Barry Conchie y Sarah Dalton en “The five talents that really matter. How great leaders drive
extraordinary performance” analizan el liderazgo desmitificando el aura y la
complejidad que rodea a los líderes de alto desempeño.
Los
autores plantean que en cada organización existen líderes “naturales” cuya
brillantez pasa desapercibida y que descubrir este potencial oculto es un reto fundamental
cuyos resultados son muy valiosos. En su experiencia trabajando con distintas
organizaciones han podido observar como hallazgos clave que:
a).-
A los líderes inadecuados no les gusta contar con miembros con talento en sus
equipos, ya que se sienten amenazados profesionalmente por ellos. Temen que
sean reconocidos y seleccionados por encima de ellos cuando surjan
oportunidades de promociones. Por tanto son obstáculos para el desarrollo de
los profesionales y de las organizaciones en las que prestan sus servicios.
b).-
La falta de diversidad en el liderazgo de una organización es consecuencia
directa de malas prácticas de selección.
c).-
Sin un proceso de valoración de liderazgo creíble y objetivo, los líderes
senior están ciegos ante el talento y potencial en bruto que se esconde en las
profundidades de las organizaciones.
A
la hora de identificar a los líderes “especiales” es conveniente desaprender
una serie de ideas:
1.-
Los líderes que tienen éxito tienen un único rasgo característico. El liderazgo eficaz es
el producto de una serie de rasgos y características.
2.-
Los líderes que triunfan hacen todas estas cosas…..Esta afirmación tiene que
venir sustentada por investigaciones cuya calidad esté comprobada deben ser verificadas durante largos periodos
para remover la influencia de posibles modas. Deben ser probadas en
organizaciones diferentes y facilitar resultados medibles y predecibles.
3.-
El camino del éxito pasa por seguir lo que han hecho determinados líderes como
Jack Welch. Los líderes más famosos han alcanzado el éxito a través de
distintas formas y suelen ser muy diferentes unos de otros.
La
realidad es que los grandes líderes poseen una constelación de talentos,
considerando al talento como: “una característica medible e innata que una
persona muestra de forma consistente para alcanzar un alto desempeño”, no puede
ser aprendido o enseñado, no es un hábito. Es una característica natural con la
que nacemos, a diferencia de las habilidades y conocimientos que pueden ser
obtenidas a través del esfuerzo y la práctica. La constelación única de
talentos de una persona es imperecedera y ubicua. La influencia de los talentos
más fuertes de un individuo es visible en casi todo lo que hace y deja su firma
idiosincrática en todos su logros. Es muy raro que dos personas tengan las
mismas medidas de talento, lo que explica cómo dos estilos de liderazgo
totalmente dispares pueden alcanzar los mismos resultados extraordinarios.
El
talento suele ser la razón por la que unas personas destacan en algo o gravitan
hacia unas tareas sobre otras. Ocultas en el subconsciente nuestras
predisposiciones nos guían para tomar decisiones que permiten que nuestros
talentos brillen. No es frecuente que decidamos intentar llegar a ser genios en
áreas que nos suponen un desafío muy grande. Las personas tendemos a sentir
aversión por las actividades que nos resulten muy complicadas y en las que por
mucho que
intentemos formarnos no vemos ninguna diferencia. Un ejemplo es hablar en
público. Solo pensar en tener que estar delante de un amplio grupo de personas
produce pánico a muchas personas, mientras que los grandes oradores están deseando
estar en un escenario.
La ansiedad y otras
emociones negativas en relación con una actividad son unos buenos indicadores
de que alguien no tiene talento en esa área determinada. Por el contrario
emociones positivas fuertes cuando pensamos en o desarrollamos una actividad
son una medida rudimentaria subyacente de posible talento. En “Flow: the psychology of optimal experience”, Mihaly Csikszentmihalyi planteaba que las personas son más
felices cuando están en un estado de “flow”, que se caracteriza por la completa
concentración en la actividad que estemos realizando. En este estado el ego
desaparece, el tiempo vuela y cada acción, momento y pensamiento es
consecuencia inevitablemente del anterior. Estamos totalmente involucrados en
la actividad y estamos utilizando nuestras habilidades lo mejor que podemos.
Una de las
observaciones clave de Csikszentmihalyi era que tiene que existir un balance equilibrado
entre los talentos de la persona y las demandas específicas de la situación. Si
no existe, el estado de “flow” no se produce. El talento y la expectativa deben
acoplarse en un nivel alto. Si la expectativa sobre la tarea encaja pero a un
nivel muy bajo el resultado es apatía .
