domingo, 12 de junio de 2022

MENSAJEROS "BLANDOS" I: CALIDEZ Y VULNERABILIDAD

 


Stephen Martin Joseph Marks en “Messengers. Who we listen to, who we don´t, and why”, plantean que existen 8 factores que determinan a quién escuchamos y a quién no. Como hemos comentando en entradas anteriores se pueden agrupar en dos en dos categorías de mensajeros: “duros y blandos”. En el primer caso su poder va asociado al estatusÉste suele ir ligado a los siguientes factores: posición económica, competencia, dominancia y atractivo físico, que ya hemos comentado en entradas anteriores, pero existe otra ruta de influencia que implica el fomentar la conexión en lugar de la superioridad. En contraste a los mensajeros “duros” que buscan obtener influencia poniéndose por delante de los demás, los mensajeros “blandos” consiguen su influencia llevándose bien con el resto de las personas. Lo logran a través de cuatro rasgos de personalidad: calidez, vulnerabilidad, honradez y credibilidad y carisma.

Cada uno de nosotros posee una necesidad “interna” de pertenecer y un deseo de conexión con los demás. Un interés compartido o un punto de vista común con frecuencia es suficiente para unir a las personas. Cuando sentimos esa conexión, cuando percibimos que estamos ligados de alguna forma a alguien, tendemos  a escuchar mejor y a dar más importancia a lo que tienen que decir que si ese lazo no existiese.

Este es un fenómeno universal, independiente de culturas o de tipos de personalidad. Todos los humanos estamos motivados para formar conexiones sociales, para cuidar unos de otros, para compartir recursos y para cooperar t, cuando experimentamos una conexión social positiva somos recompensados con un chorro de felicidad. El impulso para formar conexiones sociales es poderoso, ya que casi todos queremos evitar las consecuencias sociales y emocionales del aislamiento y la soledad.

I.- CALIDEZ

Es un rasgo importante para un mensajero porque muestra preocupación y amabilidad. Los mensajeros “blandos” no buscan demostrar un estatus alto sino, fundamentalmente, benevolencia. Evitan demostraciones que puedan ser interpretadas como hostiles y seleccionan cuidadosamente sus palabras para no herir los sentimientos de los demás. Sienten tal deseo de evitar conflictos que pueden dejar que los demás se salgan con la suya. Muestran respeto, amabilidad e interés por los otros  y al hacerlo dan más importancia a sus oyentes antes que a ellos mismos.

Estar en compañía de una persona cálida es una experiencia agradable por lo que suelen ser mensajeros eficaces. Los adultos integran calidez en su lenguaje cotidiano para ayudar a suavizar las interacciones sociales, por lo que utilizamos palabras y frases respetuosas en las conversaciones diarias con otras personas, para mantener una actitud civilizada y mostrar nuestro encanto y cortesía. Por esta razón la mayoría de las nuevas conversaciones comienzan preguntando cómo se encuentra el otro. Si no lo hacemos los demás pueden asumir que o bien tenemos algo más urgente que decir o que estamos siendo maleducados, y si lo primero no se confirma asumirán la segunda posibilidad.

Una actitud cálida puede transformar el entorno laboral. Por ejemplo, un estudio encontró que mientras solo un 50% de los profesionales estarían dispuestos a apoyar a un compañero en el trabajo que les pidiese ayuda, el 79 % lo hacia si la persona que les hacia el requerimiento les lisonjeaba antes. Los líderes, que con frecuencia son considerados como mensajeros “duros” pueden beneficiarse de adoptar la personalidad más cálida del mensajero “blando”.

Los líderes cálidos conectan con sus seguidores a través de varios factores siendo el principal la positividad. Otro factor es la gratitud o recompensa social, como han mostrado en sus investigaciones Adam Grant y Francesca Gino, en las que se asocia una simple expresión de gratitud con el incremento del desempeño y la simpatía hacia el que la ofrece.

El tercer elemento importante es la compasión. Lo que implica la compasión por el sufrimiento del oyente, por ejemplo por sus quejas. Esta regla básica es tan fuerte que se aplica hasta en  los casos en los que el mensajero no es responsable de causar el mal genio o los malos sentimientos. El mensajero  que se disculpa por algo desagradable, pero fuera de su control, es percibido como compasivo, lo que le hace parecer más cálido, lo que a su vez aumenta la receptividad a sus palabras.

Existe otro aspecto importante: la humildad, pero hay que tener en cuenta que puede ser un arma de dos filos. La “humildad apreciativa” en la que una persona muestra su apreciación y reconocimiento de otras personas y, por tanto, exhibe un deseo incrementado de afiliación, es generalmente positivo. Por ejemplo, cuando Barack Obama recibió el Premio Nobel de la Paz en 2009 no presumió de sus logros , sino que públicamente declaró que éstos eran relativamente triviales en relación con los de los ganadores anteriores del premio. Esta falta de egocentrismo, junto a la apreciación de las cualidades de los demás se asocia con un incremento de las tendencias prosociales, con una actitud abierta, acompañada del deseo de aprender de los demás y de aceptar las críticas. Por el contrario la “humildad auto- degradante” lo que ocasiona es la falta de estatus en los ojos de los demás. Mientras la apreciativa es positiva y suele surgir de una posición de fuerza, la auto-degradante suele proceder de una baja autoestima. Los que practican ésta última no tienen un fuerte sentido de pertenencia y sienten que los demás no les respetan. Suelen ser dóciles y sumisos y los mensajes que quieren transmitir se ven afectados por esa debilidad.

