la hora de detallar qué es lo que pedimos y qué esfuerzo le va a
suponer al que nos va a ayudar.
2.- Tenemos que pedir
algo que la persona pueda asumir considerando sus otros compromisos.
3.- Debemos estar
dispuestos a aceptar que la ayuda que vamos a recibir sea distinta de la que
solicitamos.
Como conclusión tenemos
que tener en cuenta que para facilitar su ayuda nuestro benefactor debe ser
consciente de nuestra necesidad y de que deseamos su ayuda, lo que podemos
facilitar si formulamos peticiones de ayuda directas y explícitas, así como
razonables y claras y dirigidas fundamentalmente a un individuo y no a un
grupo.
Pedir ayuda puede ser
complicado no sólo porque tenemos que tener en cuenta lo que decimos y hacemos
sino porque también se refiere a lo que no hacemos ni decimos. Grant sugiere
que no perdamos de vista a las formas
más comunes que utilizamos para pedir ayuda y que pueden resultar
contraproducentes. Destaca las siguientes:
A).- FORZAR EXAGERADAMENTE LA EMPATÍA. Ésta
es un factor motivador muy potente para ayudar. Surge cuando percibimos que
alguien tiene una necesidad, cunado valoramos su bienestar y, sobre todo,
cuando incorporamos su perspectiva imaginando lo que debe ser estar en su
lugar. Se genera en esencia al menos un sentimiento temporal de reciprocidad
colectiva, por la que creemos que
tenemos que ayudar porque tenemos cosas en común con esa persona.
En el caso de la empatía
el sentimiento de reciprocidad se basa en una experiencia compartida
imaginaria. Entendemos lo que debe suponer estar en el arcén de una autovía por una avería y nos mostramos
dispuestos a parar para ayudar. Un aspecto de la empatía positivo es que al
estar basada en la imaginación podemos sentirla por personas a las que no
conocemos, en situaciones en las que nunca hemos estado.
En su justa medida buscar
provocar empatía puede resultar una forma eficaz de obtener apoyo. Si nos
pasamos se puede volver en contra neutra. Por ejemplo decir que compartimos el
dolor puede funcionar hasta el momento en que éste sea muy grande y la persona
afectada se puede cerrar e intentar huir de nosotros sin ayudarnos.
B).-
PEDIR DISCULPAS PROFUSAMENTE. Si recibimos una
petición de ayuda acompañada de disculpas continuas nos sentimos incómodos y
puede hacer que percibamos que la solicitud es en realidad una imposición y que
tenemos que hacer lo que nos piden no porque queramos sino porque debemos
hacerlo.
Las disculpas que
acompañan una petición de ayuda sutilmente parecen implicar que no estamos en
el mismo equipo porque si no por qué estamos disculpándonos y en este sentido
minan la identidad compartida del mismo, incrementando la distancia entre sus
miembros y cortando los sentimientos de conexión.
Si por el contrario,
pedimos ayuda porque hemos metido la pata o hemos cometido errores y
necesitamos ayuda para solucionar la situación si debemos pedir disculpas por
haber ocasionado el problema.
En general debemos evitar
disculparnos por pedir ayuda, en lugar de ello podemos hacer una petición y
ofrecer nuestro agradecimiento cuando alguien nos ayude.
C).-
UTILIZAR JUSTIFICACIONES PARA DESCARGAR NUESTRA RESPONSABILIDAD. Con
frecuencia aquellos que piden ayuda están tan ocupados intentando establecer
que no son débiles o aprovechados que trasladan el foco del que ayuda hacia sí
misamos. Dicen cosas como: “Normalmente no soy el tipo de persona que pide
ayuda” “No pediría tu ayuda si tuviese
otra alternativa” o “Odio tener que pedirte esto”.
El impulso para actuar
así es razonable ya que pedir ayuda nos incomoda, pero utilizar este tipo de
comentarios empeoran la situación ya que por ejemplo, no voy a obtener mucha
satisfacción al ayudarte si sé que odias pedírmelo y que te sientes mal por
hacerlo.
