domingo, 8 de diciembre de 2019

CÓMO SENTIRNOS BIEN EN EL TRABAJO



Bruce Daisley en “The joy of work. 30 ways to fix your work culture and fall in love with your job again”, plantea, una serie de recomendaciones como hemos empezado a ver en una entrada anterior,  para reponer energías y poder llegar a mejorar en nuestro trabajo. Además de dedicar momentos específicos para la reflexión propone:

1.- Realizar reuniones dando un paseo

Cuando estamos sentados en nuestra mesa de despacho o encerrados en una reunión esforzándonos en generar nuevas ideas el pensar en levantarnos e ir a dar un paseo puede interpretarse como una distracción, ya que pensamos que al estar inmersos en nuestro trabajo el hacer una pausa solo va a tener un efecto negativo y terminaremos con el mismo trabajo por hacer pero disponiendo de menos tiempo para ello.

Pero algo mágico parece que ocurre cuando nos ponemos en movimiento y muchas personas es la mejor forma de liberar su pensamiento y ser más creativos. Por ejemplo, J. K. Rowling mantiene que no hay como un paseo nocturno para obtener ideas o Carlos Dickens trabajaba en bloques de cinco horas de intensa concentración de 9 a 14 horas todos los días y luego daba un paseo de 10 o 12 millas.

Los estudios de Marily Oppezzo y Daniel Schwartz de la Universidad de Stanford, confirman esta idea. Han encontrado que caminar conduce a un mayor nivel de pensamiento creativo, ya que aunque puede no ser muy adecuado para el pensamiento convergente si lo es para el divergente que es el que produce las ideas frescas e imaginativas.

El lugar por el que caminemos puede ejercer también, un efecto beneficioso. Por ejemplo una investigación publicada en 2012 sugería que un paseo de 50 minutos por un espacio abierto puede ayudar a la concentración: la experiencia de vagar por espacios naturales tiene un efecto de limpieza y nos permite continuar nuestro trabajo posteriormente con una mente limpia.

Andar no es solo útil desde el punto de vista de la generación de ideas productivas, también es una forma de mantener reuniones. Chris Barez- Brown defiende que el poder creativo que se libera al caminar tiene un efecto dramático cuando lo empleamos junto a otros compañeros. Su empresa utiliza un proceso para ayudar a las personas a desbloquear obstáculos mentales subconscientes.

Éste consiste en mandar a las personas en parejas a dar paseos cortos ( no deben superar los 30 minutos). Durante los mismos uno de los miembros de la pareja debe hablar libremente, diciendo todo lo que se le ocurra e incluso despotricando, sobre un dilema al que se enfrentan. El poder de este enfoque viene de las perspectivas frescas que surgen cuando dejamos que nuestros pensamientos sin filtros afloren y al caminar junto a otro sentimos que podemos reorganizar nuestros pensamientos y presentarlos de forma nueva.

En algunas situaciones media hora es un tiempo adecuado pero Barez- Brown en otras considera que con sesiones de siete minutos y medio es suficiente para que las personas regresen con ideas más claras de cosas a las que no habían prestado mucha atención o les preocupaban.

2.- Eliminar la “enfermedad de las prisas”

En la actualidad los momentos de inactividad se consideran que son, generalmente, ridículamente improductivos. Necesitamos estar haciendo cosas y aceptamos que en esta era de hiperestimulación y actividad intensa no hacer nada parece que es una tremenda pérdida de tiempo. Todos padecemos el mal de las prisas.

Una de las consecuencias de esta sobreestimulación sistémica en nuestras vidas es una incómoda sensación de agitación: el sentimiento permanente de que no podemos completar todo lo que tenemos que hacer agravado por el incremento de la conectividad que ha creado más expectativas sobre nosotros en el trabajo. Por ejemplo, Radicati Group en sus investigaciones ha encontrado que una persona envía o manda diariamente una media de 150 correos o mensajes. Las reuniones  también son un motivo de sobrecarga de trabajo. Investigaciones recientes han mostrado que el trabajador de oficina medio en el Reino Unido dedica una media de 16 horas a la semana en reuniones con sus compañeros y que los directivos en estados Unidos emplean 23 horas en la asistencia a reuniones.

Y el problema no se limita exclusivamente a los correos y reuniones sino que el volumen de información a que estamos sometidos cada vez es más abrumador. Daniel Levitin autor de “The organized mind” destaca el hecho de que en 2011 ya los estadounidenses recibían diariamente la información equivalente a la lectura de 175 periódicos.

La consecuencia de todo esto es que la mayoría de las personas nos encontramos en un estado de preocupación permanente sintiendo que nunca conseguimos tener todo hecho., especialmente la ansiedad se manifiesta en aquellos que piensan que tienen que estar conectados permanentemente. Por ejemplo en el Reino Unido las enfermedades relacionadas con el estrés representan aproximadamente el 50% de las bajas laborales. Las presiones y demandas del trabajo nos están haciendo enfermar.

Daisley para intentar controlar esta sensación de urgencia sugiere que empecemos por reconocer que estar constantemente ocupado no implica que consigamos más. Una vez que lo hemos hecho el siguiente paso consiste en aprender a calibrar la urgencia y a valorar que muchas cosas no tienen por qué ser urgentes.

El tercer paso es ser conscientes de que necesitamos tiempo para reflexionar y no hacer nada, ya que un momento de paz y tranquilidad reducirá nuestros niveles de estrés y más aún incrementará, como hemos visto, nuestra creatividad.

