Scott Walker en “Order out of chaos. Win every
negotiation. Thrive in adversity. Become a world-class
negotiator”., que estamos comentando, plantea que planificar las conversaciones complicadas nos va a permitir valorar los
riesgos que se pueden presentar más exactamente y tomar las acciones
adecuadas para mitigarlos.
Muchas conversaciones
implican un cierto grado de riesgo, por ejemplo en una negociación en un caso
de rehenes el riesgo puede ser físico, pero en una conversación privada o en el
trabajo puede ser de relación o reputación.
Antes de comenzar a
negociar debemos considerar algunas preguntas
para ayudarnos a planificar el proceso, basadas en las recogidas por Robert Mnookin en su libro: “Bargaining with the devil”. Éstas están relacionadas con:
1.-
Intereses
¿Cuáles son mis
intereses?, ¿Cuáles son sus intereses? ¿Qué es lo verdaderamente importante para mí?
2.-
Alternativas
¿Cuáles son mis
alternativas a una negociación ( o el principal resultado deseado de la
conversación)? ¿Cuáles son las alternativas de la otra persona?
3.-
Resultados potencialmente negociados
¿Existe un acuerdo
potencial que pueda satisfacer a los intereses de ambas partes mejor que
nuestras alternativas a la negociación?
4.-
Costes
¿Qué me va a costar (
no solo desde el punto de vista económico)
negociar o mantener esa conversación? ¿Cuáles pueden ser los impactos a
largo plazo?
5.-
Implementación
¿Existen posibilidades
razonables de que si llegamos a un acuerdo, éste se lleve a cabo?
Una vez que hemos identificado
los riesgos como parte de nuestro proceso de planificación deberemos considerar
cómo gestionarlos de forma apropiada en las circunstancias y contexto en que
nos encontramos. Algunas formas de hacerlo son:
a).- Tolerar los
riesgos: aceptar los riesgos y continuar con la conversación sin ninguna
mitigación, independientemente de los riesgos para la salud o la relación, por
ejemplo.
b).- Abordar los
riesgos: marcar límites, gestionar las expectativas, acordar criterios,
contenidos, plazos y localizaciones.
c).- Evitar el riesgo:
declinar la conversación, abandonarla o acabarla con una explicación.
d).- Transferir el
riesgo: obtener apoyo de otros, permitir que otra persona retome la
conversación. Esta persona puede ser alguien que quizás ha demostrado tener más
influencia sobre la otra parte en el pasado o está en una situación más serena,
tiene más tiempo que dedicar o mayor conocimiento de la otra persona o del tema
que se está tratando.
Mientras realizamos
este proceso si vemos que existe un cierto nivel de riesgo podemos considerar
si los siguientes comportamientos están presentes en nosotros o en la otra
parte y si la respuesta es afirmativa puede ser necesario contar con el apoyo
de un profesional experto. Entre estos comportamientos tenemos: recuerdos
continuos de eventos traumáticos, estados de ánimo depresivos de más de una
semana de duración, ira desproporcionada, actividades limitadas para evitar
recuerdos, ansiedad difícil de soportar, falta de sentido de humor,
dificultades para dormir y dificultades para conectar con
los demás.
En
otras ocasiones las conversaciones pueden ser muy estresantes o emocionales
y solemos evitarlas porque nos resultan incómodas aunque sean necesarias.
Suele darse, por ejemplo, cuando alguien comparte algo con nosotros que nos
hace sentir incómodos o cuando la otra persona muestra vulnerabilidad al
desvelar algo muy personal y privado como puede ser una experiencia traumática.
Cuando las necesidades
básicas de un individuo tales como la seguridad, la autoestima o el sentido de
pertenencia están comprometidas la persona puede sentirse estresada y sus
emociones pueden incrementarse, lo que va a dificultar la generación de
sintonía y cualquier forma de diálogo respetuoso y significativo. El estrés
puede producir, también, acciones muy arriesgadas que pueden comprometer la
seguridad o el éxito de los demás. Por esta razón es importante identificar
cuál de las necesidades básicas de la otra persona no se está abordando en la
conversación y cómo podemos hacerlo, así como diferenciar entre necesidades y
deseos.
Cuando nos estamos
comunicando con personas muy sensibles o vulnerables debemos procurar retirar
cualquier forma de presión sobre ellas. Una forma de hacerlo consiste en
enlentecer la conversación, dándoles tiempo para pensar y sentir sin presiones.
Ofreciendo pausas en las que dejamos que el silencio haga su trabajo, podemos
ir controlando el ritmo de la conversación. Para conseguirlo Walker recomienda:
a).- Enlentecer el
ritmo de nuestras palabras.
b).- Dejar un tiempo
extra para que la persona pueda digerir lo que le hemos dicho o preguntado y
dejar tiempo para que pueda preparar las respuestas.
c).- Ser paciente si la
persona responde con lentitud o parece que está divagando.
d).- Evitar plantear
inmediatamente la siguiente pregunta.
e).- Procurar no ir
contestando nosotros y rellenando huecos sobre las preguntas que hemos hecho.
f).- Evitar
interrumpir.
