domingo, 22 de diciembre de 2024

STORYTELLING PARA LÍDERES

 



Manfred F.R. Kets de Vries en “Storytelling for leaders. Tales of sorrow and love” explora el importante papel que juega el contar historias: “storytelling” para el desarrollo de las habilidades de liderazgo.

Desde el momento en que los humanos fueron capaces de utilizar el lenguaje contar historias se convirtió en una forma fundamental de interactuar unos con otros. En nuestra vida cotidiana cuando hablamos sobre eventos, personajes, acciones, temas, sentimientos e ideas storytelling es una forma de comunicar nuestro mensaje. Y, si tenemos una buena historia que contar, creará una emoción genuina y respuestas en el comportamiento. De hecho, las historias que contamos van a informar, influir, entretener y modelar nuestra vida y la de otras personas. Todos vivimos rodeados de una red de historias ya que es la manera en la que establecemos conexiones y de entender a los demás.

Los humanos siempre hemos contado historias y la tradición oral es la forma humana más antigua de comunicación. La habilidad para contar historias nos ha facilitado a nuestra especie una ventaja evolutiva. A través de las historias nuestros antepasados fueron capaces de codificar y comunicar información importante para nuestra supervivencia. Las historias han sido la vía para transmitir valores culturales, fortalecer el sentimiento de comunidad y crear esperanza en el futuro. Las historias determinan cómo pensamos,  nos ayudan a crear valores compartidos y significado y, a través de ellas, aprendemos cómo funcionan las cosas, cómo tomamos decisiones y las justificamos, cómo persuadir a los demás y cómo entendemos nuestro lugar en el mundo.

Storytelling ha sido el método de formación antes de que la educación fuese formalizada. Ha sido siempre el nexo atemporal con las tradiciones antiguas, leyendas, arquetipos, mitos y símbolos. Podemos pensar que comenzó con las pinturas prehistóricas, continúo con los bardos griegos y romanos, con los trovadores de la Edad Media, hasta llegar a las películas de Hollywood, en la actualidad, por ejemplo.

Las historias, también, pueden ayudarnos a encontrar un cierto grado de orden y predictibilidad en un mundo que es extremadamente impredecible, con frecuencia. Las historias, debido a su estructura narrativa, pueden ayudarnos a imaginarnos que podemos tener cierto control sobre nuestras vidas. Después de todo sabemos que en la narrativa de una historia, la resolución sigue al conflicto y que, eventualmente, puede existir una red de seguridad. Por tanto, dada la forma en la que las historias están estructuradas pueden servirnos para encontrar sentido en un mundo que con frecuencia desafía la lógica. A través de storytelling podemos ver patrones específicos entre el caos y ver un significado donde existe aleatoriedad. Esencialmente, a través de nuestra exposición a las historias el mundo en el que vivimos puede llegar a ser más comprensible.

Cuando escuchamos una historia absorbente nos puede parecer, a veces, que el que cuenta la historia nos está hechizando. Hechizados, escuchando a lo que la persona nos dice comenzamos a reconocernos nosotros en la historia y a transportarnos a otro lugar o tiempo, convirtiendo la historia en algo más personal. Pronto la magia de la historia estará trabajando  y lo que se está narrando hará que desarrollemos sentimientos, pensamientos, opiniones e ideas que tenderán a alinearse con las de la persona que está contando la historia. Y, al continuar sintiéndonos encantados por la historia que está siendo contada, compartiremos las emociones que la historia evoca, tales como felicidad, disgusto, ira, tristeza, ansiedad, miedo y sorpresa. De este modo, sencillamente contando una historia, la persona que la narra, es capaz de introducir ideas, pensamientos y emociones en nuestra mente, haciendo que compartamos su dolor, alegría  o dificultades. Así, a través de escuchar y de contar historias aprendemos sobre compasión, empatía, tolerancia y respeto, al tiempo que aprendemos, también, sobre el lado más oscuro de la humanidad.

