miércoles, 28 de diciembre de 2022

CLAVES PARA PEDIR AYUDA EN EL TRABAJO

 


Rebecca Zucker en hbr.org del pasado 22 de diciembre plantea que la mayor parte de los profesionales tienen una enorme cantidad de trabajo que hacer y se sentirían aliviados si su carga de trabajo disminuyese un poco, pero a la mayoría les cuesta pedir ayuda, que es una forma en la que podemos lograr que nuestra carga de trabajo sea más manejable. Tenemos que aceptar que somos humanos y que no podemos hacer todo nosotros o tener el éxito al que aspiramos si no somos capaces de pedir ayuda.

La reticencia a pedir ayuda puede hacer que estemos inmersos en más trabajo del que es necesario y a que nos sintamos permanentemente desbordados en el trabajo. Las personas nos abstenemos de pedir ayuda debido a creencias o presunciones limitantes sobre lo que tememos pueda ocurrir si pedimos ayuda a alguien. Las más comunes de estas creencias son: el temor a parecer débil o incompetente, el miedo a molestar o a parecer muy necesitado, la idea de que no puedo contar con nadie por lo que tengo que hacer todo por mí mismo o de que si pido ayuda los demás perderán la confianza en mí.

Parte de la sensación de estar sobrepasado radica en el sentimiento de soledad ante nuestros retos, lo cual ocurre con más frecuencia si no somos capaces de pedir ayuda. Cuando estas creencias limitantes hacen que trabajemos solos en lugar de pedir ayuda cuando nos estamos ahogando por exceso de trabajo debemos desaprender esas creencias antiguas que no nos sirven para nada. Para liberarnos de nuestra resistencia a pedir ayuda la autora recomienda seguir las siguientes estrategias:

1.- Identificar las creencias y presunciones  restrictivas que nos limitan

Con frecuencia no son completamente conscientes, ya que la mayor parte de las personas tienden a operar con el “piloto automático”. Podemos tener una vaga noción de nuestra resistencia, pero no ser capaces de articular su causa exacta. Debemos preguntarnos sobre qué es lo que tememos que pase si pedimos ayuda y cuáles serían las consecuencias derivadas de esa petición.

Esos miedos son emocionales y no racionales y suele ser difícil que los admitamos, pero son los que, también, nos hacen humanos, por lo que debemos dedicar tiempo a reflexionar sobre ellos para que las respuestas afloren. Puede ser de ayuda hablar sobre ello con un amigo o compañero de confianza o con un coach.

2.- Reflexionar sobre la fuente de nuestras creencias limitantes

Pensar sobre cuándo o dónde se inició nuestra resistencia a pedir ayuda puede facilitar perspectivas interesantes. Deborah Grayson Riegel, coautora de “Go to help: 31 strategies tooffer, ask for and accept help”, plantea que alrededor de los siete años de edad comenzamos a asociar el hecho de pedir ayuda con costes reputacionales, ya que hemos sido condicionados a pensar que si admitimos que necesitamos ayuda van a pensar los demás que somos vagos, débiles o tontos.

Otra causa limitante también,  según Riegel, es que en ocasiones hemos tenido ayuda que no ha sido tal, como en el caso de las personas que se ofrecen a ayudar y asumen totalmente la tarea o nos facilitan una ayuda equivocada, con lo que terminamos sintiéndonos más frustrados.

Emplear tiempo en reflexionar sobre lo anterior nos puede permitir ver las limitaciones de nuestro pensamiento.

3.- Probar pequeños experimentos

Podemos realizar pequeños cambios conductuales para ver el impacto en cómo nos sentimos o la respuesta que tenemos de los demás. Puede ser algo tan sencillo como decir: “ ¿Puedo hacer brainstorming contigo durante cinco minutos?  O ¿estarías dispuesto a echar un vistazo a l propuesta de mi cliente y compartir tu feedback conmigo?

También, podemos observar cómo consideramos a las personas que nos piden ayuda. Si pensamos que son menos inteligentes o competentes por hacerlo o si creemos que su petición es algo totalmente y algo que nos gusta hacer.

4.- Compartir con los demás

Comentar que estamos trabajando en mejorar a la hora de pedir ayuda. Compartir esto con los compañeros sirve no solo para conseguir su apoyo, también para que nos resulte más fácil hacer la petición si es necesaria, al tiempo que les mueve a ser más receptivos ante nuestras posibles peticiones y a mostrar su disposición a ayudar.

5.- Crear oportunidades para practicar

Establecer metas tangibles y específicas para nosotros que faciliten oportunidades para practicar, por ejemplo creando una meta diaria o semanal en relación al número de solicitudes de ayuda que vamos a hacer.

6.- Mirar hacia  atrás y reflexionar regularmente

La reflexión es la fuente de abundante aprendizaje. Debemos reservar un momento y cadencia regular para hacernos preguntas como: ¿ Dónde fui capaz de pedir ayuda?, ¿Qué es lo que lo hizo más fácil?, ¿Cuándo no he pedido ayuda aunque la  necesitaba?, ¿Qué impidió que lo hiciera?, ¿Dónde voy a tener la oportunidad de pedir ayuda pronto? o ¿Qué es lo que voy a hacer de forma diferente la próxima vez?

Superar nuestras resistencias a pedir ayuda requiere práctica, reflexión e integración de nuevos patrones mentales. Al desaprender viejos e improductivos patrones que nos condicionan para no pedir ayuda cuando lo necesitamos realmente y al aprender nuevas formas de actuar, nos sentiremos más apoyados y menos sobrepasados en el trabajo.

 

 

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