Una vez que estamos
conscientemente enlenteciendo y controlando el ritmo podemos seguir a la siguiente
fase que consiste en explicar y comprometer. En ella explicamos a la otra
persona cómo nos vemos nosotros en la conversación, el rol que jugamos en ella
y procuramos asegurarnos que estamos abordando sus necesidades básicas. Puede
ser que tengan algo que decirnos pero primero deben tener algún control y
certeza sobre la conversación y sobre lo que va a pasar. Para ello puede merecer la pena
explicar algunas de las formalidades y reglas que se pueden aplicar a la
conversación. Entre éstas:
1.- Propósito de la
conversación. ¿Sobre qué vamos a hablar?
2.- Si hacemos una
pregunta y la otra persona no la entiende o no sabe cuál es la respuesta debe
decirlo para que podamos aclarar las dudas.
3.- Si no entendemos
bien lo que la otra persona ha querido decirnos o sintetizamos mal sus
palabras, debe decírnoslo.
4.- La otra persona
puede pedir un descanso cuando sienta que lo necesita.
5.- Asignar una
duración probable, aunque puede extenderse al ser conversaciones sensibles.
6.- Posibilidad de
registrar o grabar la conversación.
7.- La necesidad o no
de acuerdos de confidencialidad previos y si vamos a hablar con alguien más
sobre el contenido de la conversación.
Cuando hayamos
establecido las normas básicas debemos pensar en generar y mantener una sintonía con la otra persona
para conseguir que se sienta relajada.
En conversaciones muy sensibles, valorar el estado emocional de la otra persona, así como el nuestro, es importante para que nos comuniquemos adecuadamente, procurando mantener la empatía y el respeto a lo largo de toda la comunicación. Una forma de hacerlo es no endulzar la verdad si por ejemplo vamos a compartir una información no muy agradable como una falta de promoción o un despido. Decir lo que tenemos que decir lo primero no solo es más rápido sino más amable. Compartir lo que hay que compartir antes de facilitar el contexto, antecedentes o racionalidad de la decisión. Los líderes, con frecuencia, introducen los aspectos negativos, entre los positivos, mientras la otra persona está pensando porqué está teniendo esa conversación en primer lugar.
Esto no quiere decir que
existe una carta blanca para la honestidad brutal o la brusquedad, hay que buscar
que la persona deje la conversación sintiéndose respetada y cuidada.
Particularmente en
conversaciones sensibles tenemos que ser conscientes si estamos mostrando algún
prejuicio cognitivo que nosotros o los
demás podemos tener, para que no influyan negativamente en la conversación.
Si el propósito de la
conversación es obtener información de alguien, una vez que se ha conseguido
establecer una sintonía, podemos pedir una narración libre sobre el tema a
tratar, lo que no incluye plantear preguntas muy detalladas. hay que buscar que la
información se ofrezca de manera espontánea y sin la contaminación de las
preguntas. Podemos decir, por ejemplo: “Háblame de…..”, “Describe…….” o “Explica…..”.
Una vez que ya tenemos gran
cantidad de información debemos
aclararla por medio de preguntas para asegurarnos de que hemos entendido
correctamente lo transmitido. Debemos comenzar por preguntas abiertas, teniendo
cuidado al utilizar “¿Por qué? ” ya que puede
implicar culpa, como por ejemplo: ¿Por qué no se lo dijiste a alguien? o ¿por
qué no escapaste? Es mejor reemplazarla por preguntas “¿Qué o cómo?”
Las preguntas abiertas
permiten que las personas den una respuesta sin límites, que puedan controlar
el flujo de la información, que minimicen el riesgo de que al hacerla impongamos nuestro propio punto de vista y facilitan
introducir un tema general que va a permitir a la persona
libertad para determinar qué quiere responder.
Lo que no hay que hacer
es una pregunta abierta seguida inmediatamente de una cerrada, como por
ejemplo: ¿Qué hiciste anoche? ¿Saliste o te quedaste en casa? Al hacerlo parece
que estamos limitando sus respuestas para ahorrar tiempo o porque pensamos que
ya sabemos la respuesta.
Las preguntas cerradas
pueden ser apropiadas o no dependiendo de la calidad de la información que se
espere obtener.
Otra técnica útil
consiste en repetir las últimas palabras de la otra persona. Por ejemplo si nos
dicen: “ He tenido problemas hoy y he perdido el tren”, podemos responder con: “¿Has
perdido el tren?” y al elevar el tono al final de la palabra parece que estamos
haciendo una pregunta y la otra persona ampliará su comentario inicial.
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