miércoles, 26 de noviembre de 2025

LA IMPORTANCIA DE LA PRÁCTICA DE LA GRATITUD

 


Scott Hutcheson en Chief Executive del pasado 24 de noviembre plantea que los líderes están volviendo a promover prácticas relacionadas con la gratitud para incrementar la moral, la motivación y la salud mental, especialmente en entornos de trabajo híbridos y en remoto.

La gratitud no cuesta nada, solo necesitamos segundos para practicarla y produce resultados medibles, tanto a nivel psicológico como organizacional. El problema está en que no creemos en ella porque subestimamos su impacto.

Una encuesta realizada por la Fundación John Templeton ha encontrado que el 80% de los empleados estadounidenses se esforzarían más en el trabajo si su jefe les mostrase algún tipo de reconocimiento, solo un 15% decían que recibían regularmente muestras de agradecimiento y un 35% que su jefe nunca les daba las gracias.

La ausencia de gratitud en el trabajo se puede considerar como un punto ciego biológico. Nuestras mentes están programadas para detectar amenazas con mayor rapidez que los reconocimientos. En términos evolutivos, el percibir el peligro nos mantiene vivos, mientras el percibir cosas buenas o buena suerte es opcional. Las prácticas de gratitud pueden invertir este sesgo si reentrenan a nuestra mente para que se centre en lo que funciona en lugar de en lo que falta.

La gratitud está firmemente asociada a la dopamina y a la oxitocina. La dopamina estimula la motivación y la recompensa, mientras la oxitocina genera confianza y conexión. Juntas forman las bases biológicas de la colaboración. Como explica el neurocientífico Alex Korb el simple acto de dar las gracias involucra al circuito de recompensa del cerebro incrementando tanto el placer como la perseverancia.

Desde un punto de vista neurológico la gratitud parece que calma la respuesta cerebral al estrés, permitiendo a la corteza prefrontal, responsable de la concentración y de la toma de decisiones, a operar de forma más eficaz. También activa regiones cerebrales ligadas a la cognición moral y a la conexión social, reforzando nuestra capacidad de empatía y cooperación.

A pesar de ser tan eficaz parece que se desvanece en los entornos laborales. La razón de esto con frecuencia radica en el ritmo de las organizaciones, ya que la mayoría de sus sistemas están construidos para la evaluación, no para la apreciación. Ofrecemos feedback cada X meses, reconocemos los logros anualmente y asumimos que el silencio equivale a la satisfacción con el trabajo realizado.

Pero la gratitud funciona como el ejercicio, solo  lo hace si es consistente y regular. Gestos ocasionales pueden elevar los espíritus brevemente, pero una motivación sostenida requiere un refuerzo regular, especialmente en entornos híbridos y remotos. Sin las micro- señales que ofrecen el contacto visual, la proximidad física y las interacciones espontáneas en los pasillos, por ejemplo, las personas se apoyan en el reconocimiento explícito para estimar si su contribución importa.

La gratitud tiene que ser algo más que dar las gracias, importa el lugar y la forma en la que se expresa. En equipos de alto desempeño se muestra de las tres maneras siguientes:

1.- Gratitud relacional. Consiste en reconocer directamente el esfuerzo, la delicadeza o la colaboración que la otra persona ha mostrado. Refuerza la confianza y la cohesión.

2.- Gratitud reflectante.  Trata de dedicar tiempo como equipo a reconocer los éxitos conjuntos o las lecciones aprendidas. Ayuda a construir un sentimiento de eficacia colectiva y de pertenencia.

3.- Gratitud reparadora. Se ocupa de expresar apreciación durante contratiempos o situaciones de estrés. Investigaciones realizadas por Martin Seligman y otros en el campo de la psicología positiva sugieren que la gratitud expresada en momentos tensos puede ser muy eficaz porque ayuda a regular las respuestas ante es estrés y a restaurar el equilibrio emocional.

Los líderes que practican estas tres formas de gratitud crean lo que los científicos del comportamiento describen como ciclos prosociales de feedback, de reconocimiento y cooperación que mantienen la motivación y fortalecen la unión en los equipos.

Transformar la gratitud de la mera intención a una cultura requiere estructura. El autor recomienda tres formas prácticas de incluirla en nuestro trabajo:

a).- Comenzar con pequeños actos. Por ejemplo, comenzar las reuniones con una breve ronda de reconocimientos, pidiendo los miembros del equipo que nombren a las personas que les han ayudado recientemente. Este simple acto activa los circuitos de la confianza en el cerebro y hace que el tono se incline hacia la conexión.

b).- Emparejar feedback y agradecimiento. Cuando ofrezcamos feedback de desarrollo debemos incluir reconocimientos específicos sobre lo que está yendo bien. La gratitud hace que el feedback se reciba más fácilmente.

c).- Cerrar el círculo. Al final de la semana enviar una breve nota de agradecimiento destacando un esfuerzo o una contribución significativa. Con el tiempo estas pequeñas muestras componen una fuerte corriente motivacional.

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