Por tanto, aunque nos
sintamos incómodos al solicitar ayuda hacerlo de forma positiva y relajada
preocupándonos menos por nosotros y más por cómo estamos haciendo que se
sientan los demás.
D).-
RECALCAR EN EXCESO LO MUCHO QUE VA A DISFRUTAR LA PERSONA QUE QUEREMOS NOS
AYUDE. “Te va a encantar”, “Verás que bien lo pasamos”,… No
tenemos nunca que intentar convencer a los demás de que ayudarnos les va a
resultar muy gratificante, ya que puede entenderse como una forma de
manipulación y control que puede disminuir el sentimiento de autonomía de quien
queremos nos ayude y por otra parte, supone una presunción de cómo me tengo que
sentir lo que puedo interpretar como una limitación de mi libertad.
Es correcto destacar los
beneficios que la ayuda puede producir siempre que sepamos hacerlo de forma
sutil, por ejemplo a través de afirmaciones generales: “donar es una forma de
dar algo a la comunidad”, pero no hay que mezclar razones egoístas con las altruistas porque la manipulación será
particularmente evidente.
E).-
DESCRIBIR LA AYUDA NECESARIA COMO UN FAVOR MÍNIMO. De
esta forma estamos intentando disminuir la incomodidad que sentimos al pedir un
favor, como por ejemplo cuando decimos” Te importa dejar este paquete en la
oficina ya que te pilla de paso”. Lo que ocurre es que al minimizar nuestro
requerimiento estamos minimizando la ayuda que nos dan y los sentimientos
positivos que se generan en el que nos ayuda y por otro lado si calculamos mal
la entidad del favor puede ser malinterpretada la petición y entenderse como
una falta de consideración.
F).-
RECORDAR A LOS DEMÁS QUE NOS DEBEN UN FAVOR. En ocasiones
podemos sentir la tentación de recordar a los demás las veces que les hemos
ayudado en el pasado. El problema es que aunque debido al sentimiento de
reciprocidad la respuesta normalmente va a ser positiva puede favorecer que el
que reciba el requerimiento se sienta controlado. La reciprocidad funciona
mejor cuando las acciones de ayuda son lo más equitativas posible, también
deben ser cercanas en el tiempo salvo que el favor hay sido muy grande y deben
poder encuadrarse dentro de uno delos tres tipos de reciprocidad identificados
por los psicólogos: personal, relacional o colectiva.
Un aspecto importante de
la reciprocidad es que si tenemos que recordar a alguien que nos debe un favor
es porque no siente que nos lo debe.
G).-
COMENTAR LO MUCHO QUE SU AYUDA NOS VA A BENEFICIAR. Con
frecuencia cometemos el error de expresar gratitud centrándonos en cómo nos
sentimos y lo felices que estamos por la ayuda recibida en lugar de centrarnos
en el benefactor. Sara Algoe, Laura Kurtz y Nicole Hilaire en sus
investigaciones han encontrado dos tipos de expresión de gratitud:
a).- La que elogia al
otro y reconoce y valida el carácter o las competencias del que da.
b).- La que se refiere al
auto beneficio al describir cómo el receptor se siente mejor debido a la ayuda
recibida.
La primera se relaciona
fuertemente con emociones positivas mientras la segunda no. Es importante
tenerlo en cuenta porque los seres humanos tendemos a ser muy egocéntricos y solemos
hablar de nosotros mismos aunque deberíamos estar pensando en y hablando de los
demás. Por tanto cuando recibimos ayuda y apoyo de alta calidad queremos
resaltar cómo nos hace sentir y asumimos que el que nos ayuda lo que desea
escuchar es que nos ha ayudado a ser felices, olvidando que aunque esto sea
verdad la motivación para ayudar está íntimamente ligada al deseo de ser buenas
personas y ser admirados por ello. Los que ayudan quieren verse y que se les
considere desde un prisma positivo y esto es difícil si no dejamos de hablar de
nosotros mismos.
Por tanto, cuando pidamos
ayuda debemos centrarnos en las cosas que refuerzan el comportamiento de ayuda:
el sentimiento de ser parte de un propósito compartido, un sentido positivo de
identidad y la habilidad para ver la eficacia de nuestra ayuda a través de la
acción.
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