Naphtali Hoff en
SmartBrief on Leadership del pasado 12 de diciembre plantea que la disciplina
se puede confundir con rigidez, pero que cuando es deliberada se puede
convertir en un superpoder.
En nuestro mundo
apresurado actual la disciplina se puede malinterpretar. Vivimos en un entorno
que valora la flexibilidad, la espontaneidad y la adaptación instantánea. Admiramos
a personas que son capaces de adaptarse rápidamente , de cambiar de dirección (pivotar), de resolver problemas sobre
la marcha y de resolver imprevistos.
Pero, esa admiración en ocasiones se puede tornar en un prejuicio no
reconocido, que consiste en la creencia que la estructura implica rigidez o que
la consistencia se equipara a control.
La realidad es que la disciplina y la rigidez puede parecer que son lo
mismo en la superficie pero proceden de distintos lugares:
·
La
rigidez tiene sus raíces en el miedo, ya sea del cambio, de la pérdida de
control o de estar equivocado. Se centra en aferrarnos a un método o regla
aunque ya no sirva a un propósito.
·
La
disciplina tiene sus raíces en la intención. Se centra en escoger una
estructura que apoye nuestros valores y metas. Es lo que nos permite mostrar lo
mejor de nosotros, todos los días, aunque la motivación falle.
La disciplina facilita la libertad, ya que cuanto
más disciplinados seamos, más libres seremos., ya que cuando nuestras
prioridades están claras no perdemos el tiempo o la energía en una toma de
decisiones constante. Cuando nuestros hábitos son sólidos, no nos apoyamos solo
en la fuerza de voluntad. Adicionalmente cuando nuestros límites son firmes
dejamos espacio para lo que verdaderamente importa: creatividad, descanso y un
trabajo con un significado. Esta es la razón por la que los atletas
profesionales y las personas con más alto desempeño se apoyan en la estructura.
Saben que sin una disciplina consistente, el talento solo no basta.
Para los líderes esta distinción, entre rigidez y
disciplina, es muy importante. Los equipos prosperan cuando sus líderes son un
modelo de estabilidad, fiabilidad y capacidad de centrarse. Un líder
disciplinado marca el estilo, no a través de la rigidez y el control, sino a
través de la claridad y consistencia.
Por ejemplo, comienza las reuniones en el tiempo
establecido porque respetan el tiempo de todos, protegen el espacio para pensar
porque valoran la estrategia sobre la reactividad y asumen su
responsabilidad porque esperan lo mismo
de los demás. Todo esto no es rigidez, es integridad,
Por tanto debemos preguntarnos, si alguien nos dice
que estamos siendo demasiado rígidos si:
me estoy resistiendo a un cambio porque temo perder el control o me estoy respetando
las rutinas y límites que me permiten prosperar.
Si la respuesta es esta última alternativa no
estamos siendo rígidos, estamos siendo disciplinados y, en un mundo que con
frecuencia recompensa la rapidez sobre la profundidad y el ajetreo y el parecer
estar siempre muy ocupado sobre el pensamiento y actitudes centradas, la
disciplina es un superpoder silencioso.
Por tanto debemos mantener nuestras rutinas,
proteger nuestro tiempo, guardar nuestra energía. No se trata de ser
inflexibles, se trata de ser intencional. Porque cuando nuestras vidas y
nuestro liderazgo se construyen sobre la disciplina, estamos creando la
libertad para liderar, pensar y vivir con un propósito.

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