Esta dinámica emocional puede cambiar la forma en que pensamos y hasta cómo actuamos, por lo que contar historias ha sido la forma utilizada para crear conexiones interpersonales e influir en el comportamiento de los grupos.

También, las historias que escuchemos pueden ampliar nuestra imaginación, animándonos a que exploremos formas distintas de pensar y si implican al lado derecho de nuestro cerebro, despertarán nuestra imaginación y creatividad.

El arte de contar historias puede ayudar, también, a mejorar nuestra memoria. Las historias pueden ser comparadas con otras ayudas para la memoria, manuales de instrucción y a brújulas morales. Nos pueden ayudar a estructurar vastas cantidades de información y nos servirán para recordar la información mejor que cuando nos hablan sobre  datos exclusivamente. Por tanto, nuestro vocabulario, comprensión, habilidades de secuenciación, memoria y creatividad crecerán cuando contamos y escuchamos historias.

Más aún, las historias pueden moldear nuestro futuro. Si nos contamos a nosotros mismos una historia en la que alcanzamos una meta deseada o dominamos una habilidad, la confianza que se deriva de creer esta versión de la historia puede hacer que se convierta en una profecía autocumplida.  Influidos por lo que hemos aprendido podemos ser capaces de adquirir las competencias necesarias para lograr aquello que nos gustaría alcanzar. De hecho, las historias pueden ser una buen forma de mirar el futuro o de planificar o predecirlo y de tener éxito. Cada historia de éxito puede convertirse en una lección sobre cómo podemos tener éxito. La historia correcta, contada en las condiciones adecuadas, puede tener el poder de reformular los hechos de una forma más positiva desde el punto de vista emocional, de una manera que ningún número de hechos racionales va a poder hacer nunca.

Por tanto, escuchar historias de luchas y desafíos que salieron bien puede transmitirnos esperanza de que también podemos tener éxito en actividades similares. Historias sobre vidas en las que podamos escuchar cómo se afrontan retos y se superan adversidades pueden ser un ejemplo a seguir y hacernos conscientes de que si queremos cambiar nuestras vidas, tenemos que cambiar nuestra historia.

Como en el caso de todos los métodos de intervención se puede utilizar bien o mal. Los demagogos siempre han estado familiarizados con la idea de que las historias pueden influir en las personas y, por ejemplo, si cuentan historias de odio pueden conseguir que sus seguidores se sientan abatidos y llegar a destruir sus vidas.

El reto estriba, pues, en crear el tipo de historias que contribuyan a vidas más plenas. El propósito de una historia no tiene que ser el decirnos cómo pensar, sino el ofrecernos preguntas sobre las que pensar. Las historias tienen que ser los motores de nuestra imaginación y a través de ellas podremos dar sentido a situaciones en nuestra vida que, a menudo, parecen desafiar a toda lógica.  

Por medio de las historias, también, podemos descubrir que la vida es una colección de experiencias presentadas en una sucesión de escenas. Nos permiten definirnos ya que en ellas podemos hablar de nuestros deseos, esperanzas y planes futuros.

Si estamos preparados a contar nuestra historia debemos prestar atención, sin embargo, a la forma en la que esta actividad nos puede afectar, como, por ejemplo: qué sentimientos van a aflorar al contar nuestra historia y cuáles vamos a experimentar después de hacerlo. Ser completamente honestos sobre nosotros no es sencillo, ya que podemos tener creencias sobre nosotros de las que nos avergonzamos y que consideremos abrumador compartir. Pero, puede ser que , también, tengamos el fuerte deseo de compartir cosas que mantenemos “embotelladas” dentro de nosotros y que consideramos que si seguimos manteniéndolas dentro de nosotros cada vez vamos a estar más estresados.

Debemos tener en cuenta que, a la hora de decidir qué historia contar, tenemos que ser conscientes de que tratar de mantener secretos tiene un precio. Muchas veces lo más dañino  de un secreto no es el secreto en sí, sino la compulsión que siente nuestra mente de recordarlo continuamente. En otras palabras, el verdadero daño de los secretos no es que sintamos la necesidad de esconderlos, sino que también debemos vivir con ellos.

