Art Markman en el boletín
de FastCompany del pasado 12 de junio plantea que una de las perores
experiencias que podemos vivir en el trabajo sucede cuando nos damos cuenta de
que hemos cometido errores. Cuando nos damos cuenta primero solemos mostrar
nuestro desconcierto esperando que no sea real y que no somos responsables de
un error garrafal y, luego, reaccionamos al principio pensando cómo podemos
ocultar lo ocurrido confiando que nadie lo detecte y que pase inadvertido.
Podemos superar muchos de
los errores cometidos en el trabajo pero tenemos que saber abordar la situación
de forma correcta, lo que implica comenzar manteniendo una conversación
difícil.
Nuestro objetivo debe
ser, no perder la confianza de nuestro jefe y para ello tenemos que tener en
cuenta que la mayoría de los responsables lo que quieren es saber que todo está
controlado y que las repercusiones no van a ser muy graves. Si saben que cuando
surjan problemas vamos a acudir a ellos para alertarles de lo que hemos hecho
van a sentir que no tienen que tenernos bajo una supervisión constante.
Markman recomienda:
1.-
NO ESCONDER EL ERROR y no esperar para contar a nuestro jefe
lo que ha ocurrido. La principal razón por la que debemos hacerlo rápidamente (además
de para evitar preocuparnos durante mucho tiempo por lo que hemos hecho) es que
cuanto menos tiempo transcurra entre el error y nuestra admisión del mismo más
cosas podremos hacer nosotros y los profesionales de nuestra organización para
corregir o neutralizar consecuencias negativas derivadas del mismo. Si
esperamos mucho para hacerlo nos arriesgamos a que los efectos nocivos se
multipliquen.
2.-
ACLARAR MUY BIEN LO QUE HA IDO MAL. En las conversaciones
difíciles con frecuencia resulta complicado describir con exactitud cuál es el
problema. Es fácil caer en la tentación de comenzar a dar vueltas alrededor del
tema contando historias sobre lo que ha pasado y justificando nuestra
participación en los hechos, llegando a resaltar los aspectos de la situación
que llevaron a nuestra actuación.
En lugar de enredar
debemos empezar con una simple declaración: “Hice X y como resultado pasó Y”.
Podemos facilitar después
una ampliación del contexto pero es fundamental que expliquemos claramente lo
que ha ocurrido, ya que es lo que nuestro jefe tiene que saber primero. Si
procuramos enterrar los hechos entre múltiples explicaciones nuestro jefe no
podrá ayudarnos a gestionar las consecuencias de nuestro error y solo crearemos
más frustración.
En lugar de una exposición
extensa de por qué hemos hecho lo que
hemos hecho debemos procurar que nuestro jefe sea consciente de que sabemos por
qué han ocurrido los fallos y cómo podemos procurar corregirlos.
3.-
SUGERIR UNA SOLUCIÓN. La mayor parte de los errores pueden
tener consecuencias que pueden ser costosos para la organización desde el punto
de vista económico o de daño a la relación con un cliente o compañero, por
ejemplo. Por tanto debemos contar a nuestro jefe lo que ya hemos hecho para
intentar arreglar el problema y ofrecer sugerencias y hacer aquello que pueda
ser necesario para minimizar los daños que han podido surgir del error.
No hay que olvidar que
los errores son oportunidades de aprendizaje y nuestro jefe quiere saber que no
vamos a desaprovechar la ocasión de aprender y que las organizaciones que
valoran el aprendizaje van a castigar la negligencia y no el error, ya que si
conocemos los riesgos y cometemos el error seguramente deberíamos ser
castigados pero si hemos cometido un error, reflexionamos sobre las
consecuencias y estamos dispuestos a aprender de él nuestro jefe sería
inconsciente si nos castigase por ello ya que probablemente seremos la última
persona en la organización en volver a repetirlo.
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