La calidez tiene, también, inconvenientes. Puede ser inmensamente potente y persuasiva, pero si se gestiona inadecuadamente, puede ocasionar que el mensajero sea ignorado o explotado. El mensajero que parece que es demasiado cooperador, que expresa culpa fácilmente y muestra excesiva preocupación por las reacciones de los demás, puede ser considerado un pelele.

La calidez forzada y poco natural  tiende, también, a ser recibida negativamente por los demás. Las audiencias son capaces de ver a través de la fachada y juzgar en consecuencia.

Existe otro peligro si las expresiones de generosidad o empatía son exageradas y es que pueden desconcertar a los demás en lugar de traerlos a nuestro terreno. El hiper-altruista puede ser considerado como más cálido que aquellos que actúan egoístamente pero sus acciones pueden hacer que los demás se sientan incómodos.

Pero el mayor riesgo  es en relación a la percepción de estatus. La calidez se puede considerar como un indicador de estatus bajo, lo que presenta un verdadero desafío para los mensajeros “blandos”, especialmente en las primeras etapas de una interacción social.

No obstante, aunque en algunas circunstancias los comportamientos generosos o cooperativos puedan poner en peligro el estatus, la calidez normalmente incrementa la reputación del mensajero y le ofrece ventajas, tales como una mayor conexión ye influencia. Las personas quieren ser vistas como miembros de la sociedad cálidos, amables y generosos.

II.- VULNERABILIDAD

El dinero, el desarrollo de carrera y de competencias son aspectos cruciales de un trabajo para la mayoría de los profesionales, pero existe otro elemento que es muy importante: la sensación de conexión que sienten con su trabajo y con su organización. Esta conectividad ayuda a generar lealtad, ayuda a tener una razón para ir a trabajar, más allá de las recompensas económicas y anima a hacer un trabajo excelente. Por ejemplo un estudio realizado entre 5.000 profesionales de la salud daneses mostró que aquellos que se sentían emocionalmente conectados con su entorno laboral experimentaban mayores sensaciones de bienestar, así como un mayor compromiso con su organización y compañeros.

Brené Brown mantiene que residiendo en el núcleo de cualquier conexión social se encuentra alguna forma de vulnerabilidad, siendo ésta necesaria para crear una conexión emocional fuerte entre el líder y sus profesionales. La conexión social implica la disposición, por nuestra parte, de dejar atrás la máscara protectora que mostramos frecuentemente para poder  ser genuinamente honestos y abiertos. En otras palabras: bajar la guardia y asumir nuestra vulnerabilidad, ya que nos gusta ver que las personas son sinceras y abiertas pero tememos que los demás sean capaces de conocer nuestro interior.

La exposición de nuestras vulnerabilidades ya sean, la admisión de nuestra intervención en un juicio o interpretación errónea, la confesión de un propósito romántico o simplemente transmitir una petición de ayuda, requiere un cierto grado de valor. Lo más sencillo es protegernos manteniendo cerrada nuestras mentes y boca. Revelar nuestros verdaderos sentimientos, necesidades y deseos y, por tanto, adoptar una posición de vulnerabilidad es mucho más duro.

Una razón para esto es el riesgo incrementado de rechazo si nos atrevemos a abrirnos a los demás. Recibir una respuesta negativa, después de habernos mostrado vulnerables, puede ser muy doloroso. Pero nuestras predicciones pesimistas con frecuencia se hacen sin mucho fundamento. Investigaciones realizadas por Vanessa Bohns y Frank Flynn, ya mencionadas en entradas anteriores, han mostrado que en muchas situaciones las personas subestiman la disponibilidad de la ayuda, porque tienden a olvidar el coste de decir que no.

Otra razón por la que nos sentimos intranquilos a la hora de expresar vulnerabilidad es que tendemos a centrarnos en aquello que puede ir mal. Nos preocupa que si admitimos un error, por ejemplo, podamos perder nuestro trabajo o que si tratamos de conectar con alguien o le pedimos ayuda nos rechacen y nos humillen, con  lo que sufriríamos una pérdida de estatus y nuestra autoestima disminuiría. La consecuencia terrible  de este pesimismo es que precisamente en los periodos de angustia psicológica, cuando más necesitamos ayuda, es cuando mente vamos a pedir ayuda.

Cuando los mensajeros se muestran vulnerables al revelar inseguridades o potenciales debilidades a otros, suelen terminar manteniendo relaciones sociales más agradables y las conexiones que se forman como resultado suelen ser más fuertes. Si compartimos nuestros pensamientos, experiencias, sentimientos y rasgos, los demás van detectar similitudes ( “eres como yo”) o van a poder conocernos mejor.  Por tanto, nos entenderán mejor y la relaciones con ellos se beneficiará.

Es evidente que demasiadas revelaciones pueden tener un efecto negativo. Lo que el mensajero comparte con otros debe ser apropiado al contexto y con el grado de cercanía en la relación. Hacer lo contrario corre el riesgo de causar incomodidad y vergüenza. Las revelaciones inapropiadas  no suelen ser correspondidas y suelen interpretarse de forma negativa.

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