Tareas que parecen
estar por encima de las capacidades de unas personas pueden realizarse por
otras con un mínimo esfuerzo. Éstos individuos exhiben niveles muy elevados de
concentración y aplicación y, en ocasiones, van a ser capaces de predecir cuándo
van a experimentar este estado simplemente al revisar la naturaleza de las
tareas que tienen por delante. Describen tal sensación de conexión con una
actividad que pueden llegar a no escuchar el sonido de la llamada de un
teléfono o ver a una persona que se acerca a visitarles. Cuando estos signos se
observan es importante encontrar qué actividad es la que la persona estaba
realizando porque puede ser útil para indicar
dónde se encuentran sus talentos naturales.
Igualmente observar lo
que una persona elige hacer cuando no está condicionada por otros
requerimientos puede indicar talento. Si tienen libertad las personas no
tienden a hacer las cosas que no les gustan, ni a realizar actividades en áreas
que les resultan dificultosas. Los mejores resultados se obtienen en
situaciones en las que la actividad asignada está alineada completamente con
las elecciones libres de la persona.
Otra forma de
identificar talento es detectar aquellas áreas o actividades en las que las
personas se adaptan rápidamente a nuevas habilidades o conocimientos.
Una persona con un
talento natural en un área específica tenderá a tener un desempeño en el más
alto nivel en relación con la población general. La excelencia, por definición,
solo la pueden alcanzar unos pocos. Si una persona de forma consistente tiene unos
resultados sobresalientes en una actividad, estará demostrando su talento
natural. Considerar la consistencia es importante porque un desempeño excelente
puede estar condicionado por múltiples factores externos.
En ocasiones la
excelencia no es medible y para detectarla tenemos que observar un destello de
algo que es especial, extraordinario, pero normalmente fugaz. Se puede
manifestar como el potencial que una persona puede estar mostrando, como
algo que capta nuestra atención y nos hace preguntarnos si hay algo más.
Para empezar a entender
cuáles pueden ser nuestros talentos podemos hacernos las siguientes preguntas:
a). ¿Hacia que tipo de
trabajo parece que gravito?
b).- ¿Qué es lo que
aprendo con más rapidez?
c).- ¿Qué es lo que estoy
haciendo cuando las horas parecen convertirse en minutos?
Una vez que tenemos una
idea de cuáles pueden ser nuestros talentos
podemos preguntarnos: ¿Qué puedo hacer con mis talentos?
Los mejores líderes no
están continuamente valorando sus deficiencias y tratando de corregirlas, se
centran primero en las actividades en las que sus talentos pueden brillar. En
lugar de centrar la mayor parte de su atención en sus deficiencias, buscan
construir asociaciones complementarias con personas con talento en áreas
opuestas, gestionando sus deficiencias en lugar de centrarse en ellas.
Barbara Fredrickson, en
su artículo: “The broaden-and.build theory of positive emotions”, plantea que
los sentimientos negativos limitan de forma medible el desempeño en una
variedad de áreas no relacionadas en las que el individuo era anteriormente
fuerte. Por el contrario, el refuerzo positivo conduce a unos logros más
elevados en una amplia gama de áreas de funcionamiento. Dedicar nuestro tiempo a
áreas que provocan sentimientos negativos limita nuestras capacidades y
entorpece nuestro desempeño general. Dedicar tiempo a áreas en las que nos
sentimos bien y que están alineadas con nuestros talentos, eleva nuestro
desempeño más allá del ámbito de dichas áreas.
La experiencia es un
aditivo para un líder con talento, y es irrelevante para un líder “del montón”
o débil. Esto no quiere decir que las experiencias no sean importantes, sino
que no son un medio para conseguir líderes de alto desempeño. Pueden ayudar a
que líderes con talento se desarrollen más allá de sus capacidades actuales,
pero no van a ayudar a líderes mediocres o con menos talento a convertirse en
excepcionales.
La experiencia tiene una
serie de puntos clave, que hay que considerar:
1.- La experiencia
alimenta el exceso de confianza. Esa excesiva seguridad puede llevarnos a
cometer errores.
2.- La experiencia en
una determinada situación no se transfiere a otras situaciones.
3.- La experiencia y
los altos niveles de logro que normalmente la acompañan puede hacer que nos
arriesguemos en exceso.
Existe una relación muy
cercana entre la experiencia y la autoconfianza. Esto se entiende porque al
contribuir la experiencia a nuestro éxito nos puede llevar a tomar más riesgos.
En lo más alto de la escala de la experiencia la línea que separa el peligro de
la seguridad es muy delgada, el margen de seguridad estrecho y puede llevarnos
a creer que somos buenos en áreas relacionadas y así cometer errores.
Sería deseable que la
experiencia fuese un predictor más eficaz
de éxitos de liderazgo futuros,
porque las experiencias son tangibles y fáciles de identificar y gestionar,
pero contribuyen poco a la predicción de los éxitos futuros de un líder.
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