LaRae Quy en SmartBrief on Leadership del pasado 18 de octubre plantea que el estrés y el burnout
no se pueden equiparar. El estrés es una reacción normal humana que nos pasa a
todos en algún momento de nuestras vidas. El cuerpo humano está diseñado para
experimentar estrés y reaccionar ante él y en dosis moderadas las respuestas de
estrés sirven para que el cuerpo se amolde a las nuevas situaciones. Puede
resultar positivo al mantenernos alerta , motivados y preparados para responder
ante el peligro, pero puede convertirse en un problema cuando los factores
estresores se mantienen sin periodos de relajación.
Aunque el estrés puede
conducir al burnout, éste es distinto. El agotamiento es su primera señal,
seguido por el deseo de distanciarnos del trabajo y por la percepción de un
malestar general que con frecuencia parece depresión. Pero las investigaciones
muestran que el burnout está relacionado con el trabajo, una distinción esencial
de la depresión. Por ejemplo, el burnout puede implicar que la persona se está
cuestionando el significado y el impacto de su trabajo, mientras la depresión
puede dejar a la persona dudando de su relevancia.
Es posible lidiar con
las largas horas de trabajo, el exceso de presión y la aparición de una crisis
tras otra antes de que conduzcan a situaciones de burnout, siendo la clave la
inteligencia emocional, ya que mientras es posible que no podamos controlar el
entorno disfuncional en el que trabajamos, si podemos intentar controlar
nuestra respuesta.
La inteligencia
emocional es una habilidad crítica para ayudarnos a ser más resilientes y eficaces
ante situaciones que puedan ocasionar estrés y burnout sin precedentes. Para ello
debemos ser capaces de:
1.-
Reconocer las señales
Reconocer lo que
estamos sintiendo es fundamental en loso momentos en los que el burnout nos
está rondando. Por ejemplo el cinismo es una forma en la nos protegemos. Suele
desencadenarse normalmente cunado estamos enfadados y como la ira no es una
emoción aceptable en la mayor parte de los entornos laborales dejamos que nos
vaya infectando y se encone. Puede extenderse lentamente a otras áreas si nos
volvemos cínicos con respecto a algo. Cuando reconozcamos que una actitud
cínica se está infiltrando en nuestros pensamientos debemos ser resilientes y
eliminarla.
Para identificar las
señales debemos hacer un a revisión emocional en la que debemos ser cuidadosos
para no ignorar ni suprimir nuestras emociones porque sean inconvenientes o
embarazosas. Si nos mostramos resilientes podemos admitir sentimientos
incómodos o poco profesionales reconociéndolos como lo que so y etiquetando la
emoción por lo que es y no por lo que queremos
que sea. Las personas resilientes son lo suficientemente fuertes para ser honestas
sobre sus sentimientos y no se muestran temerosas de profundizar para descubrir
las raíces detrás de esas emociones.
2.-
Gestionar las emociones
La forma en que
contemplamos nuestra situación pone en marcha alarmas en nuestro cerebro. El
sistema nerviosos está programado para liberar hormonas para prepararnos para
la lucha o la huida. La inteligencia emocional y la reisliencia están muy
unidas, ya que las personas con altos niveles de inteligencia emocional suelen
ser más resilientes porque pueden abordar situaciones desafiantes y complicadas
y construir robustos sistemas de apoyo. Algunas formas en que la inteligencia
emocional puede ayudarnos a ser más resilientes son:
a).- Autoconocimiento:
la inteligencia emocional nos puede ayudar a identificar nuestras emociones y a
comprender cómo éstas afectan nuestros pensamientos y acciones. Nos ayudaría,
pues, a reconocer cuándo nos sentimos sobrepasados o estresados y a actuar para
gestionar estos sentimientos.
b).- Empatía: la
inteligencia emocional nos puede ayudar a entender las emociones de los demás y
a responder apoyándoles, lo que contribuye a establecer relaciones fuertes con
otros, lo que constituye una parte integral de la resiliencia.
c).- Adaptación social:
la inteligencia emocional nos puede ayudar a transitar por las situaciones
sociales y a construir fuertes sistemas de apoyo, lo que nos ayudará a
encontrar los recursos necesarios para afrontar situaciones complicadas.
d).- Resolución de
problemas: la inteligencia emocional es un elemento crítico de la resistencia
mental, que nos va a dar la claridad que necesitamos para que nuestras
emociones no nos saboteen.
e).- Gestión del
estrés: la inteligencia emocional nos ayuda a reconocer cuándo nos sentimos agobiados y a
dar los pasos para gestionar estos sentimientos, lo que contribuirá a que nos
mantengamos serenos y centrados en situaciones complicadas.
Posteriormente debemos:
1.- Reevaluar nuestra
perspectiva de la situación. Por ejemplo preguntándonos si interpretamos una
situación como una amenaza a algo que valoramos o si la consideramos como un
problema que resolver. Cambiando la perspectiva sobre si estamos experimentando
estrés o eustrés puede tener un efecto revelador sobre nuestra capacidad de
bajar nuestros niveles de estrés.
2.- Cambiar nuestro
patrón mental y nuestro comportamiento y resultado. Lo que en un momento parece
estrés puede convertirse en estrés positivo que nos permite pensar en él como
un problema a resolver.
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