3.- Limitar nuestra semana de trabajo

Hace unos años terminábamos nuestra jornada laboral y nos íbamos a casa. Ahora los correos y el móvil han extendido dicha jornada cualquier sitio donde estemos. Hasta cuando estamos en el trabajo nuestros días se alargan por lo que Linda Stone, investigadora en Microsoft, llama “atención parcial continuada”, que consiste en que como nos vemos bombardeados por tal cantidad de demandas en relación con nuestros pensamientos estamos constantemente dividiendo nuestra atención entre nuevas remesas de e- mails o tratando de dirigir reuniones mientras mantenemos la atención puesta en nuestro móvil, preocupados por cosas ajenas a las que están ocurriendo en el momento. Esta situación termina generando en nosotros un sentimiento de culpa por no ser capaces de mantener todo bajo control, a pesar de que es fruto de un exceso de expectativas en relación a nuestra capacidad para hacer cosas.

Daniel Levitin en su libro “The organized mind” afirma que existe un límite para lo que cada persona puede hacer. Escribe”Nuestras mentes están configuradas para tomar un determinado número de decisiones cada día y una vez que lo hemos alcanzado no podemos tomar más independientemente de lo importantes que sean”. La cognición humana  es como un juego de suma cero y no podemos trabajar y trabajar y trabajar y esperar que el resultado sea de gran calidad.

En 2013 un estudio realizado por la revista “The Economist” mostraba que los países en los que se trabajaba menos horas tenían la productividad más elevada, como es el caso de Alemania que recompensa la productividad con turnos de trabajo más reducidos lo que sirve para evitar el burnout de los profesionales.

El autor piensa que debemos empezar a cambiar la forma en que pensamos sobre nuestro trabajo. Necesitamos un enfoque más consistente y si decidimos que debe centrarse en 40 horas de trabajo semanal deberemos tomar una serie de decisiones y empezar a plantearnos, por ejemplo, si reuniones con una duración de tres horas suponen una buena utilización del tiempo y cómo emplear nuestro tiempo de desplazamiento.

Un ejercicio útil consiste en considerar el trabajo como un bloque de 40 horas que tenemos que se extiende a lo largo de una semana. Podemos elegir, por ejemplo, utilizar parte del tiempo  una mañana de domingo para trabajar en algo que tenemos pendiente y así podemos irnos antes uno de los días entre semana para realizar alguna actividad lúdica.

Podemos considerar, también, utilizar la técnica promovida por Tony Schwartz, autor de éxito, que ha empleado su experiencia de sentirse exhausto como elemento motivador para crear una organización con el objetivo de generar una revolución en los entornos laborales. Su “Proyecto Energía” sugiere que debemos pasar de estar centrados en trabajar cada vez más horas a la idea de que tenemos que aprender a utilizar bien nuestros periodos de mayor energía. La mayoría de las personas trabajan mejor en ciclos de energía de 90 minutos. Prepararnos para maximizar el resultado de cada ciclo es la mejor manera de lograr lo más posible en el trabajo.

Es conocido el experimento realizado en Suecia en el que la jornada laboral de un gran número de empleados públicos se redujo a 6 horas al día. Se observó en este grupo seleccionado una reducción del absentismo, mejores niveles de salud e incremento de la productividad en relación con el grupo control.

4.- Definir nuestras normas

Muchas personas experimentan en el trabajo una situación similar a la del síndrome de Estocolmo. Las demandas vienen de todas partes, no sólo de nuestro jefe, sino, también, de otros compañeros y clientes y nuestra respuesta no es una de frustración o rabia sino de resignación. Martin Seligman llama a esta condición “indefensión aprendida” y en ella estamos tan acostumbrados a todo lo que piden o exigen de nosotros que terminamos aceptándolo y no lo cuestionamos.

Este sentimiento de indefensión aprendida impregna el moderno entorno laboral. Estamos sobrepasados por las demandas y expectativas de los demás pero hemos terminado por aceptarlas porque asumimos que así es como tiene que ser y no sabemos ni nos planteamos cómo escapar.

Para evitar caer en esta situación primero tenemos que comenzar por ser conscientes de que la cultura de nuestra organización no tiene por qué ser inevitable y luego decidir con nuestro equipo en qué momentos podemos desconectar y no estar disponibles, ni respondiendo inmediatamente a todas las demandas.

5.- Hacer pausas, especialmente para comer

Diversos estudios han comprobado que el desempeño durante las tardes es sensiblemente peor que durante las mañanas. Daniel Pink en su libro “When”, que hemos comentado enentradas anteriores, destaca que los jueces después de comer suelen dictar sentencias más severas y que los médicos realizan diagnósticos menos exactos. Pero se puede mitigar el problema del cansancio y recuperarnos si hacemos una pausa.

Dos cambios necesarios en nuestros hábitos de trabajo surgen de este hecho:

a).- Debemos realizar las actividades más importantes por la mañana. Nuestra mente está más fresca y capacitada para resolver complejos retos cognitivos.

b).- Tenemos que dejar de pensar que vamos a conseguir hacer más cosas si no hacemos pausas.

Lo que hacemos durante las pausas para comer también tiene importancia y puede contribuir a nuestra felicidad. Científicos de la Universidad de Oxford han encontrado que comer siempre solos en lugar de con otros compañeros es un factor que contribuye en gran manera a sentirnos infelices. Esto ocurre porque las cosas que hacemos con los demás alrededor de la mesa son muy eficaces para desencadenar la liberación de endorfinas. Por tanto procurar comer dos veces a la semana con compañeros puede incrementar nuestra sensación de bienestar.

También debemos considerar el número de compañeros con los que nos sentamos a comer. Ben Waberde Humanyze explica que el tamaño de la mesa para comer en una oficina puede tener un impacto directo en los niveles de comunicación. Si son grandes favorecen el que las personas se sienten juntas y establezcan relaciones entre ellas.

No hay que olvidar, no obstante, que para que comer con compañeros tenga un efecto beneficioso  la comunicación no puede ser forzada ni la socialización obligatoria.




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