Las historias operan en múltiples niveles. En la superficie ofrecen hechos relacionados con un espacio o tiempo determinado. Pero dentro de cada historia se encuentran muchos aspectos ocultos relacionados con la naturaleza humana ( la nuestra) y con dilemas humanos. Por tanto, en nuestro rol de contador de historias al describir personajes, tramas y escenarios, ponemos en marcha un proceso mediante el cual aspectos de nosotros mismos que han estado apartados en nuestro subconsciente saldrán a la luz, con lo que podremos mejorar nuestro autoconocimiento.

Parece que existe una relación entre contar historias  y el bienestar, ya que parece que tiene propiedades terapéuticas potentes: por ejemplo, el hecho de compartir historias personales sobre cómo afrontar la adversidad puede ser beneficiosos para nuestra salud mental y nuestro estado de ánimo.

Cuando estamos contando una historia estamos transfiriendo ideas, pensamientos y emociones a las mentes de las personas que escuchan. De hecho, los cerebros del que relata la historia y de los que escuchan parece que se sincronizan. Debido al la atracción emocional de la historia se establecen conexiones emocionales y, a través de este proceso de sincronización se pueden compartir propósito y significado, creando un terreno común  que ayudará a que los sentimientos y pensamientos tengan un sentido. Estas actividades mentales nos van a permitir ponernos en el lugar del otro, para entrar en su mundo y crear nuevas formas de ver las cosas.

Las historias parece que tienen un efecto neurológico. A través de las historias se va a producir un fenómeno transformador y, como hemos comentado, las mismas regiones del cerebro se van a activar en el que cuenta la historia y en el que la escucha. Este proceso se conoce como de acoplamiento neuronal y en él están comprometidas las corteza motora, sensorial y frontal. Estas redes se nutren y se solidifican por los sentimientos de anticipación sobre la resolución de la historia e implican la participación de la dopamina que se libera en el cerebro y nos hace sentirnos bien. A través de los neurotransmisores, que se ponen en macha con la ayuda de las historias, tenemos la oportunidad de compartir la tristeza, alegría y contratiempos de otras personas. Esta es la razón por la que , como resultado de la liberación de dopamina, los hechos serán recordados con mayor facilidad cuando experimentamos un evento o escuchamos una historia que esté repleta de emociones.

A través  del relato de historias se instiga un proceso que se puede describir como de “transporte narrativo” o de interacción dinámica y compleja entre el lenguaje, el texto y la imaginación, que crea un estado de inmersión cognitiva y emocional que capta la atención de los oyentes profundamente y les introduce en el mundo de la persona que narra la historia. Por este efecto, también, una vez una historia ha atraído nuestra atención durante un tiempo podemos comenzar a resonar emocionalmente con los personajes de la historia y a tener unas intensas experiencias emocionales paralelas.

Debido a este efecto de transporte, cuando se produce el acoplamiento neuronal, tendemos a olvidarnos de lo que nos rodea y nos encontramos inmersos en el relato. Dependiendo de la historia puede que las palmas de nuestras manos comiencen a sudar, nuestro corazón a latir con más fuerza y nuestra expresión facial puede cambiar, señales de que estamos totalmente metidos en la historia. Este efecto se convertirá en el germen de sentimientos de empatía, propiciados también porque al conectar con los personajes de la historia nuestro cerebro libera oxitocina, asociada también con la conexión y empatía.

Algunas narrativas, por el contrario pueden contribuir a la liberación de cortisol (hormona del estrés) en los que las escuchan, por lo que al escuchar las historias que nos cuentan podemos experimentar emociones, tanto positivas como negativas y, como resultado, podemos ser capaces de aprender sobre el miedo, el heroísmo, el amor, el odio, la compasión, la pena , el dolor y la alegría, todo reunido en una misma historia, haciendo que su escucha se convierta en una experiencia tanto dulce como amarga.

 

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